CAPITULO XXXI.
Y después Jesús les habló a ellos así: Precisamente como vuestros cuerpos han renacido por los ángeles de la Madre Tierra, puede el espíritu de igual manera renacer por los ángeles del Padre Celestial. Sed, por lo tanto, verdaderos Hermanos de los Hijos de los Hombres.
Hasta ahora estuvisteis en guerra contra vuestro Padre, contra vuestra Madre y contra vuestros Hermanos. Y habeis servido a satanás. Desde hoy vivid en paz con vuestro Padre Celestial, con vuestra Madre Tierra y con vuestros Hermanos, los Hijos de los hombres; y luchad solamente en contra de satanás, no sea que os robe vuestra paz. Os doy la paz de vuestra Madre Tierra, a vuestro cuerpo y la paz de vuestro Padre Celestial a vuestro espíritu.
Y que la paz de ambos reine entre los Hijos de los Hombres. Venid a mi todos los que esteis cansados de sufrir en lucha y aflicción; porque mi paz os fortalecerá y os confortará; porque mi paz rebosa en gozo; por eso, siempre os saludo de este modo: "La paz sea con vosotros".
Luego, saludaos así, siempre, uno al otro para que en vuestros cuerpos pueda descender la paz de vuestra Madre Tierra, y sobre vuestro espíritu, la paz de nuestro Padre Celestial, y entonces encontrareis paz entre vosotros mismos, porque el Reino de Dios está dentro de vosotros.
Y ahora volved a vuestros Hermanos, con quienes hasta ahora estabais en guerra y dadles a ellos vuestra paz, también; porque felices son los que luchan por la paz, porque ellos encontrarán la Paz de Dios. Idos y no erreis más. Y dad a todos vuestra paz, así como Yo les he dado mi Paz a vosotros, pues mi Paz viene de Dios. "La Paz sea con vos".
Y El los dejó. Y su Paz descendió sobre ellos, y en sus corazones, el Angel del Amor; en sus cabezas la sabiduría de la Ley; y en sus manos el Poder de Renacer. Y se fueron entre los Hijos de los Hombres para traer la Luz de Paz a los combatientes en la oscuridad. Y se despidieron deseándose mutuamente:
Y después Jesús les habló a ellos así: Precisamente como vuestros cuerpos han renacido por los ángeles de la Madre Tierra, puede el espíritu de igual manera renacer por los ángeles del Padre Celestial. Sed, por lo tanto, verdaderos Hermanos de los Hijos de los Hombres.
Hasta ahora estuvisteis en guerra contra vuestro Padre, contra vuestra Madre y contra vuestros Hermanos. Y habeis servido a satanás. Desde hoy vivid en paz con vuestro Padre Celestial, con vuestra Madre Tierra y con vuestros Hermanos, los Hijos de los hombres; y luchad solamente en contra de satanás, no sea que os robe vuestra paz. Os doy la paz de vuestra Madre Tierra, a vuestro cuerpo y la paz de vuestro Padre Celestial a vuestro espíritu.
Y que la paz de ambos reine entre los Hijos de los Hombres. Venid a mi todos los que esteis cansados de sufrir en lucha y aflicción; porque mi paz os fortalecerá y os confortará; porque mi paz rebosa en gozo; por eso, siempre os saludo de este modo: "La paz sea con vosotros".
Luego, saludaos así, siempre, uno al otro para que en vuestros cuerpos pueda descender la paz de vuestra Madre Tierra, y sobre vuestro espíritu, la paz de nuestro Padre Celestial, y entonces encontrareis paz entre vosotros mismos, porque el Reino de Dios está dentro de vosotros.
Y ahora volved a vuestros Hermanos, con quienes hasta ahora estabais en guerra y dadles a ellos vuestra paz, también; porque felices son los que luchan por la paz, porque ellos encontrarán la Paz de Dios. Idos y no erreis más. Y dad a todos vuestra paz, así como Yo les he dado mi Paz a vosotros, pues mi Paz viene de Dios. "La Paz sea con vos".
Y El los dejó. Y su Paz descendió sobre ellos, y en sus corazones, el Angel del Amor; en sus cabezas la sabiduría de la Ley; y en sus manos el Poder de Renacer. Y se fueron entre los Hijos de los Hombres para traer la Luz de Paz a los combatientes en la oscuridad. Y se despidieron deseándose mutuamente:

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