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martes, 13 de octubre de 2009

8- ENFERMEDADES CARDÍACAS (1)




Los ataques cardiacos son la mayor causa responsable de la muerte de muchos norteamericanos. Aunque aparece repentinamente, un ataque cardiaco es en realidad la etapa final de un insidioso desorden que tardó años en desarrollarse. Este desorden se conoce como coronariopatía. Dado que esta enfermedad sólo aparece en las naciones más prósperas y en rara ocasión fue la causa de muerte antes del año 1900, tenemos que responsabilizar a nuestro estilo de vida moderno, comidas poco naturales y hábitos alimenticios desequilibrados de los males cardiacos que afectan a la sociedad moderna. Pero mucho antes de que el corazón comience a descomponerse, el hígado pierde gran parte de su vitalidad y eficiencia.
El hígado tiene influencia sobre todo el sistema circulatorio, incluyendo el corazón. De hecho, es el protector número uno del corazón. Bajo circunstancias normales, el hígado desintoxica y purifica la sangre venosa que llega a través de la vena portal desde la parte abdominal del sistema digestivo, el bazo y el páncreas. Además de procesar el alcohol, el hígado detoxifica sustancias nocivas, como las toxinas producidas por los microbios. También mata bacteria y parásitos, y neutraliza ciertos compuestos de las medicinas con la ayuda de enzimas específicas. Una de las hazañas más ingeniosas del hígado es el remover la porción de nitrógeno de los aminoácidos, dado que nos es requerida para la creación de nuevas proteínas. La urea se forma a partir de este producto de desecho. La urea termina en el torrente sanguíneo y se secreta en la orina.
El hígado también descompone la nucleoproteína (núcleo) de las células desgastadas en el cuerpo. El producto resultado de este proceso es el ácido úrico, el cual también es secretado con la orina.
El hígado filtra más de un cuarto de galón de sangre por minuto, dejando solamente al dióxido de carbono para ser eliminado por los pulmones. Después de ser purificada en el hígado, la sangre pasa a través de la vena hepática hacia la vena cava inferior para luego llegar a la parte derecha del corazón (ver Figura 7).



De ahí, la sangre venosa llega a los pulmones, donde sucede el intercambio de gases: se secreta el dióxido de carbono y se absorbe oxígeno. Después de abandonar los pulmones, la sangre oxigenada pasa al lado derecho del corazón. Desde ahí es bombeada hacia la aorta. La aorta provee de sangre oxigenada a todos los tejidos del cuerpo.
Los cálculos biliares, en los conductos biliares del hígado, distorsionan la estructura básica de los lóbulos. En consecuencia, los vasos sanguíneos proveedores de estas unidades hepáticas desarrollan problemas, lo cual reduce el suministro interno de sangre. Las células hepáticas se dañan, y desechos celulares dañinos comienzan entrar en el torrente sanguíneo.
Esto aumenta la debilidad hepática para detoxificar la sangre. El resultado es que más sustancias se retienen en el hígado y la sangre. Un hígado congestionado puede obstruir el flujo de la sangre venosa al corazón, provocando arritmias o incluso ataques cardiacos. Es obvio que las toxinas que no son neutralizadas por el hígado, terminan dañando al corazón y la red de vasos sanguíneos.
Figura 7: La manera en que el hígado filtra la sangre.
Otra consecuencia del desarrollo de esta enfermedad es que las proteínas de las células muertas (aproximadamente 30 billones por día) y las proteínas de la comida sin usar no son lo suficientemente metabolizadas, resultando en el incremento de la concentración de proteínas en la sangre. En consecuencia, el cuerpo intenta almacenar estas proteínas en las membranas base de las paredes de los vasos sanguíneos (mayores explicaciones de esto se dan a continuación). Toda vez que la capacidad de almacenamiento de proteínas del cuerpo se agota, las proteínas sobrantes son obligadas a permanecer en el torrente sanguíneo.
Esto puede provocar que el número de glóbulos rojos aumente, elevando el hematocrito, o volumen de células en la sangre, a los niveles anormales.
La concentración de hemoglobina en los glóbulos rojos también comienza a incrementarse, provocando la complexión roja de la piel, particularmente en la cara y pecho. (La hemoglobina es una proteína compleja que se combina con el oxígeno en los pulmones y lo transporta a todas las células del cuerpo). Como resultado, los glóbulos rojos crecen y se vuelven demasiado grandes para pasar por los pequeños canales de la red capilar.
Obviamente, esto causa que la sangre se vuelva demasiado gruesa y lenta, incrementando su tendencia hacia la coagulación (las plaquetas que se quedan juntas).
La formación de coágulo sanguíneo se considera como la principal causa de riesgo para los ataques cardiacos o apoplejías. Dado que la grasa no tiene características volantes, este riesgo emana principalmente de la alta concentración de proteínas en la sangre. Los investigadores han descubierto que la homocisteína (HC), un aminoácido que contiene sulfuro, es el promotor de los pequeños coágulos que inician el daño arterial y el daño catastrófico que precipita la mayoría de los ataques cardiacos y apoplejías (Ann Clin & Lab Sci, 1991 y Lancet 1981). Por favor note que la HC es 40 veces más predecible que el colesterol en la estimación del riesgo de enfermedades cardiovasculares. La HC aparece del metabolismo normal del aminoácido metionina -abundante en las carnes rojas, la leche y los productos lácteos. La alta concentración de proteínas en la sangre, inhibe la constante distribución de nutrientes importantes, especialmente agua, la glucosa y oxígeno a las células. [Nota: la alta concentración de proteínas en la sangre puede causar deshidratación de la sangre, es decir, el engrosamiento de la sangre-una de las principales causas de la alta presión y las enfermedades cardiacas]. Las proteínas también afectan la completa eliminación de los productos básicos de desecho metabólico (ver sección sobre la Pobre Circulación…). Todos estos factores combinados obligan al cuerpo a elevar su presión sanguínea.
Esta condición, la cual se conoce comúnmente como hipertensión, reduce el efecto dañino del engrosamiento de la sangre, hasta cierto punto. Sin embargo, esta respuesta a una situación no natural estresa y daña los vasos
capilares.
Una de las prácticas más eficientes del cuerpo para evitar el peligro de un inminente ataque cardiaco es el sacar a las proteínas del torrente sanguíneo y almacenarlas en otro lugar, por lo menos de manera momentánea (ver Figura 8). El único lugar donde la proteína puede almacenarse en grandes cantidades es en la red de vasos capilares. Las paredes capilares pueden absorber la mayor parte de las proteínas sobrantes. Aquí se reconstruye la proteína y se transforma en fibra de colágeno, la cual es 100% proteína, y se almacena en las membranas base.
Las membranas base tienen la capacidad de incrementar su grosor en 10 veces antes de agotar su capacidad de almacenamiento de proteínas. Pero esto también significa que las células en el cuerpo no podrán recibir las cantidades adecuadas de oxígeno y otros nutrientes básicos. Las células afectadas por esta ‘inanición en proceso’ también pueden incluir células que forman los músculos del corazón. El resultado es una debilidad cardiaca y un desempeño reducido del corazón, y por supuesto, cualquier tipo de enfermedad degenerativa, incluyendo el cáncer.
Cuando ya no se puede almacenar proteínas en las paredes capilares, las membranas base de las arterias también comienzan a absorber  proteínas. El efecto benéfico de esta acción es que la sangre permanece lo suficientemente delgada como para evitar el riesgo de un ataque cardiaco, al menos por cierto tiempo. Pero eventualmente, la misma táctica que previene la muerte daña las paredes de los vasos capilares (sólo los mecanismos primarios de supervivencia del cuerpo no acarrean efectos secundarios importantes). La pared interior de las paredes arteriales se vuelve gruesa y áspera, como óxido en una tubería de agua. Las grietas, heridas y lesiones comienzan a aparecer en diferentes lugares.
El daño a los vasos capilares más pequeños es reparado por las plaquetas sanguíneas. Ellas liberan la hormona serotonina, la cuál ayuda a constreñir los vasos sanguíneos y reducir el sangrado. Pero las heridas de mayor tamaño, como las que se encuentran típicamente en las coronarias dañadas, no pueden ser selladas simplemente con plaquetas; requieren un complejo proceso de coagulación sanguínea en el cuerpo. Sin embargo, si un coágulo de sangre se suelta, puede entrar al corazón y causar un infarto del miocardio, comúnmente llamado ataque cardiaco. [Un coágulo que llega el cerebro resulta en una apoplejía. Un coágulo que tapa la apertura hacia las arterias pulmonares, las cuales entregan la sangre usada a los pulmones, puede ser fatal.]


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