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miércoles, 17 de junio de 2009

Jugar para ganar:
El principio del territorio

Antes de tener una discusión con su jefe, revea sus argumentos y los de él.
ANÓNIMO

No es novedad que, con frecuencia, uno se ve obligado a actuar según reglas hechas por otros. Has pasado y pasarás aún gran parte de tu vida jugando en territorio ajeno, en condiciones que muchas veces producen frustración y tensiones. Para alcanzar tus sueños y metas, debes aprender a trabajar y operar efectivamente en esas condiciones.

En algunos territorios es fácil funcionar, sobre todo cuando las reglas, los valores y el
ambiente son similares a los que habrías elegido tú mismo. Sin embargo, con más frecuencia te encontrarás desempeñándote en condiciones indeseables, que tú no hubieras escogido. Estás jugando en territorio ajeno cuando:

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trabajas para un jefe con el que no te entiendes, aun que te gusten el empleo y la empresa;
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mantienes una relación en la que exiges más de lo que la otra persona está dispuesta a dar, pero no estás dispuesto a cortar el vínculo;
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pagas impuestos por Seguridad Social aunque te sientas socialmente seguro;
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te ves obligado a tratar con reglamentos tales como:

-limitaciones a la construcción
-impuestos a las ganancias
-sindicatos;
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perteneces a un club o un grupo que te gusta, pero que está dirigido por gente autoritaria;
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tratas con un grupo de amigos que te gusta, pero que está dominado por alguien a quien preferirías no tener cerca;
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participas de una próspera sociedad comercial, en la que los socios discuten constantemente;
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asistes a una escuela o una universidad cuyas reglas te parecen arcaicas;
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vives con tus padres;
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vives con tus hijos;
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vives en una casa o un apartamento alquilados.

¿Te suena familiar? Todos los días te encuentras en ambientes controlados por otros. Si tratas de cambiar las reglas o hacer trampa perderás siempre, aun cuando creas tener razón. Si conduces siempre a veinticinco kilómetros por hora más de lo que permiten los límites, puedes salir con la tuya noventa y nueve veces de cada cien. Pero habrá una vez en la que debas pagar la infracción, porque los límites de velocidad han sido fijados por otros. Puedes enojarte o protestar por lo injusto del sistema, pero acabarás perdiendo. Tienes que pagar la multa y sufrir la correspondiente pérdida de tiempo y dinero.

Si insistes en luchar contra cualquier sistema dominado por otros, tarde o temprano perderás: puedes estar seguro.


Estrategia…
Para ganar en territorio ajeno, juega según sus reglas

¿Cómo saber si se está perdiendo cuando se juega en territorio ajeno? Es seguro que pierdes si te descubres pensando o diciendo:

No es justo...
Nadie puede obligarme a hacer eso...
No puedes hablarme en ese tono...
¿Qué hice yo para merecer esto...?

Cuando juegas en territorio ajeno y desobedeces las reglas o tratas de cambiarlas sin el acuerdo de quien las hizo, te condenas a perder. Si tu objetivo es dominar tu mente, tu vida y tu propio futuro, ¿cómo quieres operar efectivamente cuando, al parecer, no tienes voz ni voto en el asunto? La respuesta es sencilla: juega según las reglas, aunque no las hayas hecho tú.

Si ganar es progresar el máximo posible hacia tus sueños y metas, cuanto más tiempo y energía tengas disponibles para ese propósito, antes te será posible lograr lo que buscas. Luchando contra el sistema pierdes tiempo y energía. Tal vez tiendas por naturaleza a burlar el sistema y puede que triunfes, pero sólo a corto plazo. A largo plazo, perderás. Perderás credibilidad, autoridad, dinero, "imagen" y hasta el empleo o la relación afectiva. Cada vez que luchas contra un sistema que no puedes cambiar ni dominar, llevas las de perder. Si decides quedarte en territorio ajeno, sólo puedes ganar jugando según las reglas del lugar, te gusten o no.


Muchas veces, ganar y tener razón son cosas opuestas
Cuando trabajas a las órdenes de otro y quieres triunfar en tu empleo, experimentando la satisfacción de recibir ascensos y aumentos de sueldo, tu única estrategia posible es jugar según las reglas de la empresa o del jefe. Puede que las tuyas sean correctas o mejores, pero eso no tiene importancia. Tu objetivo es ganar. Y si ganar, para ti, es obtener ascensos y aumentos de sueldo, ganar credibilidad y obtener la confianza de "los de arriba", tendrás que obedecer reglas que tú no hiciste. Puedes escoger entre ganar o demostrar que estás en lo cierto, pero rara vez podrás hacer ambas cosas al mismo tiempo.

Apuesto a que alguna vez pensaste como pensaba yo cuando estaba en el mundo de las grandes empresas: uno cree que, en general, sabe más que sus jefes. Entre 1965 y 1971 fui empleado de una compañía llamada Genesco; por entonces era la más grande del mundo en fabricación de indumentaria, con operaciones por mil millones de dólares al año. Yo trabajaba en la división que diseñaba sistemas de computación y estaba convencido dc saber más que la gerencia.

Hoy en día, con más de quinientas personas a mis órdenes, sé que todos los subordinados tienen la misma idea y, muchas veces, están en lo cierto. Para mí, Genesco no podía hacer nada más inteligente que nombrarme gerente general de la empresa en el acto. Muy pronto les pondría todo en orden. El gran problema era que se lo decía a quien quisiera oírme. Y en el mundo de las grandes empresas, ese no es modo de ganarse el cariño de los superiores.

Me hice fama de empleado indomable. Si logré conservar el empleo fue porque era eficiente, pero nunca recibía los ascensos ni los otros beneficios que los acompañan; eso es lo que ocurre, típicamente, cuando fabricas tus propias reglas. Si la gerencia decía: "Para parecernos a los de IBM, todos usaremos camisa blanca", yo me ponía camisas de tonos pastel, sólo para demostrar que la regla era ridícula. Cuando el reglamento prohibió las patillas (¿recuerdas que en los años sesenta todo el mundo usaba patillas?), me las dejé crecer, naturalmente.

Estaba seguro de que no me despedirían, porque no podían prescindir de mí. Y no me despidieron. Así demostré que tenía razón: podía hacer las cosas a mi modo; pero estaba perdiendo y no lograba descubrir por qué. Me sabia talentoso, y a esa edad consideraba que sólo debía importar el talento. Sin embargo, la vida no funciona así. Por fin el jefe de mi jefe me lo explicó de esta manera: "En ti tenemos un vacío de credibilidad, Chuck".

Entonces comprendí, con toda claridad, cuál era la actitud general de la empresa para conmigo. Me había convertido en una molestia necesaria, no en un miembro del equipo. Estaba demostrando que podía torcer las reglas, pero por esa actitud perdía las cosas que más deseaba. Si quería ganar la partida, era preciso jugar según las reglas, aunque no me gustaran. Supe, con dolorosa claridad, que no tenía poder para cambiar las reglas. Mis únicas alternativas eran aceptar la situación tal como era o renunciar a mi empleo.

Tratar de cambiar las reglas en territorio ajeno es un juego que no puedes ganar; cada vez que lo intentes habrá un precio que pagar. Ese precio puede ser enojo, frustración, depresión o algo peor. Puede costarte tiempo, dinero, credibilidad y hasta tu empleo. Yo tuve que descubrir el modo de aprovecharme de esas reglas, en vez de luchar contra ellas.

Naturalmente, aun jugando en territorio ajeno puedes elegir. Puedes recoger tu pelota y volver a casa. Si no te gusta el jefe, puedes renunciar o pedir un traslado. Si la parte negativa de una relación pesa más que la positiva, puedes cortar esa relación. Si no te gustan los limites de velocidad, puedes dejar de conducir por esas rutas o no viajar más en auto. El hecho es que, aun en territorio ajeno, la decisión es tuya. Puedes elegir entre quedarte o irte.

Estrategia…
Acepta las reglas o cambia de territorio.
Yo elegí aceptar mi empleo y sus reglas tal como eran, en vez de como yo las deseaba. Me dije: "Bueno, gano cuarenta mil dólares por año (a valores actualizados). Desde ahora en adelante, consideraré que me pagan diez mil dólares anuales por hacer lo que sé y los treinta mil restantes por soportar todas estas tonterías". En cuanto adopté esa actitud, aceptando el hecho de que la empresa manejaría las cosas como se le antojara, pese a mi mejor criterio, mi relación con Genesco empezó a mejorar. En los dos años siguientes también mejoró mi situación económica. En menos de cuatro años estaba cobrando el doble, después de haber llegado casi a perder el empleo, y antes de cumplir los treinta años ascendí a los primeros peldaños de la plana gerencial.

Si ganar te interesa tanto como a mí, aprende esta lección: juega como parte del equipo o sal del equipo. Tu objetivo es ganar, y para ganar es preciso hacer todo aquello que te impulse rápidamente hacia tus sueños y metas. Siempre podrás, más adelante, cambiar de territorio. En 1971 decidí finalmente no continuar jugando al juego de las grandes empresas. Quería crear una empresa propia y manejar las cosas a mi modo. En otras palabras, delimité mi propio territorio y contraté a mis propios jugadores, que ahora juegan según mis reglas.

Aceptar o cambiar: esas son las dos únicas estrategias ganadoras. Punto. Cuando incorpores esta Estrategia de Exito a tus actividades cotidianas, descubrirás en tu vida cambios simples, pero importantes. Por ejemplo:

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No excederás el límite de velocidad ni en cinco kilómetros por hora;
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llegarás a tu trabajo a horario, todos los días;
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dejarás de quejarte de tu jefe y/o de la gerencia;
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no estacionarás en lugares prohibidos, con la esperanza de poder salir antes de que te multen;
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no falsearás tus declaraciones de ingresos y gastos para pagar menos Impuestos;
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no traicionarás a un amigo ni a un compañero de trabajo;
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no conducirás habiendo bebido;
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no conducirás tras haber expirado tu licencia;
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siempre devolverás las cosas que se te presten;
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no librarás un cheque sin tener fondos en la cuenta, pensando hacer un depósito antes de que el cheque llegue al banco;
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pagarás todas tus cuentas a tiempo;
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no esperarás a que el tanque de combustible esté casi vacío para llenarlo;
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dejarás de quejarte por las cosas que se hacen en los grupos a los que perteneces. Si quieres hacer un cambio, te pondrás primero en situación de poder hacerlo.

Si tratas de derrotar al sistema creando tus propias reglas, perderás cientos de horas y miles de dólares en el curso de tu vida. ¿A qué exponerte a esas pérdidas innecesarias? Cuando se respeta el reglamento no hace falta mirar por sobre el hombro para ver si alguien te observa. Eso es perder el tiempo, y lo único que se gana es que el cuello cruja.

Charles Givens, El poder de uno mismo

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