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miércoles, 5 de mayo de 2010

Fraudes en la industria alimentaria

Lo que empezó como un simple experimento de estudiantes, terminó aportando más pruebas en contra de los alimentos procesados. Esto porque el trabajo de dos jóvenes, Brenda Tan y Matt Cost, destapó el nivel de fraude que existe en Estados Unidos (y por extensión en el resto del mundo) alrededor de la industria alimentaria.

Todo comenzó cuando ambos jóvenes en embarcaron en un proyecto de ciencias en conjunto con la Universidad de Rockefeller y el museo de Historia Natural de Estados Unidos cuyo objetivo era trabajar con un método para analizar el ADN de plantas y animales de forma rápida, pero sobretodo económica. Esta idea se denomino “código de barras genético”.
Sin embargo los resultados asombraron a todos los involucrados, ya que se descubrió, sólo como un inicio, que la isla de Manhattan es un verdadero Zoo al recolectar muestras de 95 especies diferentes de animales.  Pero esta no fue la noticia más relevante, ya que se descubrió algo mucho más grave que puede afectar de manera importante nuestra salud.

De 66 muestras de productos alimenticios procesados, 11 no tenían lo que señalaba la etiqueta del envase. Se descubrió por ejemplo que un fino queso, aparentemente producido con leche de oveja, en realidad tenia leche de vaca. También se descubrió que un caviar de esturión en realidad procedía de un pez común, llamado tiburón seco, o que alimentos de perro hechos con carne de venado, en realidad tenían carne de vaca. Esto tiene dos aristas preocupantes: el fraude y el peligro a la salud, al contener productos no señalados y que podrían causar alergias en algunas personas.

Los involucrados en el proyecto reconocieron que en base a esto no se puede demostrar fraude (aunque el sentido común lo indica de manera clara), ya que pueden ser errores del proceso de fabricación. No obstante, en todos los casos siempre existe un factor común: El alimento que supuestamente contiene el producto, es reemplazado por uno de menor costo, lo que indicaría que detrás de estas maniobras existe un criterio económico para maximizar ganancias.  Lo interesante de este proyecto es que Mark Stoeckle, del Programa de Medio Ambiente Humano de la Universidad Rockefeller, ya había realizado una investigación similar en diferentes restaurantes con resultados similares, donde se detectaron varias irregularidades.

Esto nos muestra lo importante que es informarse sobre los productos que estamos consumiendo, y ni siquiera nos referimos a saber si están adulterados. Muchos de los productos procesados que encontramos en el supermercado tienen una serie de sustancias químicas que en general no se conocen y que son muy perjudiciales. Cosas como la Tartrazina, el Amarillo Crepúsculo, TBHQ, son utilizados comúnmente, pero muy pocos se cuestionan su uso, ya que en realidad no tienen ningún beneficio nutricional, sólo son usados como conservantes, o realzantes del sabor.

Existe una tendencia cada vez mayor a recomendar el consumo de alimentos naturales evitando aquellos que estén procesados, ya que su producción contamina más, y traen consecuencias a  la salud en el largo plazo, sobre todo por el exceso de azúcar y sal que contienen. Sobre Alimentos procesados, y su adulteración existe mucho paño que cortar, pero eso lo dejaremos para otro artículo.

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