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lunes, 29 de marzo de 2010

La falacia ad hominen: descalificar al adversario

Falacia ad hominem.-Argumento ad hominem.

Un argumento ad hóminem o argumentum ad hominem (en latín, ‘dirigido a la persona’), es un tipo de razonamiento que se construye a medida de la persona a quien se dirige, apoyándose en las convicciones del interlocutor. No debe confundirse con la falacia ad hominem, que no pretende argumentar sino atacar o descalificar al adversario.

Los clásicos denominaban al argumento ad hominem con la expresión argumentum ex concessis, es decir, que usa en su favor los argumentos aceptados o concedidos (ex concessis) por el interlocutor. Fue John Locke (creador de los argumentos en ad) quien lo renombró como ad hominem. Un ejemplo muy conocido es el de Tito Livio refiriéndose a la forma en que Aníbal persuadía a sus hombres:
Aníbal [tras cruzar los Alpes], empleó toda clase de exhortaciones para animar aquélla confusa mezcla de hombres que nada tenían en común, ni la lengua, ni las costumbres, ni las leyes, ni las armas, ni los trajes, ni el aspecto ni los intereses. A los auxiliares les habló de alta paga por el momento y ricos despojos en el repartimiento del botín. Hablando a los galos, avivó en su ánimo el fuego de aquel odio nacional y natural que alimentaban contra Roma. A los ojos de los ligures hizo brillar la esperanza de cambiar sus abruptas montañas por las fértiles llanuras de Italia. Asustó a los moros y númidas con el cuadro del cruel despotismo con que los abrumaría Masinissa; y dirigiéndose a los demás les señalaba otros temores y otras esperanzas. A los cartagineses habló de las murallas de la patria, de los dioses penates, de los sepulcros de sus padres, de sus hijos, de sus parientes, de sus esposas desoladas.
Tito Livio, XXX

Por ejemplo, como señala Schopenhauer parafraseando a Aristóteles, si el interlocutor «es partidario de una secta con la que no estamos de acuerdo, podemos utilizar contra él las máximas de esa secta como principia».1

Los tratadistas consideran que el argumento ad hóminem es un recurso que se utiliza con fines prácticos (en discusiones filosóficas, jurídicas, políticas, etc.) siempre que se pretende persuadir a alguien de algo, lo cual exige compartir con el auditorio algunas de las premisas, aunque sea de forma solo teórica:
Las posibilidades de argumentación dependen de lo que cada uno está dispuesto a conceder, de los valores que reconoce, de los hechos sobre los que señala su conformidad; por consiguiente, toda argumentación es una ar gumentación "ad hominem" o "ex concessis".
Chaim Perelman

La falacia ad hominem consiste en intentar descalificar personalmente a un adversario, en lugar de refutar sus afirmaciones. Una falacia ad hominem tiene esta estructura:

   1. A afirma B;
   2. Hay algo cuestionable acerca de A,
   3. Por tanto, B es falso.

Los argumentos positivos acerca de la persona se describen en recurso a la autoridad.

El argumento ad hominem es una de las falacias lógicas más conocidas. Tanto la falacia en sí misma como la acusación de haberse servido de ella se utilizan como recursos en discursos reales. Como una técnica retórica, es poderosa y se usa a menudo —a pesar de su falta de sutileza — para convencer a quienes se mueven más por sentimientos y por costumbres acomodaticias que por razones lógicas.

La presencia de un argumento Ad Hominem no implica nada sobre el valor de la afirmación en sí, sino sólo de que la argumentación empleada es incorrecta. El hecho de que una afirmación sea descalificada mediante una argumentación ad hominem no implica automáticamente que dicha afirmación sea verdadera, ya que ello constituiría otra falacia. Por ejemplo:
"Mi vecino afirma que 2 + 2 = 3. Mi vecino es un tonto que no sabe nada, entonces 2 + 2 no debe dar por resultado 3"

Efectivamente, 2 + 2 no da 3, pero nada tiene que ver en ello si el vecino es o no realmente un inepto.

Uso.

Una falacia ad hominem consiste en afirmar que un argumento de alguien es erróneo sólo por algo acerca de la persona, no por problemas en el argumento en sí. El mero hecho de insultar a una persona dentro de un discurso —de otro modo racional— no constituye necesariamente una falacia ad hominem. Debe quedar claro que el propósito del ataque sea desacreditar a la persona que está ofreciendo el argumento y, específicamente, invitar a los demás a no tomar lo que afirma en consideración.

No todos los argumentos ad hominem son negativos. Es posible argumentar que algo es cierto por quién lo afirma (argumento de autoridad).

Validez.

El argumento ad hominem es falaz cuando se aplica a la deducción, y no a la evidencia (o premisa) de un razonamiento aunque se puede aplicar tanto a la deducción como a la evidencia por medio de la persuasión.

Puede dudarse de una prueba o rechazarla dependiendo de su origen por razones de credibilidad, pero dudar o rechazar una deducción basándose en su fuente es la falacia ad hóminem.

Las premisas que desacrediten a una persona pueden existir en razonamientos válidos, cuando la persona criticada es la única fuente de una prueba usada en uno de sus argumentos. Se puede aplicar tanto a la deducción como a la evidencia por medio de la persuasión.

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