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sábado, 7 de noviembre de 2009

PALABRAS DE PAZ DE LOS ESENIOS. -11-


CAPITULO XI.
Y Jesús se puso de pie. Mas todos los demás se quedaron sentados, pues todos sentían el poder de sus palabras.
Y luego apareció la luna entre las nubes que se partían, y envolvió a Jesús en su brillo. Y su caballera despedía rayos de fuego y Jesús estaba allí de pie, entre ellos, a la luz de la luna, como si estuviera suspendido en el aire. Y nadie supo cuánto tiempo había pasado, pues el tiempo suspendió su marcha.
Entonces Jesús extendió sus manos y les dijo: "La paz sea con vosotros". Y así partió, como el aliento del aire al balancear las hojas verdes de los árboles.
Y por gran rato la multitud quedó sentada, quieta. Y despertaron en medio del silencio, uno después del otro, como si despertaran de un largo sueño. Pero, nadie se iba. Como si las palabras de aquel que les había dejado, aún sonaran en sus oidos. Y quedaron sentados como si escucharan alguna música maravillosa. Al fin uno de ellos, con respeto, dijo: Cuán bueno es estar aquí. Otro: Que esta noche fuera eterna. Y otros: Que siempre pudiera estar con nosotros.
En verdad, El es el mensajero de Dios, puesto que sembró la esperanza en nuestros corazones.
Y ninguno deseaba irse a su casa diciendo: No voy a mi casa donde todo es tinieblas y no hay gozo. ¿Para qué vamos a casa donde nadie nos ama?
Y hablaban de ese modo, pues casi todos eran pobres, cojos, ciegos, malformados. Eran mendigos, sin hogar, despreciados en su miseria. Eran únicamente soportados en las casas donde hallaban refugio por algunos días, solo por amor a la piedad.
Y algunos, también, poseyendo casas y familias decían: También nosotros nos quedaremos con vosotros. Porque cada hombre sentía que las palabras de El, que había partido, los unía con lazos invisibles a la pequeña compañía.
Y todos sintieron su nuevo nacimiento. Vieron ante ellos un mundo lleno de esplendor, aún cuando la luna se escondía tras las nubes.
Y en el corazón de todos renacían flores de admirable belleza, las flores del gozo y de la felicidad. Y cuando los brillantes rayos del sol aparecieron en el horizonte, todos sintieron que era el futuro Sol del Reino de Dios. Y con sus rostros radiantes de gozo se levantaron para encontrar a los ángeles de Dios.

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