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sábado, 7 de noviembre de 2009

PALABRAS DE PAZ DE LOS ESENIOS. -8-


CAPITULO VIII.
Así como ningún recién nacido puede entender las enseñanzas de su padre hasta que su madre le ha amamantado, le ha bañado, cuidado, puesto a dormir y alimentado, etc., mientras es aún pequeño el niño, su lugar está junto a su madre y debe obedecerla.
Cuando el niño ha crecido, su padre lo lleva con él a su trabajo, a su lado, en el campo y el niño vuelve a la casa cuando la hora de comer y de cenar llega. Y ahora su padre le enseña para que llegue a ser experto en las obras del padre.
Y cuando el padre ve que su hijo entiende sus enseñanzas y hace bien su trabajo, le entrega sus posesiones para que pertenezcan a su hijo amado y para que el hijo continúe la obra de su padre.
En verdad os digo, feliz ese hijo que acepta el consejo de su Madre y camina en él. Y cien veces más feliz es ese hijo quien también acepta y camina en los consejos de su padre, pues fue dicho: Honra a tu padre y a tu madre para que los días se te alarguen sobre la tierra. Pero Yo os digo: Hijos de los Hombres, honrad a vuesta Madre Tierra y seguid sus leyes, para que vuestros días se alarguen sobre la tierra. Y honrad a vuestro Padre Celestial para que sea vuestra Vida Eterna en los cielos. Porque el Padre Celestial es mayor que todos los padres por simiente y sangre y mayor es la Madre Terrenal que todas las madres por carne. Y mas amado es el Hijo del Hombre a los ojos del Padre Celestial y de la Madre Tierra, que lo que son los hijos a los ojos de sus padres por simiente y de su madre por carne. Y mas sabias son las palabras y las leyes de nuestro Padre Celestial, que las palabras y la voluntad de todos los padres por simiente y de todas las madres por la carne.
Y de mayor valor es la herencia de vuestro Padre Celestial y de vuestra Madre Tierra -los reinos sempiternos de la Tierra y de la Vida celestial, que todas las herencias de vuestros padres por simiente y sangre y de vuestras madres por cuerpo. Y vuestros verdaderos hermanos son aquellos que hacen la voluntad de vuestro Padre Celestial y de vuestra Madre Tierra y no vuestros hermanos por la sangre.
En verdad os digo, que vuestros verdaderos hermanos en la voluntad del Padre Celestial y de la Madre Tierra os amarán mil veces mas que vuestros hermanos por la sangre. Porque desde los días de Caín y Abel, cuando los hermanos de la sangre quebrantaron la Ley de Dios, no hay verdadera hermandad por la sangre. Y los hermanos tratan a los hermanos como extraños. Por lo tanto, os digo, amad a vuestros hermanos en la voluntad de Dios, mil veces mas que a vuestros hermanos por la sangre.

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