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miércoles, 18 de noviembre de 2009

CAPÍTULO 6 «¿Por qué no te retiras?»


Tokusan estudiaba zen con Ryutan. Cierta noche Tokusan visitó a Ryutan y le hizo muchas preguntas.
El profesor dijo:
-La noche se está haciendo vieja, ¿por qué no te retiras? De modo que Tokusan hizo una reverencia y, al abrir el biombo para salir, observó:
-Está muy oscuro afuera.
Ryutan le ofreció a Tokusan una vela encendida para orientarse, pero en cuanto Tokusan la tomó, Ryutan la apagó.
En este instante la mente de Tokusan se abrió.


Tokusan estudiaba zen con Ryutan. Cierta noche Tokusan visitó a Ryutan y le hizo muchas preguntas.

Lo primero que hay que entender: no puedes estudiar zen. Es imposible. Puedes estar en ello, pero no puedes estudiarlo, porque el zen, o dhyan, no es un objeto de estudio, es un modo de vivir. Depende de cómo vives. No puedes apropiártelo a través de escrituras, no puedes conseguirlo de nadie. Nadie te lo puede enseñar, no es algo que haya que enseñar. No es un conocimiento que pueda ser transferido de una mano a otra. Es un modo de vivir. Puedes dejarte ir hacia él, puedes fluir dentro de él, puedes ser vulnerable, estar abierto a él. Esta actitud es la misma que uno tiene que adoptar hacia un maestro.
No puedes estudiar, lo único que puedes hacer es permitir que te infecte. Es como una infección; si eres vulnerable, te contagiarás. Vivir con el maestro basta: abierto, sin luchar, simplemente estando con él. Habrá momentos en los que estarás en silencio..., puedes aprenderlo.
Esta historia dice: Tokusan estudiaba zen... En esto se equivocaba. Ninguna universidad puede ofrecerte un curso de religión. Lo ofrecen, pero lo que enseñan es todo menos religión. Puede ser una historia de la religión pero no es religión. Puede ayudarte a aprender el Corán, la Biblia, la Gita, pero no es religión. Quizás hablen de Jesús, Buda, Krishna, y aprenderás muchas cosas, pero te perderás lo verdaderamente fundamental, el núcleo propiamente dicho.
De modo que la primera cosa que hay que entender es que nadie te puede explicar lo que es el zen, lo que es dhyan. Puedes aprenderlo, pero nadie puede enseñártelo. He estado diciendo continuamente que hay discípulos y no maestros, porque un maestro no puede hacer nada positivamente, directamente. No puede dártelo, no puede enseñártelo. ¿Qué puede hacer? Si pudiera enseñar, podría haberlo dado; entonces un buda bastaría para iluminar todo el mundo. Pero han existido muchos budas y el mundo sigue como es. Directamente, no puede hacerse nada. Es algo tan sutil, tan delicado, que si lo transfieres, en la misma transferencia muere.

He oído decir que un sacerdote cristiano le estaba enviando una Biblia como regalo a cierto amigo. Había hecho un paquete precioso. Llegó a la oficina de correos y el funcionario de la ventanilla le preguntó:
-¿Hay dentro algo frágil? El sacerdote serió y dijo: -Sí, los diez mandamientos.
La religión es tan delicada, tan frágil, que ningún embalaje la puede proteger. En el momento en que la transfieres, ya está muerta. Vive de una vida interior. Vive en un Buda, en un maestro.
Éste no te la puede dar, pero tú puedes abrirte a ella.
Es como el sol que sale por la mañana: el sol no puede dar vida a una flor. ¡No! Pero la flor se abre a él, se ve enriquecida gracias al hecho de abrirse. Si sigue cerrada, el sol no puede hacer nada. El sol no puede llamar a la puerta, no puede llevar la luz, no puede llevar vitalidad y vida. iNo! El sol pasará inadvertido. Llega un buda: yo estoy aquí contigo, puedes abrirte. Pero si sigues cerrado, no puede hacerse nada. De modo que depende de ti, depende de ti absolutamente el que aprendas o no, y no se trata de estudio.
El estudio es algo muerto, intelectual. Aprender es algo vivo: no es algo de la cabeza, tiene que ver con el corazón. Aprendes con el corazón, estudias con la cabeza. Cuando estudias te conviertes en un gran erudito. Ve y observa a los grandes eruditos, todas las universidades están llenas de ellos, y no encontrarás gente más muerta que ellos. Están casi dentro de sus tumbas, ¡ya se han metido! Nunca han vivido; están tan obsesionados con las palabras que la vida les ha pasado de largo.
Pueden estar hablando del amor, pero nunca han amado. No se lo pueden permitir... es tan arriesgado; y saben tanto que no pueden dar este peligroso paso. Han hablado de meditación, leído sobre ella, pero nunca la han practicado. Es peligroso. Nada puede ser más peligroso. Y un erudito está siempre a la búsqueda de seguridad; seguridad en las palabras, en las doctrinas, en todas partes. No es un jugador, no puede arriesgar su vida. Y si no arriesgas tu vida no puedes aprender.
Este aprendizaje es del corazón, es igual que el amor. Por eso Jesús va repitiendo que Dios es amor. No significa, como han entendido, o malentendido los cristianos, que Dios es amante. Sencillamente significa que si quieres alcanzar a Dios, el método es el mismo que cuando quieres entrar en el amor. "Dios es amor" significa: el camino que conduce al templo del amor es el mismo que lleva al templo de Dios. No hace sino indicar el camino, pasa por el corazón, no por la cabeza.
Tokusan estudiaba zen con Ryutan, en esto se equivocaba. Ya el primer paso iba en la dirección equivocada, y cuando ocurre, todo lo que sigue será equivocado. Acuérdate siempre de dar el primer paso en la buena dirección. Si lo haces, ya habrás concluido la mitad del viaje, el viaje casi se habrá acabado. Porque si el primer paso es correcto, todo lo que sigue ocurrirá automáticamente; llegarás al destino. De modo que no vayas a un maestro para estudiar, ve para aprender. Si vas a estudiar, el maestro te enseñará, pero lo más importante no puede ser enseñado. Ve a aprender.
¿Y cuál es la diferencia entre ambas actitudes? Muchas diferencias: cuando vas a estudiar, quieres más conocimiento; cuando vas a aprender quieres más ser, no conocimiento. Cuando aprendes, tu ser crece. Cuando estudias, tu memoria crece. Cuando estudias sabes más, y más, y más; cuando aprendes eres más, y más, y más; y son dos cosas totalmente diferentes.
Un hombre puede tener una gran memoria, saber muchas cosas, y en el fondo de su ser, ser un mendigo absoluto, pobre, sin nada. Quizás se esté engañando a sí mismo porque cree saber muchas cosas, pero el saber no le servirá de nada... Si no eres, saber es fútil. Sólo ser sirve.
Si te estás muriendo, ¿qué se irá contigo, tu conocimiento o tu ser? ¿Quién te ayudará? ¿Qué será el puente? ¿Qué es lo que puedes llevar contigo más allá de la muerte? ¿Saber? El cerebro queda atrás, porque el cerebro es parte del cuerpo. Sólo te llevas el ser. Y nunca lo has mirado, ha seguido pobre, hambriento, nunca lo has alimentado.
El aprendizaje es del ser, el conocimiento pertenece sólo a la memoria, a la mente. Las universidades pueden darte conocimiento, los profesores pueden darte conocimiento, pero sólo un hombre iluminado te puede ayudar, y esta ayuda es indirecta, a ganar más ser. Tú puedes aceptar su ayuda, pero el hacerlo o no depende de ti.
Si vas a estudiar, has dado el primer paso en falso. Y el primer paso es muy importante, porque a la larga se convierte en el último. La semilla es muy importante; es el primer paso y se convertirá en el árbol. Puede necesitar muchos años para florecer, pero si has plantado la semilla equivocada, entonces ni siquiera un millón de vidas servirán de nada. Tokusan se equivocaba desde el mismo principio, estudiando.
Estudiando, le importaba más la escritura, no el maestro. iY qué estupidez! El maestro está vivo y tú estás obsesionado por la escritura. iCuando los diamantes están por todos lados, tú te agarras a piedras rojas, piedras de colores! El maestro está vivo y a ti te importan las palabras muertas.

Cierta noche Tokusan visitó a Ryutan y le hizo muchas preguntas.

Un hombre que está con un maestro para estudiar siempre tiene preguntas que hacer, porque así es como uno estudia. Planteas preguntas para conseguir respuestas, y entonces puedes ir coleccionando las respuestas y te vuelves más erudito.
Un hombre que no va tras el estudio, sino tras aprender, sólo tiene una pregunta, no muchas. Y recuerda: muchas cuestiones no pueden ser contestadas, sólo una puede serlo. Muchas no pueden ser respondidas, porque si eres de la clase de hombre que hace muchas preguntas, cada respuesta que se te dé originará en ti muchas más dudas; eso es todo. Cada solución te planteará muchos más problemas.
Te acercas a mí y preguntas: «¿Quién creó este mundo?». Y si digo «Dios», empiezas a preguntar sobre él: «¿Quién es este Dios? ¿Y por qué creó el mundo?». Y si digo: «Por esto», entonces preguntas... Cada respuesta originará muchas más dudas.
Pero si tienes una sola pregunta... aunque esto es muy difícil. Sólo un hombre muy sabio hace la única pregunta. Cuando llegues a la pregunta única, ya te has hecho maduro -porque muchas preguntas muestran tu curiosidad, una pregunta muestra que tu ser ha llegado a una conclusión-. Ahora está sobre el tapete: si esta cuestión es resuelta, todo está resuelto. Es una cuestión de vida o muerte.
Hacer una pregunta significa que has concentrado tu ser en un punto. Hacer una sola pregunta quiere decir que ya eres una unidad. Y cuando eres una unidad, se te puede dar una respuesta; si no es así, no estás preparado. Y ningún maestro va a malgastar su tiempo y energía contigo si estás haciendo muchas preguntas. ¡Haz una sola!
Primero averigua la única pregunta que importa. ¡No vayas a la periferia, ve al centro! En la periferia pueden haber muchos puntos sobre los que preguntar, pero en el centro sólo hay uno. Y cuando estás en la periferia te mueves en círculo; una pregunta llevará a otra, otra llevará a otra, y sigues así ad infinitum.
Pero en el centro sólo hay una pregunta. Y ésta puede ser respondida incluso sin responder; si has llegado a la única pregunta, el maestro te puede mirar y la pregunta quedará respondida. El maestro te puede tocar y la pregunta será respondida. Porque cuando estás tan concentrado, cuando estás tan intensamente vivo, tu llama brilla, tu mente está clara, no llena de nubes, sólo el sol, no millones de nubes, estás despejado, todo es definido, claro, brillante, una simple mirada puede bastar; un simple toque puede ser suficiente. Pero si tienes muchas preguntas, aunque el maestro te vaya dando respuestas, nada va a pasar.

Cierta noche Tokusan visitó a Ryutan y le hizo muchas preguntas.

Estas historias zen son tan bellas, que cada una de las palabras está llena de significado. Cierta noche, no por la mañana, sino en la oscuridad. Por la mañana haces una sola pregunta, por la noche haces muchas preguntas. Por la mañana estás despejado, fresco, joven. Por la noche estás viejo, podrido. Por la noche estás en la oscuridad, tanteando. Aunque llegaras a la puerta, no serías capaz de verla. Aunque la respuesta sea dada, no será entendida.
La mente es la oscuridad del alma, es la noche del alma. Pero tú crees mucho en la mente; no te da nada excepto promesas, pero crees en ella. Te da promesas, para esto es maravillosa -va prometiendo.

He oído contar que en cierta ocasión el Mulla Nasrudin volvió a su casa muy, muy tarde, por la noche. Llamó a la puerta, la mujer preguntó:
-Nasrudin, ¿qué hora es?
Él dijo, como si nada:
-Es muy pronto, sólo las once quince.
La mujer dijo:
-No me engañes. Acabo de mirar el despertador. No son las once quince, son las tres quince. Toda la noche ha pasado.
Él dijo:
-Un momento. ¿Haces caso de un asqueroso despertador de veinte rupias, en lugar de hacer caso de tu amado marido? ¿Qué clase de matrimonio es éste? ¿Qué clase de mujer eres tú?

Tú siempre haces caso de una asquerosa mente de veinte rupias que compraste en una tienda de mentes de segunda mano -¡ni siquiera es tuya!-. Ha pasado por muchas manos, miles de veces. ¿Qué hay de nuevo en tu mente? Todo es viejo, usado. ¿Qué es fresco en tu mente? ¿Qué hay de original en ella? Todo es de prestado. Y cuando un hombre compra un coche viejo, usado, piensa millones de veces si comprarlo o no. Tú nunca piensas en la mente, que ha sido usada por muchos. Cada uno de tus pensamientos es tomado de prestado, es viejo, basura; muchos los han conocido. Pero sigues creyendo en ella, porque esta mente ha aprendido un truco, y este truco es cómo prometer. Va prometiendo: «Te daré todo. ¿Necesitas a Dios? Te daré a Dios, espera tan sólo. Haz esto y lo otro. Esfuérzate, espera y reza, y lo conseguirás». Siempre pospone. Dice: «Sucederá mañana»... Y mañana nunca llega. Mañana no puede llegar -todo cuanto llega es siempre hoy, y todo cuanto hace esta mente es transferir todo a mañana-. Te promete; todo está en el futuro. Sea el cielo, sea Dios, o moksha, o nirvana, siempre te promete "en el futuro".
La meditación, el zen nunca te prometen nada. Simplemente te dan aquí y ahora. La mente consiste en postergar, dice: «Sucederá. Sucederá gradualmente. Ve poco a poco. No tengas prisa, en este momento no puede hacerse nada». La mente dice: «Se necesita tiempo. El camino es largo. Hay que hacer mucho, y si no lo haces, ¿cómo vas a conseguirlo?». La mente siempre divide medios y fines.
En realidad, no hay división. Cada paso es el fin, y cada momento es nirvana. El presente es todo cuanto existe. El futuro es la cosa más ilusoria, es una creación de la mente. Pero tú crees en la mente, y es realmente maravilloso, ini siquiera te desanimas!

He oído contar que un hombre compró un coche viejo, usado. Y al cabo de dos semanas volvió a la misma tienda y le preguntó al vendedor:
-¿Eres el mismo que me vendió este coche?
El hombre dijo:
-Sí -pero se sintió un poco asustado y aprensivo, porque sabía qué tipo de coche había vendido.
El que había comprado el coche dijo:
-Entonces dime de nuevo las mismas cosas que me dijiste antes de venderme este coche. Estoy tan desanimado. Dame un poco de ánimos; iré viniendo, sólo para que me animes.

Tú ni siquiera te desanimas por lo que te dice la mente. Sigues escuchándola. Y la mente es lo oscuro, la parte oscura de tu ser, donde no entra la luz. Es la noche.
De modo que está bien:   

Cierta noche Tokusan visitó a Ryutan y le hizo muchas preguntas. El profesor dijo...

No le contestó. No le contestó ni siquiera una pregunta. Solamente escuchó las preguntas.

El profesor dijo: «La noche se hace vieja, ¿por qué no te re tiras?».

¡Fíjate! Tantas preguntas le había hecho y el profesor simplemente dijo: «La noche se hace vieja, la oscuridad crece. Te metes en una parte de la mente más y más oscura». La noche se está haciendo vieja, ¿por qué no te retiras?
Ésta es la única respuesta para tantas preguntas. ¿ Por qué no te retiras?
Tú eres la pregunta y el creador de la pregunta. Tú, el ego, la mente, tú eres la enfermedad. ¿Por qué no te retiras? Muchas preguntas habían sido hechas, una sola respuesta ha sido dada, y aun ésta no puede ser entendida, porque la persona que hace muchas preguntas no puede entender una respuesta. Su mente no puede comprender nada que pertenece al uno. Sólo puede entender lo múltiple. "Múltiple" está siempre fuera, "Uno" está siempre dentro, porque el centro está dentro de ti, y la periferia está afuera.
El maestro dijo una de las cosas más bellas: «La noche se está haciendo vieja, ¿por qué no te retiras? Ya es hora de que te retires». Parece poco importante. Debería haber contestado las preguntas... Ha contestado, porque dice: «Por favor, retírate».
Si estás ahí, las preguntas seguirán llegando. Las preguntas llegan a la mente como las hojas a los árboles. Y tú vas regando el árbol, y las hojas van llegando. Naturalmente, las hojas viejas caerán y las nuevas llegarán. De modo que el maestro puede contestar una pregunta: la vieja se irá, pero la nueva llegará y será reemplazada a su vez. Y una nueva pregunta es peor, porque de la antigua ya estás harto de ella. La puedes descartar. Has vivido bastante con ella. Pero una pregunta nueva es otra vez como una esposa nueva -otra vez estás enamorado, otra vez empieza el romance, otra vez la poesía y otra vez toda la tontería-. Un pensamiento nuevo es más peligroso que el viejo, porque ya estás harto del viejo, ya estás aburrido de él, lo quieres echar. Por eso Buda, o Ryutan, o personas así, nunca responden a tus preguntas. No quieren darte nuevos refugios para la mente. No quieren darte nuevos sustitutos de lo viejo.
Buda acostumbraba decir: «No preguntes si quieres que se te conteste. Cuando no preguntes, te contestaré. Si preguntas, la puerta estará cerrada».
A los recién llegados, Buda les decía: «Durante un año quédate conmigo sin preguntar nada. Si preguntas, no se te permitirá vivir conmigo, tendrás que irte. Durante un año limítate a estar callado». Y no es cuestión de preguntar ostensiblemente. Buda sabe..., si vas preguntando por dentro, lo sabe.

Sucedió que un día Mahakashyapa estaba sentado allí. No había preguntado nada. Gran discípulo de Buda, había llegado hacía unos pocos meses y Buda le había dicho que se mantuviera en silencio durante un año, sin preguntar nada. Unos cuantos discípulos estaban sentados allí. De pronto, Buda preguntó:
-Mahakashyapa, ¿has preguntado?
Así que el discípulo dijo:
-No he dicho nada.
Y los otros también dijeron:
-No ha dicho nada.
Buda dijo:
-Observa por dentro. Has preguntado. Has roto la promesa. Y Mahakashyapa miró, hizo una reverencia y dijo: -¡Lo siento!
Había preguntado. No había preguntado de manera que pudieras oírlo, pero en el fondo había habido una pregunta. Aunque no lo digas en voz alta, si la mente pregunta, has preguntado, porque el pensamiento es una acción sutil. Se hará visible tarde o temprano. La burbuja esta ahí, saldrá a la superficie. Puedes reprimirla, pero no puedes engañar a un buda.
¿Cuándo se te puede permitir preguntar? Cuando no hay pregunta. Esto parece paradójico; si no hay pregunta, ¿qué vas a preguntar? Sólo entonces planteas la pregunta única, y no es necesario articularla. Todo tu ser se convierte en una pregunta, una búsqueda, una interrogación. Y cuando estás ante un buda, todo tu ser transformado en una interrogación, una sed, un hambre hondo, tan hondo que no existes, sólo existe el hambre, entonces el buda puede alimentarte, entonces puede ser dada la respuesta. Si no es así, todo cuanto diga Buda, parecerá poco importante -y estas historias zen son muy poco importantes.
Hay millones de historias zen que carecen absolutamente de importancia. Preguntas sobre A y el maestro habla de Z: ¡ninguna relación! No sabemos qué preguntas hizo Tokusan. Sólo sabemos una cosa: el profesor, el maestro, no las contestó. Simplemente dijo: «Tokusan, la noche se está haciendo vieja, ¿por qué no te retiras?». Y esto es todo lo que es el zen. Sólo de esto se trata el zen: ¡retírate!
¿No estás bastante cansado de la mente? ¡Pues retírate! ¿No ha hecho bastante la mente? ¿No ha creado bastante caos en ti? ¿Por qué te aferras a ella? ¿Qué esperanza, qué promesa hace que no quieras desasirte de ella? Te ha estado engañando continuamente. Decía: «Aquí, en este fin, en esta posesión, en esta casa, en este coche, en esta mujer, en estas riquezas, está todo». Y fuiste y cuando lo conseguiste, nada llegó a tus manos excepto frustración. Cada expectativa te llevó a una frustración. Cada deseo se convirtió al final en un asunto penoso, trajo una tristeza.
Y esta mente te ha estado prometiendo y prometiendo; ninguna promesa ha sido cumplida, pero nunca le dices a la mente: «Tú, mentirosa, ¡alto!». Tienes miedo de decir algo así.

Sucedió en cierta ocasión que el Mulla Nasrudin salió de la taberna del pueblo y el nuevo cura, que pasaba por la carretera le vio y le dijo:
-Nasrudin, eres un hombre religioso. ¿Qué veo? ¿Sales de semejante sitio? Hijo mío, la bebida es del diablo. Así que cuando el diablo te invite de nuevo recházalo. ¿Por qué no lo rechazas?
-Reverendo -dijo Nasrudin-, quisiera rechazarlo, pero el diablo puede ofenderse y quizás no me vuelva a invitar.

Éste es el problema. Quisieras rechazar a la mente, porque nunca ha cumplido sus promesas, pero tienes miedo -la mente puede ofenderse, no volverá a prometer-. ¿Y qué...? No puedes vivir sin promesas, no puedes vivir sin esperanza, éste es el mecanismo.
Si no estás dispuesto a vivir sin esperanza, no puedes volverte religioso. Aun tus llamadas religiones no son sino esperanzas creadas por la mente. ¿Estás dispuesto a vivir sin esperanza? ¿Estás dispuesto a vivir sin futuro? En este caso simplemente no es necesario que te retires; la mente se retira por sí misma. Entonces no te agarras a ella. Pero tienes miedo, la mente puede ofenderse. Y la mente es el diablo y puede no volver a ofrecer, ¿qué harás entonces?
La gente se acerca a mí, piensan que su búsqueda es religiosa, pero su búsqueda sigue siendo mental. Todavía van por los valles oscuros de la mente, continúan escuchándola, están esperando. Esperan en el dinero, y fracasan; esperan en el sexo, y fracasan. Han esperado en muchas, muchas cosas, y han fracasado. Ahora esperan en la meditación, en un maestro, pero sigue habiendo esperanza. Y recuerda bien: si esperas en mí, me perderás. No puedo satisfacer tus esperanzas.
¿Por qué no abandonar la esperanza? ¿Por qué esperas? ¿Qué fundamento tiene tu actitud? El descontento se convierte en esperanza; éste es el disfraz. Como aquí y ahora estás tan descontento, tan desgraciado, necesitas alguna esperanza en el futuro. Esta esperanza te ayudará a seguir. De alguna manera puedes tolerar el presente; gracias a la esperanza, puedes hacerlo..., la esperanza te anestesia. El presente es miserable, doloroso; la esperanza es alcohólica, es una droga, te hace lo bastante inconsciente como para poder tolerar el presente.
La esperanza significa que aquí y ahora hay descontento. ¿Pero has observado alguna vez el fenómeno globalmente? ¿Por qué estás descontento aquí y ahora? ¿Por qué? Porque en el pasado tuviste esperanzas, por eso estás descontento aquí y ahora. Este hoy, ayer era mañana. Ayer tenías esperanzas en el hoy, porque entonces era mañana. Ahora esta esperanza no está satisfecha, por lo que te sientes triste, frustrado. Y para ocultar esta tristeza, para pasar de alguna manera el día de hoy, estás de nuevo esperando en el mañana.
Te encuentras en un agujero, y éste es de unas dimensiones tales que te será muy difícil salir de él. Mañana sucederá lo mismo: estarás frustrado, porque la mente puede prometer, pero nunca puede cumplir. De no ser así, no habría necesidad de meditación: en este caso Buda era un tonto meditando.
Si la mente puede satisfacer, entonces todos los meditadores son unos tontos, entonces las personas iluminadas son unas estúpidas. Porque la mente no puede satisfacer... cuando llegan a entender el mecanismo completo, y toda su miseria... Éste es el mecanismo: ayer la mente te prometió que algo te sería entregado mañana. Ahora ha llegado el mañana, es hoy, y la mente no te ha dado nada; estás triste, tus expectativas están frustradas. Ahora la mente dice: «Mañana entregaré». La mente promete otra vez. ¿Y qué clase de estupidez es ésta, que vuelves a escucharla? Y mañana el mismo mecanismo se repetirá; es un círculo vicioso.
Escuchas a la mente, te pones triste. Si no fuera así, ¡este hoy sería el paraíso! Y no hay otro paraíso, este hoy es nirvana. Si no hubieras escuchado a la mente... No la escuches y dejarás de estar triste; porque la tristeza no puede existir sin expectativas y esperanzas. Y cuando hay tristeza necesitas más esperanzas para ella, para ocultarla y vivir como sea. Vive sin esperanza; entonces serás un hombre correcto, entonces te has retirado.
Las palabras son preciosas. El maestro dijo: «La noche se está haciendo vieja, ¿por qué no te retiras?». ¿No has tenido bastante esta noche? ¿Todavía no has oído y escuchado a esta mente lo suficiente? Sal de ella. No la escuches más. ¡Retírate!
Pero Tokusan no le entendió, porque un hombre que tiene tantas preguntas no puede entender la respuesta. Movido por su compasión, Ryutan le dio la respuesta, pero el discípulo no le entendió; los eruditos nunca entienden.
¿Qué pensó? Pensó en la noche de fuera... pero no se trataba en absoluto de esto. Los maestros nunca hablan del exterior, siempre hablan del interior. El maestro estaba hablando de la oscura noche interior, y el discípulo pensó: «Sí, la noche se está haciendo vieja». Miró afuera, miró a la periferia. El maestro estaba hablando del centro, estaba usando el lenguaje del interior, y el discípulo entendió el lenguaje del exterior. Y el lenguaje del interior no puede ser traducido al lenguaje del exterior. No, no hay modo de traducirlo. O lo entiendes o no lo entiendes: no puede ser traducido.
El hindi puede ser traducido al inglés, el inglés al chino, pero la religión no puede ser traducida a ningún lenguaje. Lo interior no puede ser traducido al exterior. ¿Por qué el chino puede ser traducido al inglés? Porque ambos pertenecen al exterior, ambos existen en la periferia.

-¿Por qué no te retiras? -dijo el maestro.
De modo que Tokusan hizo una reverencia y, al abrir el biombo para salir, observó:
    -Está muy oscuro afuera.

Entendió; en realidad pensó que había entendido. Hizo una reverencia: «Sí, es demasiado tarde, y la noche se está haciendo más y más oscura y demasiado vieja, y es hora de irse a dormir».
Lo que el maestro quería decir era: «Es hora de despertar». Para el hombre que conoce lo interior, "retirarse" significa que es hora de salir de tu sueño, de tu mente, porque la mente es el sueño.
¿Has oído hablar de la enfermedad del sueño? La mente es esta enfermedad, es un sueño profundo. Incluso cuando estás despierto no te permite estar despierto; te mueves bajo una profunda hipnosis, es un sonambulismo. Haces las cosas como una máquina automática, mecánica. Eres como un autómata; comes, hablas, haces cosas, eres eficaz, pero no pienses que estás despierto. No lo estás. Tienes muchos tipos de sueño: a veces duermes con los ojos cerrados, otras con los ojos abiertos. Duermes en la cama, en el templo, en la calle. A veces estás durmiendo en la tienda. En ocasiones duermes mientras haces cosas, otras veces duermes sin hacer cosas. Duermes con sueños y también duermes con pensamientos, pero continúas tu sueño.
Por la mañana no te despiertas. Por la mañana empieza una nueva clase de sueño con los ojos abiertos. Los sueños flotan, y los pensamientos continúan y tú realizas el ritual. Para el ritual diario no se necesita despertar. Por eso a nadie le gusta que cada día sucedan cosas nuevas, porque cuando ocurren cosas nuevas, tienes que despertar. Con las cosas viejas, con una rutina, puedes ir dormido, no hay necesidad de despertar. En una vida de setenta años, si has estado despierto siete momentos, puede considerarse que es mucho. Por eso cuando Siddharta Gautama se despertó le llamaron Buda, "el despierto". Porque es un fenómeno tan raro el estar despierto.
El maestro quería decir: «Retírate de la mente, para poder despertar». Y el discípulo entendió: «Cierto, afuera está muy oscuro, tengo que irme a dormir ahora. Tengo que retirarme». Así es como la verdad, cuando es dada por un maestro, es distorsionada en la mente del discípulo.
De modo que Tokusan se inclinó... sólo para agradecer al maestro que ha observado correctamente que la noche está muy avanzada... y al abrir el biombo para salir, observó: «Está muy oscuro afuera».
Ryutan ofreció a Tokusan una vela encendida..., el maestro ofreció una vela encendida al discípulo... para que encontrara el camino. Pero en el momento en que Tokusan la cogió... y estaba a punto de salir... Ryutan la apagó.
En este instante la mente de Tokusan se abrió.
    ¿Qué ocurrió? Ryutan ofreció a Tokusan una vela encendida. Dijo: «Muy bien, afuera está muy oscuro, de modo que toma esta vela encendida para ver el camino».
Para el exterior pueden ofrecerse velas, no para el interior, porque ¿cómo vas a meter una vela dentro? Para el interior, no se puede ofrecer ninguna vela desde el exterior. El maestro no puede darte la luz que te iluminará por dentro.
De hecho, dentro la luz ha estado siempre encendida. Está ahí, pero sigues mirando afuera. Cuando miras adentro, encuentras ahí la luz. Siempre ha estado ahí. Nunca te ha fallado ni un solo instante. No puede fallarte. Es tu Tao, tu naturaleza, tu mismo ser. No es preciso ofrecer vela alguna para tu interior, y no puedes meter ahí ninguna vela. Pero para fuera sí que pueden ofrecerte velas. Así que recuerda: todos cuantos te den algo para tu camino, todas estas velas pueden ser sólo para fuera. Iluminarán tu camino en el mundo, pero nunca en Dios.
Al ver que el discípulo no entendió, el maestro lo intentó otra vez. Creó una situación muy rara: ofreció a Tokusan una vela encendida. El discípulo estaba haciendo muchas preguntas y, sin embargo, el maestro no le ofreció ni una sola vela para el interior, no le dio ni una sola respuesta. Simplemente dijo:
«iRetírate!». Si está oscuro afuera, se puede hacer algo, se te puede ayudar. Si tu cuerpo está enfermo, puedes encontrar un doctor; pero si tu alma está enferma, ningún doctor puede servir de nada, en este caso tienes que hacer algo tú. Entonces el maestro sólo puede llevarte hasta el punto en que tienes que hacer algo, porque dentro nadie puede penetrar, excepto tú. Porque en el templo más íntimo de tu ser, ¿cómo puede penetrar alguien? No hay espacio allí, sólo tú existes en tu soledad total. Por eso Mahavira dijo que ni siquiera el amor puede entrar allí. Estás totalmente solo. Mahavira utilizó una palabra para la liberación total, para la salvación definitiva; esta palabra es kaivalya que significa soledad absoluta. En tu ser más íntimo estás totalmente solo, nadie puede entrar allí. Ni siquiera un maestro. Si alguien puede entrar, entonces es el exterior, no es el núcleo más íntimo. En el centro de un círculo sólo puede haber un punto, no dos. Si hay dos, todavía no es el centro. Entonces todavía hay alrededor una pequeña periferia.
Estás solo en tu ser más profundo. El maestro te puede ayudar a darte cuenta de este hecho, y una vez lo sabes, toda enfermedad interna desaparece. Cuando aceptas tu total soledad estás liberado; deja de existir apego, el amor puede fluir. En realidad, sólo en ese momento puede fluir el amor, porque entonces el amor no es una dependencia, tú no dependes del otro. Si eres dependiente del otro, entonces también estarás en contra de él, porque todo cuanto te hace dependiente es el enemigo, no puede ser el amigo. Por eso los amantes se pelean continuamente, porque el amante es el enemigo. Te has vuelto dependiente, no puedes vivir sin el otro, tu libertad ha sido destruida, y todo amor que destruye la libertad se convertirá, tarde o temprano, en odio.
Sólo el amor que te da más libertad nunca se convertirá en odio, será eterno. Por eso sólo un Jesús, un Buda, pueden amar eternamente. No hay cambio de clima, la misma armonía continúa. ¿Por qué? Porque un Buda o un Jesús han alcanzado la soledad total y han aceptado este hecho. Y esto es tan bello... Estar totalmente solo, como un Everest.
En la cima, estás solo. En el núcleo, el ser más íntimo, estás solo. Cuando lo has aceptado, el amor puede fluir como un Ganges, ya no hay problema, ya puedes amar sin ninguna condición. Ya puedes amar sin volverte dependiente, o sin hacer que nadie dependa de ti. Ahora ya el amor puede ser una libertad.
Un maestro te ayuda a darte cuenta de tu total, definitiva soledad. La palabra soledad no es buena, porque lleva tristeza consigo, por tu culpa, no por culpa de la palabra. Debido a las viejas asociaciones, siempre te sientes triste cuando estás solo.

Sucedió una vez en Japón, que un maestro zen era un gran jardinero, un amante de la jardinería. Hasta el rey se sintió ce    loso de su jardín y cierto día alguien se acercó al rey y dijo:
-Ahora debes ir y ver.
A los japoneses les gustan mucho las campanillas y el hombre que habló al rey dijo:
-Nunca he visto flores semejantes, millones de ellas, todo el jardín del maestro zen está lleno de flores. Y su fragancia es tan buena. No te lo pierdas. Tienes que ir.
Era demasiado para el rey ir a ver el jardín de este pobre hombre. Tenía un gran jardín, cientos de acres de plantas, cientos de jardineros trabajando allí, ¿y tenía que ir y ver?
Pero el hombre le informó y dijo:
-Acaso no vuelva a suceder.
De manera que el rey dijo:
-Ve y di le que mañana por la mañana iré.
El maestro fue informado. A la mañana siguiente, el rey llegó con su corte, con sus generales, reina, príncipes. Toda la capital estaba tranquila, miles de personas se juntaron alrededor del monasterio. Y llegó el rey, miró y dijo:
    -¡Qué! Me dijeron que había millones de flores, y veo una sola campanilla en el jardín.
    El maestro zen dijo:
    -Sí, había millones, pero durante la noche las quitamos todas, porque creemos en el uno. Y ésta es la más bella de todas ellas, en una multitud te hubiera pasado inadvertida. De modo que las hemos quitado todas; sólo la mejor, la más bella, ha sido conservada para ti.
El rey se puso un poco triste. -Parece tan solitaria -dijo.
Y el maestro zen rió:
-No está solitaria. Está sola -dijo.

Recuerda esto: cuando llegas a tu centro más íntimo, no estás solitario, estás solo. Y esta soledad no es un vacío, es una plenitud. Esta soledad no está vacía, rebosa. Esta soledad no es un vacío, es el todo.
El maestro sólo puede hacer que te des cuenta de este hecho, que ya existe. No puede darte nada nuevo. Sólo te da lo que ya tienes, lo que ya eres, lo que ya has estado llevando dentro sin darte cuenta. Sólo te hace consciente de lo que es, de tu ser. Sólo te hace consciente de la verdad: el tesoro que está oculto allí y no has mirado.
Que eres un dios, es ya un hecho; el maestro simplemente te hace consciente de este hecho. No es un logro.
Ryutan ofreció a Tokusan una vela encendida. Dijo: «Muy bien. Si no puedes mirar adentro y la oscuridad en la que vives, la oscuridad de la mente... Hablo del interior y miras afuera; si éste es tu enfoque, te daré una vela».
Le dio una vela encendida para encontrar el camino, pero en el instante en que Tokusan la cogió... y se iba a ir, bajando del templo del maestro, Ryutan la apagó.
¡De repente, oscuridad! Con la vela encendida había luz. Ni siquiera había sido entregada e inmediatamente fue apagada, de repente se hizo la oscuridad.
    En este momento... ¿qué ocurrió? La mente de Tokusan se abrió, se iluminó.
    ¿Qué ocurrió en este instante? Muchas cosas sucedieron simultáneamente. Ocurrieron en un solo instante. No se perdió el tiempo. Aquí se apagó la vela; allí, inmediatamente, el discípulo se iluminó.   
¿Qué pasó? Una cosa: de repente se dio cuenta de que el maestro no estaba hablando de la oscura noche exterior. Por eso había apagado la vela, para indicar que esta vela no servía. Estaba hablando del interior, de la oscura noche interior. No estaba diciendo ve, retírate y ve a dormir. Quería ponerle alerta y consciente. Y cuando la luz de repente se apagó, su mente de pronto se detuvo. No lo podía concebir..., era tan impredecible. El maestro le dio la vela y entonces la apagó.  ¡Era tan absurdo! ¿Por qué dársela entonces? Era tan contradictorio, que por un momento la mente no pudo pensar, porque la mente no puede pensar cuando hay una contradicción. Muchas veces te doy la vela y la apago de inmediato. Digo una frase y la contradigo a continuación, para que tu mente no pueda pensar nada acerca de ella, no pueda resolverlo. Si tu mente puede resolverlo, la oportunidad se ha perdido. Era tan contradictorio: la noche era oscura y el maestro le daba una vela, y cuando estaba a punto de irse, la apagó. ¿Qué significa esto? ¡Es tan inconsistente!
Las personas iluminadas son siempre inconsistentes. La consistencia es siempre de la mente; puedes encontrar un pensador consistente, pero no hallarás un buda consistente. A cada instante se comporta de forma nueva, porque no se comporta de acuerdo con el pasado, responde al momento presente. Y era tan accidental que la mente no pudo resolverlo y de pronto todo se oscureció.
El discípulo entendió una cosa, que el maestro no estaba hablando del exterior. No estaba hablando de la noche de fuera, hablaba de la noche de aquí, de la de dentro. Le dio la vela y entonces la apagó. Estaba diciendo que dentro no hay ayuda posible. Tienes que avanzar tú mismo en tu oscuridad, estas velas no servirán. Nadie puede ser un guía allí, sólo te pueden dar indicaciones...
Se dice que Buda dijo que los budas sólo muestran el camino, tienes que andar, no pueden ir contigo. Si van contigo, te volverás dependiente de ellos, y se convertirán en tu mundo y en tu apego. No pueden ir contigo. Y es inherentemente, intrínsecamente imposible para alguna otra persona llevarte hasta tu centro. Puede indicarte el camino. Los budas sólo señalan el camino; tú tienes que caminar.
De repente oscureció. La mente se detuvo. La mente no lo podía concebir, la mente no podía entender este comportamiento inconsistente. Hubo un intervalo, una discontinuidad en la mente y este intervalo se convirtió en meditación. De pronto su mente se abrió. Cuando la mente no puede funcionar, cuando la mente encuentra algo imposible de reconciliar, de resolver, la mente se para.
Si la mente puede encontrar la lógica, continúa. De manera que un maestro tiene que ser ilógico debido a tu mente; sólo entonces son posibles los intervalos. En este instante se comporta de cierta manera, y en el próximo se contradice a sí mismo. En este instante dice algo, en el próximo dice algo completamente opuesto. No puedes hacer con ello un sistema.
Por esta razón cuando murió Buda aparecieron muchos sistemas, porque todos empezaron a crear sistemas propios. Pero Buda era un hombre inconsistente, no era un hacedor de sistemas, de modo que había millones de contradicciones. Así que todo el mundo empezó a trabajar y ahora los budistas tienen muchas filosofías en las que se han dejado fuera las contradicciones para hacer un todo consistente.
Pero cuando dejas fuera las contradicciones, dejas fuera al mismo Buda, porque él estaba en sus contradicciones, en los intervalos. Estaba produciendo shocks a tu mente. Éste es un shock: Tokusan, en este instante, se puso alerta. No hubiera podido predecirlo. Si la mente puede predecir algo, no hay shock. Si yo repito esta historia contigo, que conoces bien la historia, si te doy una vela esta noche, y entonces la apago, nada ocurrirá, porque lo esperas.   
Así que un truco no puede ser utilizado otra vez; es imposible usarlo de nuevo. Por eso se necesitan siempre nuevos budas, porque los viejos budas... tu mente los ha absorbido, los conoce muy bien. Así que un nuevo buda acaso haga exactamente lo contrario. Puede darte la vela y no apagarla, y saldrás a la noche oscura con aquella vela, pensando continuamente: «¿Qué ocurrió? La historia parece incompleta». Un nuevo buda tiene que crear nuevos trucos, nuevos métodos, nuevas técnicas, porque tu mente es tan astuta: cuando sabe, incorpora lo aprendido inmediatamente.
En ese instante la mente de Tokusan se abrió. Y cuando se abre la mente estás iluminado. La mente es una cerrazón, es una puerta cerrada. Y ser es una puerta abierta, es la única diferencia. Con la mente abierta eres un ser; con la mente cerrada eres sólo un pasado, una memoria, no una fuerza viva, viviente. Con la mente cerrada sólo puedes mirar afuera, porque ¿cómo puedes mirar adentro? La mente está cerrada, la puerta está cerrada. Con la mente abierta puedes mirar adentro.
Si miras hacia adentro, serás transformado totalmente. En cuanto hay un simple atisbo del interior, nunca vuelves a ser el mismo de nuevo. Entonces puedes ir, mirar afuera, moverte en el mundo; puedes ser un tendero, un oficinista, un profesor en un colegio, un carnicero, puedes ser cualquier cosa que antes fueras, pero ha cambiado la cualidad.
En el zen se dice que antes de que un hombre se ilumine los ríos son ríos, las montañas son montañas. Luego, cuando un hombre se convierte en un buscador, los ríos ya no son ríos, las montañas ya no son montañas; todo se confunde, un caos. Y cuando un hombre se ilumina, los ríos vuelven a ser ríos, las montañas vuelven a ser montañas. La gente del zen dice que un hombre iluminado vive como un hombre ordinario, no se diferencia exteriormente. Come cuando tiene apetito, duerme cuando está cansado, no hay diferencia exteriormente. Sólo la naturaleza del ser, la cualidad del ser ha cambiado: ahora la mente está abierta. Puede mirar afuera, pero permanece dentro. Puede entrar en el mundo, pero el mundo nunca puede entrar en él. Se queda en el mundo, pero el mundo ya no es parte de su ser. Puede hacer cuanto sea necesario, pero nunca está apegado. No es que sea indiferente, no, no está ni apegado ni indiferente. El mundo se ha convertido en un sueño, en un juego. Ya no es real, ya no es sustancial. Si por casualidad es un carnicero, seguirá siendo un carnicero; lo será hasta el final.
El zen dice que la mente ordinaria es la mente iluminada con una sola diferencia: la mente abierta, la puerta abierta, alerta, despierta. Se ha acabado el sueño. Ya no estás hipnotizado, ya no estás drogado. Estás alerta. Si intentas cambiar lo exterior demasiado, esto revela que todavía estás apegado. Si un hombre intenta desapegarse, esto revela apego. ¿Para qué preocuparse por el desapego si no estás apegado? Si un hombre huye de las mujeres, esto revela que el sexo es todavía su obsesión. De lo contrario, ¿para qué huir de las mujeres, si no  estás obsesionado?
Si un hombre evita el mercado, se va al Himalaya, sigue estando de alguna manera en el mercado, o el mercado está en él. Sigue estando asustado, y el miedo siempre revela que no has cambiado. De lo contrario, un hombre iluminado será tan ordinario como los demás. ¡Más ordinario que los demás!  ¡Extraordinariamente ordinario! ¿Por qué? Porque no es un exhibicionista. Puede ser tu vecino más cercano y puedes no llegar a conocerlo nunca, porque tú vas tras hombres extraordinarios.
Si un hombre permanece de pie durante años, tú irás..., viajarás muchas, muchas millas para verlo. Se convertirá en un peregrinaje, porque vas a ver a un hombre que ha estado en pie durante diez años. Puede ser una hazaña, pero no revela nada. Esto no hace más que mostrar una vez más un punto de vista egoísta, una exhibición. Puedes ir y hacer una reverencia ante un hombre que ha estado ayunando, porque tú no puedes ayunar. Este hombre lo ha conseguido y tú no puedes lograrlo. Te sientes inferior ante él. Le haces una reverencia porque en el fondo tú también querrías ser así: extraordinario. Querrías poderes, milagros, y este hombre lo ha conseguido.
Un hombre es un bramachari, célibe: sientes respeto, te sientes muy influenciado, impresionado, porque tú no puedes vivir sin una mujer, y este hombre lo ha hecho. Ha realizado el deseo que sientes en el fondo, el deseo de vivir sin una mujer, porque la mujer es la atadura. Sientes que ella crea una atadura a tu alrededor, que te posee. No puedes salir de esta frontera, tienes miedo de las mujeres.

Alguien le preguntó al Mulla Nasrudin cuando salía de la taberna:
-Nasrudin, ¿por qué te vas tan pronto hoy?
-Todos los días es un problema-dijo él-. ¡La mujer!
Y el hombre dijo:
-¿Le tienes miedo a tu mujer? ¿Eres un hombre o un ratón?
-Soy un hombre -contestó Nasrudin.
-Entonces, si eres un hombre, ¿por qué te vas tan pronto?, ¿y por qué estás tan seguro de ser un hombre?
-Estoy seguro, completamente seguro -dijo el Mulla-, porque mi mujer les tiene miedo a los ratones. Seguro que soy un hombre. Yo le tengo miedo a ella, y ella a los ratones. ¡Si fuera un ratón...!

La mujer, el marido, la familia, el trabajo, la responsabilidad, el mundo, todo se convierte en un lastre, una frontera a tu alrededor. Te sientes enjaulado, encarcelado. Y te inclinas ante un hombre que lo ha dejado todo, majestuosamente erguido, sin el lastre de la mujer ni los hijos, sin preocupaciones ni temores, porque tienes la sensación de que «este es el objetivo. Esto es lo que yo también quisiera lograr».
Pero este hombre es exactamente tu polo opuesto. Quizás se ha convertido en el ratón y tú eres todavía el hombre, la mujer quizás le tiene miedo, pero nada ha cambiado. Sólo es lo contrario. También está ocultando los mismos temores. También está ocultando la misma lujuria, pero ha invertido todo el proceso. Nada contra corriente, eso es todo, pero la corriente es la misma, la lucha continúa. Puede ser un luchador más grande que tú, o puede ser un luchador más estúpido que tú, porque la gente estúpida es siempre valiente, y pueden nadar contra corriente más fácilmente que los demás. Los idiotas pueden hacer cosas que los inteligentes normalmente no son capaces de hacer.
Los tontos pueden entrar en lugares donde hasta los ángeles temen ir. De manera que si ves a gente estúpida en vuestros monjes de los monasterios, en vuestros sannyasins, vuestros así llamados sadhus, es natural. Mira sus ojos, nunca verás la mirada de inteligencia, la claridad, la llama. Sólo verás gente estúpida, idiotas, torpes. ¡Sosos! Pueden hacer estas cosas más fácilmente. Pueden ponerse cabeza abajo, shirshasan, y estar así durante años, pero no han cambiado, la transformación no ha ocurrido.
El zen dice que la mente ordinaria es la mente iluminada. No vas a ninguna parte; el mundo ordinario es el paraíso. Aquí y ahora, todo está aquí. No tienes que ir a ningún sitio.
Si un hombre tiene la mente abierta, la esposa desaparece. No es que se vaya, que huya de la esposa, simplemente la esposa desaparece y un ser hermoso aparece. Cuando no hay esposa, hay un ser hermoso. Cuando conviertes un ser en una esposa, un marido, aparece la fealdad. Entonces hay un amigo, un bello amigo amante, porque las expectativas traen enemistad. Es tu mente, una mente cerrada, la que crea los problemas, no la esposa.
Por primera vez te das cuenta de la belleza del mundo..., todo es joven y fresco y vivo, ¡y Dios está aquí! Si crees que tu Dios está en alguna otra parte, sigues escuchando a la mente, porque éste es el lenguaje de la mente: «En otro sitio, otro sitio. Nunca aquí». Y él está siempre aquí. La meditación te revela en aquí y ahora. Y entonces la mente ordinaria se convierte en la más extraordinaria, y la vida ordinaria se convierte en la suprema, la superior. La única diferencia radica en una mente cerrada o abierta.
Cuando hay pensamientos, la mente está cerrada. Cuando no hay pensamientos, no hay nubes y la mente está abierta. Y cuando la mente está abierta, el viejo cubo ha caído, el agua se ha derramado, el reflejo ha desaparecido, ni agua, ni luna.
Basta por hoy.

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