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martes, 23 de febrero de 2010

LUDWIG WITTGENSTEIN -2- 11.

XI

Dos usos de la palabra «ver».
Uno: «¿Qué ves allí?»  —  «Veo esto» (a lo cual sigue una descripción, un dibujo, una copia). El otro: «Veo una semejanza entre estos dos rostros» —  aquel a quien se lo comunico puede ver los rostros tan claramente como yo mismo.
Lo importante: La diferencia de categoría entre ambos Objetos' del ver.
Uno podría dibujar exactamente ambos rostros; el otro, ver en ese dibujo la semejanza que no vio el primero.
Contemplo un rostro, y de repente me percato de su semejanza con otro. Veo que no ha cambiado; y sin embargo, lo veo distinto. A esta experiencia la llamo «observar un aspecto».
Sus causas interesan a los psicólogos.
A nosotros nos interesa el concepto y su ubicación entre los conceptos de experiencia.
Podríamos imaginar que, en varios pasajes de un libro, por ejemplo, de un libro de texto, apareciera la ilustración

En el texto correspondiente se habla cada vez de algo distinto: una vez, de un cubo de vidrio; otra vez de una caja abierta vuelta boca abajo; otra, de un armazón de alambre que tiene esta forma; otra, de tres tablas que forman un ángulo. El texto interpreta cada vez la ilustración.
Pero también podemos ver la ilustración unas veces como una cosa, otras veces como otra.  —  O sea que la interpretamos, y la vemos tal como la interpretamos.
A esto quizás se quisiera responder: La descripción de la experiencia inmediata, de la vivencia visual, mediante una interpretación es una descripción indirecta. «Veo la figura como caja» significa: tengo una determinada vivencia visual que por experiencia sé que acompaña a la interpretación de la figura como caja, o a la contemplación de una caja. Pero si significara esto, entonces yo tendría que saberlo. Yo debería poderme referir a la vivencia directa, y no sólo indirectamente. (Así como no necesariamente debo hablar del rojo como del color de la sangre.)
La siguiente imagen, que he sacado de Jastrow,3 se llamará en las observaciones que siguen la cabeza-C-P. Se la puede ver como cabeza de conejo o como cabeza de pato.

Y tengo que hacer una distinción entre el 'ver continuo' de un aspecto y el 'fulgurar' de un aspecto.
Puede que me hubiera sido mostrada la figura, y que yo nunca hubiera visto en ella otra cosa que un conejo.
En este punto es útil introducir el concepto de objeto figurativo. Un 'rostro figurativo', por ejemplo, sería la imagen

En ciertos respectos, me puedo comportar con él como con un rostro humano. Puedo estudiar su expresión, reaccionar ante él como ante la expresión de un rostro humano. Un niño puede hablarle a un hombre figurativo o a un animal figurativo, tratarlo como trata a las muñecas.
Así pues, de buenas a primeras yo podría ver la cabeza-C-P simplemente como conejo figurativo. Es decir, si se me hubiera preguntado «¿Qué es esto?», o «¿Qué ves allí?», yo habría respondido: «Un conejo figurativo». Si se me hubiera preguntado a continuación qué es eso, yo lo hubiera explicado señalando figuras de conejos, quizás conejos reales, hubiera hablado de la vida de esos animales o los hubiera imitado.
A la pregunta «¿Qué ves allí?» no hubiera respondido: «Esto lo veo ahora como un conejo figurativo». Sencillamente hubiera descrito la percepción; justamente como si mis palabras hubieran sido «Allí veo un círculo rojo».  — 
No obstante, otra persona hubiera podido decir de mí: «Ve la figura como conejo figurativo».
Decir «Ahora veo esto como...» hubiera tenido para mí tan poco sentido como decir al ver un cuchillo y un tenedor: «Ahora veo esto como un cuchillo y un tenedor». Esta manifestación no se entendería.  —  Como tampoco ésta; «Para mí esto es ahora un tenedor», o «Esto también podría ser un tenedor».
Asimismo, lo que se reconoce en la mesa como cubiertos tampoco se 'considera' como cubiertos; como tampoco al comer intentamos o nos esforzamos por mover la boca.
A quien dice «Ahora esto es para mí un rostro» se le puede preguntar: «¿A qué transformación aludes?»
Veo dos figuras; en una, la cabeza-C-P rodeada de conejos, en la otra de patos. No me percato de la igualdad. ¿Se sigue de ahí que en ambos casos veo algo distinto?  —  Nos da una razón para usar aquí esta expresión.
«¡Lo veía muy distinto, nunca lo hubiera reconocido!» Bueno, esto es una exclamación. Y también tiene una justificación.
Nunca se me hubiera ocurrido sobreponer las dos cabezas de esta manera, compararlas así. Pues sugieren otro modo de comparación.
La cabeza vista así no tiene la menor semejanza con la cabeza vista así —  aunque son congruentes.
Me muestran un conejo figurativo y me preguntan lo que es; digo «Es un conejo». No «Ahora esto es un conejo». Comunico mi percepción.  —  Me muestran la cabeza-C-P y me preguntan lo que es; en tal caso puede que yo diga «Esto es una cabeza-C-P». Pero también puedo reaccionar de manera muy distinta a la pregunta.  —  La respuesta de que es una cabeza-C-P es nuevamente el comunicado de mi percepción; la respuesta «Ahora es un conejo» no lo es. Si yo hubiera dicho «Es un conejo», se me habría escapado la ambigüedad y habría informado sobre mi percepción.
El cambio de aspecto. «¡Ciertamente dirías que la figura ha cambiado ahora completamente!»
¿Pero qué es lo que es distinto: mi impresión? ¿Mi actitud?  —  ¿Puedo decirlo? Describo el cambio como una percepción, como si el objeto se hubiera modificado ante mi vista.
«Ahora lo que veo es esto», podría decir yo (por ejemplo, señalando otra figura). Es la forma de dar parte de una nueva percepción.
La expresión del cambio de aspecto es la expresión de una nueva percepción, junto con la expresión de la percepción inmodificada.
De repente veo la solución de un acertijo gráfico. Donde estaban antes unas ramas está ahora una forma humana. Mi impresión visual ha cambiado y me doy cuenta de que no sólo tiene color y forma, sino también una Organización' muy determinada.  —  Mi impresión visual ha cambiado; —  ¿cómo era antes; cómo es ahora?  —  Si lo represento mediante una copia exacta —  ¿y acaso no es esto una buena representación? —  no se ve ningún cambio.
Y no vayas a decir «Mi impresión visual no es el dibujo; es esto  —  algo que no puedo mostrar a nadie».  —  Claro que no es el dibujo, pero tampoco es nada de la misma categoría que yo traigo dentro de mí.
El concepto de 'figura interna' es desorientador, pues el modelo para este concepto es la 'figura externa'; y sin embargo, los usos de estos términos conceptuales no son más semejantes entre sí que los de «cifra» y «número». (En efecto, si alguien quisiera llamar al número la 'cifra ideal', podría producir con ello una confusión parecida.)
Si alguien compara la Organización' de una impresión visual con los colores y las formas, es que parte de que la impresión visual es un objeto interno. Claro que este objeto resulta ser de este modo una quimera; una creación que oscila extrañamente. Porque ahora la semejanza con la figura ha sido destruida.
Si yo sé que hay aspectos diversos del esquema cúbico, para averiguar lo que ve la otra persona, puedo inducirla a que, además de la copia, haga un modelo de lo visto, o puedo mostrárselo; incluso si él no sabe en absoluto para qué exijo dos explicaciones.
Pero en el cambio de aspecto la cosa cambia. La única expresión posible de la vivencia es ahora lo que antes, con la copia, parecía ser, o incluso era, una especificación inútil.
Y basta esto para descartar la comparación de la Organización' con el color y la forma en la impresión visual.
Cuando vi la cabeza-C-P como C, lo que vi fue: estas formas y colores (las reproduzco exactamente) —  y además algo así como: y entonces señalo una serie de diferentes figuras de conejos.  —  Esto muestra la diversidad de los conceptos.
El Ver como...' no pertenece a la percepción. Y por esto es como ver en un sentido y en otro no lo es.
Miro un animal; me preguntan: «¿Qué ves?» Respondo: «Un conejo.»  —  Veo un paisaje; de repente pasa corriendo un conejo. Exclamo «¡Un conejo!»
Ambas cosas, el parte y la exclamación, son expresiones de la percepción y de la vivencia visual. Pero la exclamación lo es en un sentido distinto al parte. Se nos escapa.  —  Está asociada a la vivencia de manera análoga a como lo está el grito al dolor.
Pero como es la descripción de una percepción, también
se la puede llamar expresión de un pensamiento.  —  Quien
contempla el objeto, no tiene por qué estar pensando en él; pero quien tiene la vivencia visual cuya expresión es la exclamación, ése piensa también en lo que ve.
Y por eso el fulgurar del aspecto aparece a medias como vivencia visual y a medias como un pensamiento.
Alguien ve de repente un fenómeno ante sí que no reconoce (puede ser un objeto que le es familiar, pero en una posición o bajo una iluminación desacostumbradas); quizás el no-reconocimiento sólo dura unos segundos. ¿Es correcto decir que él tiene una vivencia visual distinta a la que tiene aquel que reconoce el objeto inmediatamente?
¿Acaso alguien no podría describir la forma desconocida que surge ante él con la misma exactitud que yo, que estoy familiarizado con ella? ¿Y no es esto la respuesta?  —  Claro que en general no será así. Y su descripción será muy distinta. (Por ejemplo, yo diré «El animal tenía orejas largas» —  y él: «Había allí dos largos apéndices» y luego los dibuja.)
Me encuentro con alguien, a quien no había visto desde hacía años; lo veo claramente, pero no lo reconozco. De repente lo reconozco, veo en su rostro cambiado el anterior. Creo que ahora lo retrataría de manera distinta, si supiera pintar.
Si ahora reconozco a mi conocido entre la multitud, después de haber estado mirando quizá largo tiempo en su dirección —  ¿es esto un ver particular? ¿Es un ver y un pensar? ¿O una fusión de ambos —  como casi quisiera decir?
La pregunta es: ¿Por qué quiere uno decir esto?
La misma expresión, que también es un parte de lo visto, es ahora exclamación del reconocimiento.
¿Cuál es el criterio de la vivencia visual?  —  ¿Cuál debe ser el criterio?
La representación de ?? que se ve'.
El concepto de representación de lo visto, así como el de copia, es muy elástico, y con él lo es el concepto de lo visto. Ambos están estrechamente conectados. (Y esto no significa que son semejantes.)
¿Cómo se nota que los seres humanos ven espacialmente?  —  Le pregunto a alguien cómo es el terreno (allí) que él puede contemplar. «¿Es así? (se lo muestro con la mano).  —  «Sí».  —  «¿Cómo lo sabes?»  —  «No hay niebla, lo veo con toda claridad.»  —  No se dan razones para la conjetura. Lo único que es natural para nosotros es representar espacial-mente lo que vemos; mientras que para una representación plana, ya sea mediante dibujos o palabras, se requiere especial entrenamiento e instrucción. (La singularidad de los dibujos infantiles.)
¿Ve alguien una sonrisa, que no reconoce como sonrisa, que no la interpreta como tal, de manera distinta al que la interpreta así?  —  La imita, por ejemplo, de manera distinta.
Mira el dibujo de un rostro al revés y no podrás reconocer la expresión del rostro. Quizás puedas ver que sonríe, pero no cómo sonríe exactamente. No puedes imitar la sonrisa o describir su carácter más exactamente.

es la inversa de la figura b)

La figura a)
Y, sin embargo, la figura invertida puede que represente con la máxima exactitud el rostro de un ser humano.
Pero entre mi impresión de c y de d existe una diferencia de carácter distinto —  quisiera decir  —   al de la diferencia entre las impresiones de a y b. d parece, por ejemplo, más ordenada que c. (Compárese con una observación de Lewis Carroll.) d es fácil, c difícil de copiar.
Imagínate que la cabeza-C-P está escondida en una madeja de rayas. De repente la observo en la figura, y simplemente como cabeza de conejo. Más tarde contemplo la misma figura y observo la misma línea, pero como pato, y en ese caso todavía no tengo por qué saber que en ambos casos se trata de la misma línea. Si más tarde veo que el aspecto cambia —  ¿puedo decir que en tal caso los aspectos C y ? se ven de manera completamente distinta a como los vi cuando los reconocí por separado en la madeja de rayas? No.
Pero el cambio produce un asombro que no produjo el reconocimiento.
Si alguien busca en una imagen (1) otra imagen (2) y la encuentra, ve entonces (1) de un nuevo modo. No sólo puede dar de ella un nuevo tipo de descripción, sino que al observarla así tuvo una nueva vivencia visual
Pero no tiene por qué ocurrir que él quiera decir: «La imagen (1) parece ahora completamente distinta; no tiene ni siquiera la menor semejanza con la anterior, aunque es congruente con ella.»
Hay aquí una enorme cantidad de fenómenos emparentados y de conceptos posibles.
¿Es pues la copia de la imagen una descripción incompleta de mi vivencia visual? No.  —  Depende de las circunstancias el que sean o no necesarias especificaciones más detalladas, y cuáles sean necesarias.  —  Puede ser una descripción incompleta; si queda pendiente una pregunta.
Naturalmente, podemos decir; Hay ciertas cosas que caen tanto bajo el concepto de 'conejo figurativo' como bajo el de 'pato figurativo'. Y una cosa así es una figura, un dibujo.  —  Pero la impresión no es a la vez la de un pato figurativo y la de un conejo figurativo.
«Lo que veo realmente tiene que ser lo que se produce en mí por el efecto del objeto sobre mí.»  —  Lo que se produce en mí es entonces una especie de copia, algo que uno mismo puede contemplar a su vez, que uno puede tener ante sí; casi algo así como una materialización.
Y esta materialización es algo espacial y debe poder ser descrita totalmente con conceptos espaciales. Por ejemplo, puede sonreír (cuando es un rostro), pero el concepto de cordialidad no pertenece a su representación, sino que es ajeno a esta representación (aunque le puede servir).
Si me preguntas lo que he visto, quizá podré producir un esbozo que lo muestre; pero en la mayoría de los casos no me podré acordar en absoluto de cómo ha ido desplazándose mi mirada.
El concepto 'ver' produce una impresión confusa. Bien, es que es confuso.  —  Veo el paisaje; mi mirada vaga por él, veo toda clase de movimientos claros y no claros; en esto me fijo claramente, en aquello sólo de manera muy confusa. ¡Cuan fragmentario se nos puede aparecer lo que vemos! ¡Y ahora fíjate en lo que significa «descripción de lo visto»!  —  Pero esto es justamente lo que se llama una descripción de lo visto. No hay un caso genuino, regular, de una descripción así —  en que lo restante justamente aún es vago, requiere todavía de aclaración, o simplemente hay que barrerlo a un lado como basura.
Aquí nos enfrentamos a un enorme peligro: querer hacer distinciones finas.  —  Es como cuando queremos explicar el concepto de cuerpo físico a partir de lo 'realmente visto'.  — 
Más bien hay que aceptar el juego de lenguaje cotidiano, y a las representaciones falsas hay que caracterizarlas como tales. El juego de lenguaje primitivo que se le enseña al niño no necesita ninguna justificación; los intentos de justificación deben ser rechazados.


Considérese como ejemplo los aspectos del triángulo. El triángulo



puede verse como: agujero triangular, como cuerpo, como dibujo geométrico; apoyado en la base, colgado de su punta; como montaña, como cuña, como flecha o aguja; como cuerpo caído, que (por ejemplo) debería estar apoyado sobre el cateto más corto, como medio paralelogramo, y otras cosas diversas.
«Ante él, puedes pensar unas veces en esto, otras en aquello, unas veces lo puedes ver como esto, otras como aquello, y entonces lo verás unas veces así, otras así.»  —  ¿Pero cómo? No hay una especificación ulterior.
¿Pero cómo es posible que se vea una cosa de acuerdo con una interpretación?  —  La pregunta lo presenta como un hecho singular; como si aquí se hubiera forzado algo a tomar una forma que en realidad no le convenía. Pero aquí no ha habido ningún presionar ni forzar.
Cuando parece que para una forma así no hay lugar entre otras formas, tienes que buscarla en otra dimensión. Si aquí no hay lugar para ella, lo hay precisamente en otra dimensión.
(En este sentido, tampoco en la línea de números reales hay lugar para los números imaginarios. Y lo que esto significa es que la aplicación del concepto de número imaginario es distinta de la del concepto de real en una medida mayor de lo que se manifiesta al considerar los cálculos. Hay que descender a las aplicaciones, entonces encuentra ese concepto un lugar distinto, por así decir, insospechado.)
¿Qué pasaría con esta explicación: «Puedo ver algo como aquello de lo que puede ser una figura»?
Esto no significa sino que los aspectos son, en el cambio de aspecto, aquellos que, bajo ciertas circunstancias, la imagen podría tener permanentemente en una figura.
De hecho, un triángulo puede estar de pie en una pintura, en otra estar colgando, y en una tercera representar algo que ha caído.  —  Y justamente de tal modo que yo, el espectador, no digo «Esto también puede representar algo que ha caído», sino «el vaso ha caído y está hecho añicos». Así reaccionamos ante la figura.
¿Podría yo decir cómo tiene que estar constituida una figura para producir este efecto? No. Hay modos de pintar, por ejemplo, que a mí no me comunican nada de esta manera inmediata, pero sí lo hacen a otras personas. Creo que aquí tienen algo que ver el hábito y la educación.
¿Qué quiere decir, pues, que en la figura veo flotar la esfera?
¿Consiste simplemente en que esta descripción es para mí la más inmediata, la más natural? No; esto lo podría ser por diversas razones. Podría ser, por ejemplo, la tradicional.
¿Pero cuál es la expresión para el hecho de que yo no sólo entiendo la figura, por ejemplo, así (sé lo que debe representar), sino que la veo así?  —  Una expresión de este tipo es: «La esfera parece flotar», «Se la ve flotar», o también, con un tono de voz especial, «¡Flota!».
Esto es pues la expresión del tomar-por-algo. Pero no empleada como tal.
Aquí no nos preguntamos cuáles son las causas ni qué produce esta impresión en un caso particular.
¿Y es una impresión particular?  —  «Sin duda veo algo distinto cuando veo flotar la esfera que cuando la veo simplemente ahí parada.»  —  Esto significa en realidad: ¡Esta expresión está justificada! (Pues, tomada literalmente, sólo es una repetición )
(Y sin embargo, mi impresión tampoco es la de una esfera realmente flotante. Hay variedades del Ver espacial'. La espacialidad de una fotografía y la espacialidad de lo que vemos a través de un estereoscopio.)
«¿Y es realmente otra impresión?»  —  Para responder a esto, quisiera preguntarme si en tal caso realmente existe
algo distinto dentro de mí. ¿Pero cómo puedo cerciorarme de ello?  —  Describo lo que veo de manera distinta.
Ciertos dibujos se ven siempre como formas en el plano, otros se ven a veces, o también siempre, espacial-mente.
En tal caso quisiéramos decir: La impresión visual de los dibujos vistos espacialmente es espacial; para el esquema de un cubo, por ejemplo, es un cubo. (Pues la descripción de la impresión es la descripción de un cubo.)
Y entonces es curioso que nuestra impresión para algunos dibujos sea la de algo plano y para otros la de algo espacial. Uno se pregunta: «¿Adonde nos llevará esto?»
Cuando veo la figura de un caballo al galope, —  ¿sé solamente que es de ese tipo de movimiento el que se da a entender? ¿Es superstición que lo vea galopar en la pintura?  —  ¿Y galopa también mi impresión visual?
¿Qué me comunica alguien que dice «Ahora lo veo como...»? ¿Qué consecuencias tiene esta comunicación? ¿Qué puedo hacer con ella?
Frecuentemente, la gente asocia colores a las vocales. Podría ser que para algunos una vocal que se pronuncia repetidamente cambie de color. La a podría ser para ellos por ejemplo 'ahora azul  —  ahora roja'.
Podría ser que la manifestación «Ahora la veo como...» no significara para nosotros más que: «La a es para mí ahora roja».
(Conectado con observaciones fisiológicas, también este cambio podría volvérsenos importante.)
Aquí se me ocurre que, en conversaciones sobre objetos estéticos, se usan las palabras: «Tienes que verlo así, ésta es la intención»; «Si lo ves así, ves dónde está el error»; «Tienes que oírlo en esta clave»; «Tienes que expresarlo así» (y esto puede referirse tanto al escuchar como al tocar). La imagen



está destinada a representar un peldaño convexo y a ser empleada para explicar ciertos procesos espaciales. A este fin, trazamos la recta a a través de los centros de ambas superficies.  —  Si alguien viera la imagen espacialmente sólo en ciertos momentos, y en tales casos tan pronto cóncava como convexa, podría resultarle difícil seguir nuestra explicación. Y si para él el aspecto plano alternara con el espacial, esto sería exactamente como si yo le mostrara durante la explicación objetos completamente distintos.
¿Qué significa que yo, al contemplar un dibujo en geometría descriptiva, diga: «Sé que esta línea reaparece aquí, pero no puedo verla así»? ¿Significa simplemente que carezco del entrenamiento para operar con ese dibujo, que no 'me las sé todas' con él?  —  Bueno, ese entrenamiento es sin duda uno de nuestros criterios. Lo que nos convence de que se ve el dibujo espacialmente es cierta forma del 'sabérselas todas'. Ciertos gestos, por ejemplo, que indican las relaciones espaciales: finos matices del comportamiento.
Veo que en la figura la flecha atraviesa el animal. Le entró por el cuello y le sale por el pescuezo. Supongamos que la figura es una silueta.  —  ¿Ves la flecha —  o sabes solamente que las dos piezas representan las partes de una flecha?
(Compárese con la imagen de Köhler de los dos hexágonos que se interpenetran.)
«¡Esto no es ver!»  —  «¡Esto sí es ver!»  —  Ambas afirmaciones deben ser justificadas conceptualmente.
¡Esto sí es ver! ¿En qué medida es ver?
«El fenómeno nos sorprende a primera vista, pero sin duda se encontrará para él una explicación fisiológica.»  —  Nuestro problema no es causal, sino conceptual.
Si me mostraran sólo por un momento la figura del animal atravesado por la flecha o la de los hexágonos que se interpenetran, y yo tuviera que dar una descripción después, eso sería la descripción; si lo tuviera que dibujar, produciría ciertamente una copia muy errónea, pero ésta mostraría una especie de animal atravesado por una flecha o dos hexágonos que se interpenetran. Es decir: habría ciertos errores que yo no haría.
Lo primero que me salta a la vista ante esta figura es: son dos hexágonos.
Ahora los contemplo y me pregunto: «¿Los veo realmente como hexágonos?» —  ¿y justamente todo el tiempo que están ante mis ojos? (Suponiendo que mientras tanto no haya cambiado su aspecto.)  —  Y yo quisiera responder: «No estoy pensando en ellos todo el tiempo como hexágonos».
Alguien me dice: «Lo he visto en seguida como dos hexágonos. Sí, esto es todo lo que he visto». «¿Pero cómo entiendo esto? Creo que, a la pregunta «¿Qué ves?», él hubiera respondido en seguida con esta descripción, y tampoco la hubiera tratado como una de entre varias posibles. En ello es igual a la respuesta «Un rostro», si yo le hubiera mostrado la imagen


La mejor descripción que yo puedo dar de lo que me fue mostrado por un instante es esto:...
«La impresión fue la de un animal encabritándose.» Surgió, pues, una descripción bien determinada.  —  ¿Fue esto el ver, o fue un pensamiento?
¡No intentes analizar en ti mismo la vivencia!
También hubiera podido ser que yo primero viera la figura como algo distinto, y me dijera luego «¡Ah, son dos hexágonos!» O sea que habría cambiado el aspecto. ¿Y demuestra esto que yo realmente lo vi como algo determinado?
«¿Se trata de una vivencia visual auténtica? La pregunta es: En qué medida lo es.
Aquí es difícil ver que se trata de determinaciones conceptuales.
Un concepto se impone. (No debes olvidar esto.)
¿Cuándo lo denominaría yo un mero saber, no un ver?  —  Por ejemplo, si alguien tratara la figura como un esquema de trabajo, si lo leyera como una heliografía. (Finos matices del comportamiento.  —  ¿Por qué son importantes? Tienen consecuencias importantes.)
«Para mí es un animal atravesado por una flecha.» Lo trato como esto; ésta es mi actitud hacia la imagen. Esto es un significado de llamarlo 'ver'.
¿Pero puedo decir también en el mismo sentido: «Esto son para mí dos hexágonos»? No en el mismo sentido, pero sí en uno similar.
Debes pensar en el papel que juegan en nuestra vida las figuras como las que aparecen en cuadros (por oposición a los esquemas de trabajo). Y aquí no existe ninguna uniformidad.
A comparar con esto: A veces colgamos refranes en la pared. Pero no teoremas de la mecánica. (Nuestra relación con ambas cosas.)
De aquel que ve este dibujo como este animal, esperaré algo distinto que de aquel que sólo sabe lo que el dibujo pretende representar.
Quizás hubiera resultado mejor esta expresión: Consideramos la fotografía, la figura colgada en la pared, como el objeto mismo (hombre, paisaje, etc.) que se representa en ellas.
Esto no tendría que ser así. Sería fácil imaginarnos seres humanos que no tuvieran esta relación con tales figuras. Personas que, por ejemplo, se sentirían repelidas por las fotografías, porque un rostro sin color, quizás incluso un rostro a escala reducida, les parecería algo inhumano.
Si ahora digo «Consideramos un retrato como un hombre» —  ¿cuándo y cuánto tiempo lo hacemos? (Siempre que lo vemos (y que no lo vemos como algo distinto)?
Yo podría dar una respuesta afirmativa a esto, y con ello determinaría el concepto de considerar.  —  La cuestión es si no nos resultará importante otro concepto emparentado (a saber), el de un ver-así, que sólo se da cuando me ocupo de la figura como del objeto (que ella representa).
Yo podría decir: Una figura no siempre vive para mí mientras la veo.
«Su retrato me sonríe desde la pared.» Esto no tiene por qué hacerlo siempre que mi mirada se posa casualmente sobre el retrato.
La cabeza-C-P. Nos preguntamos: ¿Cómo es posible que el ojo, este punto, mire en esa dirección?  —  «¡Ve cómo mira!» (Y uno mismo mira .) Pero uno no esta continuamente diciendo y haciendo esto mientras contempla la figura. ¿Y qué es este «¡Ve cómo mira!»? —  ¿es la expresión de una sensación?
(Con todos estos ejemplos no pretendo dar una lista completa. No pretendo una clasificación de conceptos psicológicos. Su finalidad es sólo poner al lector en situación de ayudarse ante las obscuridades conceptuales.)
«Ahora lo veo como un...» concuerda con «Trato de verlo como un...» o «Aún no lo puedo ver como un...». Pero no puedo intentar ver la figura convencional de un león como león, como tampoco puedo tratar de ver F como esta letra. (Pero sí, por ejemplo, como una horca.)
No te preguntes «¿Qué pasa conmigo?»  —  Pregúntate: «¿Qué sé del otro?»

¿Cómo se juega el juego: «También podría ser esto»? (Esto que la imagen también podría ser —  y que es como también podría ser vista  —   no es simplemente otra imagen. Quien dice

como

«Veo

estar significando cosas muy diversas.)
Los niños juegan este juego. De una caja dicen, por ejemplo, que ahora es una casa; y a continuación la interpretan completamente como casa. Se ha tejido en ella una ficción.
¿Y ve el niño la caja como casa?
«Se olvida por completo de que es una caja; para él es realmente una casa.» (Para ello hay ciertos síntomas.) ¿No sería entonces también correcto decir que la ve como casa?
Y quien pudiera jugar así, y en una situación determinada exclamara con un tono especial «¡Ahora es una casa!» —  ése le daría expresión al fulgurar del aspecto.
Si yo oyera hablar a alguien sobre la figura-C-P, y ahora hablara de cierta manera sobre la expresión particular de este rostro de conejo, yo diría que él ve la figura ahora como conejo.
Pero la expresión de la voz y de las muecas es la misma que si el objeto hubiera cambiado y hubiera resultado ser finalmente esto o lo otro.
Hago que me toquen un tema musical repetidamente y cada vez a un ritmo más lento. Finalmente digo «Ahora es correcto», o bien «Ahora al fin es una marcha», «Ahora al fin es una danza».  —  En este tono también se expresa el fulgurar del aspecto.
'Finos matices del comportamiento'.  —  Si mi comprensión del tema musical se manifiesta en el hecho de que lo silbo en el tono correcto, entonces esto es un ejemplo de estos finos matices.
Los aspectos del triángulo: Es como si una imagen entrara en contacto con la impresión visual y permaneciera en contacto con ella por cierto tiempo.
Pero en esto se diferencian estos aspectos del aspecto cóncavo y convexo del peldaño (por ejemplo). También de los aspectos de la imagen



(la llamaré «doble cruz») como cruz blanca sobre fondo negro y cruz negra sobre fondo blanco.
Debes tener en cuenta que la descripción de los aspectos alternantes es en cada caso de naturaleza distinta.
(La tentación de decir «Lo veo así», señalando lo mismo al decir «lo» y «así».) Líbrate siempre del objeto privado asumiendo: está cambiando continuamente; pero tú no lo notas, porque tu memoria te engaña continuamente.
Estos dos aspectos de la doble cruz (los llamaré aspectos A) podrían ser comunicados por el espectador simplemente al señalar éste alternativamente una cruz blanca aislada y una cruz negra aislada.
Incluso podríamos imaginar que esto fuera la reacción primitiva de un niño aun antes de que pueda hablar.
(Al comunicar los aspectos A, por tanto, se indica una parte de la imagen de doble cruz.  —  Los aspectos C y ? no se podrían describir de manera análoga.)
Sólo Ve los aspectos C y P' aquel que ya tiene presentes las formas de ambos animales. No existe para los aspectos A una condición análoga.
Alguien puede tomar la cabeza-C-P simplemente por la figura de un conejo, la doble cruz por la figura de una cruz negra, pero no puede tomar sin más la figura triangular por la figura de un objeto caído. Para ver este aspecto del triángulo se requiere de capacidad imaginativa.
Los aspectos A no son aspectos esencialmente espaciales; una cruz negra sobre fondo blanco no es esencialmente una cruz que tiene una superficie blanca como trasfondo. Le podríamos enseñar a alguien el concepto de cruz negra sobre fondo de otro color sin que le mostráramos nunca más cruces que las pintadas sobre una hoja de papel. El 'trasfondo' es aquí sencillamente lo que rodea la imagen en cruz.
Los aspectos A no están conectados con posibles ilusiones ópticas de la misma manera que lo están los aspectos espaciales del dibujo de un cubo o del peldaño.
Puedo ver el esquema de un cubo como caja —  ¿pero también: a veces como caja de papel y a veces como caja de hojalata?  —  ¿Qué debería yo responder si alguien me asegurara que él sí puede?  —  Aquí puedo trazar un límite conceptual.
Pero piensa en la expresión 'sentir' al contemplar una figura. («Se siente la suavidad del material.») (El saber en un sueño. «Y yo sabía que en la habitación estaba el...»)
¿Cómo se le enseña a un niño (por ejemplo, al sumar) «¡Ahora toma juntos estos puntos!» o bien «Ahora éstos van juntos»? Evidentemente, «tomar juntos» o «ir juntos» deben haber tenido para él originariamente un significado distinto al de ver algo así o así.  —  Y esto es una observación sobre conceptos, no sobre métodos de enseñanza.
A un tipo de aspectos se les podría llamar «aspectos de organización». Si cambia el aspecto, van juntas ciertas partes de la figura que antes no iban juntas.
En el triángulo puedo ver ahora esto como vértice, y esto como base —  luego esto como vértice y esto como base.  —  Está claro que al escolar que apenas acaba de trabar conocimiento de los conceptos de vértice, base, etc., la frase «Ahora veo esto como vértice» aún no le puede decir nada.  —  Pero esto no lo afirmo como una proposición empírica.
Sólo se diría de alguien que ahora ve algo así, luego así, si es capaz de hacer fácilmente ciertas aplicaciones de la figura.
El substrato de esta vivencia es el dominio de una técnica. ¡Pero qué extraño que esto deba ser la condición lógica para que alguien viva esto o lo otro! En efecto, no dices que sólo 'tiene dolor de muelas' quien es capaz de hacer esto o lo otro.  —  De donde se sigue que aquí no nos las podemos haber con el mismo concepto de vivencia. Es otro distinto, aunque emparentado.
Sólo de alguien que puede hacer esto o lo otro, que lo ha aprendido, dominado, tiene sentido decir que lo ha vivido.
Y si esto suena extravagante, debes tener en cuenta que aquí se ha modificado el concepto de ver. (Una reflexión parecida suele ser necesaria para expulsar la sensación de mareo en la matemática.)
Hablamos, hacemos manifestaciones, y sólo después obtenemos una figura de su vida.
¿Pues cómo pude ver que esta postura era temerosa antes de saber que era una postura y no la anatomía de este ser?
¿Pero no significa esto solamente que yo no podría usar este concepto, que justamente no se refiere sólo a lo visual, para describir lo visto?  —  ¿No podría yo, a pesar de todo, tener un concepto puramente visual de una postura temerosa, de un rostro tímido?
Un concepto así sería comparable con los conceptos musicales de 'modo mayor' y 'menor', que ciertamente tienen un valor emocional, pero también se pueden usar únicamente para la descripción de una estructura percibida.
El epíteto «triste» aplicado al esbozo de un rostro, por ejemplo, caracteriza un agrupamiento de trazos en un óvalo. Aplicado a un hombre tiene un significado distinto (aunque emparentado). (¡Pero esto no quiere decir que la expresión triste del rostro sea parecida al sentimiento de tristeza!)
Ten en cuenta esto también: el rojo y el verde sólo los puedo ver, pero no oír —  en cambio la tristeza, en la medida en que la puedo ver, también la puedo oír.
Piensa tan sólo en la expresión «Escuché una melodía plañidera». Y ahora la pregunta: «¿Oyó él el lamento?»
Y si respondo: «No, no lo oye; sólo lo siente» —  ¿qué hemos adelantado con ello? Ni siquiera podernos indicar un órgano sensorial para esta 'sensación'.
Alguien podría responder: «¡Claro que lo oigo!»  —  Otro: «En realidad no lo oigo.»
Pero se pueden constatar diferencias conceptuales.
Reaccionamos de manera distinta a la impresión del rostro que aquel que no la reconoce como tímida (en el sentido pleno de la palabra).  —  Ahora bien, no quiero decir que sintamos esta reacción en los músculos y articulaciones, y que esto sea la 'sensación'.  —  No, aquí tenemos un concepto modificado de sensación.
Se podría decir de alguien que es ciego para la expresión de un rostro. ¿Pero le faltaría por esta razón algo a su sentido de la vista?
Pero naturalmente que esto no es simplemente una cuestión de la fisiología. Lo fisiológico es aquí un símbolo para lo lógico.
Quien siente la gravedad de una melodía, ¿qué es lo que percibe?  —  Nada que se pudiera comunicar reproduciendo lo que se ha oído.
Me puedo imaginar de un símbolo de escritura cualquiera:


por ejemplo  —   que es una letra de algún alfabeto extraño escrita con absoluta corrección. O bien, empero, que es una letra mal escrita-, y mal escrita de algún modo u otro: por ejemplo, apresuradamente, o con típica torpeza infantil, o con fiorituras burocráticas. Podría desviarse de la escrita correcta de maneras diversas.  —  Y según sea la fantasía con que yo la rodee, la puedo ver en diversos aspectos. Y aquí hay un íntimo parentesco con la Vivencia del significado de una palabra'.
Quisiera decir que lo que aquí fulgura sólo permanece mientras dura una determinada forma de ocupación con el objeto observado. («Ve cómo mira.»)  —  'Quisiera decir'
  —  ¿y es así?  —  Pregúntate: «¿Durante cuánto tiempo me llama la atención algo?»  —  ¿Durante cuánto tiempo es nuevo para mí?
En el aspecto se presenta una fisonomía que después se desvanece. Es casi como si allí hubiera un rostro que primero imito, y luego acepto sin imitar.  —  ¿Y no es esto en realidad una explicación suficiente?  —  ¿Pero no lo es en demasía?
«Observé el parecido entre él y su padre por un par de minutos, después ya no.»  —  Esto podría decirse cuando su rostro está cambiando y sólo se parece al de su padre por breve tiempo. Pero también puede significar: después de un par de minutos su parecido ya no me llamó la atención.
«Después de que el parecido te hubo llamado la atención —  ¿durante cuánto tiempo fuiste consciente de él?» ¿Cómo se podría responder a esta pregunta?  —  «Pronto dejé de pensar en él», o bien «De vez en cuando me volvía a llamar la atención», o «Algunas veces me pasó por la cabeza: ¡cuánto se parecen!», o «Sin duda estuve durante un minuto sorprendido por el parecido».  —  De este tipo son las respuestas.
Quisiera plantear la pregunta: «¿Estoy siempre consciente de la espacialidad, de la profundidad, de un objeto (de este armario, por ejemplo) mientras lo veo?» ¿La siento, por así decir, todo el tiempo?  —  Pero plantea la pregunta en tercera persona.  —  ¿Cuándo dirías que él está siempre consciente de ella? ¿Cuándo lo opuesto?  —  Claro que se le puede preguntar —  ¿pero cómo ha aprendido a responder a esta pregunta?  —  Él sabe lo que significa «sentir un dolor ininterrumpidamente». Pero en este caso esto sólo lo confundirá (como me confunde también a mí).
Ahora bien, si él dice que es consciente de la profundidad continuamente —  ¿lo creo? Y si él dice que es consciente de ella sólo de vez en cuando (por ejemplo, cuando habla de ella) —  ¿le creo eso? Me parecerá que estas respuestas tienen un falso fundamento.  —  Pero es otra cosa cuando él dice que el objeto le parece a veces plano y a veces espacial.
Alguien me cuenta: «Miré la flor, pero pensaba en otra cosa y su color no me fue consciente». ¿Lo entiendo?  —  Me puedo imaginar un contexto con sentido; continuaría, por ejemplo, así: «Entonces de repente la vi y me percaté de que era aquella que...».
O también: «Si me hubiera vuelto, no habría podido decir qué color tenía».
«La miró sin verla.»  —  Esto ocurre. ¿Pero cuál es el criterio para ello?  —  Hay justamente toda clase de casos.
«Ahora he mirado más la forma que el color.» No te dejes confundir por tales giros en la expresión. Ante todo, no pienses «¿Qué debe pasar en tal caso en el ojo o en el cerebro?»
El parecido me llama la atención, y el llamar la atención se esfuma.
Sólo me llamó la atención por unos minutos, después ya no.
¿Qué ocurrió en tal caso?  —  ¿De qué me puedo acordar? La expresión de mi propio rostro viene a mi mente, la podría imitar. Si alguien que me conociera hubiera visto mi cara, hubiera dicho: «Algo en su rostro te ha llamado la atención ahora».  —  También se me ocurre lo que digo en una ocasión tal, ya sea audiblemente o sólo para mis adentros. Y esto es todo.  —  ¿Y es esto el llamar la atención? No. Esto son los fenómenos del llamar la atención; pero ellos son ?? que pasa'.
¿Es el llamar la atención resultado de mirar + pensar? No. Aquí se cruzan muchos de nuestros conceptos.
('Pensar' y 'hablar en la imaginación' —  no digo «hablar consigo mismo»  —   son conceptos distintos.)
Al color del objeto le corresponde el color de la impresión visual (este papel secante me parece rosa, y es rosa) —  a la forma del objeto la forma de la impresión visual (me parece rectangular, y es rectangular) —  pero lo que percibo al fulgurar el aspecto no es una propiedad del objeto, es una relación interna entre él y otros objetos.
Es casi como si el 'ver el signo en este contexto' fuera el eco de un pensamiento.
«Un pensamiento que tiene su eco en el ver» —  quisiéramos decir.
Imagínate una explicación fisiológica de la vivencia. Sea ésta: Al contemplar una imagen, la mirada recorre su objeto una y otra vez a lo largo de una determinada trayectoria. La trayectoria corresponde a una forma especial de la oscilación del globo ocular al mirar. Puede ocurrir que un movimiento de este tipo salte a otro y que ambos alternen (aspectos A). Ciertas formas de movimiento son fisiológicamente imposibles; por eso, por ejemplo, no puedo ver el esquema de un cubo como dos prismas que se interpenetran. Etc. Sea esto la explicación.  —  «Sí, ahora sé que eso es una forma de ver.»  —  Has introducido ahora un nuevo criterio, un criterio fisiológico del ver. Y esto puede encubrir el viejo problema, pero no puede resolverlo.  —  El propósito de esta observación, sin embargo, era mostrarnos claramente lo que ocurre cuando se nos ofrece una explicación fisiológica. El concepto psicológico flota intacto por encima de la explicación. Y la naturaleza de nuestro problema resulta así más clara.
¿Veo realmente cada vez algo distinto, o sólo interpreto lo que veo de manera distinta? Me inclino a decir lo primero. ¿Pero por qué?  —  Interpretar es un pensar, un actuar; ver, un estado.
Ahora bien, los casos en que interpretamos son fáciles de reconocer. Si interpretamos, formulamos hipótesis que pueden resultar falsas.  —  «Veo esta imagen como un...» puede verificarse tan poco como (o sólo en el mismo sentido que) «Veo un rojo brillante». Hay pues una similitud en el uso de «ver» en ambos contextos. ¡Y no pienses que ya sabes de antemano lo que significa aquí «estado de ver»! Deja que el uso te enseñe el significado.
Algunas cosas del ver nos parecen enigmáticas, porque el ver en su integridad no nos parece lo bastante enigmático.
Quien contempla una fotografía de hombres, casas, árboles, no echa de menos en ella la espacialidad. No nos sería fácil describirla como agregado de manchas de color en el plano, pero lo que vemos en el estereoscopio parece espacial de otro modo aún.
(No hay nada menos evidente que el hecho de que veamos 'espacialmente' con los dos ojos. Si las dos imágenes visuales se funden en una, podríamos esperar como resultado una confusa.)
El concepto de aspecto está emparentado con el concepto de imagen. O bien: el concepto 'ahora lo veo como..." está emparentado con 'ahora me imagino esto'.
¿No necesitamos fantasía para oír algo como variación de un tema determinado? Y, sin embargo, con ello se percibe algo.
«Si te imaginas esto cambiado de esta forma, tienes lo otro.» En la imaginación podemos hacer una demostración.
Ver el aspecto e imaginar están sujetos a la voluntad. Existe la orden «¡Imagínate esto!» y esta otra:  «¡Ahora ve la imagen así!»; pero no: «¡Ahora ve verde la hoja!»
La pregunta que se plantea ahora es: ¿Podría haber seres humanos a quienes les faltara la capacidad de ver algo como algo —  y cómo sería esto? ¿Qué consecuencias tendría?  —  ¿Podría compararse este defecto con el daltonismo o con la carencia de oído absoluto?  —  Lo llamaremos «ceguera para los aspectos» —  y consideraremos en qué podría consistir. (Una investigación conceptual.) El ciego para los aspectos no ha de ver cambiar los aspectos A. ¿Pero no ha de reconocer tampoco que la doble cruz contiene una cruz negra y una blanca? ¿Es decir, no podrá llevar a cabo la tarea: «Muéstrame entre estas imágenes una que contenga una cruz negra»? No. Ha de ser capaz de esto, pero no de decir: «¡Ahora es una cruz negra sobre un fondo blanco!»
¿Será también ciego para el parecido de dos rostros?  —  ¿Pero entonces también para la igualdad, o para la igualdad aproximada? Esta cuestión no la quiero decidir. (Ha de ser capaz de ejecutar órdenes del tipo «¡Tráeme algo que se parezca a esto!».)
¿No ha de ser capaz de ver el esquema de un cubo como un cubo?  —  De ello no se seguiría que no lo pudiera reconocer como representación (por ejemplo, como esquema de trabajo) de un cubo. Pero para él no saltaría de un aspecto al otro.  —  Pregunta: ¿Ha de ser capaz, como nosotros, de tomar lo por un cubo bajo ciertas circunstancias?  —  De lo contrario, no se podría llamar a esto una ceguera.
El 'ciego para los aspectos' tendrá hacia las figuras una relación absolutamente distinta a la nuestra.
(Es fácil imaginarnos anomalías de este tipo.)
La ceguera para los aspectos estará emparentada con la falta de 'oído musical'.
La importancia de este concepto radica en la conexión entre los conceptos 'ver un aspecto' y 'vivir el significado de una palabra'. Pues queremos preguntar: «¿Qué le faltaría a quien no vive el significado de una palabra?»
¿Que le faltaría, por ejemplo, a quien no entendiera el requerimiento de pronunciar la palabra 'sino' y entenderla como sustantivo —  o a alguien que no sintiera que cuando una palabra se pronuncia diez veces seguidas pierde su significado para él y se convierte en un mero sonido?
En un juicio, por ejemplo, se podría discutir la cuestión de qué significó alguien con una palabra. Y esto se puede inferir de ciertos hechos.  —  Es una cuestión acerca del propósito. ¿Pero podría ser significativo de manera parecida preguntarse cómo alguien vivió una palabra —  la palabra «banco», por ejemplo?
Supongamos que yo hubiera concertado un lenguaje secreto con alguien; «torre» significa banco. Le digo «Ve ahora a la torre» —  él me entiende y se atiene a ello, pero la palabra «torre» le parece extraña en este uso, todavía no ha 'tomado' el significado.
«Cuando leo con sentimiento un poema, una narración, ocurre sin duda algo en mí que no ocurre cuando sólo leo el texto por encima en busca de información.»  —  ¿A qué procesos estoy aludiendo?  —  Las oraciones suenan distintas. Pongo mucha atención en la entonación. A veces, una palabra está mal entonada, se oye demasiado o demasiado poco. Lo noto y mi rostro lo expresa. Más tarde, yo podría hablar sobre los detalles de mi conferencia, por ejemplo sobre las incorrecciones en la entonación. A veces se me ocurre una imagen, casi como una ilustración. Sí, parece que esto me ayuda a leer con la expresión correcta. Y aún podría añadir más cosas de esta clase.  —  También puedo darle a una palabra una entonación que haga resaltar su significado de entre los demás, casi como si la palabra fuera una figura de la cosa. (Y esto, naturalmente, puede estar condicionado por la construcción de la proposición.)
Cuando, en una lectura expresiva, pronuncio esta palabra, está completamente llena de su significado.  —  «¿Cómo puede ser esto así, si el significado es el uso de la palabra?» Bueno, yo usé esa expresión de manera figurativa. Pero no como si yo hubiera escogido la figura, sino que se me impuso.  —  Pero el empleo figurativo de la palabra puede entrar en conflicto con el originario.
Quizá se podría explicar por qué se me presenta esta figura. (Piensa tan sólo en la expresión y en el significado de la expresión «la palabra acertada».)
Pero si la oración me puede parecer como una pintura en palabras, incluso cada una de las palabras en la oración como una figura, entonces ya no es de extrañar que una palabra, pronunciada aisladamente y sin propósito, parezca llevar en sí misma un determinado significado.
Piensa aquí en un tipo particular de ilusión que arroja luz sobre estas cuestiones.  —  Salgo a pasear con un conocido por los alrededores de la ciudad. De la conversación se desprende que yo me imagino que la ciudad está a nuestra derecha. No sólo no tengo ningún motivo consciente para hacer esta suposición, sino que una reflexión muy simple me pudo convencer de que la ciudad se hallaba algo a la izquierda ante nosotros. A la pregunta de por qué me imaginaba la ciudad en esa dirección, de momento no puedo dar ninguna respuesta. No tenía ningún motivo para creerlo. Pero aunque no tenía ningún motivo, parece que veo ciertas causas psicológicas. Se trata de ciertas asociaciones y recuerdos. Por ejemplo, éstos: caminábamos a lo largo de un canal, y una vez anteriormente, bajo circunstancias parecidas, yo también había seguido un canal, y la ciudad se hallaba entonces a la derecha.  —  Es como si yo pudiera tratar de encontrar psicoanalíticamente las causas de mi convicción injustificada.
«¿Pero qué clase de vivencia singular es ésta?»  —  No es, por supuesto, más singular que cualquier otra; sólo que es de otro tipo que las vivencias que consideramos como las más fundamentales, por ejemplo, las impresiones sensoriales.
«Siento como si supiera que la ciudad está allí.»  —  «Siento como si el nombre 'Schubert' concordara con las obras de Schubert y con su rostro.»
Puedes decirte a ti mismo la palabra «marcha» y usarla una vez como imperativo y otra como sustantivo. Y ahora di «¡Marcha!» —  y luego «¡No más marcha!»  —  ¿Acompaña a la palabra cada vez la misma vivencia? —  ¿estás seguro?
Si el poner mucha atención me muestra que en este juego a veces vivo la palabra así, otras veces así —  ¿no me muestra también que al hablar fluidamente a menudo no la vivo en absoluto?  —  Pues lo que no está en cuestión es que a veces quiero decir con ella esto, a veces aquello, que a veces me refiero a esto, a veces a aquello, y luego además así lo afirmo.
Pero entonces sigue en pie la pregunta de por qué en este juego de la vivencia de una palabra hablamos de 'significado' y de 'querer decir'.  —  Esta es una pregunta de otro tipo.
 —  El fenómeno característico de este juego de lenguaje es que, en esta situación, usamos esta forma de expresión: que hemos proferido la palabra con este significado, y recogemos esta forma de expresión de aquel otro juego de lenguaje.
Llámalo un sueño. No cambia nada.
Dados los dos conceptos de 'graso' y 'magro', ¿estarías más dispuesto a decir que el miércoles es graso y el martes magro, o bien a la inversa? (Me inclino decididamente por lo primero.) ¿Tienen aquí 'graso' y 'magro' un significado distinto del usual?  —  Tienen distinto empleo.  —  ¿Debería, pues, haber usado otras palabras? Esto claro que no.  —  Aquí quiero usar estas palabras (con los significados habituales).  —  Yo no digo nada sobre las causas del fenómeno. Podrían ser asociaciones provenientes de mi infancia. Pero esto es hipótesis. Sea cuál sea la explicación —  la inclinación subsiste.
Si se me pregunta «¿Qué quieres decir realmente aquí con 'graso' y 'magro'?» —  sólo podría explicar el significado de la manera más enteramente normal. No lo podría mostrar con ejemplos de martes y miércoles.
Aquí se podría hablar de significado 'primario' y 'secundario' de una palabra. Sólo alguien para quien la palabra tiene el primer tipo de significado la emplea en el segundo.
Sólo a quien ha aprendido a calcular —  por escrito u oralmente  —   se le puede hacer entender mediante este concepto de calcular lo que es calcular de memoria.
El significado secundario no es un significado 'metafórico'. Si digo «La vocal e para mí es amarilla», no quiero decir: 'amarilla' con significado metafórico —  pues lo que quiero decir no lo puedo expresar de otro modo que mediante el concepto 'amarillo'.
Alguien me dice: «Espérame junto al banco». Pregunta: ¿Te referiste, al pronunciar esta palabra, a este banco?  —  Esta pregunta es del tipo de esta otra: «¿Te propusiste, cuando te encaminabas a su casa, decirle esto y lo otro?» La pregunta se refiere a un determinado momento (al momento de ir hacia allá, así como la primera se refiere al momento de hablar) —  pero no a una vivencia que tuvieras en ese momento. El referirse a algo es tan poco una vivencia como lo pueda ser el proponerse.
¿Pero qué los diferencia de la vivencia?  —  No tienen contenido vivencial. Pues los contenidos (imágenes, por ejemplo) que los acompañan e ilustran no son el referirse a o proponerse algo.
El propósito con el cual se actúa no 'acompaña' a la acción, como tampoco el pensamiento 'acompaña' al discurso. El pensamiento y el propósito no están 'articulados' ni 'inarticulados', no se pueden comparar ni a un sonido aislado, que sonara durante la actuación o el discurso, ni a una melodía.
'Hablar' (ya sea en alta voz o en silencio) y 'pensar' no son conceptos equiparables; si bien están en íntima conexión.
La vivencia al hablar y el propósito no tienen el mismo interés. (La vivencia quizás podría darle información a un psicólogo sobre el propósito 'inconsciente'.)
«Ante esa palabra, ambos pensamos en él.» Supongamos que cada uno de nosotros se hubiese dicho a sí mismo las mismas palabras en silencio —  y ello no puede significar MÁS que esto.  —  ¿Pero no serían estas palabras también tan sólo un germen? Deben pertenecer a un lenguaje y a un contexto para ser realmente la expresión del pensamiento en aquella persona.
Si Dios hubiera mirado en nuestras almas, no habría podido ver allí de quien estábamos hablando.
«¿Por qué me has mirado ante esta palabra, has pensado en...?»  —  Hay pues una reacción en este momento y ella se explica por las palabras «Pensé en...» o «De repente me acordé de...».
Al decir esto te refieres al momento de hablar. Hay una diferencia entre referirse a este o a aquel momento.
La mera explicación de palabras no se refiere a un acontecimiento en el momento de pronunciarlas.
El juego de lenguaje «Me refiero (o me referí) a esto» (aclaración posterior) es completamente distinto a éste: «En ese momento pensé en...» Esto está emparentado con «Me recordó a...»
«Hoy me he acordado ya tres veces de que tengo que escribirle.» ¿Qué importancia tiene lo que ocurrió en mí en esos momentos?  —  ¿Pero, por otra parte, qué importancia, qué interés tiene el informe mismo?  —  Permite ciertas conclusiones.
«Ante estas palabras se me ocurrió pensar en él.»  —  ¿Cuál es la reacción primitiva con la que empieza este juego de lenguaje —  que luego puede ser traducida a estas palabras? ¿Cómo es que la gente llega a usar estas palabras?
La reacción primitiva pudo ser una mirada, un gesto, pero también una palabra.
«¿Por qué me miraste y sacudiste la cabeza?»  —  «Quise darte a entender que tú...» Esto pretende expresar no una regla simbólica, sino el propósito de mi acción.
El significar algo no es un proceso que acompañe a esta palabra. Pues ningún proceso podría tener las consecuencias del significar algo.
(De manera similar se podría decir, según creo: Un cálculo no es un experimento, pues ningún experimento podría tener las consecuencias especiales de una multiplicación.)
Hay importantes procesos concomitantes del hablar, que suelen faltar en el hablar sin pensar y que lo caracterizan. Pero ellos no son el pensar.
«¡Ahora ya lo sé!» ¿Qué ocurrió ahí?  —  ¿Así, pues, yo no lo sabía cuando aseguré que ahora ya lo sabía?
Lo ves erróneamente.
(¿Para qué sirve la señal?)
¿Y podría llamarse al 'saber' un acompañamiento de la exclamación?
El rostro familiar de una palabra, la sensación de que recogió en sí su significado, de que es el retrato vivo de su significado —  podría haber seres humanos a quienes todo eso fuera ajeno. (Les faltaría el cariño por sus palabras.)  —  ¿Y cómo se manifiestan estos sentimientos entre nosotros?  —  En que escogemos y valoramos las palabras.
¿Cómo encuentro la palabra 'apropiada'? ¿Cómo escojo entre las palabras? A veces es como si las comparara según finas diferencias en su olor: ésta es demasiado..., ésta es demasiado..., —  ésta es la apropiada.  —  Pero no siempre tengo que juzgar, explicar; a menudo podría limitarme a decir: «Sencillamente no concuerda». Estoy insatisfecho, sigo buscando. Finalmente llega una palabra: «¡Ésta es!» A veces puedo decir por qué. Éste es el aspecto que toma aquí el buscar, y el encontrar.
¿Pero no 'viene' la palabra que se te ocurre de una manera algo especial? ¡Pon atención!  —  El poner cuidadosa atención no me sirve. Con ello sólo podría descubrir lo que ahora ocurre en mí.
¿Y cómo podría yo siquiera escucharlo precisamente ahora? Debería esperar hasta que se me ocurriera otra palabra. Pero lo singular es que parece como si yo no debiera esperar la ocasión, sino que pudiera exhibírmela a mí mismo, aunque no se diera realmente.... ¿Y cómo?  —  La represento.  —  ¿Pero qué puedo averiguar de esta manera? ¿Qué es lo que reproduzco?  —  Fenómenos concomitantes característicos. Principalmente: gestos, muecas, tono de la voz.
Sobre una fina diferencia estética pueden decirse muchas cosas —  esto es importante.  —  Claro que la primera manifestación puede ser: «Esta palabra es apropiada, ésta no» —  o algo parecido. Pero luego se pueden discutir todas las conexiones extensamente ramificadas que establece cada una de las palabras. Justamente no se acaba todo con el primer juicio, pues es el campo de una palabra lo que decide.
«Tengo la palabra en la punta de la lengua.» ¿Qué ocurre en tal caso en mi conciencia? Eso no importa en absoluto. Sea lo que fuera lo que ocurrió, a ello no nos referíamos con tal manifestación. Es más interesante averiguar lo que ocurría en mi comportamiento.  —  «Tengo la palabra en la punta de la lengua» te comunica: se me escapa la palabra que corresponde aquí, espero encontrarla pronto. Por lo demás, esa expresión verbal no hace mucho más que un cierto comportamiento sin palabras.
Sobre esto, lo que James quiere decir realmente es: «¡Que vivencia singular! La palabra aún no está ahí, y sin embargo en cierto sentido ya está ahí —  o hay algo ahí que sólo puede desarrollarse para llegar a ser esa palabra».  —  Pero esto no es una vivencia en absoluto. Naturalmente, interpretado como vivencia parece singular. Al igual que el propósito interpretado como acompañamiento de la acción, o también  (-1) interpretado como número cardinal.
Las palabras «Lo tengo en la punta de la lengua» son tan poco la expresión de una vivencia como: «¡Ahora sé seguir!»  —  Las usamos en ciertas situaciones y están rodeadas de un comportamiento de tipo especial, y también de algunas vivencias características. En particular, suelen ir seguidas del hallazgo de la palabra. (Pregúntate: «¿Cómo sería si los seres humanos nunca hallaran la palabra que tienen en la punta de la lengua?»)
El hablar en silencio, 'interno', no es un fenómeno medio escondido, como si uno lo percibiera a través de un velo. No está escondido en absoluto, pero su concepto nos puede confundir fácilmente, pues recorre un largo trayecto muy cerca del concepto de un proceso 'externo', aunque sin coincidir con él.
(La cuestión de si en el habla interna se inervan músculos de la laringe y cosas parecidas, puede tener un gran interés, pero no para nuestra investigación.)
El íntimo parentesco del 'habla interna' con el 'habla' se expresa en que se puede comunicar audiblemente lo que se habló internamente, y que al habla interna la puede acompañar una acción externa. (Puedo cantar internamente, o leer en silencio, o calcular de memoria, y en cada caso seguir un ritmo con la mano.)
«Pero el habla interna es sin duda una actividad determinada que debo aprender.» Ciertamente; ¿pero qué es aquí 'hacer' y qué es 'aprender'?
¡Deja que los empleos de las palabras te enseñen su significado! (Análogamente se puede decir en la matemática con frecuencia: Deja que la prueba te enseñe lo que se probó.)
«Así, pues, ¿no calculo yo realmente cuando calculo de memoria?»  —  ¡No obstante tú bien distingues el calcular de memoria del calcular perceptible! Pero sólo puedes aprender lo que es 'calcular de memoria' al aprender lo que es 'calcular'; sólo puedes aprender a calcular de memoria al aprender a calcular.
Podemos hablar en la imaginación muy 'claramente' cuando al hacerlo zumbamos el tono de las frases (con los labios apretados). También contribuyen a ello los movimientos de la laringe. Pero lo curioso es justamente que entonces oímos el discurso en la imaginación y no sólo sentimos, por así decir, su esqueleto en la laringe. (Pues también podríamos imaginar que los seres humanos calcularan en silencio con movimientos de la laringe, así como podemos calcular con los dedos.)
Una hipótesis como la de que, al calcular internamente, ocurre esto y lo otro en nuestro cuerpo es de interés para nosotros sólo en la medida en que nos muestra un empleo posible de la manifestación «Me dije a mí mismo...»; a saber, el empleo que permitiría inferir el proceso fisiológico a partir de la manifestación.
El hecho de que lo que otro habla internamente me esté oculto radica en el concepto hablar internamente'. Sólo que «oculto» es aquí la palabra errónea; pues si a mí me está oculto, a él mismo le debería ser evidente, él debería saberlo. Pero él no lo 'sabe', sólo que la duda que existe para mí no existe para él.
«Lo que alguien se dice a sí mismo en su interior me está oculto» podría significar también, naturalmente, que en general yo no lo puedo adivinar, ni tampoco (como sería posible) leerlo, por ejemplo, a partir de los movimientos de su laringe.
«Sé lo que quiero, deseo, creo, siento...» (y así sucesivamente a través de todos los verbos psicológicos) es, o bien un sinsentido de filósofos, o bien no es un juicio a priori.
«Sé...» puede querer decir «No dudo...» —  pero no quiere decir que la frase «Dudo...» sea carente de sentido, que la duda esté excluida lógicamente.
Decimos «Sé» cuando también podemos decir «Creo» o «Supongo»; cuando podemos convencernos de algo. (Pero quien me objete que a veces decimos «¡Sin duda debo saber si siento dolor!». «Sólo tú puedes saber lo que sientes» y cosas parecidas, debe tomar en consideración las ocasiones y la finalidad de estos modos de hablar. «¡La guerra es la guerra!» tampoco es un ejemplo del principio de identidad.)
Podemos imaginar el caso en que yo me podría convencer de que tengo dos manos. Pero normalmente no puedo.
«Pero hasta con que las tengas ante tu vista.»  —  Si ahora dudo de que yo tenga dos manos, entonces tampoco tengo por qué confiar en mis ojos. (Igualmente podría preguntarle a mi amigo.)
Con esto está conectado el hecho de que, por ejemplo, la oración «La Tierra ha existido desde hace millones de años», tiene un sentido más claro que: «La Tierra ha existido en los últimos cinco minutos». Pues a quien aseverara esto último, yo le preguntaría: «¿A qué observaciones se refiere esta proposición; y cuáles la contradirían?» —  mientras que yo sé a qué área del pensamiento y a qué observaciones corresponde la primera proposición.
«Un niño recién nacido no tiene dientes.»  —  «Un ganso no tiene dientes.»  —  «Una rosa no tiene dientes.»  —  ¡Esto último —  quisiéramos decir  —   es evidentemente cierto! Es más seguro incluso que el que un ganso no tenga dientes.  —  Y, sin embargo, no está tan claro. Pues, ¿dónde habría de tener dientes la rosa? El ganso no tiene ningún diente en su mandíbula. Y, naturalmente, tampoco tiene ninguno en las alas, pero a eso no se refiere nadie que diga que el ganso no tiene dientes.  —  Qué tal si se dijera: la vaca mastica su alimento y ello sirve de abono a la rosa, por tanto la rosa tiene dientes en el hocico de un animal. Esto no sería absurdo por la razón de que no supiéramos de buenas a primeras dónde buscar los dientes en una rosa. ((Conexión con 'dolores en el cuerpo de otro'.))
Puedo saber lo que el otro piensa, no lo que yo pienso.
Es correcto decir «Sé lo que piensas», y falso: «Sé lo que pienso».
(Toda una nube de filosofía se condensa en una gotita de gramática.)
«El pensar del hombre se da en el interior de la conciencia en un encierro tal que cualquier encierro físico es, en comparación, un manifestarse-abiertamente.»
Si hubiera personas que siempre pudieran leer los soliloquios silenciosos de los demás —  por ejemplo observando la laringe  —  , ¿estarían también inclinadas a usar la figura del encierro total?
Si me hablara en voz alta a mí mismo en una lengua que los presentes no entendieran, mis pensamientos les estarían ocultos.
Supongamos que hubiera una persona que siempre adivinara correctamente lo que yo me digo a mí mismo en el pensamiento. (Da igual cómo lo logra.) ¿Pero cuál es el criterio para determinar que lo adivina correctamente? Bueno, yo soy un hombre veraz y confieso que lo ha adivinado correctamente.  —  ¿Pero no podría yo equivocarme, no me podría engañar la memoria? ¿Y no podría ser siempre así cuando expreso —  sin mentir  —   lo que he pensado para mis adentros?  — 
Pero parece que no importa en absoluto ?? que ha ocurrido en mi interior'. (Aquí elaboro una construcción auxiliar.)
Los criterios para la verdad de la confesión de que he pensado esto y lo otro no son la descripción veraz de un proceso. Y la importancia de la confesión verdadera no radica en que reproduzca un proceso correctamente y con seguridad. Más bien radica en las consecuencias especiales que se pueden sacar de una confesión, cuya verdad está garantizada por los criterios especiales de la veracidad.
(Supongamos que los sueños nos pudieran proporcionar datos importantes sobre la persona que sueña; entonces, lo que proporcionaría el dato sería el relato veraz de los sueños. La pregunta de si a la persona que ha soñado la engaña su memoria cuando informa sobre el sueño al despertar, no puede plantearse, a menos que introdujéramos un criterio completamente nuevo para la 'concordancia' del informe con el sueño, un criterio que distinguiera en este caso la verdad de la veracidad.)
Hay un juego: 'adivinar pensamientos'. Una variante del mismo sería: le comunico a A algo en una lengua que ? no entiende. ? debe adivinar el sentido de la comunicación.  —  Otra variante: escribo una proposición que el otro no puede ver. Tiene que adivinar el texto de la misma o su sentido. —  Otra más: me pongo a reconstruir un rompecabezas; el otro no lo puede ver, pero de vez en cuando adivina mis pensamientos y los expresa. Dice, por ejemplo: «¡Dónde está ahora esta pieza!»  —  «¡Ahora sé cómo ajustan!»  —  «No tengo ni idea de lo que corresponde aquí.»  —  «El cielo es siempre lo más difícil», etc. —  pero yo no tengo por qué estar hablándome a mí mismo ni en voz alta ni en silencio.
Todo esto sería adivinar pensamientos; y si esto de hecho no ocurre, no es porque el pensamiento esté más escondido que el acontecimiento físico que no se percibe.
«Lo interno nos está oculto.»  —  El futuro nos está oculto.  —  ¿Pero piensa así el astrónomo que calcula un eclipse de sol?
Cuando veo a alguien revolcarse de dolores, con una causa manifiesta, no pienso: sus sentimientos me están, no obstante, ocultos.
También decimos de una persona que es transparente. Pero para estas consideraciones es importante que una persona pueda ser un completo enigma para otra. Eso es lo que se experimenta cuando uno llega a un país extraño con tradiciones completamente extrañas; e incluso cuando se domina la lengua del país. No se entiende a la gente. (Y no porque uno no sepa lo que se dicen a sí mismos.) No podemos reencontrarnos en ellos.
«No puedo saber lo que ocurre en él» es ante todo una figura. Es la expresión convincente de una convicción. No da las razones de la convicción. Éstas no están a la mano.
Si un león pudiera hablar, no lo podríamos entender.
Podemos imaginar que se adivinen los propósitos, de modo parecido a como se adivinan los pensamientos, pero también podemos imaginar que se adivine lo que alguien realmente hará.
Decir «Sólo él puede saber lo que se propone» es un sinsentido; decir «Sólo él puede saber lo que hará» es falso. Pues la predicción que está contenida en la expresión de mi propósito (por ejemplo, «Tan pronto como den las cinco, me voy a casa») no tiene por qué resultar válida, y puede que el otro sepa lo que va a ocurrir realmente.
Pero hay dos cosas importantes: Que en muchos casos el otro no puede predecir mis acciones, mientras que yo las preveo con mi propósito. Y que mi predicción (como expresión de mi propósito) no descansa sobre la misma base que su predicción de mi acción, y las conclusiones que saco de estas predicciones son completamente distintas.
Puedo estar tan seguro de lo que siente el otro como de cualquier hecho. No obstante, no por ello resultan ser las proposiciones «Está muy deprimido», «25 X 25 = 625» y «Tengo 60 años de edad» instrumentos semejantes. Es natural la explicación: la seguridad es en cada caso de distinto género.  —  Ésta parece señalar una diferencia psicológica. Pero la diferencia es lógica.
«Pero, ¿no te limitas justamente a cerrar tus ojos ante la duda cuando estás seguro?  —  Están cerrados.
¿Estoy menos seguro de que este hombre siente dolor quede que 2X2 = 4?  —  ¿Pero es la primera por esta razón una certeza matemática?  —  'Certeza matemática' no es un concepto psicológico.
El género de certeza es el género de juego de lenguaje.
«Sus motivos sólo los sabe él» —  esto es una expresión de que le preguntamos por sus motivos.  —  Si es sincero, nos los dirá; pero necesito más que sinceridad para adivinar sus motivos. En esto radica el parentesco con el caso del saber.
Pero deja que te sorprenda que haya algo como nuestro juego de lenguaje: Confesar el motivo de mi acto.
No somos conscientes de la indescriptible diversidad de todos los juegos de lenguaje cotidianos porque los vestidos de nuestro lenguaje los igualan a todos.
Lo nuevo (espontáneo, 'específico') es siempre un juego de lenguaje.
¿Cuál es la diferencia entre motivo y causa?  —  ¿Cómo se halla el motivo y cómo la causa?
Existe la pregunta: «¿Es esto un modo confiable de juzgar los motivos de la gente?» Pero para poder preguntar así debemos saber ya lo que significa: «juzgar los motivos»; y esto no lo aprendemos al averiguar lo que es 'motivo' y lo que es juzgar'.
Juzgamos cuál es la longitud de una vara y podemos buscar un método, y encontrarlo, para juzgarlo más exacta o más confiablemente. O sea —  dices —  , lo que aquí se juzga es independiente del método para juzgar. Lo que es la longitud no se puede explicar mediante el método de la determinación de longitudes.  —  Quien piensa así comete un error, ¿Cuál?  —  Decir «La altitud del Mont Blanc depende de corno se lo escale» sería extraño. Y 'medir la longitud cada vez más exactamente' se quiere comparar con acercarse cada vez más a un objeto. Pero en algunos casos está claro, y en otros no, lo que significa «acercarse cada vez más a la longitud de un objeto». No se aprende lo que significa «determinar la longitud» aprendiendo lo que es la longitud y lo que es determinar; sino que el significado de la palabra «longitud» se aprende entre otras cosas aprendiendo lo que es determinar longitudes.
(Por eso tiene la palabra «metodología» un doble significado. Puede llamarse «investigación metodológica» a una investigación física, pero también a una investigación conceptual.)
De la seguridad, de la creencia quisiéramos decir a veces que son tonos del pensamiento; y es verdad: tienen una expresión en el tono del discurso. ¡Pero no pienses en ellos como en 'sentimientos' que se dan al hablar o al pensar!
No preguntes: «¿Qué ocurre dentro de nosotros cuando estamos seguros de que...?», sino: ¿Cómo se manifiesta 'la certeza de que es así' en el actuar de la gente?
«Aunque puedes tener una absoluta seguridad sobre el estado anímico del otro, ella sólo es siempre una seguridad subjetiva, no objetiva.»  —  Estas dos palabras señalan una diferencia entre juegos de lenguaje.
Puede surgir una disputa acerca de cuál es el resultado correcto de un cálculo (por ejemplo, en el caso de una suma larga). Pero una disputa así surge raras veces y es de poca duración. Se puede decidir, como decimos, 'con seguridad'.
Entre los matemáticos, en general, no surgen disputas acerca del resultado de un cálculo. (Esto es un hecho importante.)  —  Si fuera de otro modo, si, por ejemplo, alguien estuviera convencido de que una cifra se transformó imperceptiblemente o de que la memoria lo engañó a él o al otro, etc. —  no existiría nuestro concepto de 'seguridad matemática'.
En tal caso, todavía podría decirse: «Aunque no podemos saber cuál es el resultado de un cálculo, no obstante, éste siempre tendrá un resultado totalmente determinado. (Dios lo sabe.) La matemática es, en todo caso, de la máxima seguridad —  si bien nosotros poseemos sólo una representación burda de ella».
¿Pero acaso quiero decir que la seguridad de la matemática descansa en la fiabilidad de la tinta y el papel? No. (Esto sería un círculo vicioso.)  —  No he dicho por qué no surgen disputas entre los matemáticos, sino sólo que no surgen disputas.
Claro que es verdad que con cierta clase de papel y tinta no se podría calcular, esto es, si estuvieran sometidos a ciertas transformaciones peculiares —  pero sólo podría constatarse que se transforman a través de la memoria y de la comparación con otros instrumentos de cálculo. ¿Y cómo se comprueban éstos a su vez?
Lo que hay que aceptar, lo dado —  podríamos decir  —   son formas de vida.
¿Tiene sentido decir que en general los seres humanos coinciden con respecto a sus juicios sobre el color? ¿Cómo sería si fuera de otro modo?  —  Éste diría que la flor es roja, aquél que es azul, etc.  —  Pero, entonces, ¿con qué derecho podríamos decir que las palabras «rojo» y «azul» de esos hombres son nuestros 'términos cromáticos'?  — 
¿Cómo aprenderían a usar esas palabras? ¿Y el juego de lenguaje que aprenden es todavía lo que llamamos el uso de 'nombres de colores'? Aquí hay evidentemente diferencias de grado.
Pero estas reflexiones también deben ser válidas para la matemática. Si no hubiera ese acuerdo completo, la gente tampoco aprendería la técnica que aprendemos. Sería distinta de la nuestra en mayor o menor medida, incluso hasta llegar a ser irreconocible.
«¡La verdad matemática es ciertamente independiente de que los seres humanos la conozcan o no!»  —  Sin duda: Las proposiciones «Los seres humanos creen que 2 x 2= 4» y «2 x 2 = 4» no tienen el mismo sentido. Ésta es una proposición matemática, aquélla, si tiene algún sentido, puede significar más o menos que los seres humanos han llegado a esa proposición matemática. Ambas tienen un empleo completamente distinto.  —  ¿Pero qué querría decir esto: «Incluso si todos los seres humanos creyeran que 2 x 2 es 5, no obstante sería 4»?  —  ¿Cómo sería si todos los seres humanos creyeran esto?  —  Bueno, yo podría imaginarme que tuvieran otro cálculo o una técnica que nosotros no llamaríamos «calcular». ¿Pero sería esto falso? (¿Es falsa la coronación de un rey? A seres distintos de nosotros les podría parecer muy singular.)
Naturalmente, la matemática es, en cierto sentido, una doctrina —  pero también un hacer. Y las 'jugadas falsas' sólo pueden darse como excepción. Pues si lo que ahora llamamos así fuera la regla, entonces se habría suprimido el juego en el que son jugadas falsas.
«Todos aprendemos la misma tabla de multiplicar.» Esto podría ser ciertamente una observación sobre la clase de aritmética en nuestras escuelas —  pero también podría ser una constatación sobre el concepto de tabla de multiplicar. («En una carrera de caballos, los caballos galopan, en general, tan rápido como pueden.»)
Hay ceguera para los colores y hay medios para constatarla. En los enunciados sobre colores que hace la gente considerada normal domina, por lo general, completa concordancia. Esto caracteriza el concepto de enunciado sobre colores.
Esta concordancia no existe en general acerca de la cuestión de si una manifestación de sentimientos es auténtica o no.
Estoy seguro, seguro, de que él no disimula; pero un tercero no lo está. ¿Lo puedo convencer siempre? Y, si no es así, ¿comete él un error conceptual o de observación?
«¡No entiendes nada!» —  así decimos cuando alguien pone en duda lo que nosotros reconocemos claramente como auténtico —  pero no podemos demostrar nada.
¿Hay juicios 'expertos' sobre la autenticidad de una expresión de sentimientos?  —  También en este caso hay personas con capacidad de juicio 'mejor' o 'peor'.
Del juicio hecho por un mejor conocedor de los hombres saldrán, por lo general, prognosis más correctas.
¿Puede aprenderse el conocer a los hombres? Sí; algunos pueden aprenderlo. Pero no tomando lecciones, sino a través de la 'experiencia'.  —  ¿Puede ser otro nuestro maestro en esto? Sin duda. De vez en cuando nos hace la advertencia correcta.  —  Así son aquí 'aprender' y 'enseñar'.  —  Lo que se aprende no es una técnica; se aprende a hacer juicios correctos. También hay reglas, pero no constituyen un sistema, y sólo el experto puede aplicarlas correctamente. A diferencia de las reglas de cálculo.
Lo más difícil aquí es poder expresar la indeterminación correctamente y sin adulteración.
«La autenticidad de la expresión no puede demostrarse; hay que sentirla.»  —  De acuerdo —  ¿pero qué más pasa con este reconocimiento de la autenticidad? Si alguien dice «Voilá ce que peut diré un coeur vraiment épris» —  y si también pudiera convencer de esta opinión a otra persona  —   ¿qué consecuencias tendría esto? ¿O no tiene ninguna, y el juego termina con que a uno le gusta lo que al otro no?
Hay ciertamente consecuencias, pero son de tipo difuso. La experiencia, o sea la observación variada, las puede enseñar; y tampoco se puede formularlas de manera general, sino que sólo en casos dispersos se puede emitir un juicio correcto, fructífero, se puede constatar una conexión fructífera. Y las observaciones más generales proporcionan a lo sumo lo que aparece como las ruinas de un sistema.
Ciertamente es posible convencerse, por medio de pruebas, de que alguien se encuentra en tal o cual estado anímico, por ejemplo, que no disimula. Pero aquí también hay pruebas 'imponderables'.
La cuestión es: ¿Qué efectúan las pruebas imponderables?
supón que hubiera pruebas imponderables de la estructura química (el interior) de una sustancia; con todo tendrían que mostrarse como tales pruebas a través de ciertas consecuencias ponderables.
(Las pruebas imponderables pueden convencer a alguien de que esta figura es auténtica... Pero esto también puede resultar ser correcto por medios documentales.)
Entre las pruebas imponderables se cuentan las sutilezas de la mirada, del gesto, del tono de la voz.
Puedo reconocer la mirada auténtica del amor, distinguirla de la falsa (y naturalmente puede haber aquí una confirmación 'ponderable' de mi juicio). Pero puedo ser completamente incapaz de describir la diferencia. Y esto no es por la razón de que las lenguas que conozco carecen de las palabras para ello. ¿Por qué no introduzco simplemente nuevas palabras?  —  Si yo fuera un pintor de extraordinario talento, sería imaginable que pudiera representar en figuras la mirada auténtica y la hipócrita.
Pregúntate: ¿Cómo aprende un ser humano a tener 'buen ojo' para algo? ¿Y cómo se puede emplear ese buen ojo?
El disimulo naturalmente sólo es un caso particular de que alguien, por ejemplo, profiera manifestaciones de dolor y no sienta dolor. Si esto es posible, ¿por qué debería darse siempre disimulo en tales casos —  esta figura tan especial en la cinta de la vida?
Un niño debe aprender muchas cosas antes de poder disimular. (Un perro no puede ser hipócrita, pero tampoco puede ser sincero.)
Incluso podría darse un caso en que dijéramos: «Éste cree disimular».

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