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miércoles, 10 de febrero de 2010

Liderazgo

El verdadero líder es congruente y consistente, lo que piensa, lo dice y lo hace, y está profundamente convencido de su misión y de su vocación de servicio.

Concepto generalizado:

Para muchas personas, el concepto del líder está fuertemente vinculado con la significación del verbo inglés "to lead" cuya traducción es "llevar, conducir, tener el mando, guiar".

Por tanto, el líder es la persona con habilidades y carismas que sabe conducir a los demás, que tiene capacidad de arrastre. Es decir, esta extendida significación está basada sólo en lo fenoménico, lo que aparece y se manifiesta a los sentidos de quienes observan el desempeño del líder, pero sin tomar en cuenta el propósito que lo anima ni el fin que lo motiva.

Así, sin entrar en más análisis, se considera a un líder como el que tiene el poder de convencer a otros y hacer que lo sigan. No importa mucho cómo logra "convencer" a sus seguidores, sino el solo hecho de contar con lo que se llama "el arrastre".

Con este limitado enfoque, muchos admiran a gentes que han logrado escalar posiciones y llegar a metas y no han tenido escrúpulos de manipular y usar a sus seguidores para fines protagónicos, para hacer prevalecer ideologías destructivas, para satisfacer intereses económicos de grupos o para escalar posiciones políticas.

Así, pues, los que sólo consideran el liderazgo en su aspecto exterior y fenoménico como la capacidad de tener seguidores, son los que, sin hacer distinción alguna ponen en la lista de líderes, a Moisés, Nabucodonosor, San Francisco de Asís, Hitler, Jesús de Nazareth, Stalin, Ghandi, Napoleón y Martin Luther King, entre otros muchos.

El líder Maquiavélico

Dentro de la literatura sobre el liderazgo, se ha hecho tristemente famoso el escritor y diplomático florentino Nicolás Maquiavelo, quien en su obra "El Príncipe", proporciona una serie de consejos para el líder político de éxito, entendiendo éxito como la habilidad de conquistar el poder y conservarlo, ya que según el autor, "la única vergüenza del príncipe es perder el poder".

Para Maquiavelo, el poder no es precisamente un medio de servicio a la comunidad sino un fin en sí mismo, de tal modo que todo lo demás resulta medio o instrumento, incluso las mismas personas humanas. Afirma en uno de sus discursos: "Cuando se trata de salvar a la Patria hay que olvidarse de la justicia y de la injusticia, de la piedad o de la crueldad, de la alabanza o del oprobio y dejando toda consideración ulterior, es necesario salvar a la Patria, con gloria o ignominia". Es conveniente no confundirse, porque al hablar de patria podríamos pensar en algo noble en esta afirmación, pero, en verdad, para el autor la patria es la razón de estado, la conveniencia del príncipe, del soberano que representa y personifica a la Patria.

Maquiavelo tenía un concepto pesimista de la gente y por eso recomendaba al príncipe que es mejor ser temido que amado, por lo que la acción del líder no se debe basar en el amor sino en la capacidad de hacerse obedecer por la intimidación y la amenaza de castigos y represalias.

En la práctica ha habido y hay líderes por todas partes que, conociendo o no a Maquiavelo, en la práctica siguen y aplican sus consejos. Para ellos, basta ser carismático por naturaleza o aprender las habilidades y mañas para saber manipular. Para este tipo de líderes la gente no es importante, lo importante son sus intereses particulares y no ve a los demás como personas sino como medios o recursos, a los que amorfamente trata como masas. Se trata de seducir, conmover e impresionar, no tiene por que ocuparse de pensar en la moralidad de su actuación como líder, porque lo bueno y lo malo son indiferentes para él. Sólo le interesa el poder para dominar y usar a la gente.

No hay liderazgo sin autoridad

Tanto en las relaciones políticas como en las administrativas, es cada vez más aceptado el hecho de que la efectividad del liderazgo requiere más autoridad que poder. El poder implica fuerza para imponerse, carácter coactivo, ya que con él se obtiene que los demás hagan algo, aunque no sea de manera voluntaria. La autoridad, en cambio, es la habilidad de lograr que otros actúen libremente pero por la influencia personal del líder.

El liderazgo, por tanto, debe basarse más en la autoridad y contar con la participación entusiasta y convencida de la gente. Rasgo fundamental de este tipo de liderazgo es que la autoridad se concibe y se practica siempre como un servicio que atiende las legítimas necesidades de los seguidores para su crecimiento y desarrollo como personas humanas.

Etimológicamante, autoridad quiere decir dejar crecer, permitir que los demás se desarrollen. Agregaríamos promover el crecimiento, a grado tal que un buen líder genera más líderes, todos ellos con espíritu de servicio y vocación para el bien común.

Para qué el líder

Para la libertad, la responsabilidad y el compromiso. Para toda causa cuyo fin sea el respeto a la dignidad del ser humano, el desarrollo pleno de sus potencialidades, el fomento de la solidaridad, de la justicia y de la paz.

Basta ya de falsos líderes que medran con la ignorancia y la pobreza, que manipulan, engañan, mediatizan y corrompen. Ya estamos hartos de liderzuelos que con la boca dicen maravillas y con sus actos desmienten sus palabras, Ghandi solía decir: "¡Ay de aquél cuyas palabras sean más grandes que sus obras!".

El verdadero líder es congruente y consistente, lo que piensa, lo dice y lo hace, y está tan profundamente convencido de su misión y de su vocación de servicio, que pone toda su voluntad y su esfuerzo en la tarea de dirigir, alentar e inspirar a su seguidores. No es acomodaticio ni "pragmático", aunque sí tiene el talento de saber aprovechar las oportunidades y tener la flexibilidad necesaria para modificar estrategias, cuidando en todo momento de ser fiel a los principios y valores que ennoblecen y dan sentido a su misión.

El verdadero líder, en fin, es un agente transformador, es una fuerza de progreso y mejoramiento, es un educador que ayuda a formar a más educadores que vayan abriendo mentes y convirtiendo corazones para continuar y acelerar la infatigable tarea de ir cambiando a los hombres, las organizaciones y las instituciones sociales, a fin de realizar los valores personales y sociales de paz, justicia, solidaridad, bienestar y bien ser. Su punto de partida y su punto de llegada y la brújula que lo guía en todo momento en el ejercicio de su liderazgo es la convicción profunda en la dignidad de la persona humana y la voluntad enérgica de luchar por su promoción y desarrollo.
Victor M. Arjona Barbosa
Fuente: http://www.bumeran.com.ve/

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