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viernes, 9 de abril de 2010

Daños colaterales

Cuando se habla de daños colaterales me corre un escalofrío insoportable; porque sé que esos "daños" no se refieren a estructuras destrozadas por causa de un bombardeo solamente sino, también incluye vidas humanas que, se nos presentan como actores anónimos de una nefasta producción televisiva.

Se ha hecho de la guerra y de sus consecuencias un show morboso que acapara la pantalla de los monitores de televisión. Vemos morir gente real, con historia de vida como la suya o la mía sin importar dentro de qué o cuál contexto cultural ocurra. Son vidas que se apagan como si esas vidas fueran prescindibles para la humanidad, se hace de la matanza un deporte macabro.

Hay para los países desarrollados, un mundo y para el resto, los menos desarrollados otro mundo custodiado por una guardia de asesinos a sueldo que no dudan jamás en apretar el gatillo para matar a cualquiera que pueda atentar contra la libertad y la democracia de las super potencias.

Esto quién no lo sabe, la mayor parte de la humanidad sabe dónde está la libertad y dónde está esclavitud, yo no estoy diciendo nada novedoso.

Hay otros daños colaterales que se manifiestan sin que sean causa de la guerra, que pueden o no matar pero si causan otras lesiones, que son la pobreza, la indigencia, las enfermedades, el agotamiento de los recursos que sustentan la vida en este planeta .

Las políticas que se apoyan en la base de la especulación como soporte de un sistema productivo y estimulan la competencia agresiva también provoca que el ser humano, el prójimo sea violentado.
En la Tierra hay quienes mueren de hambre y en mi país, Uruguay, han tirado frutas y leche para mantener felices los bolsillos de los empresarios, eso sucedió con gobiernos neoliberales y también durante el gobierno de centro izquierda y no hubo quien detuviera ese atentado contra el bienestar de muchos que no tienen leche para tomar siquiera.

Se salvó el mercado, los precios; pero la gente no fue tenida en cuenta porque el hambre de la gente es un riesgo que poco importa tener.

Esa acción de derroche de avaricia también es un atentado contra la humanidad que queda suavisado por los grandes desastres humanos que trae consigo la guerra, que no nos ocurre a nosotros , los uruguayos, sino en el cine o en los informativos. 

Cuando se altera el curso de los ríos también hay daños colaterales y así sucede cada vez que se permite la manipulación inescrupulosa de la naturaleza.

Mientras se siga sosteniendo cómo válido el consumismo como motor de progreso creo que seremos un número más en la estadística de especies extinguidas.








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