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viernes, 12 de marzo de 2010

Es convencional considerar que se es muy inteligente si se tiene una mente poderosa.

Adaptabilidad versus poder.  

La mayoría de la gente imagina a la inteligencia y al conocimiento como poder. Y tal vez no sea exagerado pensar que la mayoría de la gente tiene cierta ambigüedad para relacionarse con el poder de la inteligencia o del conocimiento.

Es convencional considerar que se es muy inteligente si se tiene una mente poderosa. En tal sentido, una persona inteligente sería alguien que puede usar su mente para hacer cosas difíciles y complicadas. Desde esta óptica tradicional, las personas aparentan ser inteligentes, por ejemplo, si leen textos difíciles, si resultan hábiles en juegos que parecen requerir poder mental, si exhiben un talento especial para argumentar, etc.

Ciertamente, uno de los problemas principales del poder de la inteligencia, y/o del conocimiento, es el conservatismo. Una inteligencia poderosa podría ser totalmente inoperante en un mundo permanentemente en cambio. Cuando la inestabilidad es la norma, una inteligencia meramente poderosa puede derrumbarse en la confusión.

Otro problema asociado al poder de la inteligencia suele ser la falta de utilidad. El mundo suele tener abundancia de inteligencias poderosas que no son líderes ni exitosos.

En estos tiempos de cambios rápidos, surgen expertos que consideran que para tener éxito e incluso para liderar, se necesita un enfoque más simple, más esquemático, de la realidad; se necesita captar la esencia de las cosas aun perdiendo una cierta cantidad de detalles (y si Dios está en los detalles, incluso parece que resulta más ajustado ser escéptico y ateo).

Algunos gurús del "desarrollo personal" afirman que "entre quienes dependen menos del trato con la complejidad y la dificultad con la que tratan las mentes poderosas, cambiar de mente se vuelve más fácil". Cuesta menos tiempo y energía porque no hay que reexaminar demasiadas creencias o reevaluar tantos hechos y datos. Faltaría muy poco para que la idea se transforme inadvertidamente en otra que sugiera que parece más adecuado ser ignorante y/o mediocre.

En muchos sentidos, es muy probable que la mera adaptabilidad resulte ser más importante que el mero poder. Pero no habría que confiarse en su adecuada inserción en temas humanos. La adaptabilidad, en bruto, no dice mucho de la inteligencia ni se relaciona necesariamente con la inteligencia. Hay formas de vida que soportan temperaturas casi volcánicas y algunas especies de insectos tienen millones de años de existencia, tal como las conocemos hoy. Estirar el valor del concepto del valor de la adaptación puede derivar en una devaluación innecesaria del poder de la inteligencia y del conocimiento. Una verdadera inteligencia puede y debe ser flexible.

Probablemente estaríamos mejor si las cosas fueran más simples para entenderlas, interpretarlas, reinterpretarlas y revisarlas antes de dar respuesta a información nueva. Pero así como a las personas que se meten de lleno en la complejidad les resulta habitual encontrarse tan aplastadas por los detalles que se sienten incapaces para responder, tenemos a toda una cultura y civilización incapacitándose gradualmente para leer más de una carilla de "textos de mediana complejidad", por citar un fenómeno que no retrocede y al que parece que podemos adaptarnos perfectamente.
Patricio Jorge Vargas

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