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miércoles, 18 de noviembre de 2009

Capítulo 4 La Respuesta Del Muerto


Mamiya se convirtió más tarde en un famoso profesor, pero cuando estudiaba con un maestro se le pidió que explicara el sonido de una mano que aplaude.
Aunque Mamiya le dedicó mucho esfuerzo, un día su maestro le dijo:
-No trabajas suficiente. Estás demasiado apegado a la comida, el dinero, las cosas y este sonido. Sería mejor que te murieras.
Cuando Mamiya volvió a presentarse ante su maestro, se le volvió a preguntar qué tenía que decir acerca del sonido de una mano que aplaude. Mamiya cayó al suelo sin más, como si estuviera muerto.
-Vale, estás muerto -dijo el maestro-, pero ¿qué hay del sonido ese?
Mirando hacia arriba, Mamiya contestó:
-¡Oh!, esto no lo he resuelto todavía.
-¿Qué? -rugió el maestro-. Los muertos no hablan. ¡Fuera!

Lo absurdo es necesario para sacarte de tu mente, porque la mente es razonamiento. Mediante el razonamiento no puedes salir de ella. Mediante el razonamiento darás muchos pasos, pero en círculo.
Es lo que has estado haciendo durante muchas vidas. Una cosa lleva a otra, pero esa "otra" forma parte del círculo tanto como la primera. Te parece que te mueves porque hay cambios, pero sigues un círculo. Te mueves en redondo, dando vueltas -no puedes salir del círculo-. Cuanto más piensas en salir, cuantos más sistemas; técnicas, métodos creas para escapar, más atrapado estás en él. Porque el problema básico es: el razonamiento no te puede sacar de ahí, porque el razonamiento es el fenómeno mismo en el que estás metido.
Se necesita algo irracional, algo que esté más allá de la razón. Algo absurdo, algo loco -sólo una cosa así puede liberarte-. Todos los grandes maestros se han dedicado a inventar trucos, y sus trucos son absurdos. Si los analizas, yerras el tiro. Tienes que seguir su línea sin razonar. Por eso la filosofía no sirve de gran cosa. Sólo la religión puede ayudar, porque la religión es absoluta locura.
Tertuliano dijo: «Creo en Dios porque Dios es absurdo». No hay razón para creer en él; ¿hay alguna razón para creer en Dios? ¿Ha sido alguien capaz de demostrar que Dios existe?
No hay ninguna razón que lo apoye: de ahí la fe. Fe significa lo absurdo. Fe significa que no hay razón para creer, y crees.
Fe significa que no hay argumentos, ni pruebas que demuestren, y te juegas la vida entera. Nadie puede demostrar que Dios existe y saltas al abismo. Cualquiera que sea razonable creerá que te has vuelto loco, y esto es lo que han venido creyendo todos los racionalistas. Un Buda, un Krishna, un Jesús; se han vuelto locos, dicen tonterías.
Existe en Occidente una escuela que demuestra que cualquier religión es un sinsentido. Y yo “soy un hombre religioso”, y digo que tienen razón -tienen razón, aunque están equivocados. Piensan que si demuestras que la religión es un sinsentido, la has descartado, la has refutado. ¡No!
Los hombres religiosos han dicho siempre: «¡Somos absurdos! Nuestro mundo no es el del sentido, sino uno que hay más allá». Y el más allá será necesariamente un sinsentido. ¿Qué sentido puede tener la religión? Si le puedes dar un sentido a la religión, has errado el tiro. Entonces estás en el mundo de la teología, la filosofía, los sistemas, pero nunca podrás tocar esa pureza que está más allá de la razón.
Tertuliano tiene razón, acierta. Dice: «Creo, porque Dios es absurdo». Creer significa creer en lo absurdo. No necesitas creer en este mundo que te rodea: está ahí; nadie necesita creer en él. ¿Cómo puedes dejar de creer en él? Está tan aquí, tan presente; todo demuestra que está aquí. Alguien puede arrojarte una piedra y está demostrado que estás, porque sangrarás. Te han golpeado; la piedra está aquí.
Pero Dios no te puede golpear como una piedra. Ni siquiera puedes tocarlo. No hay manera. ¿Cómo olerlo? ¿Cómo verlo? No obstante, crees. Creer siempre significa creer en lo absurdo.
Pero ¿qué sucede cuando alguien es capaz de creer en lo absurdo? Está fuera de su razón. De repente el círculo se para, la rueda se detiene, porque ya no la estás alimentando. Se para el argumento, se para el pensamiento. De pronto estás fuera de él, como si se te hubiera despertado del sueño. Y el sueño más grande es el de la razón, porque la razón crea sueños tan bellos, y tan reales, que engaña a todo el mundo.
Una vez estás despierto y fuera del círculo vicioso, Dios está aquí, ninguna otra cosa existe. Entonces ya no es necesario creer. Entonces sabes. Pero antes de que suceda este conocimiento, será necesaria la fe. Y todos esos filósofos que a lo largo de los siglos han intentado demostrar que Dios existe no son religiosos, no están sirviendo a Dios; son muy perjudiciales. Porque cuando aduces una prueba, haces de Dios también parte de la mente. Y cuando alguien cree porque Dios es un echo probado, no puede salir de la razón.
Por eso todos los religiosos, todos los maestros, han inventado maneras de sacarte de la razón. El zen tiene su técnica particular, y esta técnica se llama koan. Un koan es un acertijo absurdo. No puedes resolverlo. No importa cuánto lo intentes, tu esfuerzo no tiene importancia. «Más, más -irá diciendo el maestro-, no te esfuerzas bastante». Y te está engañando, porque cuanto hagas nunca será bastante para resolver el problema: ¡porque el problema es irresoluble! No depende de si trabajas duro en él, o no. Pero si lo haces con tu totalidad, de pronto te darás cuenta del absurdo, nunca antes. De repente empezarás a reír. Todo era absurdo. Y si puedes reír con la risa loca que aparece cuando la razón no funciona...
¿Has visto reírse a un loco? Su risa es totalmente diferente de tu risa. La tuya es razonada, hay una razón para ella. Alguien ha contado un chiste, alguien se ha caído por la calle, resbalado con una piel de plátano, y te ríes. Hay una razón, ha sucedido algo ridículo. ¿Por qué te ríes cuando un hombre se cae en la calle, al resbalar con una piel de plátano? ¿Por qué? ¿Qué tiene de gracioso? Hay algo: el ego es la cosa más ridícula del hombre, y cuando un hombre se cae por una piel de plátano, hasta la piel de plátano es más fuerte que tú. El absurdo total del ego queda demostrado, el hombre no es nada: hasta una piel de plátano te puede hacer perder el equilibrio.
Toda la civilización del hombre está centrada en el ego. Culturas enteras, naciones, todos los sueños de grandezas han llegado al hombre porque es el único animal que se mantiene erecto sobre dos pies. Por eso el hombre piensa que no es un animal, que es diferente y único, que él no pertenece al mundo animal. Pero cuando resbalas con una piel de plátano, de pronto la posición erecta se ha esfumado. De pronto caes en el mundo animal, eres un animal impotente, nada más. Por eso es ridículo ver caer a un hombre.
Y piensa, si un mendigo se resbala con una piel de plátano, no te reirás mucho; pero si cae un primer ministro, reirás más. ¿Por qué? Porque un mendigo es un mendigo; era ya parte del mundo animal, no mucho más. Pero este primer ministro, el presidente, el rey, la reina, nunca podías creer que la reina de Inglaterra podía caer exactamente igual que los otros seres humanos. ¡Imposible! Han creado a su alrededor una falsa impresión de que son infalibles. Y una simple piel de plátano lo destruye todo. Queda al descubierto que eres tan sólo un ser humano impotente. Y no sólo un ser humano impotente, sino un mero animal, te ves a cuatro patas, no sobre dos piernas.
Eso es ridículo. Ríes, pero hay una razón. Observa cómo ríe un loco: esa risa es sin razón. Por eso le llamas loco. Le preguntas: «¿De qué te ríes?». Si puede responder por qué, no está loco. Si no puede responder, dices que ha perdido la razón.
Cuando se entiende un koan por primera vez... no cuando lo resuelves, porque un koan no puede ser resuelto, un koan es insoluble, no puede ser resuelto. No hay manera de resolverlo, es imposible, es un callejón sin salida para la mente, no puedes seguir adelante. De pronto, quedas atorado y el maestro sigue diciendo: «¡Trabaja duro! No trabajas suficiente». Y cuanto más trabajas, más atorado estás, sin moverte: no puedes volver atrás, no puedes ir hacia adelante; atorado. Y el maestro sigue martilleándote: «Aprisa, aprisa, más duro. ¡Trabaja duro!».
Llega un momento en que no reservas parte alguna de tu ser, todo tu ser está involucrado, y sigues atorado.
De repente, cuando toda la energía está involucrada, te das cuenta. Y esto sólo sucede cuando estás totalmente involucrado, cuando has puesto sobre el tapete todo lo que has podido. Sólo en esta cima, en este clímax de energía, te das cuenta de que este problema es absurdo, no puede ser resuelto. Una risa se propaga por todo tu ser, es una risa loca. Y con esta risa, todo cambia, se transforma. Esto es lo primero.
Lo segundo, luego podemos entrar en la historia; todos vosotros sois grandes imitadores. Es más fácil imitar que ser auténtico, porque la imitación existe en la superficie. La autenticidad necesita tu centro, te necesita en tu totalidad. Esto es demasiado. Te involucras sólo en la superficie, en el fondo te quedas fuera.
La imitación es muy fácil, y la cultura y la sociedad enteras dependen de la imitación. Todo el mundo te está diciendo cómo comportarte, y cuanto te enseñan no es sino imitación. Los religiosos, los llamados religiosos, los sacerdotes, los teólogos, también te están enseñando: «Sé como Jesús, sé como Buda, sé como Krishna». Nadie te dice nunca: «Sé sólo tú mismo», nadie. Parece que todo el mundo está en contra de ti. Nadie te permite ser tú mismo, nadie te da libertad alguna. Puedes estar en este mundo, pero tienes que imitar a alguien.
Todo esto es ridículo, porque estas mismas cosas le decían a Buda. Le decían: «Sé como Rama, sé como Krishna». No los siguió, así es como se convirtió en un buda. Se iluminó porque nunca fue víctima de la imitación. Nadie puede imitar. Si imitas, seguirás siendo falso.

He oído contar: un león y un conejo entraron en un restaurante. De repente, todo el mundo se puso en guardia, no podían creer lo que veían. Entonces el conejo le dijo al camarero:
- Tráeme una lechuga, sin aliñar.
El camarero estaba asustado, pero no obstante preguntó: -¿Y tu amigo? ¿Qué quiere que le traiga?
El conejo dijo:
-Nada.
El camarero preguntó:
-¿No tiene apetito?
El conejo miró al camarero y le dijo:
-¿Crees que estaría sentado aquí si fuera un león de verdad? Es un actor.

El mundo entero se ha vuelto irreal y finge, nadie es real. Es muy difícil encontrar un hombre real. Si puedes encontrar a uno, no lo dejes, quédate cerca de él; su realidad se volverá infecciosa. El simple hecho de estar cerca de él será para ti transformación suficiente. No es necesario hacer nada. Esto es lo que hemos estado llamando satsang: estar cerca de un hombre verdadero, un hombre real, un hombre auténtico. No se necesita nada más. Sólo estar cerca de él y observar y sentir cómo es; esto basta.
Pero la sociedad os ha hecho imitadores, actores. No sois reales, sois falsos. Nunca te han permitido ser tú mismo, que es lo único que puedes ser, no puedes ser otra cosa. Puedes intentarlo, imitar, pero te quedarás en la superficie: en el fondo, seguirás siendo tú mismo..., y así ha de ser. La falsedad que pones sobre ti mismo no puede convertirse en tu ser. ¿Cómo puede ser? A lo sumo puede ser un traje, una postura, un gesto superficial.
El mundo entero os ayuda a ser imitadores, de modo que cuando vais a un monasterio, cerca de un maestro, volvéis a probar los viejos métodos que habéis practicado en el mundo. Empezáis a imitar allí también, pero en el monasterio la imitación no va a servir de nada, sólo será una barrera. En el mundo está bien, porque el mundo entero es de imitadores. Si en el mundo eres real tendrás problemas; si eres falso, serás aceptado. Esto que llaman mundo sólo quiere que seas una sombra, no un hombre real, porque un hombre real es peligroso.
Sólo las sombras pueden ser sometidas, las sombras pueden ser obedientes, las sombras pueden seguir; todo cuanto se les dice que hagan, lo harán. Un hombre real no dirá siempre sí; a veces dirá no, ¡y cuando dice no, quiere decir no! No puedes someterlo, no puedes reprimirlo.
De modo que desde el principio enseñamos a los niños a ser falsos. Y eso es lo que llamamos "carácter". Si se vuelven realmente falsos, irreales, les apreciamos, les damos medallas, decimos que son reales. Esta falsedad es llamada real, ideal. Y si un niño se rebela, intenta ser él mismo, es un "niño problemático". Hay que psicoanalizarlo, o hay que enviarlo a una institución donde puedan enderezarlo; tiene algo torcido. Y no hay nada torcido, está sencillamente imponiéndose. Está diciendo: «Dejadme ser yo mismo».

Un niño pequeño, Tommy, asistía a su primera ceremonia nupcial. Alguien le preguntó (un invitado):
-Tommy, ¿con quién te gustaría casarte y cuándo?
-Nunca. No me quiero casar -dijo el niño.
El hombre se sorprendió.
-¿Por qué? -preguntó.
Él dijo:
-He vivido demasiado con gente casada y son tan falsos.
-Y su padre y su madre estaban allí presentes-.
No quiero casarme porque quiero ser yo mismo.

La esposa no permitirá que el marido sea él mismo. El marido no permitirá que la esposa sea ella misma. Nadie permite a nadie que sea él o ella misma, porque piensan que esto es  peligroso.
¡Reprime! Y esto ha reprimido a la sociedad: si es triste, tiene que serlo, es natural. La gente falsa no puede ser feliz. Como mucho pueden ser tristes; como mucho, en el mejor momento, pueden estar tristes, deprimidos. Freud dijo que la humanidad no tiene la posibilidad, la esperanza, de ser feliz. Y tiene razón; la humanidad ha ido avanzando, y si sigue avanzando en esta dirección, sólo es posible un estado sin esperanza, sólo tristeza, depresión. Únicamente llevándose a cuestas uno mismo, como una carga, sin danza, sin burbujeo de energía, sin vitalidad, canto, nada, sin flores, sólo arrastrarse.
La gente falsa sólo puede ser así. Pero cuando esta gente falsa se aburre demasiado, empachados de la llamada sociedad, acuden a un maestro en busca de la verdad. Allí también ensayan sus viejas técnicas, pero entonces allí fallarán el tiro. Está bien ser falso con la gente falsa, porque sería difícil ser real con ellos. Pero cuando estás buscando la verdad, cuando acudes a un maestro y sientes la urgencia de saber qué es la realidad, no puedes imitar. Si imitas, has traído tu viejo modelo, tu modo de existencia, y este modo de existencia se convertirá en la barrera.
En religión, no se permite la imitación. Pero observa a los religiosos; verás iglesias, templos, mezquitas, y allí encontrarás a los más grandes imitadores. Esto significa que no queda religión -las iglesias, los templos, las mezquitas son ahora tumbas muertas-. Con Jesús uno tenía que ser real, pero con el Papa del Vaticano tenéis que ser imitadores. Ahora la cristiandad del Vaticano es parte de la sociedad.
Jesús nunca fue parte de la sociedad. Fue siempre un extraño. Todos los religiosos reales han sido siempre extraños, marginales. Cuando mueren, entonces se construye una Iglesia sobre sus cadáveres; esta Iglesia es parte de la sociedad, está dirigida por la sociedad, controlada por ella.
La sociedad tiene muchos trucos astutos. Si huyes del mercado, te cazará la Iglesia, porque ésta no es sino una extensión de aquél. El mercado alimenta la Iglesia, la controla, el mercado es en realidad el propietario de la Iglesia. Y el sacerdote no representa a la divinidad, representa al mercado.
El sacerdote representa las finanzas de la sociedad. Y Marx tiene razón cuando dice que la religión ha estado en manos de los capitalistas, o de los feudalistas, o de quienes explotan y son poderosos. La religión ha sido utilizada como un instrumento de explotación. Y Marx tiene razón en lo que dice respecto a la religión del Vaticano, o la religión de Puri Shankaracharya, o la religión de la Meca y Medina. Pero no la tiene si se refiere a Mahoma, o al Shankaracharya original, o a Jesús. Se equivoca, porque ellos no existieron como parte de la sociedad, existieron en el desierto, como extraños y declarándose contrarios a la sociedad y la imitación. Existieron como mensajeros de la divinidad. Éste es el significado de avatar, de hijo de Dios, de profeta, un paigamber, existieron como mensajeros del más allá.
Recuerda estas dos cosas, y luego entraremos en esta historia.

Mamiya se convirtió más tarde en un famoso profesor...

Y recuerda, sólo uno que ha sido un discípulo real puede convertirse en un profesor. Uno que nunca ha sido discípulo, que nunca ha sabido lo que es el discipulado, ni ser un estudiante, no puede ser un profesor. Antes de enseñar debes aprender. Pero todo el mundo quiere ser profesor sin ser estudiante, tu ego quiere ser maestro y no ser discípulo; te conviertes en un falso maestro. Y entonces no sólo tú estarás en peligro, guiarás a muchos otros al peligro. Un ciego guiando a otros ciegos; están condenados a caer en un hoyo.
Recuerda esto, porque el ego quiere enseñar. Es tan bonito para el ego dar consejo, enseñar. A veces, sorprende en ti a este ego, porque también tú estás haciendo esto. No puedes perderte una oportunidad de enseñar. Has perdido miles de oportunidades de aprender, pero no puedes perder una oportunidad... Alguien habla, te entremeterás. Alguien pregunta algo, no sabes lo que significa la pregunta, no conoces la respuesta, pero contestarás, porque el ego se siente muy bien cuando pareces ser entendido. Tú sabes, y el otro es ignorante; por eso hay tanta atracción en convertirse en profesor. Enseña: entonces eres el que sabe, y el otro se convierte en el ignorante.
Es el viejo truco: tú tienes las riquezas y el otro es pobre; tienes una posición y el otro es un don nadie; tú eres el que sabe y el otro es ignorante. Siempre que puedes creer que el otro ha sido hundido, estás en la cima. Esto es explotación: por eso hay tantos profesores en el mundo pero muy pocos maestros verdaderos. Pero esto será así siempre, siempre ha sido así.
Cuando nació Mahavira... era un maestro verdadero, y los jainistas en la India habían esperado a un tirthankara durante muchos, muchos años. Tenía que llegar el vigésimo cuarto, esperaban al vigésimo cuarto. Los jainistas tienen calculado que en cada kalpa, una creación, nacen veinticuatro grandes maestros. De modo que ya habían nacido veintitrés y estaban esperando al vigésimo cuarto. Había una gran expectativa, pero ¿cómo saber cuál era el vigésimo cuarto? Cuando llegó Mahavira era el vigésimo cuarto, pero otros ocho también pretendían ser el verdadero, y estos ocho hicieron errar a muchos.
Eran grandes profesores, pero no maestros. Podían hablar, podían predicar, podían discutir; eran polémicos, discutidores, e influenciaron a mucha gente. Porque eres influido por la discusión. No eres influido por el ser, porque para ver el ser tienes que elevar la consciencia más y más. Sólo entonces puedes ver las cumbres. Si existes en el valle, ¿cómo puedes ver la cima? Tienes que elevarte más.
Ver a Mahavira era difícil; porque también estaba Goshalak, y  Prabuddha Katyayan, y Poom Kashyap, y otros. Eran ordinarios, pero mentes extraordinarias. Ordinarios en el sentido de que no tenían consciencias evolucionadas, no estaban iluminados. Pero eran grandes eruditos, más grandes que Mahavira, eran grandes discutidores, podían hacer callar a cualquiera. Y cuando ellos pretendieron, muchos los escucharon, y Mahavira se mantuvo en absoluto silencio durante doce años.
¿Quién va a acudir a él? Le expulsaban de todos los pueblos. Cuando llegaba a algún sitio, la gente le expulsaba, porque callaba y siempre sospechas de un hombre callado, puede ser del CID, del FBI. Así que todos los pueblos sospechaban de Mahavira porque este hombre no hablaba, ni siquiera miraba a nadie. ¡E iba desnudo! Esto creaba más problemas, porque la gente preguntaba: «¿Por qué vas desnudo?». Y él callaba. De modo que o bien era un criminal que se ocultaba, o un loco que iba desnudo, porque sólo los locos van desnudos. ¿Por qué iba a ir desnudo? Debe de ser alguien inmoral, porque ir desnudo en la sociedad es la cosa más inmoral.
¡Y sin contestar! «O es tonto, no puede contestar, o es sospechoso. Quizás es un agente de un país extranjero, o alguna otra cosa». Le echaban fuera de la ciudad; fue expulsado durante doce años. Y decimos que la gente le estaba esperando.
Pero limitarse a esperar no basta. Necesitas ojos para ver. Los judíos esperaron a Jesús durante miles de años. Siguen esperando y Jesús ya ha sucedido. ¿Qué hacer con la mente humana? Los judíos siguen esperando al Mesías que ha de llegar y ya ha llegado. Han pasado veinte siglos. Llegó a ellos, llamó a su puerta y se negaron a creer en él porque no hablaba como esperaban. ¿Y cómo puede un mensajero divino hablar como esperas? No es parte de ti, llega del más allá, no puede hablar tu lenguaje. Todo cuanto diga será destructivo para ti, te destruirá. Tal como eres, tienes que ser destruido, sólo entonces nace lo nuevo. Pero los judíos se negaron a creer y siguen esperando.
Y debes saber que si él reúne valor otra vez... Creo que Jesús no va a reunir valor otra vez, porque tal como le tratasteis, ¡ya basta! Si reúne valor otra vez, si olvida lo que sucedió hace veinte siglos, cómo le crucificasteis, cómo le insultasteis, lo mal que os portasteis; si lo olvida y vuelve y llama a las puertas de los judíos, que han estado otra vez esperando, le rechazarán de nuevo.
Pueden aceptar a gente ordinaria con mentes extraordinarias, pero no pueden aceptar a gente con estados extraordinarios del ser. Porque para ver tal ser tienes que transformarte. Tal como eres, no puedes ver; tal como eres, no puedes entender a Jesús.
Recuerda bien, el ego quisiera convertirse en un mesías, el ego quisiera convertirse en un tirthankara, el ego quisiera pretender algo que no existe. El ego es un gran pretendiente; no posee nada, pero pretende, se dedica a pretender. Hay muchos profesores; alerta, de no ser así puedes convertirte en una víctima.
Recuerda bien: no des ningún consejo a nadie a menos que hayas aprendido, a menos que hayas pasado por el proceso del discipulado. Y el discipulado es difícil, porque tienes que entregarte. Tienes que abandonar tu ego, tienes que convertirte en un no-yo. Y ésta es la paradoja: si no te conviertes en un no-yo, nunca te convertirás en un yo. Lo falso debe ser abandonado, sólo entonces aflora lo real. La moneda falsa debe ser arrojada, sólo entonces comienza la búsqueda de lo real y lo auténtico.

Mamiya se convirtió más tarde en un famoso profesor, pero cuando estudiaba con un maestro se le pidió que explicara el sonido de una mano que aplaude.

Más tarde se convirtió en un gran profesor, pero tuvo que pasar por el discipulado con un maestro. Y le fue dado un problema que explicar.
Uno de los koans zen más famosos es: «Averigua cuál es el sonido de una mano que aplaude». Inmediatamente la mente dirá: «¡Inútil! La búsqueda es inútil, fútil, porque ¿cómo puede una mano aplaudir? El sonido es creado por dos cosas que chocan. Todos los sonidos son creados por dos cosas que chocan, de modo que ¿cómo con una mano?». Así pues, que si eres un buen lógico te apartarás inmediatamente de este maestro porque dice tonterías. No es posible aplaudir con una mano, y hagas lo que hagas nunca lo conseguirás; esto es simple lógica, simple razonamiento. Pero no entiendes el quid. ¡Éste es el quid!
Muchas veces en tu vida pasada te has apartado de un maestro porque pedía algo imposible. Pero un maestro pedirá siempre lo imposible; sólo entonces puedes cambiar. Con lo posible te quedarás igual. Cuanto tu mente piensa que es posible, está dentro de ella. Cuanto tu mente dice que es imposible, está fuera de ella. Intenta lo imposible. La religión es el esfuerzo de alcanzar lo imposible. La religión es el esfuerzo de hacer que suceda lo que no puede suceder.

... se le pidió que explicara el sonido de una mano que aplaude.

Si hubiera sido un hombre discutidor, se hubiera ido inmediatamente. Pero Mamiya se quedó con el maestro, sabiendo muy bien que aplaudir con una mano es imposible. «Pero cuando el maestro lo dice, algo debe de haber ahí. Puede ser imposible, puede parecerme absurdo, pero cuando el maestro lo pide, debe de haber algo que ahora no veo.» Esto es fe. Esto es confianza.   
Si dices: «No puedo ver. Si no me lo explicas antes, no voy a hacer ningún esfuerzo...», el maestro no puede explicártelo, porque no hay nada que explicar, la explicación no existe. Sólo tu cambio de consciencia te dará los ojos con los que podrás conocer y reír con el maestro: entonces tampoco habrá explicación.
El maestro pide lo imposible porque pide confianza. Si pidiera lo posible no se necesitaría confianza. Puedes razonarlo, puedes hacerte una idea; entonces cuando te has hecho una idea confías en tu mente. Pero cuando no puedes hacerte una idea, cuando tu mente se siente incapaz de hacer nada, simplemente se niega a hacer alguna cosa y tú sigues, esto es confianza. Mamiya siguió: confiaba en el maestro.   

Aunque Mamiya le dedicó mucho esfuerzo... y empezó a trabajar.
Sólo hay dos posibilidades: o rechazas al maestro o rechazas tu mente. La lucha no es entre tú y el maestro, la lucha es entre tu mente y el maestro. Cuando aquélla es derrotada, no hay barrera entre tú y el maestro: os convertís en uno. El discípulo se convierte en el maestro y éste se convierte en el discípulo, todas las barreras se rompen. La barrera es la mente, y ésta dirá esto y lo otro e intentará... «Este maestro está loco: está pidiendo algo imposible. Nadie puede hacerlo. No pierdas tiempo. Encuentra a alguien razonable.»
Pero Mamiya lo intentó, le dedicó mucho esfuerzo. Rechazó la mente, rechazar la mente es síntoma de confianza. Una mente es razonable, de modo que la confianza es irracional.

... un día su maestro le dijo: «No trabajas suficiente».

Y estaba trabajando duro. Pero los maestros son imposibles, nunca puedes satisfacerlos. Irán martilleándote, fuerte y fuerte y fuerte, porque no sabes cuánto puedes hacer. No sabes nada de ti mismo.
Cuando dices: «Estoy trabajando duro», el maestro sabe que sólo. Está funcionando una parte de ti. Los psicólogos dicen que incluso un hombre con mucho talento, un genio, nunca utiliza más del quince por ciento de su energía; así pues, Einstein nunca utilizó más del quince por ciento de su energía. ¿Y un hombre ordinario? Utiliza aproximadamente el tres o el cinco por ciento como máximo. El noventa y cinco por ciento de tu energía vital es simplemente derrochada. De modo que cuando dices: «Estoy trabajando duro», no sabes lo que dices. De tus fragmentos, el que has estado usando quizás está trabajando duro, pero no es más que una décima parte, las nueve partes restantes están dormidas. Tu maestro quisiera que estuvieras todo tú involucrado en el esfuerzo, porque... sólo cuando es así ocurre la transformación.

«No trabajas suficiente. Estás demasiado apegado a la comida, el dinero, las cosas y este sonido. Sería mejor que te murieras».

¿Qué quería decir el maestro? Éstos son los apegos ordinarios del mundo. La comida es un apego, y adquiere una mayor fuerza cuando alguien renuncia al sexo.
En un monasterio, un monasterio budista, renuncias al sexo, vives una vida de célibe. Cuando renuncias al sexo, toda tu energía se enfoca más y más hacia la comida. Éste es un problema que hay que entender, porque el sexo y la comida son las dos cosas más profundas en ti.
Si practicas demasiado el sexo, no te preocupará mucho la comida. Pero si el sexo no es una prioridad en tu vida, toda tu energía empieza a fluir hacia la comida. Por eso vuestros sadhus, aquellos que han renunciado al sexo, irán siempre tras la comida. Observa a los sadhus hindúes, los sannyasins hindúes de grandes panzas. ¿Qué ha ocurrido? ¿Por qué estos tienen grandes panzas? Se dedican a comer y comer y comer, pero éste es un fenómeno natural; hay que entender por qué ocurre. Han renunciado al sexo, de manera que la energía que fluía hacia el sexo ¿hacia dónde puede ir ahora? Y la comida y el  sexo son básicos, aquélla más que éste. Porque puedes vivir sin sexo, pero no sin comida. Vivir sin sexo no es un problema. Y de hecho, los que han vivido con sexo encontrarán que es más fácil vivir sin sexo, porque la otra persona al implicarse en la relación crea problemas, y bastante problema eres para ti mismo, para que el otro te cree más preocupaciones. Y cuando dos personas viven en una vida sexual, no es que los problemas se doblen, no, se multiplican. No es una simple adición, es una multiplicación.
Por eso los que han vivido con el sexo saben bien que crea más problemas de los que resuelve. Pero cuando por fin te enteras, estás tan metido en él que no puedes salir. Este es el problema: la experiencia llega a través de la experiencia, pero entonces no sirve, porque ya estás dentro. Y si dices esto a alguien que está todavía fuera no va a escuchar, porque dirá que es muy difícil estar solo, se necesita a otro para compartir. No sabe lo que va a ocurrir cuando empiece a compartir: empezará a compartir los problemas, nada más.
La comida es más básica que el sexo. La comida es necesaria desde el primer momento en que nace un niño, el sexo, no. El niño puede vivir durante catorce años sin sexo. Pero, desde el primer día, el primer instante, el primer grito llega por la comida, porque ésta es la base de tu existencia biológica, en cambio el sexo es la base de la existencia biológica de la sociedad, no de la tuya. Sin sexo, la sociedad desaparecería; puedes vivir, pero sin sexo no te puedes reproducir, no nacerían niños, la sociedad dejaría de existir.
Si todos se vuelven bramacharis, célibes, lo que es imposible, entonces habrá paz mundial, paz verdadera, porque no quedará nadie. Será un suicidio global. Pero puedes existir sin sexo, no es un problema muy grave.
De manera que siempre que la energía que se dirige al sexo es obstaculizada, la misma energía empieza a dirigirse hacia la comida. Éstas son las cosas básicas. Los sannyasins hindúes, u otros, se dedican a comer demasiado. Por eso en todas las escrituras, jainistas, budistas, hindúes, han hecho reglas para que los sannyasins no coman demasiado. ¿Por qué? Porque han obstaculizado el sexo, ahora saben que comerán demasiado. Por eso hay que hacer muchas reglas para proteger al sannyasin, de lo contrario se convertirá en un adicto a la comida, se volverá loco, comiendo, comiendo y comiendo.
La comida te puede dar placer sexual, porque el centro sexual y la boca están unidos. Por esto un beso es algo tan sexual. De no ser así, ¿por qué...? Y si estás besando a alguien apasionadamente, inmediatamente sentirás la energía sexual que se despierta. ¿Por qué?.. ¡Si la boca y el sexo están muy alejados! No lo están, están unidos; son los dos polos de una misma energía.
De modo que siempre que privas de alimento al centro sexual toda la energía se dirige a la boca, y tendrás que comer más, chicle, pan o cualquier cosa. O, por lo menos, tendrás que hablar continuamente, porque al hablar la boca se mueve. Por eso la gente habla todo el día. Ni siquiera el día basta; si te sientas a su lado durante la noche, verás que están hablando.

El Mulla Nasrudin fue a visitar a un doctor y dijo: -¡Haga algo! Me está poniendo nervioso. Mi mujer habla demasiado por la noche.
De manera que el doctor contestó:
-¿Dónde está tu mujer? Tráela, haré algo.
-No me entiende -dijo el Mulla Nasrudin-. A ella no hay que hacerle nada. Hágame algo a mí para que pueda permanecer despierto, es tan interesante. Me quedo dormido... y ella está hablando, y es tan interesante. Dice unas cosas tan bonitas y revela unas cosas tan bonitas; nunca habla así cuando está despierta. Cuando está despierta dice naderías. Así que deme algo para que pueda permanecer despierto y pueda escucharla.

Si observas a la gente, verás que se pasan toda la noche hablando, hablan continuamente. Su boca se mueve, producen sonidos y hacen toda suerte de cosas. Si se obstaculiza un polo de energía, entonces el otro empieza, porque la energía tiene que ser liberada de alguna manera. No puedes retenerla. Es como si comes e impides la defecación: ¿qué ocurre? Tienes que vomitar, no hay otro modo, porque si comes entonces las cosas tienen que ser vomitadas. Si no utilizas el sexo como válvula de escape, entonces tienes que encontrar otra forma de desahogarte.
Cuando un hombre está marcado, cuando un hombre está condicionado por el apego, puede abandonar el mundo, pero esto no cambia nada. Puede dejarlo todo, pero su sentimiento de apego sigue dominándolo, y ahora busca nuevos objetivos. Si dejas el palacio y te quedas sólo con tres túnicas, éstas se convertirán en tu mayor afecto. Todo el apego, toda la energía que estaba dirigida hacia el palacio, se refiere ahora a las tres túnicas. No hay diferencia alguna. Puedes ir abandonando cosas, pero el sentimiento de apego se mantiene.
Muy pocas cosas, ¡pero el apego! El maestro dijo: «Estás todavía apegado a la comida, las riquezas...». Ya no tiene riquezas, pero los apegos pueden seguir sin riquezas. Porque no se trata de cosas objetivas, se trata de los sentimientos subjetivos... Y este sonido, y esto también se convierte en un problema. Si estás demasiado apegado a la meditación, la meditación se convierte en tu mundo. Si estás demasiado apegado a tu oración, ésta se convierte en la barrera.
Hay una preciosa anécdota en la literatura hassidita. Los hassidas están entre la gente más bella del mundo -rebeldes judíos-. Tienen una tradición, una tradición valiosa, y es que siempre que tu mente pida, no le des lo que reclama y espera. Si quieres dar, hazlo sólo cuando el deseo haya pasado. Si la mente dice: «Tengo apetito», no le des comida, espera. Cuando el deseo haya pasado, come; pero no comas cuando lo pide la mente, no sigas a la mente, continúa siendo el amo.


Sucedió una vez que uno de los discípulos de Baal Sem estaba enfermo, muriéndose. Y cuando uno se está muriendo, tiene que orar, rezar la última oración antes de dejar el cuerpo; la última acción de gracias y oración. Estaba en el lecho de muerte, dando vueltas, muy preocupado. De manera que Baal Sem preguntó, había ido a verle para darle el último adiós:
-¿Hay algún problema?
-Sí -contestó él-, porque la mente dice: «Haz la oración».
Y no puedo hacerlo hasta que el deseo se vaya. Cuando el deseo se vaya haré la oración, pero no sé si estaré vivo o muerto. Por eso voy cambiando de posición una y otra vez, para seguir vivo y que el deseo se vaya.
Baal Sem dijo a sus otros discípulos que estaban allí presentes:
-¡Mirad! Este hombre sabe lo que es la oración.
Si el apego está presente y estás rezando, la oración se ha vuelto de este mundo, porque el apego lo convierte todo en material. Hasta la oración es pecado cuando la haces como apego. Cuando rezas sin que participe en ello un deseo mental, sólo entonces la oración tiene éxito.   
Por eso el maestro dice: «Y este sonido también se ha convertido en un apego. Estás pensando continuamente en cómo resolverlo. No estés apegado. Resuélvelo, muy bien, pero no estés apegado. No te vuelvas loco. Trabaja duro, pero no te vuelvas loco, sería mejor que te murieras».
Pero Mamiya no lo entendió bien, como sucede a todos los discípulos ordinariamente. El maestro dijo: «Sería mejor que te murieras». ¿A quién se lo decía? A la mente, no a Mamiya, porque Mamiya no puede morir, Mamiya es inmortal. Es a la mente, al ego, que está intentando resolver este problema que no puede ser resuelto por la mente.
El problema será resuelto únicamente cuando la mente se muera, cuando haya hecho todo lo que pueda y entonces se rinda y diga: «No puedo más, me retiro». Cuando esto ocurra y por primera vez te quedas solo, sin la mente, existe la consciencia, el testigo, pero no el pensamiento, el problema está resuelto, has oído el sonido de una mano que aplaude. Hay un sonido, los hindúes lo han llamado omkar, aum -es este sonido-. Si estás totalmente callado lo oirás. Y comprobarás que no lo crea el choque de dos cosas. No es fruto de dos manos que aplauden, no es mediante conflicto. Es la música universal, es el sonido mismo de la existencia. No es creado, existe.
Los hindúes dicen lo contrario: debido a este sonido el universo es creado. Este universo es sólo la transformación de este sonido, que no tiene principio ni tiene fin... es la base de todo. Y semejante es la experiencia de los budistas, los jainistas, los sufis, los hassidas; para todos cuantos han conocido, la experiencia es semejante: hay un sonido, una melodía continua. Si te quedas callado y sin mente, lo oirás por primera vez. Está en todas partes. Es el núcleo mismo de la existencia. Y toda esta existencia no es sino la transformación de este sonido.
Estos místicos han dicho que hasta la materia es omkar condensado, una roca es aum condensado. Exactamente igual a los científicos de hoy día, que dicen que la materia no es otra cosa que electricidad condensada, tan sólo vibraciones eléctricas, los místicos han dicho que la materia sólo es sonido condensado, vibraciones de sonido.
Existe ahora la posibilidad de crear un puente entre la ciencia y estos místicos. Si preguntas a los científicos, dicen que el sonido se compone de vibraciones de electricidad. Si preguntas a los místicos, dicen que la electricidad no es otra cosa que vibraciones de sonido. Por eso los hindúes cuentan que mediante la música puedes crear fuego; una onda sonora determinada, y el fuego puede ser creado; esto, ahora, es también una verdad científica.
Al crear continuamente un determinado sonido se puede producir calor, y esto lo puedes probar tú mismo. La noche es fría, sales afuera y simplemente haces omkar. Haz vibrar aum dentro de ti, de manera que desde los dedos de los pies hasta la cabeza vibre el sonido aum. De pronto te darás cuenta de que el frío ha desaparecido, el cuerpo está caliente. Y si continúas emitiendo el sonido, pronto, aunque la noche sea muy, muy helada, empezarás a sudar. Esto explica que Mahavira pudiera vivir desnudo y que en el Tíbet, donde la temperatura es bajo cero, algunos monjes budistas hayan vivido desnudos. Están sentados toda la noche bajo el cielo, nevando, y sudan. Están creando un sonido particular.
Pero este sonido que creas tú tampoco es omkar, porque es creado; vuelve a ser el aplauso de dos manos. Existe un sonido increado, o mejor, la propia creación sale de este sonido. Por eso aum se ha convertido en el símbolo universal de la realidad superior. Aum no es una palabra, es un símbolo sonoro. Todo está condensado en él, o todo se manifiesta a través de él.
El maestro de Mamiya dijo: «Sería mejor que te murieras, en vez de estar apegado a la comida, las riquezas, las cosas... y este sonido. Sería mejor que te murieras». Mamiya no lo entendió bien. Pensó que esto será una técnica. Pensó: «Así que puedo manipular la muerte, pues voy a morir”. Pero ¿cómo puedes manipular la muerte? Si el manipulador es la mente, estás vivo. Puedes imitar, pero estarás vivo.
Ni siquiera el suicidio es suicidio; porque como lo has manipulado, tú estarás en alguna parte. Pero no puedes cometer suicidio, éste es imposible. Vas y te cuelgas; lo estás haciendo tú, la mente está presente. Ella te guiará hasta una nueva vida, una nueva matriz. No puedes cometer suicidio, sólo existe un suicidio conocido, y es el samadhi, pero en este caso la mente no es la manipuladora. Por eso Buda muere y simplemente muere, nunca vuelve a nacer. Por eso decimos que cuando un hombre ha alcanzado el samadhi, la iluminación definitiva, no vuelve a nacer. Como ha desaparecido la mente, ¿quién puede dirigirte hasta un nuevo deseo?, ¿quién puede guiarte hasta una nueva motivación?, ¿quién puede mostrarte un nuevo cuerpo? La mente se ha ido.
Sólo existe una muerte: la de la mente. Pero ella no puede manipular su muerte, porque si lo haces, es que sigue siendo protagonista y sobrevive.

Cuando Mamiya volvió a presentarse ante su maestro, se le volvió a preguntar qué tenía que decir...

Porque estas preguntas no son algo que puedas contestar; tienes que mostrar tu respuesta mediante los ojos, mediante todo tu ser, tu rostro. La respuesta debe ser mostrada a través de ti; tú debes convertirte en la respuesta. No puedes responder, porque si lo haces, lo hará la mente. Tú puedes ser la respuesta.
...se le volvió a preguntar qué tenía que decir acerca del sonido de una mano que aplaude. Mamiya cayó al suelo sin más, como si estuviera muerto.

Imitó. Pensó: «El maestro ha dicho: "mejor si mueres"». Así que Mamiya pensó, muy bien, de manera que cayó al suelo. Pero la mente está funcionando; es la mente la que ha decidido hacer esto.

-Vale, estás muerto -dijo el maestro-, pero ¿qué hay del sonido ese?
Mirando hacia arriba, Mamiya contestó:
-¡Oh!, esto no lo he resuelto todavía.

Esto es precioso, porque el maestro está diciendo: «Si estás muerto, el problema está resuelto. ¿Qué hay de aquel sonido? Debes haberlo oído. Porque cuando no existe la mente, es inevitable oírlo. En tal caso, si la mente no existe, no hay posibilidad de que no lo hayas oído. Cuando no hay mente, ese sonido siempre está presente. Es por culpa de la mente, la confusión de la mente, que no lo puedes oír, pero el sonido está siempre presente, el ritmo está siempre presente. Si la mente se retira aunque sea por un instante, notas que está aquí, lo puedes conocer, no te lo puedes perder.
Por eso el maestro dice: «Vale, estás muerto, pero ¿qué hay del sonido ese?». Mirando hacia arriba, Mamiya contestó: «¡Oh!, esto no lo he resuelto todavía». «¿Qué?, -rugió el maestro-. Los muertos no hablan. ¡Fuera!»
Únicamente la mente habla. Si Mamiya se hubiera quedado callado... Pero ¿cómo puede quedarse callado? Si sólo estaba imitando, no estaba silencioso de verdad. No puedes engañar a un maestro ni siquiera si mueres. La imitación no puede engañar.
El maestro dijo: «Los muertos no hablan».
Cuando la mente desaparece y el maestro pregunta: «¿ Qué hay del sonido ese?», no hay respuesta. El ser entero es la respuesta. El discípulo se queda callado, se está mostrando a sí mismo. Ya no hay necesidad ahora, y el maestro lo verá..., de hecho no es precisa una respuesta. Si respondes, todas las repuestas son equivocadas.
Ha ocurrido muchas veces con el mismo koan -el sonido de una mano que aplaude-. Ocurrió con Rinzai; se le dio el mismo koan para que trabajase con él. Y entonces trabajó y trabajó y trabajó, más y más duro, y el maestro seguía presionándole. Adelante, adelante. Y un día sucedió, la mente desapareció, el sonido fue oído.
Rinzai se acercó y el maestro le preguntó: «¿Qué hay del sonido ese?». Rinzai golpeó al maestro. Y éste dijo: «Muy bien, ¡O sea que lo has oído!» -porque ¡la pregunta es tonta!-. Y el maestro dijo: «Estaba esperando el momento en que me evitarías tener que golpearte. Ahora puedes golpearme tú. Ya no hay problema, ya no tengo que golpearte, ¡se acabó! Ahora ve y enseña a otros el sonido de una mano que aplaude» .
No se necesita respuesta alguna; tienes que mostrarlo mediante todo tu ser. Pero esto sólo puede ocurrir cuando la mente ha desaparecido, ni agua, ni luna.
Basta por hoy.


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