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lunes, 30 de noviembre de 2009

LA MEDICINA DE LA ENERGIA: Meditación para limpiar los chakras


Esta meditación es obra de un norteamericano, devoto y estudioso de Satya Sai Baba que, en la actualidad, vive e imparte clases en la India. Debe realizarla en un lugar tranquilo, donde nadie le interrumpa, durante quince o veinte minutos.

1.  Siéntese en una silla o en el suelo, cierre los ojos y tome conciencia de los siete chakras por medio de la visualización, la sensación o la intuición. Vi­sualice, sienta o intuya que los chakras se abren como el objetivo de una cámara fotográfica.

2.  Sienta o intuya una bola de luz dorada, del tama­ño de una pelota de baloncesto, situada a un me­tro sobre su cabeza. Sienta o intuya un haz o una cinta de luz color pardo que se extiende desde su primer chakra o chakra fundamental hasta el cen­tro de la tierra; es la cinta que le conecta a la tierra.

3.  Mientras respira de forma natural y acompasada, inhale aire y sienta cómo la energía cósmica que proviene de la bola de luz dorada sobre su cabe­za se desliza a través del séptimo chakra, baja por su columna vertebral y penetra en su chakra fun­damental. Al mismo tiempo, sienta la energía te­rrestre que asciende a través de sus pies y sus pier­nas, y penetra en su chakra fundamental. Deje que las dos energías se encuentren y se imán en este punto.

4.  Contenga la respiración, tanto rato como le sea confortable y sienta cómo esta mezcla de energía limpia su chakra fundamental.

5. Exhale el aire y deje que la energía sucia se desli­ce por la cinta de contacto con la Tierra. Esto no ejerce un efecto negativo sobre la Madre Tierra, dado que ésta lo quema en ¡a lava ardiente de su interior

6. Repita el ejercicio, inhalando y exhalando tantas ve­ces como sea necesario hasta depurar el chakra por completo. Visualice o sienta el chakra desde todas las perspectivas: arriba, abajo, derecha, izquierda, delante, detrás, dentro y fuera; para cerciorarse de que ha quedado perfectamente limpio.

7. Cuando sienta que el chakra fundamental ha que­dado depurado, pase al siguiente. En primer lugar, comience inhalando de nuevo para dejar que se mezclen las dos energías en el chakra fundamen­tal. Luego, mientras contiene la respiración, tras­lade la mezcla de energías hasta el siguiente cha­kra que debe limpiar, y trabaje en ese punto inhalando y exhalando el aire varias veces. Con cada exhalación, la energía sucia se desliza hacia abajo por la cinta de contacto con la tierra.

8. Si siente que la energía de un chakra puede reci­bir la influencia de otra persona, viva o muerta, ro­dee el chakra con una luz blanca para protegerlo de dicha influencia, que en ocasiones adquiere la forma de ideas acerca de usted mismo.

9. Es posible que la concentración necesaria para llevar a cabo esta meditación haga que se acumu­le energía en la parte superior de su cuerpo. Qui­zá no la sienta físicamente, pero en todo caso ex­perimentará cierta tensión. Para aliviar esta tensión, después de que haya limpiado los siete chakras, inclínese hacia adelante, trate de tocar el suelo con la frente y apoye las palmas de las ma­nos en el suelo. (Si está sentado en una silla, apoye simplemente las palmas de las manos en el sue­lo.) Sienta cómo la tensión se desliza a través de la coronilla, la frente, los hombros y las manos hasta alcanzar el suelo. Respire hondo unas cuan­tas veces y relájese hasta sentir que la tensión ha desaparecido por completo. Luego incorpórese de nuevo y descanse con los ojos cerrados.

10.  Ahora defina su espacio. Empiece tomando con­ciencia de los límites de su aura. Por lo general ésta se extiende unos cuatro metros y medio a partir del cuerpo.

11.  A continuación, utilizando su energía mental, sienta cómo empuja su aura hacia fuera, hasta que su radio mida unos diez metros. Luego deje que su aura vuelva a asumir su posición natural, al igual que una goma elástica recupera su forma inicial cuando la soltamos.

12.  Ahora, sienta cómo contrae su aura hacia su piel. Luego deje que recupere su posición natural.

13.  Llene su aura con una deslumbrante luz dorada. Si lo desea, puede sentir en esa luz la presencia de su divinidad preferida o con la que se sienta más compenetrado.

14.  Concluya el ejercicio envolviendo su aura en una luz turquesa para impedir que se disipe la ener­gía.

15.  Descanse de nuevo para eliminar la tensión acu­mulada. Permanezca sentado con los ojos cerra­dos.

16.  Cuando haya terminado de limpiar sus chakras, dedique unos instantes a recordar algún momento, por breve que fuera, durante el cual experimen­tó una sensación de trascendencia, de formar par­te de codo simultáneamente. No es necesario que se trate de una experiencia específicamente espi­ritual de oración o meditación, sino que puede ser una sensación de unión con el mundo natu­ral, o la fugaz sensación de trascender el tiempo y el espacio mientras contempla una obra de arte o escucha música, o durante la unión sexual, o in­cluso una competición atlética. Traiga este mo­mento a su conciencia y deje que la energía de esta sensación de trascendencia llene su ser, ex­perimente la sensación de estar conectado al ni­vel más profundo con Dios o con la infinita vas­tedad. Sienta, siquiera durante medio segundo, lo que significa formar parte de todo cuanto existe.

17. Tome lo que ha recibido de esta experiencia y de­posítelo en cada uno de los chakras, en sentido ascendente.

18. Descanse de nuevo para eliminar la tensión acu­mulada. Incorpórese y abra los ojos.



Utilizar Los chakras y los sacramentos para sanar



A nivel energético, existe una conexión muy real y profunda entre el sistema de chakras tal como floreció en la India y los siete sacramentos de la fe cristiana. Ambos sistemas nos ayudan a desarrollar una autoridad espiri­tual interna y a ser conscientes de nuestra curación y del poder divino.

Yo comprendí esta conexión entre el sistema de chakras y otras tradiciones espirituales mi entras meditaba sobre la na­turaleza de la verdad como fuerza universal. Observé, por ejemplo, que el mandamiento de que no debemos asesinar y robar se encuentra en todas las tradiciones espirituales. Por otra parte, las enseñanzas sobre ciertas prácticas dietéticas son exclusivas de determinadas religiones y, por consiguiente, no podemos considerarlas verdades universales.

Convencida como estaba de la autenticidad espiritual de los chakras, no pude evitar preguntarme por qué la re­ligión cristiana, por ejemplo, no contenía anas enseñan­zas similares. Un día, cuando dirigía un taller sobre el de­sarrollo de la intuición, contemplé el sistema de chakras que había dibujado en la pizarra y una parte de mí proyectó sobre él los siete sacramentos cristianos. Después del ta­ller, intrigada y confundida, dibujé los sacramentos junto a los chakras, en el orden en que se reciben. Poco a poco, comprendí que ambos sistemas ilustraban el poder del mismo flujo de energía dinámica que da vida al cuer­po humano. Posteriormente, relacioné ambos sistemas con el Árbol de la Vida de la tradición cabalística del judaísmo, observé más conexiones entre las tres tradicio­nes espirituales y comprendí la importancia que ejercen sobre nuestra salud.

A fin de verificar la validez de mis ideas, organicé un taller basado en las mismas. Decidí centrarme en los sa­cramentos, puesto que el sistema de chafaras es relativa­mente desconocido para la mayoría de los americanos, al igual que el Árbol de la Vida. (Pocos judíos modernos fuera del hasidismo estudian la cabala, aunque ésta ha co­menzado a experimentar un renacimiento.) Al principio, pensé en señalar simplemente el significado simbólico de los sacramentos y los chakras, pero luego se me ocurrió que, según la tradición cristiana, los sacramentos deben ser «tomados», a fin de que su carácter sagrado pueda des­pertar dentro del espíritu humano.

Esto no dejaba de tener sus riesgos, puesto que no soy sacerdote y ni estoy ordenada —según el significado tra­dicional del término— para llevar a cabo los ritos corres­pondientes a cada sacramento. Además, pensé que la idea de recibir los sacramentos podría disgustar a algunos de los asistentes a mi taller que siguen caminos espirituales muy alejados de la tradición cristiana, o que son cristia­nos que han abandonado su fe y no tienen el menor de­seo de regresar a sus raíces.

Mientras preparaba este taller, pedí a una amiga y sa­cerdote episcopaliana, la reverenda Suzannc Fagcol, que me ayudara en la tarea, y le dije que deseaba presentar los sacramentos en su contexto simbólico más que tradicio­nal. El taller, que tuvo lugar en México, comenzó con mi presentación de la unión entre el sistema de chakras y los sacramentos. El taller duró siete días, y cada día mi diser­tación se centró en un chafara, el sacramento correspon­diente y ¡a relación que esas dos fuerzas tienen con nues­tra salud y el proceso de curación. Cada tarde Suzanne suplementaba mi material con sus puntos de vista sobre el sacramento que yo había comentado en mi charla. Luego preparaba al grupo para recibir el sacramento, si desea­ban hacerlo. Tanto Suzanne como yo constatamos con asombro que todos los miembros del grupo accedieron a participar en casi todos estos ritos sagrados.

Por regla general, cuando dirijo un taller que se pro­longa varios días, entre los participantes se produce un vínculo de amistad y afecto. Pero ninguno de los talleres que yo había organizado a lo largo de mi carrera podía compararse con el que dirigí en México. Suzanne y yo con­fiábamos en que los participantes hallaran interesante la información que compartíamos con ellos, pero ni ella ni yo habíamos previsto el profundo impacto espiritual que ésta tuvo sobre los asistentes, ni las consecuencias que, según nos informaron, experimentaron a largo plazo. Du­rante esas sesiones, algunas personas resolvieron sus heri­das emocionales y psíquicas, y durante los meses sucesivos otras se pusieron en contacto con nosotras para comuni­carnos que habían logrado curarse de sus enfermedades físicas.

Uno de los participantes que más me impresionó fue una mujer llamada Sara, que había llegado al taller en un estado de gran excitación nerviosa. A sus 47 años, estaba consumida, actuaba como ima neurótica y pareció estar llo­rando durante toda la semana. Nos explicó que se había esforzado en mejorar su vida durante años sin conseguir­lo, y que ahora se sentía cansada, sola y deseaba encontrar marido. Francamente, parecía a punto de sufrir un co­lapso nervioso y, aunque no padecía una enfermedad físi­ca grave, su condición encajaba con el perfil del síndro­me de fatiga crónico. Sara era judía, pero le intrigó el enfoque bajo el que presentábamos los sacramentos y los tomó con profundo respeto. Cada noche —entre una y otra crisis de llanto— Sara nos refería alguna de las extraordi­narias percepciones que había tenido durante el día. Pa­recía tan trastornada que daba la impresión de liberarse de algo más profundo que sus dolencias presentes. No recuerdo haberla visto en ningún momento sin un pañuelo en la mano.

Cuando concluyó el taller, Sara parecía otra mujer. A las tres semanas, según me informó, conoció a un hom­bre, se hicieron novios y se casaron al poco tiempo. Sara y su marido atribuyen su matrimonio a los efectos bené­ficos de mi taller. Aparte del caso de Sara, se produjeron varias curaciones más, quizá menos dramáticas pero no me­nos eficaces.

Suzanne y yo organizamos otros talleres en los que combinamos los chacras y los sacramentos. Siguieron emitiendo una energía sanadora que nos impresionó y conmovió a ambas. Aunque me pareció importante que fuera Suzanne quien administrara los sacramentos, puesto que es sacerdote, cualquier persona puede llevar a cabo en su casa unos ritos simbólicos que les infundirán la ener­gía esencia] de los sacramentos. Llevar a cabo los prepa­rativos y tener la disposición adecuada sirve para intensi­ficar esa energía. El elemento que más puede ayudarle es un altar, incluso si lo hace en casa utilizando una mesa ple­gable o una simple superficie de madera colocada sobre dos ladrillos en una esquina. Sólo falta que añada un par de velas votivas, una imagen que le inspire —la Virgen María, Buda, Quan Yin, Jesús, su padre, su madre o un maestro espiritual por quien sienta cariño— y un reci­piente donde pueda quemar papel.

Los ritos que describo a continuación, aunque algu­nos puedan parecer ingenuos, son muy potentes si se eje­cutan con respeto. Usted mismo puede crear un «taller do­méstico» y tomar uno de los sacramentos cada semana, preferentemente el mismo día, después de haberse prepa­rado adecuadamente. Puede tomarlos durante un período corto o largo; lo importante es que dedique el tiempo sufi­ciente a prepararse psicológicamente para cada rito.



EL PRIMER CHAKRA-BAUTTSMO



El primer sacramento es el bautismo, que represen­ta la introducción de un nuevo miembro en la familia. Por medio de este sacramento, la familia acepta la responsa­bilidad del bienestar físico del niño, y se compromete ante Dios a darle un hogar, comida y ropa. Mediante el bau­tismo, los padres se comprometen asimismo a enseñar al niño el mundo físico que le rodea de acuerdo con las pau­tas de la religión, posición social y legado étnico de la fa­milia. El bautismo, por tanto, simboliza la información que hace que el niño arraigue en el lugar que le corresponde en la tierra. Este sacramento no sólo pertenece al cristia­nismo, sino que constituye una celebración arquetípica del don de la vida. Su significado y su relación con el pri­mer chacra, que simboliza nuestra conexión con la vida fí­sica y con la energía de la tierra, son idénticos a los de los ritos bautismales de otras culturas.

Al alinear la energía del primer chacra con el rito del bautismo —piense en ello como una fusión de fuerzas sim­bólicas— le permitirá empezar a considerar su vida y a su familia como el medio en el que usted estaba destinado a crecer espiritualmente. Aunque este concepto resulte di­fícil de entender, el aceptarlo representa un importante primer paso para librarse de la ira y de los rencores generados por las heridas que le infligieron sus familiares. Las heri­das recibidas en la infancia son muy difíciles de curar, por­que cuando estamos preparados para enfrentarnos a ellas, muchas de las personas que participaron en esos hechos ya han fallecido, dejándonos tan sólo nuestra memoria como herramienta de trabajo. No obstante, con el tiempo llega­rá a entender que incluso el ambiente familiar más nocivo puede constituir el punto de partida para sanar.

Pese al hecho de que muchas personas reconocen ha­ber participado en cierta medida en la elección de la vida en la que se han encarnado, y de que todos los aspectos de esa vida son una valiosa experiencia espiritual, los re­cuerdos dolorosos de la infancia pueden hacernos perder de vista este concepto. La violación de la que usted se sien­te víctima porque su familia no le procuró el suficiente apoyo emocional o físico es una herida profunda porque constituye mucho más que una herida personal; es una herida arquetípica.

La raza humana sabe universalmente que los adultos son responsables de sus hijos. Esto es más que una res­ponsabilidad social; es un dictado de la naturaleza con el fin de perpetuar la especie. Cuando se transgrede esta «ley», dentro del individuo se quiebra una corriente vi­tal. Sanar de una transgresión de esta ley requiere esfuer­zos constantes, incluso en la madurez, porque el código de la responsabilidad familiar hacia los hijos alcanza el flujo mismo de la fuerza vital.

Desde el punto de vista arquetípico, en prácticamen­te todas las sociedades existe alguna forma de bautismo. A nivel simbólico, hoy en día el bautismo, reexperimentado por adultos, tanto si fueron bautizados de forma or­todoxa como si no, ofrece una perspectiva muy valiosa a la hora de sanar heridas recibidas en la infancia. El signi­ficado simbólico del bautismo cambia nuestra visión del nacimiento, que pasa de ser una entrada aleatoria en una familia a una entrada en la experiencia espiritual de la vida a través del portal que representa esa familia. Esta pers­pectiva arquetípica nos libera del espejismo de que nues­tra vida está marcada irremisiblemente por la calidad de nuestra infancia. Asimismo, nos ayuda a comprender que el significado trascendental del bautismo reside no tanto en el hecho de que nuestra familia nos aceptara sino en que nosotros aceptemos el conjunto de nuestra vida tal como es, y el don mismo de la vida. Somos nosotros, cuando comprendemos lo que significa ser un individuo cons­ciente, quienes debemos bautizar nuestra vida movidos por la gratitud, en lugar de esperar que nos bauticen otros.

Durante mi primera charla en el taller organizado en Mé­xico, expliqué a los participantes que, al tomar el sacramen­to del bautismo, habían elegido un medio simbólico de tras­cender los obstáculos de su juventud, y aceptar a su familia y sus vidas. Contempladas desde la perspectiva divina, to­das las personas de su pasado aparecerían transformadas; verían a esas personas padeciendo a causa de sus demonios, o, aún mejor, como la inspiración que les había llevado a re­correr el camino en el que se hallaban en ese momento.

Tras esta explicación, Suzanne y yo ofrecimos el bau­tismo a los asistentes como un acto destinado a celebrar y aceptar el hecho de que todos somos responsables de nuestra propia vida. Como habíamos organizado el taller en un balneario de aguas termales en Río Caliente, lleva­mos a cabo el rito en una pequeña piscina. Algunas per­sonas se sumergieron del todo en el agua en lugar de que Suzanne y yo la vertiéramos sobre su cabeza. Pero todos ellos, en el momento de meterse en el agua, pronuncia­ron una oración de gratitud por el don de la vida. Varias personas nos dijeron más tarde que habían perdonado de corazón a sus padres y les habían bendecido por haber permitido que nacieran. El resto de los asistentes compartió con ellos su dolor y su gratitud. Al término de la ceremo­nia, los participantes hablaron sobre sus experiencias y manifestaron el convencimiento de que este rito tenía el poder de cambiar sus vidas para siempre.

Una mujer que, literalmente, se zambulló en el agua, dijo:

—Deseaba eliminar esos recuerdos de mi cuerpo, mi mente y mi corazón, y gracias a Dios creo que lo he con­seguido.

Un hombre comentó que había rezado para recibir la gracia que le permitiera ver otras cosas aparte de su exis­tencia. Deseaba contemplar toda la belleza que hay en la vida, y vivir conscientemente y con gratitud por estar vivo.

Otra mujer me escribió diciéndome que, cuando regresó a su casa, comentó a su familia su deseo de que interpreta­ran el significado de la vida como un don en lugar de como el resultado del coito entre un hombre y una mujer. Su hijo replicó que esa idea le parecía ridícula, pero su hija y su marido apreciaron la belleza que encerraba y fueron a ver al párroco de su iglesia para pedirle que les administrara el sacramento, pronunciando en voz alta las palabras del rito. El párroco insistió en que estaño era la forma ordinaria de administrar este sacramento.

—Nosotros tampoco somos gente ordinaria —con­testó la mujer.

Un hombre que culpaba a su familia de haberse convertido en un alcohólico y de que su lucha contra su adicción hubiera «arruinado» su vida, rezó al recibir el sacra­mento, pidiendo a Dios que le concediera la gracia para abrazar a su familia y librarse de su adicción al alcohol. Más tarde me escribió para informarme de que no había vuel­to a beber.

Una mujer nos habló del dolor que experimentó cuan­do su hija le dijo que no deseaba volver a tener ningún con­tacto con ella. Después de asistir a este taller, la mujer es­cribió a su hija, compartiendo con ella el significado simbólico del bautismo y expresando el deseo de que su hija lograra contemplar el don de la vida desde una perspectiva más am­plia que la de la relación que les unía como madre e hija. La mujer añadió que aunque no volvieran a verse, ella siem­pre le estaría agradecida a la vida por haber tenido una hija a la que adoraba. Al cabo de seis meses, su hija se puso en contacto con ella y restablecieron sus relaciones.

Otra mujer nos refirió que durante el sacramento del bautismo sintió la energía vital iluminar literalmente su región pélvica, donde tenía ira intenso dolor a causa de una infección. Sintió que una luz y un calor penetraban en su cuerpo y, al cabo de una semana, el dolor y la inflamación habían desaparecido.

Por último, un hombre dijo que el hecho de tomar este I

sacramento le había permitido librarse de la ira que sen­tía hacia su familia y que arrastraba desde hacía años. Con­fesó que había temido no poder desembarazarse ¡aínas de su rencor porque ninguno de los miembros de su familia estaba vivo y, por lo tanto, no podía encararse con ellos. Durante el rito, había comprendido que, en realidad, no deseaba encararse con ellos, sino aceptarlos tal como eran, y que a través del poder del bautismo había logrado trans­mitirles su mensaje.

El rito del bautismo

El bautismo consiste tradicionalmente en verter agua sobre el cuerpo o sumergirlo en el agua. Cuando usted realice su bautismo debe hacerlo con la intención de lim­piar su ser. A tal fin, le recomiendo beber agua que haya consagrado de alguna forma: coloque unos cristales en un recipiente con agua y déjelo al sol, o añada unas hierbas depurativas y déjelas macerar en el agua. Cuando beba este agua, hágalo con la intención de librarse de la toxici­dad que usted asocia con su familia biológica (o cualquier «familia» de la que forme parte en la actualidad, inclusi­ve su familia de trabajo). Sea consciente de que mediante este rito acepta y bendice la totalidad de su vida.



El, SECUNDO CHAKRA-LA EUCARISTIA

El segundo sacramento es la eucaristía, que simbólica­mente contiene el significado del segundo chakra. La euca­ristía es el sacramento que represéntala Ultima Cena, cuan­do Jesús dijo a sus discípulos; «Haced esto en memoria mía.» Por consiguiente, la eucaristía simboliza compartir amor y respeto con nuestro prójimo. Asimismo, representa la unión con lo Divino.



La enseñanza inherente a todas las tradiciones reli­giosas de que todos poseemos un espíritu divino en nues­tro interior resplandece a través cié este sacramento desde una perspectiva simbólica, 'toda persona con la que tene­mos una unión, positiva o negativa, contiene una cone­xión divina. Si el compartir con ella el pan constituye el acto físico de comunión, la eucaristía simbólica representa com­partir con ella el «pan» energético. Si nos contempláramos mutuamente desde esta perspectiva, podríamos pro­tegernos de la pérdida de energía resultante de los enfrentamientos con otros y de la contaminación emitida por la energía negativa que recibimos. Estaríamos mejor pre­parados para responder a los demás con pensamientos ama­bles, en lugar de pensamientos negativos, conscientes de que todas nuestras relaciones personales tienen, en cier­ta medida, un propósito espiritual. Ello requiere una gran disciplina espiritual, pero en esto consiste el tomar con­ciencia de nosotros mismos y de cuanto nos rodea.

El segundo chakra potencia nuestras relaciones y con­trola la calidad de la energía que intercambiamos con otras personas. Registra en su banco de datos nuestras concep­ciones con respecto al dinero, el poder y el sexo, unos ám­bitos de la vida que implican relacionarnos con otras per­sonas.

Cuando el segundo chakra se combina con el sacra­mento de la eucaristía de modo positivo, nos permite cons­truir una relación saludable, limpia y sin riesgos con el di­nero, el poder y el sexo. Se mantiene una sensación de seguridad, que nos permite tenerla certeza de que, sean cua­les fueren los problemas que se planteen en nuestra vida fí­sica, siempre hallaremos el medio de resolverlos.

Durante el taller que dirigí en México presenté el sacramento de la eucaristía no sólo como un método de recuperar poder, sino como una forma de impedir su pérdida en futuras relaciones. Simbólicamente, cuando mantenemos una comunión con otros reconocemos que todos formamos parte de la misma familia o fuente espi­ritual. Además, al ampliar el concepto del bautismo reco­nocemos que cada persona que existe en nuestra vida esta allí con una finalidad espiritual, aunque no seamos capa­ces de percibirlo con claridad. En ocasiones nos resulta imposible comprender el significado espiritual de una rela­ción «negativa». No obstante, el reconocer que esta relación tiene una finalidad es un medio eficaz de recuperar la energía que hemos invertido en ese vínculo negativo. Cuando alguien me comenta que ha hallado a su «com­pañero del alma» y que es maravilloso, contesto:

—Te equivocas. Tu auténtico compañero del alma es el que tu cuerpo no soporta.

Carlos Castañeda afirmó en una ocasión que debe­ríamos estar agradecidos por los «pequeños tiranos» que existen en nuestra vida, porque nos obligan a crecer y a aprender más que los demás.

Pedí a los participantes en el taller que imaginaran el acto de compartir el pan con otra persona desde el punto de vista simbólico. Un acto en el que pasaban a otra per­sona un pedazo de pan que contenía este pensamiento: «Yo te bendigo a ti y a nuestra acción recíproca, y a cam­bio pido lo misino.» Pedir la misma respuesta energética es adecuado puesto que la eucaristía es el acto de com­partir. Como parte de esta visualización, pedí a los asistentes que imaginaran que su energía abandonaba el segundo chakra y tomaba contacto con el segundo chakra de la otra persona, puesto que este chakra dirige nuestra concien­cia en términos de nuestra relación con los demás.

Podemos enviar pedazos de pan simbólicos con nues­tra bendición a personas que se hallan lejos de nosotros. Podemos, y deberíamos, enviarlos con frecuencia a las personas con las que mantenemos relaciones negativas y que requieren nuestra energía sanadora. Cuando usted pide esa bendición a cambio, visualice la energía negati­va que ha invertido en esa relación regenerándose y penetrando de nuevo en su sistema energético. Podemos, asi­mismo, enviar nuestra bendición de la eucaristía a perso­nas con las que debemos encontrarnos (aunque ya las co­nozcamos) con el fin de dotar a ese encuentro de una energía espiritual.

Durante el taller que organicé en México describí a los asistentes el significado simbólico de la eucaristía. Les expliqué que al tomar este sacramento, se comprome­tían a tratar de comprender que cada persona había si­do enviada a sus vidas, y ellos a las vidas de otros, con un propósito espiritual. Les pedí que dedicaran unos minutos a reflexionar sobre si deseaban vivir dentro de los pa­rámetros de este compromiso. Cuando llegó el momen­to de recibir este sacramento, todos participaron. Y de nuevo, tras este rito, los asistentes comentaron entre sí sus reacciones.

Un hombre me escribió diciendo que siempre había mantenido una relación muy tensa con su jefe. Ambos com­petían continuamente en la oficina por imponer su autori­dad y llevarse el mérito de tareas bien realizadas. Al visua­lizar a su jefe como un compañero espiritual, imaginó que le transmitía un pedazo de pan simbólico. Posteriormen­te, ese hombre me contó que, aunque no estaba seguro de la influencia que este rito tendría sobre su jefe, había con­seguido eliminar una gran parte de la tensión que sentía cerca de él. Añadió que estaba convencido de que, a la lar­ga, la relación con su jefe cambiaría, y que nunca volvería a padecer un estrés tan tóxico.

Otro hombre me escribió diciéndome que compar­tía el significado de este sacramento con su grupo de ora­ción, con el que se reunía cada semana. Habían decidido utilizar juntos la eucaristía como un medio de curar a to­dos los que les pidieran sus plegarias. Mientras rezaban ima­ginaban que el pan simbólico alimentaba el cuerpo en­fermo de una persona y transmitía mensajes a sus tejidos. A los tejidos sanos les decía que se hicieran más fuertes, y a los tejidos enfermos, que «comieran este pan y sana­ran». El hombre me dijo que se habían producido unos re­sultados asombrosos, entre ellos la curación de cánceres en personas adultas y niños.

Durante el taller, una mujer comentó que se había concentrado en ofrecer la comunión a cada miembro de su familia, a fin de compartir su amor y su fuerza con ellos. Este intercambio de energía, al utilizar un sacramento, le hizo sentir como si Dios enviara a su familia una bendi­ción especial.

Un hombre me impresionó especialmente al comen­tar que cuando había recibido el sacramento de la euca­ristía había visualizado a Dios administrándosela El mis­mo, y que había decidido utilizar este ejercicio en su vida cotidiana. Recibir el sacramento le había hecho sentirse más unido a Dios que todos los otros ejercicios espiritua­les que había practicado.

El rito de la eucaristía

Escriba en un papel los nombres de las personas con las que desea compartir la energía positiva o con las que ha existido una energía negativa. Puede también incluir a las personas por cuya salud desee rezar. Pronuncie una oración con las siguientes palabras: «Deposito este nom­bre en el altar porque pido...» Aunque lleve a cabo este rito a solas, puede partir el pan para simbolizar su deseo de compartir la energía positiva con otras personas para trans­mitirles gracia. También puede decir: «Mi intención es que la gracia que transmito alimente o regenere esta relación. Bendigo sinceramente el poder de este sacramento.» Com­plete su rito de la eucaristía consumiendo un poco de pan y ofreciendo una breve oración de gracias.





EL TERCER CHAKRA-CONFIRMACIÓN

La confirmación es un rito universal que representa asumir la plena responsabilidad de nuestras acciones y vi­vir conforme un código de honor. Para la re judía, la ce­remonia denominada Bar/Bat Mitzvah tiene el mismo significado; dentro de las culturas americanas nativas, la búsqueda de una visión—en la que un joven emprende solo en el desierto un viaje con el fin de tomar contacto con su espíritu animal— constituye un rito similar. Cada socie­dad reconoce que llega un momento en que sus miem­bros necesitan declarar que se sienten capaces de desen­volverse solos en el inundo.

Hoy en día, en Occidente se ha producido una crisis de honor. Hemos perdido 1 a capacidad de honrarnos a no­sotros mismos y a los demás. La mentiray el engaño pre­siden la política y la vida pública, los ámbitos académi­cos, los negocios e incluso las artes. En consecuencia, nuestros hijos no disponen de unos modelos válidos que imitar a la hora de desarrollar su propio código de honor. La total ausencia de ritos de iniciación no ha hecho sino incrementar los obstáculos con los que se topan nuestros jóvenes.

Simbólicamente, la confirmación representa un via­je que nos lleva a descubrir el auténtico significado de la autoestima y la integridad, la capacidad de soportar los retos de ia vida física y de vivir de acuerdo a un código de honor personal. El honor es esencial en el proceso de cu­ración, más cié lo que podemos imaginar. El honor es hon­radez. Es la promesa que nos hacemos a nosotros mismos de no negociar más allá de los límites de ía dignidad para obtener ganancias maten al es. Este código de honor, en vir­tud de su misma naturaleza, implica cumplir nuestra pa­labra, no decir mentiras y asumir la responsabilidad de nuestros actos. Combinar el significado simbólico de este sacramento con el tercer chakra, que representa poder y respeto por uno mismo, constituye otra unión natural de las fuerzas espirituales.

No he conocido a nadie que naciera con un fuerte sencido cíe autoestima; esta forma de poder debe con­quistarse. La falta de una autoestima saludable nos hace vulnerables a las opiniones y comentarios negativos, y a la manipulación de otros; hace que dudemos continua­mente de nuestra capacidad para tomar nuestras propias decisiones. Por otra parte, la autoestima constituye la raíz de las dotes de intuición. La intuición no provie­ne de consumir una dieta vegetariana ni de caminar cinco kilómetros al día escuchando música relajante en el walkman. Proviene del respeto hacia nosotros mismos y de tener el valor de responder a nuestros pensamientos y sentimientos. El problema es que muchas personas creen que la intuición es la capacidad de adivinar el futu­ro. Creen que si desarrollan sus poderes intuitivos y mo­difican su vida debidamente, se verán cumplidos sus de­seos de alcanzar la fortuna económica y el amor romántico. Sin embargo, la intuición no consiste en la capacidad de adivinar el Futuro, sino en la capacidad de reconocer que los trastornos de nuestra mente y nuestro cuerpo cons­tituyen señales que nos advierten de la necesidad de dar un giro a nuestra situación presente, por ejemplo cam­biando de trabajo. La puerta que buscamos no se abrirá a menos que tomemos los pasos necesarios para abrirla nosotros mismos.

No creo que podamos adquirir autoestima, y menos aún poder personal, leyendo libros o asistiendo a confe­rencias sobre el tema. Esta es un área de desarrollo per­sonal que nos exige correr riesgos en el mundo físico a fin de aprender a valemos por nosotros mismos. Sólo si es­tamos dispuestos a correr esos riesgos, lograremos ad­quirir el poder que conduce a la intuición y al valor. El valor es la energía que precisamos para reconocer intui­tivamente las señales de guía que nos indican que sigamos adelante con nuestra vida. No prestar atención a es­tas señales conduce a la pérdida de poder, de respeto ha­cia nosotros misinos y, por último, de salud.

Las tradiciones místicas orientales y occidentales nos enseñan que cuando nos respetamos a nosotros mis­mos, el honor personal y la integridad resplandecen en nuestros ojos. No tendrá necesidad de decirle a nadie que usted se respeta a sí mismo; toda su persona lo trans­mite. La capacidad de soportar sufrimientos es una cues­tión de honor espiritual que le permite asimilar en su sistema la energía de respeto que le transmiten otros. Empeñar sn palabra y mantenerla, no sóío ante los de­más sino ante sí mismo, no es más que una extensión de esta energía.

Durante el taller que dirigí en México, al preparar a los miembros dei grupo para que recibieran el sacramen­to, les pedí que escribieran en un papel sus códigos de ho­nor. Se trataba de una ceremonia privada, y no tenían que compartirlo con nadie. Posteriormente, al recibir el sa­cramento de la confirmación, se comprometieron a vivir una vida basada en el honor, ¡a integridad y la perseve­rancia, convencidos de la existencia de un Dios que hon­ra la fortaleza.

Después de este sacramento, una mujer me refirió en privado que el honor le infundía miedo porque casi todo lo que había conseguido en la vida lo había conseguido obrando de forma deshonrosa. Aunque nunca había ro­bado nada, no se había recatado ala hora de manipular, exa­gerar y mentir con tal de conseguir sus fines. Me confesó haber tenido que hacer acopio de un gran valor para re­cibir este sacramento porque significaba que, a partir de ahora, tendría que vivir de acuerdo a unas pautas de com­portamiento que le resultaban ajenas. No obstante, esta­ba dispuesta a intentarlo.

Un hombre comentó riendo que escribir un código de honor le hacía sentirse como un caballero de la Tabla Redonda, una sensación que le entusiasmaba. Después de recibir el sacramento, añadió, se sentía también capaz de conquistar a la doncella de sus sueños.

Otro hombre me escribió diciendo que «es difícil lle­var una vida honrosa porque limita tus opciones». La suya fue una carta que me impresionó profundamente, porque este hombre había sido un delincuente que había vivido de vender objetos robados. Pero después de asistir a mi ta­ller no rompió su código de honor, por más que le insta­ran a ello sus antiguos «compañeros de negocios». A par­tir de entonces se había construido una vi da que le hacía sentirse orgulloso de sí mismo.

De todas las cartas que recibí, la más conmovedora fue la de una mujer que nos había contado que padecía nu­merosos trastornos físicos y a la que poco antes le habían practicado una histerectomía. Me confesó que nunca ha­bía concedido ningún valor a los sacramentos del bautis­mo y la confirmación, pero que cuando yo expliqué al grupo el significado de esta última, cambió de parecer. Dijo que siempre había llevado una vida honrosa, salvo en lo tocante a sí misma. Se hacía multitud de promesas que ja­más cumplía, en particular la promesa de modificar su vida y no seguir abusando de su cuerpo. También se ha­bía prometido terminar sus estudios e incorporarse al Cuerpo de Paz. Cada vez que fracasaba en sus intentos, se mentía diciéndose que no era el momento idóneo o que no podía modificar su situación presente. Cuando recibió el sacramento de la confirmación, se hizo una promesa que estaba resuelta a cumplir: se prometió que, a partir de aquel día, llevaría a cabo todas las decisiones que tomara con respecto a su persona. Luego añadió son­riendo que la única forma de incumplir ese compromiso sería omitir la palabra «promesa» cuando hablara consi­go misma.

El rito de la confirmación

Consiga un diario y escriba en él su código de honor personal. Esto lo hará tangible, confiriéndole el aura de un contrato formal suscrito consigo misino, con la validez de un juramento. Ese diario se convertirá en un texto que us­ted irá redactando de forma continuada y periódica y don­de anotará y analizará las acciones y crisis de su vida. Para empezar, escriba una cuestión que pueda comprometer su código de honor, o un acontecimiento que ya lo haya com­prometido. Luego escriba: «Necesito ayuda en esta cues­tión.» Ahora cierre ese libro sagrado y colóquelo sobre su altar. Tenga la certeza de que recibirá esa ayuda, bien a tra­vés de un sueño, una conversación o leyendo el libro ade­cuado. Pero sepa que llegará a su vida.





EL CUARTO CHAKRA-MATRIMONIO

Todo el mundo conoce el significado literal del sa­cramento del matrimonio. Sin embargo, a nivel simbóli­co este sacramento consiste en comprometerse a amar y respetar no a otra persona sino a uno mismo. Aprender a amar, honrar y respetar a uno mismo, en la salud y la en­fermedad, hasta que nuestro espíritu abandone nuestro cuerpo, modifica por completo el significado del sacra­mento. Como codos hemos oído decir, a menos que sea­mos capaces de amarnos a nosotros mismos, no podre­mos establecer una relación saludable y positiva con otra persona.

Cuando aprendemos lo que significa amarnos a no­sotros mismos, la mayoría de nosotros atravesamos una eta­pa de narcisismo, en la que nos liberamos de los prejuicios y las normas de la sociedad. Todos necesitamos atravesar esa fase, porque debemos explorar el significado de una verdad espiritual dentro

Amarse uno mismo significa escuchar los mensajes que provienen de nuestro corazón. A diferencia de la intuición del tercer chakra, que nos guía a nivel físico, la guía que proviene del corazón nos habla de la importan­cia de hacer sólo aquello «que nos dicta el corazón*. Sin el apoyo de la energía del corazón, nos sumimos en luí gra­ve conflicto interno, tratando continuamente de silenciar nuestros anhelos más profundos.

Seguir los dictados del corazón nos conduce al cami­no más satisfactorio que podemos recorrer. Pero en oca­siones la voz del corazón nos desconcierta porque cues­tiona las cómodas elecciones racionales que hemos tomado con la cabeza. Muchas mujeres que asisten a mis talle­res me han confesado que su elección de marido se basó más en la seguridad física que éste les ofrecía que en una intensa atracción emocional o física. Y su decisión de permanecer junto a su marido después de que se hubiera evaporado el amor romántico también se fundó en los imperativos de la seguridad.

Asimismo, varios hombres me han confesado que no se han divorciado debido a la responsabilidad que sienten hacia sus hijos.

Huelga decir que la decisión de «seguir los dictados del corazón» en circunstancias tan complicadas es una de las elecciones más difíciles a las que se enfrenta una per­sona a lo largo de su vida.

Con todo, desde una perspectiva auténticamente es­piritual —es decir, un lugar de profunda contemplación—, una persona puede llegar a comprender que el hecho de permanecer en ese tipo de situaciones no aporta amor ha­cia los demás, sino la energía de un corazón apenado y va­cío. En tal caso, el individuo debe hacer frente a la deci­sión de si resulta más conveniente marcharse o quedarse.

La falta de amor a uno mismo desemboca en un cons­tante desequilibrio emocional. Cuando uno no se siente nunca en paz consigo mismo, es imposible alcanzar el so­siego interior.

No necesitamos que nadie nos ayude a interpretar lo que nos dice nuestro corazón. Pero sí necesitamos ayuda para reunir el valor necesario que nos permita seguir esos dictados, puesto que nos obligarán a modificar nuestra vida. Analice las consecuencias de no seguir los dictados de su corazón: depresión, incerteza y un sentimiento an­gustioso de no seguir nuestro auténtico camino, sino de contemplarlo de lejos.

El sentimiento de culpa impide que nos amemos a no­sotros mismos, pues mucha gente se siente culpable de an­teponer sus propias necesidades a las de las personas que de­penden de ella. A nadie le gusta ceder el primer puesto, por lo que debemos serlo bastante fuertes para defender nues­tra nueva política. Sin embargo, las tradiciones orientales y occi dentales nos enseñan que el amor a uno mismo cons­tituye un don para los demás. El amor que fluye a través de nuestro corazón purifica no sólo nuestro espíritu sino el amor que compartirnos con otros. El amor incondicional se convierte en una auténtica fuerza sanadora, tan eficaz para los demás como para nosotros misinos. En estas cir­cunstancias es fácil perdonar, porque el daño generado por una relación tensa y difícil ya no tiene el poder de doble­garnos. Podemos contemplar a otra persona con miseri­cordia, al margen de los problemas que existan en noso­tros. El amor a uno mismo transmite el don de la serenidad interior. Esta es la enseñanza del cuarto chakra, en perfec­ta armonía con el significado simbólico del matrimonio.



Combinar este sacramento con la enseñanza del cuar­to chakra: respetarnos a nosotros mismos, hace que la pa­sión despierte en nosotros. No la pasión encaminada a una unión física con otra persona, sino la pasión que da li­bre curso a nuestro talento o nos permite construir una vida distinta. La pasión nos hace capaces de reconocer nues­tras verdades más íntimas y confesarnos que nuestra vida presente no nos satisface. La pasión no se deja anestesiar por las manipulaciones lógicas de la mente, puesto que rechaza la lógica y el orden, y elige el riesgo como com­pañero. Sentir la pasión de vivir constituye el auténtico sig­nificado de la liberación y el amor a uno mismo.

Para los participantes en el taller que dirigí en Méxi­co, tomar el sacramento del matrimonio representó la oportunidad de escuchar los dictados de su corazón y des­pertar la pasión que anidaba en ellos. Por esotérico que le parezca, una vez que la energía de la pasión interior co­bra vida y comienza a agitarse dentro de usted, debe es­tar dispuesto a seguir sus dictados. No puede invitar a la pasión a que penetre en su corazón y esperar que se com­porte como un huésped educado y discreto. La pasión le mostrará partes de su ser que ni siquiera había imagina­do. Y cuando comience a vislumbrar la persona en la que puede convertirse, no será capaz de silenciar el deseo de transformarse en ella.

De nuevo, como en el caso de los otros sacramentos, pedí a los asistentes a mi taller en México que reflexiona­ran sobre si estaban dispuestos a jurar «amar, honrar y respetar» la voz de su corazón, y vivir según los dictados de esa voz. Pronunciar ese juramento equivale a invitar a lo Divino a que nos dé nuevas instrucciones sobre cómo debemos vivir.

El matrimonio fue el sacramento que los participan­tes en mi taller más disfrutaron compartiendo, puesto que se prestaba a las típicas bromas sobre lo que dirían sus cónyuges cuando regresaran a casa y les contaran que se habían vuelto a «casar». En este ambiente alegre, con­templé cómo la gente celebraba su liberación. Como es lógico, la euforia que experimentaban disminuiría cuan­do regresaran a sus casas, pero aquella tarde creó una at­mósfera eléctrica.

—Me encanta la idea de amarme a mí misma —declaró una mujer—. En casa trabajo mucho, y recibo faxes con­tinuamente. Ahora responderé con un mensaje que diga: «Métete el fax donde te quepa. Estoy de luna de miel.»

—Mi nuevo amor a mí misma me produce la sensa­ción de que soplan vientos nuevos —comentó una mu­jer que había cumplido los setenta—. Es como si estuviera autorizada a dejarlo todo atrás; ahora sólo debo respon­der ante Dios.

Un hombre me comentó que aprender a amarse a sí mismo era complicado. Por su condición de eclesiástico, su misión consistía en cuidar de los demás, y temía que su nuevo amor le causara serios problemas, ya que buena parte de la influencia religiosa que había asimilado pro­pugnaba justamente lo contrario. Cuando me pidió que le aconsejara, me eché a reír y le propuse que cambiara de religión. Más seriamente, le expliqué que el cambio que había experimentado en su conciencia iba a resultar duro para todos, y le recomendé que compartiera el mensaje con su comunidad espiritual a fin de intensificar su compro­miso con este sacramento.

Una mujer de temperamento exuberante me contó que había dedicado toda su vida a ocuparse de los demás. Tenía ocho hijos, a los que había cuidado con amor hasta que se hicieron mayores, y ahora deseaba disfrutar de la vida. Sentía que el tiempo apremiaba, pues últimamente no se había encontrado bien, aunque no sabía exactamente cuál era el problema. En cualquier caso, al recibir este sacramento sintió que había hecho unos votos que le procurarían el medio de evitar contraer una enfermedad seria.



 El rito del matrimonio

El matrimonio es tradicionalmente un sacramento en el que dos personas juran amarse mutuamente y vivir jun­tas el resto de su vida. Cuando este sacramento lo toma un solo individuo, su significado pasa necesariamente al nivel simbólico, convirtiéndose en un voto que puede renovar­se con frecuencia, como si se celebrara un aniversario.

Éste es un rito para el que debe prepararse con antela­ción. Elija la ropa que se pondrá, confeccione o adquiera una prenda o un complemento que le guste, que represente para usted la belleza y el amor, y le recuerde todo lo bueno que hay en su vida y en usted mismo. Puede incluso utili­zar un ramo de flores frescas o un regalo de alguien que us­ted considere un buen modelo. Sea cual fuere el objeto que elija, éste representa su juramento de amarse a sí mismo, de cuidar de sí y de respetarse en esta vida. Coloque este ob­jeto sobre su altar, y exprese su intención de que sirva como recordatorio de su valía personal.

Cuando sienta le necesidad de reconfortarse, acérquese a su altar y tome contacto con ese objeto. Recuer­de que debe comportarse consigo mismo como un com­pañero solícito y cariñoso. Esto es suficiente para e] rito del sacramento del matrimonio, pues ante todo repre­senta un recordatorio de que una de nuestras prioridades es cuidar de nosotros mismos.



EL QUINTO CHAKRA-CONFESIÓN

Al igual que el matrimonio, la confesión es un rito ex­tendido por todas las culturas, pues es una verdad uni­versal que el espíritu no puede cargar con el peso de sus errores y faltas sin desintegrarse. Debemos librarnos de todo lo oscuro que haya en nuestro interior para impedir que nuestros demonios psíquicos y emocionales nos devoren, y hagan que consideremos a los demás como u seres deshonestos, corruptos, peligrosos y culpables de acciones negativas- Cuando nos hallamos bajo el influjo de esos demonios estamos saturados de una energía pa­ranoica que nos impide confiar en los demás.

Hoy en día, los sanadores que practican medicina al­ternativa insisten en lanecesidad de «invocar a nuestro es­píritu para que regrese a nuestro cuerpo», y con frecuen­cia presentan esta verdad como si se tratara de un concepto nuevo. Pero lo único novedoso es el lenguaje empleado para describirlo. El lenguaje ayuda, desde luego, porque el sacramento de la confesión significa algo más que hu­millarnos ante otra persona mienta admitimos los pe­cados que hemos cometido.

Confesarse no significa simplemente rumiar sobre nuestras faltas. Requiere que invoquemos de forma cons­ciente la energía de nuestro espíritu y la orientemos ha­cía nuestros propio ser. Muchas tradiciones espirituales, ofrecer a un moribundo la oportunidad de confesarse a fin de que la totalidad de su espíritu pueda liberarse de la vida física sin dejar ningún fragmento tras de sí. La confesión exige un acto de suprema voluntad porque significa que uno está dispuesto a enfrentarse a su propia sombra y en­mendar sus faltas. Es una invitación a que la justicia pe­netre en nuestra vida, y aunque uno no necesite experi­mentarla justicia físicamente, equivale a reconocer que las elecciones que hacemos a cada momento de nuestra vida tienen unas determinadas consecuencias. Incluso nues­tras elecciones negativas dirigidas hacia nosotros mismos nos llevan, en última instancia, a reconocer el daño que nos hemos causado.

A medida que desarrollamos una conciencia de nues­tra energía, podemos discernir de inmediato cuándo ésta abandona nuestro cuerpo corro consecuencia de una acción negativa, porque en nosotros se activa un mecanismo que nos impulsa a preguntarnos si queremos realmente comportarnos de esa forma. En ese momento podemos optar por recuperar nuestra energía, pero si no lo hacemos el cuerpo responde con una sensación que nos Indica que hemos debilitado nuestro ser físico. Esto puede manifestarse como un sentimiento de culpabilidad que se extiende a través de todo nuestro organismo, un tirón en el plexo solar (tercer chakra) o remordimientos que no nos dan tregua hasta que recuperamos nuestra energía, rectificando la acción negativa. Cualquiera de esas tres re-acciones indican que hemos abusado de la energía de nues­tro espíritu, enviándola en una misión negativa.

Intensificar nuestra conciencia sobre el tono de nues­tros juicios y el significado de hacer elecciones prudentes, en lo que reside el auténtico significado del quinto cha­kra, arroja una intensa luz espiritual sobre la fuerza sana­dora de este centro energético. La serenidad que experi­mentamos después de haber recibido el sacramento de la confesión, la sensación de habernos librado de nuestras ti­nieblas, es señal de que el espíritu ha regresado a nuestro cuerpo.

A ningún participante en el taller de México le costó decidirse a tomar este sacramento. Aunque no es fácil compartir el sacramento de la confesión en público, en­tre el grupo existía un ambiente de estima y respeto tan profundo que no temieron hacerlo públicamente. Por otra parte, deseaban explorar juntos la sensación de reco­brar la energía de su espíritu.

—Espero no engañarme —comentó una mujer—-, pero me siento mas ligera que antes de recibir este sacra­mento. Quizá debería utilizarlo como dieta adelgazante —añadió sonriendo.

Un hombre dijo que, después de confesarse, sintió su cuerpo vibrar de energía, como si un rayo hubiera caído sobre él.

—Mientras recibía este sacramento, recé pidiendo fuerzas para no volver a mentir nunca. Me avergüenza ha­berlo hecho en el pasado, pero siento que Dios me ha per­donado.

—He padecido una depresión durante años —expli­có otro hombre—. He tomado multitud de medicamen­tos para combatirla y he visitado a numerosos terapeutas. Me han diagnosticado manía depresiva. Llegué a un pun­to en que temí no salir nunca de ese estado. Cuando nos hablabas sobre la confesión no pensé que fuera culpable de pecados como el de mentir, pero comprendí que siem­pre había envidiado a las personas que parecían más feli­ces que yo. No creo que pueda cambiar de la noche a la mañana, pero al menos ahora soy capaz de identificar este sentimiento y creo que sé cómo librarme de él.

—Yo he sabido que mi espíritu no se hallaba plena­mente en mi cuerpo desile que era niña —comentó una mujer—. Cuando me hice mayor se confirmaron mis sos­pechas, pues recordé que de niña había sufrido abusos. Desde el momento en que recordé esas experiencias sólo he sentido odio hacia los hombres que abusaron de mí. Re­zaba pidiendo que sufrieran el tormento que sufría yo. Durante este sacramento, les he transmitido el mensaje de que ya no controlaban mí espíritu. Al hacerlo, he sentido que recuperaba mi espíritu. Confío en que mi sensación de que al fin puedo librarme de los recuerdos traumáti­cos de mi infancia signifique que lo conseguiré.

El rito de la confesión

Si quema usted algo externamente, no se quemará in­ternamente. Dedique tanto tiempo consciente como pre­cise —una vez a la semana, por ejemplo, el domingo— para escribir en un papel las elecciones negativas que ha hecho y que le han supuesto una pérdida de energía. Son elecciones que no mejoran su vida ni la cié nadie más. Luego queme el papel en el recipiente sobre su altar, y mieii-tras el humo asciende hacia el cielo, pronuncie una ora­ción pidiendo mayor conciencia para no repetir esas elec­ciones negativas. SÍ lo prefiere, puede encender una vela en lugar de quemar papel, pero no deje de visualizar esas elecciones negativas mientras se esfuman y le devuelven la energía que le habían arrebatado.



EL SEXTO CHAKRA-ORDEN SAGRADA

De todos los sacramentos, la orden sagrada quizá sea el más difícil de comprender a nivel simbólico. Como expliqué a los participantes de mi taller en México, estamos acostumbrados a pensar en nosotros mismos en términos positivos, y medimos lo que tiene importancia en la vida por su tamaño y lo público que es. Es muy difícil romper el influjo que estos conceptos tienen sobre nuestra men­te. Aunque comprendamos a nivel intelectual e! signifi­cado simbólico del sacramento de la orden sagrada, éste no penetrará fácilmente en nuestro corazón y engendra­rá la pasión requerida para propiciar un cambio.

El camino hacia nuestra ordenación equivale a una profunda evolución personal y espiritual. No basta con estudiar el significado de la misericordia, el amor y la ca­ridad, sino que es necesario practicarlos. Al igual que los sacramentos precedentes nos hicieron comprender por qué debemos convertir nuestra evolución espiritual en una prioridad, el sacramento de la orden sagrada repre­senta una aproximación madura a lo Divino, para que nos utilice con el fin de aportar energía a los demás.

El significado original de la orden sagrada se basa en actos de amor y servicio hacia los demás que se producen de forma natural a través de la fuerza del espíritu. Pero cuan­do esos actos están motivados por la debilidad, y se ma­nifiestan como un afán de reconocimiento y autocomplacencia, están contaminados y se convierten en una for­ma de seducción- Las personas pueden engañarse con fa­cilidad al creer que reciben ayuda de otra persona, en par­ticular cuando la necesitan desesperadamente, y es por esto por lo que algunos sacerdotes, gurús y consejeros es­pirituales sin escrúpulos consiguen aprovecharse de sus alumnos y discípulos.

Una auténtica ordenación puede interpretarse como el hecho de alcanzar un grado muy alto de madurez espi­ritual, en el que los atributos del espíritu resplandecen con tal claridad que no es preciso que señales su presen­cia, pues todos la notan. Nuestra única tarea consiste en mantener estas cualidades con integridad, lo cual requie­re que reconozcamos que se hallan vivas dentro de noso­tros.

En mis explicaciones al grupo que asistió al taller de Mé­xico, señalé que este sacramento encierra una paradoja: pone de relieve la necesidad de amar y servir a los demás de una forma casi impersonal. Es decir, no es necesario que sea­mos conscientes de poseer unas cualidades que contienen semejante poder. Es a los demás a quienes corresponde ad­vertir esas cualidades en nos otros, y mediante su reconoci­miento administran el sacramento de la orden sagrada. Al mismo tiempo, debemos reconocer los tesoros que lleva­mos en nuestro interior. Quizás usted se pregunte cómo es posible ser consciente de algo y al mismo tiempo no per­catarse de ello.

La paradoja constituye uno de los lenguajes de lo Di­vino. El que no seamos conscientes de nuestros tesoros no significa que no los veamos. Significa que controlamos nuestro ego, en el sentido al que se refería Jesús al decir: «Cuando des una limosna, no dejes que tu mano izquier­da sepa lo que hace la derecha» Eso no significa que de­bamos eliminar nuestro ego de nuestra psique, sino man­tener un ego limpio que nos permita «estar en el mundo pero no pertenecer a este mundo». Podemos gozar de la abundancia que posee el mundo, pero no debemos dejar que nuestras dotes manipulen esa abundancia. Podemos amar profundamente, pero no debemos debilitar a los de­más por la forma en que los amamos.

Esta postura es reforzada por la energía del sexto chakra, que representa el buen juicio y el auténtico significa­do de la misericordia. Paradójicamente, el buen juicio es la facultad de no juzgar a los demás sino de tratar de com­prender de forma misericordiosa el motivo por el que un individuo se convierte en un ser negativo o tóxico. La apli­cación de la sabiduría comporta un poder sanador porque ofrece ayuda sin vergüenza ni crítica.

Al combinar la energía inherente al sacramento de la orden sagrada con la energía del sexto chakra, que repre­senta asimismo la liberación del influjo de los espejismos de la vida, nos permite comprender que nuestras mayores aportaciones a los demás suelen ser las que no conllevan un envoltorio físico: amor, comprensión, misericordia, alegría, optimismo, valor, no juzgarles y muchas otras. To­dos poseemos la capacidad de desarrollar estos maravillo­sos atributos del espíritu, y, al emprender ese camino, la ener­gía sanadora que aportamos a nuestra vida regenera nuestro espíritu.

Debido a que el sacramento de la orden sagrada se basa en las cualidades que los otros ven en nosotros, pedí a los participantes en mi taller que eligieran las cualida­des que deseaban desarrollar. Al tomar este sacramento se comprometían a la práctica espiritual de alimentar esas cualidades. Les pedí que examinaran la forma en que se relacionaban con otras personas: ¿Eran propensos a juz­gar a los demás? ¿Deseaban impresionarles? --Pretendían despertar su admiración? ¿Qué les motivaba a servir a los demás?

Estas preguntas no pueden responderse de la noche a la mañana. Por consiguiente, comprender el auténtico significado del sacramento de la orden sagrada exigió un mayor esfuerzo por parte de los miembros del grupo. Y debido a su relación con el sacerdocio, pedimos a los par­ticipantes que pasaran la tarde en silencio mientras deci­dían si deseaban tomarlo. La ordenación fue el único sa­cramento que no todos los asistentes decidieron tomar. Al observar las dudas y los problemas que suscitaba en cier­tos miembros del grupo, quise conocerlos motivos que ha­bían ¡levado a algunos -A abstenerse de recibirlo y a otros a tomar este sacramento. Quienes se abstuvieron de par­ticipar alegaron que no estaban dispuestos a hacer los sa­crificios personales que exigía. Una mujer confesó since­ramente que no deseaba servir a los demás porque prefería recibir ayuda a ofrecerla. Otra mujer dijo:

—No he tomado este sacramento porque no estoy preparada para los cambios que provocará en mi vida. No estoy dispuesta a entregar su vida conscientemente a Dios, que es en lo que consiste este sacramento. Y aunque intelectualmente sé que no ejerzo ninguna autoridad sobre mi vida, necesito creer que la controlo.

Pero para quienes recibieron este sacramento, su sen­tido de establecer una íntima comunión con Dios era evi­dente. Se habían comprometido conscientemente a ser­vir a los demás de la forma que Dios se lo ordenara. Lo que era más importante, se habían comprometido a no juzgar la trayectoria de su vida como insignificante porque no lu­ciera el manto del poder físico. Tan poderoso era ese com­promiso, que, cuando Suzanne les ungió la frente, pocos miembros del grupo pudieron repetir las palabras sin rom­per a llorar. Tanto a Suzanne como a mí nos resultó evi­dente que cuando cada persona se arrodilló con profun­da fe y confianza, sin temor a Dios, el poder invisible de la gracia penetraba en ellos.

—He tomado este sacramento —dijo un hombre— porque necesito algo en que basar mi práctica espiritual. Necesito que Dios me hable, no de negar quien soy, sino de regocijarse en quien soy. Si este gozo emerge y se convierte en algo que puede inspirar a otros, estupendo. Si sólo me inspira a mí, me doy por satisfecho.

Otro hombre me escribió más tarde diciendo que para é] el sacramento de la orden sagrada era el más potente.

-—Este sacramento me ha procurado unos paráme­tros con los que vivir y centrarme en lo que realmente es importante en mi vida. Me gusta creer que las cualidades que poseemos, no los bienes materiales que acumulamos, son lo verdaderamente importante. Esta idea me ha pro­porcionado una profunda satisfacción.

Una mujer que luchaba contra un cáncer de mama du­rante la época en que organicé ese taller, me escribió para decir:

—Pedí a Dios que me concediera fuerza interior para resistir el tormento de mi enfermedad. En lugar de caer en la desesperación pensando en si lograría curarme, de­cidí aferrarme a la creencia de que fuera cual fuese el re­sultado, lo afrontaría con fuerza y fe. Para mi sorpresa, des­pués de que me extirparan el tumor, me desperté en la cama del hospital sabiendo no sólo que habían eliminado el cáncer de mi cuerpo, sino que Dios me había concedi­do unos años más de vida.

El rito de ordenación

Puede aplicar este rito tanto a su trabajo cotidiano, sea donde fuere que lo realiza, como a una tarea específica que le haya sido encomendada o que usted ha accedido a llevar a cabo. Al ordenar su trabajo reconoce que es un trabajo sagrado, tanto si consiste en una labor artística o en vaciar orinales en un hospital, administrar una casa o dirigir una empresa. Si usted considera su trabajo sagra­do, procurará esmerarse y hacerlo del mejor modo posi­ble. Puede ordenar cualquier tarea y convertirla en sa­grada, de forma que represente el significado original de la ordenación, que consiste en reconocer que está especí­ficamente capacitado para llevar a cabo esa tarea.

De nuevo, debe preparar un poco de agua



El séptimo chakra-extremaunción

El sacramento de la extremaunción, o de los últimos ritos, se administra tradicionalmente a una persona que se está preparando para morir. Su significado reside en la aceptación por parte del moribundo de dejar atrás sus po­sesiones, tanto físicas como emocionales.

La extremaunción se administra, por lo general, sólo una vez, pero desde una perspectiva simbólica, en la región de nuestros pensamientos y sentimientos, puede adminis­trarse una vez al día, puesto que significa nuestro deseo de liberarnos de todo cuanto esté muerto en nuestra vida, y la elección consciente de no utilizar nuestra fuerza vital pa­ra mantener vivo aquello que ha fallecido en nosotros. Más que los otros, este sacramento nos ofrece una disciplina me­diante la cual podemos vivir en el momento presente.

Aunque al principio pueda resultar incómodo pensar en e! pasado como algo «muerto», no deja de ser una des­cripción exacta del lugar que llamamos «ayer». Infundir nuestra fuerza vital al pasado para mantenerlo vivo es como pretender vivir en un mausoleo. Es frío y oscuro, y no podemos hablar con los muertos.

No estamos destinados a cargar con el pasado como si aún estuviera vivo. Lo pasado, pasado está, y utilizar nuestra energía para mantener vivos unos acontecimientos o unas relaciones que ya no existen es como querer infundir aliento a un cadáver con la esperanza de que resucite. El coste de esas acciones, tanto para el cuerpo como para el espíritu, es enorme. Al explicar el significado simbóli­co de la extremaunción al grupo de México, lo presenté como un medio de librarnos de forma consciente, inclu­so a diario, de todo cuanto no deseamos seguir mante­niendo con nuestra energía. A. diferencia del sacramen­to de la confesión, que libera la negatividad que portamos, la extremaunción sirve para reorganizar las fases de nues­tra vida que ya han pasado. El fin de la juventud, la muer­te del matrimonio, la ruptura de una relación, la jubila­ción, mudarnos de hogar, todos constituyen ejemplos de unas etapas vitales que cambian continuamente, y dejan de formar parte de quienes somos y lo que somos en el presente.

Las personas se aferran a esas etapas de varias mane­ras, incluso por medio de intervenciones quirúrgicas des­tinadas a borrar el paso del tiempo de nuestro rostro y nuestro cuerpo. Conviene que nos preguntemos si nues­tro afán de ser quienes éramos hace un tiempo, y poseer lo que poseíamos, contribuye a nuestra salud o la com­promete. La respuesta es tan evidente que no es necesa­rio decirla. El bagaje del pasado no mantiene nuestros te­jidos corporales vivos. Disponemos sólo de una cantidad limitada de energía con la que administrar nuestra vida, y malgastarla en activar nuestro pasado sólo sirve para que nos endeudemos desde el punto de vista energético. Los recursos con los que saldamos esta deuda provienen de la energía que poseemos en las células de nuestros tejidos. Su uso debilita el cuerpo hasta el punto de hacer que con­traiga una enfermedad.

La energía inherente a la extremaunción combinada con la energía del séptimo chakra, que representa nues­tra conexión con la eternidad y lo Divino, celebra la ver­dad de que todo lo bueno de nuestro pasado sigue vivo den­tro de nosotros y en torno a nosotros, y que lo que está muerto conviene que siga muerto. No podemos sentir plenamente la gracia que nos garantiza nuestra inmorta­lidad si seguimos temiendo el paso de los años y tratamos de detenerlo. Esta es una paradoja creada por nosotros mismos, no mía paradoja concebida por el cuerpo para potenciar nuestro poder.

Nuestra conexión con la fuerza eterna de lo Divino por medio de este sacramento comprende todo lo que hemos sido, todo lo que somos y todo lo que estamos destinados a ser. Esta conexión constituye una garantía de que nues­tra fuerza vital es infinita y de que somos capaces de tras­cender cualquier obstáculo. Librarnos del ayer mediante lina mejor comprensión de nuestra naturaleza divina es el me­dio de superar todo cuanto nos ha sucedido en el plano fí­sico. De paso alcanzamos la verdad espiritual de que los acontecimientos físicos no son sino espejismos y que la for­ma física con que se manifiestan en nuestra vida carece de significado.

La sanación puede interpretarse como una forma de enseñarnos a vivir en el «aquí y ahora». Aunque el cris­tianismo ha cometido el error de hacer demasiado hinca­pié en el más allá, los Evangelios hacen referencia a la ne­cesidad de librarnos del pasado y procurar vivir en e! presente. Al discípulo que deseaba regresar a casa para enterrar a su padre, Jesús le dijo: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos» (Mateo, 8:22). Asimis­mo, las tradiciones orientales nos enseñan que el mundo físico no es más que un espejismo y que lo importante es vivir en el momento presente.

Pocos asistentes al taller de México dudaron sobre si participar o no en el rito de la extremaunción. Todos se mostraron más que dispuestos a vaciar el contenido de su bagaje emocional, como una liberación simbólica de lo que no deseaban seguir transportando.

—Hace tiempo que deseo librarme de varias cosas del pasado —comentó una mujer—, pero sentía remordi­mientos. Ahora comprendo que eso es lo que Dios desea que haga, y siento como si me hubiera quitado un peso de encima.

—Siempre he pensado que mis orígenes eran mi iden­tidad —dijo un hombre—. Pero ahora me he dado cuen­ta de que es una estupidez, y deseo librarme de esa faceta de mi personalidad.

Posteriormente, recibí una carta de una mujer que decía:

—Siempre he deseado vender la casa donde nací y que heredé de mis padres. Me pidieron que cuidara de ella porque era cuanto poseían, de modo que la he con­servado pese a ser una carga emocional y financiera. Pues bien, hace poco la puse en venta.

Un hombre me telefoneó para decir:

—Hace tiempo que padezco varias dolencias. Sufro un dolor crónico en la región lumbar, además de otros trastornos. Desde que practico la visualización para li­brarme de las cosas negativas, he llegado a la conclusión de que llevo todas mis dolencias en la espalda. Ahora es­toy convencido de que lograré sanar este dolor, y creo que ello se debe al hecho de que practico constantemente este sacramento.



El rito de la extremaunción

Empiece por preguntarse cuánta energía está mal­gastando. ¿Cuántas cosas muertas transporta consigo en su vida cotidiana? Anote en un papel la cantidad de pesos muertos que arrastra. Coloque el papel en un recipiente, deposítelo sobre su altar y préndale fuego. Cuando comience a arder, visualícese a sí mismo disolviendo las ata­duras que le han mantenido sujeto a ese episodio o episo­dios, y deje que su energía regrese a su cuerpo. Si lo pre­fiere, utilice un pequeño objeto que simbolice ese episodio —si se trata de un accidente de carretera, por ejemplo, pue­de utilizar un cochecito de juguete—- y adminístrele la extremaunción con el agua bendita que ha preparado. Pronuncie una oración para liberar la energía del episo­dio que simboliza este objeto. Por ejemplo, puede decir: «No deseo que esto permanezca en mi vida.»

Cuando sienta que su energía ha vuelto a usted, pro­nuncie una breve oración de gracias.

Epílogo Blancanieves y los siete chakras

Durante los últimos años, siguiendo los pasos de Cari Jung y Joseph Campbell, varios maestros y analistas jungianos, en particular Clarissa Pinkola Estés, se han dedi­cado a reinterpretar algunos de los mitos y cuentos de ha­das más populares. Su trabajo siempre me ha impresionado, pero nunca se me ocurrió aplicar esta técnica hasta un día en que estaba viendo la versión de Walt Disney de Blancanieves y los siete enanitos en la televisión. No esperaba que Walt Disney me transmitiera una verdad simbólica, de modo que lo que contemplé en la pantalla me pilló por sor­presa y confirmó el poder de este cuento de hadas. Por lo demás, constituye un excelente ejemplo de una curación y un despertar espiritual.

La reina se halla delante del espejo, el rasgo arquetípico del yo, que en la versión de Disney se halla rodeado por los signos del zodíaco. La reina pregunta: «Espejito, espejito mágico, ¿quién es la más bella del reino?» Alo que el espejo responde: «Blancanieves.»

Quizá Blancanieves sea el símbolo del yo superior de la reina, y ésta represente el yo tradicional, aferrado al materialismo y al control. Lo que la reina dice en realidad es que debe matar a suyo superior porque hace que se dé cuenta de cosas que prefiere no saber. A fin de cuentas, su yo superior está fregando los suelos de] castillo, lo cual representa la totalidad del ser, como un auténtico místi­co que ve a Dios en todo, y halla paz y satisfacción en las tareas más humildes. La reina ordena al cazador que mate a Blancanieves y le lleve su corazón, el chakra central que une el yo su­perior y el inferior! Creemos que hemos descubierta una novedad al relacionar nuestra biología a nuestras emo­ciones, pero no es una casualidad que se haya asociado siempre el corazón —en el mito y en las leyendas popu­lares— con la verdad y el amor, los elementos que cons­tituyen el cuarto chakra.

En lugar de matar a Blancanieves, el cazador deja que huya al bosque y mata a un cerdo, cuyo corazón lleva a la reina. Blancanieves inicia entonces su noche oscura del al­ma y pasa la noche en el bosque, temerosa de los ojos que la rodean. Al amanecer, se percata de que esos ojos perte­necían a los animales que la protegían. Tras haber supe­rado la noche sin sufrir daño alguno, echa a caminar y se encuentra con un puente que conduce a la casita de los enanitos. Blancanieves atraviesa el puente —el símbolo clá­sico de la transformación humana— y entra en la casa de su nuevo yo. De inmediato empieza a limpiarla y a poner en orden las cosas, de acuerdo con sus propios dictados. La rema, su yo inferior, ha sido trascendida.

De improviso se presentan los siete enanitos, que son mineros, pero Blancanieves les obliga a lavarse antes de dejarlos entrar. Dicho de otro modo, al descubrir sus charas, Blancanieves se dispone a purificarlos. Según la tra­dición de la doctrina Kundalini, los adeptos limpian y pu­rifican sus chakras de abajo arriba para que la sagrada energía déla fuerza vital que reside en la base de la columna vertebral ascienda hasta la coronilla. Esa purificación pue­de realizarse de forma paulatina, mediante la oración y la meditación; en algunos casos se produce de pronto, es­pontáneamente. En cualquier caso, es un preludio a la apertura del alma.

Entre tanto, en el castillo, la reina descubre que su yo superior sigue vivo. Toma una manzana envenenada, la tra­dicional fruta prohibida del conocimiento del bien y del mal, aunque el Génesis no la menciona específicamente. La reina ofrece la manzana a Blancanieves, que al morderla cae en un sueño profundo. Mientras duerme, desciende al submundo de los dominios arquetípicos. Para desper­tar de este sueño arquetípico, tiene que lograr que se unan el ánimus y el ánima, el príncipe y la princesa, los compo­nentes masculino y femenino de su alma. Esa unión pro­picia la resurrección de un ser completo, consciente de sí, regenerado.

Nuestro objetivo es muy parecido al de Blancanieves: lograr que nuestro yo deje de luchar contra nuestro yo superior, unificar los elementos de nuestra naturaleza, hacer las paces con nuestros siete chakras y despertar para asumir las riendas de nuestra vida. Las partes difíciles de esa empresa —vagar a través de la noche tenebrosa, puri­ficar nuestros centros energéticos, descender a los abis­mos de nuestra psique— constituyen las claves del proceso de curación. Huelga decir que no todas las crisis de salud terminan como en un cuento de hadas, pero cualquier es­fuerzo que realice, por insignificante que le parezca, le conducirá hacia un estado de salud espiritual y física.

Agradecimientos

En primer lugar, deseo expresar mi eterna gratitud a mi brillante editora y estimada amiga, Leslie Meredith, por su fe en mí y en este material.

Asimismo, mi mas profundo agradecimiento a Chip Gibson, director de Harmoni Books, por su valiosa ayuda. Y también a Andrew Stuart, colaborador de Leslie.

Como siempre, estoy en deuda  con mi agente Ned Leavitt, una fuerza estable y sabia en mi vida, que me ha guiado a través de un millar de tormentas. Todo mi cariño, Ned.

 Deseo expresar también mi gratitud a Peter Occhiogrosso, pues sin su ayuda no habría podido completar este manuscrito. La tarea de Peter fue monumental: reorganizar y revisar este manuscrito en un tiempo record. No solo no se dejó amedrentar por esta engorrosa tarea sino que me ofreció su apoyo en los momentos en que mas lo necesitaba. Peter ha sido para mí un salvavidas, con quien estaré siempre en deuda  por su aportación a este libro y a mi vida.

Vaya también mi gratitud a Janet Biehl, quien se encargo de realizar la revisión tipográfica del libro. A Tami Simon, fundadora de Sound True Productions.Deseo expresar mas que mi gratitud .Tami produjo hace años el material básico de La medicina de la energía en una cinta de audio. Su apoyo y su fe en mi trabajo- y en mi persona- me estimularon a plasmar este material en un libro, especialmente debido a la buena acogida que el publico dispensó a es primera cinta. Nunca podré expresar a Tami, y al personal de SoundsTrue, lo mu­cho que aprecio lo que han hecho por mí.

M. A. Bjorkmany Rae Baskin, fundadores de Conference Works, han formado el equipo de apoyo básico de la mayoría de mis talleres y han propiciado el creciente in­terés del público en mi obra; os agradezco vuestra ayuda y amistad.

Los amigos personales y la familia constituyen el gru­po fundamental de apoyo de una persona. En mi caso, este apoyo comienza con el amor de mi madre, mi hermano Ed, mi cuñada Amy, mis primos y primas Marilyn, Mitchell, Chris y Ritchie, y mis increíbles amigos y amigas Norm, Suzanne Jim G. y Virginia Slayton, quienes me im­pulsaron a emprender la carrera docente. Mary Neville y Paula Daleo ocupan un lugar destacado en esta categoría, no sólo porque son mis ayudantes, sino porque son unas amigas leales sin cuya ayuda y consejo mi trabajo habría resultado aún más contuso de lo que ya es.

Por último, deseo expresar mi gratitud a los «dioses» por haber hecho que Donald apareciera en mi vida en el momento preciso. El me hace comprender cada día el mensaje esencial de este libro: que el amor es la fuerza más importante de la vida, por no decir la más bella.


Caroline Myss





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