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lunes, 22 de febrero de 2010

Defendámonos de los Dioses -4

CAPÍTULO
REEVALUACIÓN DE UNO MISMO

HEMOS SIDO VILIPENDIADOS 
Necesariamente tenemos que comenzar a escribir sobre la Nueva Era defendiendo y redefiniendo a su principal protagonista: el ser humano. 

¿Por qué tenemos que hacerlo ? Porque el ser humano, a lo largo de los pasados milenios, ha sido vilipendiado y humillado, de manera tenaz e inmisericorde, por todas las religiones que han existido, aunque éstas afirmen elevar la dignidad del hombre y la mujer. 

ACOMPLEJADOS POR LA RELIGIÓN 
En el cristianismo, en concreto, el ser humano no es un simple hombre o una simple mujer. Con frecuencia cuando los libros de ascética y de teología se refieren a ellos les llaman pecadores, como si ello fuese la esencia de su ser y su naturaleza estuviese radicalmente viciada, de modo que no fuese capaz de recibir otro calificativo. 

Hace años escribí en Mi Iglesia duerme: "Un buen cristiano es un hombre muerto de miedo". Si se cree a pies juntillas en todos los dogmas que la Iglesia predica para el más allá, es perfectamente lógico que uno esté lleno de temor ante un fuego eterno, siempre posible. 

Un buen cristiano es por lo menos un ser acomplejado: un ser que tiene que salvarse sin poder hacerlo por sus propias fuerzas; que por su naturaleza, y sin culpa alguna de su parte es trasgresor de la ley; que padece enfermedades y tiene que morir inexorablemente debido a un pecado que no cometió, pero que trae ya encima cuando llega a este mundo... ¿No son estos motivos más que suficientes para acomplejar a una persona? 

Por lo pronto, dejemos estas consideraciones relativas a la religión porque más adelante analizaremos a fondo la reevaluación que habrá que hacer de todos los principios religiosos de la Nueva Era. En este momento hagamos sólo un esfuerzo por sacudirnos el posible yugo mental que nos hayan podido inculcar los falsos credos, impuestos en la niñez con tanta fuerza que persisten en la vida adulta de la mayoría de las personas. 

Rechacemos de plano la aseveración de que somos pecadores por naturaleza. Somos seres humanos racionales, con instintos, inteligencia, pasiones, limitaciones, miedos y capacidades que en su mayor parte nos han sido dadas desde nuestro nacimiento, sin que nosotros hayamos tenido nada que ver. Por lo tanto no tenemos por qué sentirnos acomplejados, reos ni pecadores, como los predicadores cristianos han venido diciendo por siglos. 

Esta liberación mental es algo básico e inicial para la reevaluación de uno mismo, ya que es imposible darse lugar y valía propios cuando en el fondo de la mente anidan sentimientos tan negativos y destructores" 

NO SOMOS PECADORES POR NATURALEZA 
No somos pecadores por naturaleza, ni nos espera ningún castigo eterno, ni venimos a este mundo con ningún pecado, ni necesitamos a nadie que nos salve o nos redima, porque nunca hemos estado en venta. En realidad nuestra esencia es inmortal y tenemos por delante un futuro inimaginable. 

Rebelémonos también contra la idea de que este mundo es un valle de lágrimas y que venimos a él para hacer méritos a través del sufrimiento para alcanzar una vida futura. Es cierto que para muchos mortales este mundo es un auténtico valle de lágrimas y de miserias; pero esto se debe, en gran parte, no a la esencia o a la naturaleza del hombre, sino a la poca evolución de la raza humana, que no ha cumplido con las leyes naturales, y muchos de los que están en posiciones de privilegio han abusado de ellas en su propio provecho. 
La raza humana en bloque ha gastado demasiadas energías en adorar y en someterse a dioses imaginarios olvidando el propio perfeccionamiento.

Si todo el ingente esfuerzo que hemos gastado en construir templos, en extender las distintas doctrinas hasta los confines del mundo, en amordazar nuestros instintos naturales, en hacer votos suicidas de pobreza, castidad y obediencia, en escribir y estudiar volúmenes acerca de virtudes, pecados, sacramentos, cielos e infiernos quiméricos y en pelear contra los que no tenían una misma idea de Dios, la raza humana en este momento de la historia estaría mucho más evolucionada y no presentaría este cuadro desolador de tristes hormigas peleándose locamente por migajas de pan. 

Por eso este mundo se ha convertido en un valle de lágrimas. Nuestros respectivos dioses nos han pedido cosas estúpidas y a la larga han logrado enfrentarnos. En vez de lograr unirnos y hacer que dirijamos nuestros esfuerzos hacia cosas que redunden en nuestro bien, nos han separado y dividido en seguidores de diferentes religiones y han puesto todas nuestras potencialidades a su servicio, haciendo que nos olvidásemos de nuestro propio progreso. 

Pongámonos de pie de una vez y considerémonos adultos capaces de realizar todo tipo de proezas no sólo en este mundo, sino en el más allá en el que, por lógica, finalmente creo. 

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