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sábado, 7 de noviembre de 2009

PALABRAS DE PAZ DE LOS ESENIOS. -19-


CAPITULO XIX.
Había entre ellos uno, que era el mas atormentado de todos por satán. Y su cuerpo estaba acabado como un esqueleto y su piel estaba amarilla como una hoja que está por caer. Estaba ya tan débil que no podía –ni aún sobre sus manos, ir gateando hacia Jesús y solo llamaba de lejos: Maestro, Maestro; ten piedad de mi, pues jamás ha sufrido hombre alguno como yo sufro, ni aún desde el principio del mundo. Se que eres el enviado de Dios y se que si quieres puedes enderezar mis miembros torcidos y arrojar de mi cuerpo a satanás. Pues ¿es qué no obedecen los ángeles de Dios al mensajero de Dios? Ven, Maestro y arroja a satanás de mi, pues rabia iracundo de mi y terrible es su tormento.
Y Jesús le contestó: Por eso os atormenta tanto satán, porque habeis ayunado muchos días y no le habeis pagado su tributo. No le alimentais con todas las abominaciones, las cuales acá manchan el templo de vuestro cuerpo. Vosotros atormentais a satán con hambre y así en su ira él os atormenta también.
No temais, pues os digo, que satanás será aniquilado antes de que vuestro cuerpo sea destruido. Porque mientras vos ayunais y orais, los ángeles de Dios protegen vuestro cuerpo, para que satán no os destruya. Y la ira de satán es impotente contra los Angeles de Dios.
Entonces vinieron a Jesús y con fuertes gritos le rogaban, diciéndole: Maestro, ten compasión de él, porque sufre mas que todos nosostros. Y si no arrojas inmediatamente el demonio que lo posee, tememos que no viva hasta mañana.
Y Jesús le contestó: Grande es vuestra fe, por lo tanto sea hecho segun ella. Y vosotros vereis, cara a cara, el espantoso rostro de Satán y el poder del Hijo del Hombre. Porque arrojaré de vosotros al poderosos Satán, por la fuerza del inocente cordero de Dios, la criatura mas débil del Señor.
Porque el Santo Espíritu de Dios da mas poder al débil que al mas fuerte. Y Jesús ordeñó una borrega que se estaba alimentando entre las yerbas. Y vació la leche sobre la arena calentada por el sol, diciendo:
He aquí, que el poder del Angel del Agua ha entrado en esta leche. Y ahora el poder del ángel del Sol penetrará en ella también. Y la leche llegó a calentarse con la fuerza del sol. Y ahora, los ángeles del Agua y del Sol se unirán con el Angel del Aire. Y he aquí, que el vapor de la leche caliente principió a levantarse lentamente al aire.
Venid y respirad por vuestra boca la fuerza de los ángeles del Agua, del Sol, y del Aire, para que puedan penetrar en vuestros cuerpos y arrojar a satanás de vos. Y el hombre enfermo a quien satanás atormentaba aspiró profundamente el vapor blanquecino que se levantaba.
Luego, satanás dejará vuestro cuerpo, pues está hambriento desde hace tres días y ya no encuentra que comer en el interior de vuestro cuerpo. Saldrá de vos para satisfacer su hambre con el vapor de la leche caliente, porque él tiene deseos de este alimento. El sentirá el olor y será incapaz de resistir el hambre que lo ha atormentado durante los tres días pasados. Mas los hijos de los hombres destruirán su cuerpo, a fin de que no atormente a nadie otra vez.
Entonces el cuerpo del enfermo fue sobrecogido con convulsiones y se contrajo como si fuese a vomitar, pero no podía. Y boqueaba para alcanzar aire, pues su aliento se había cortado y se desmayó en el regazo de Jesús.
Ahora satanás sale de su cuerpo, vedle. Y Jesús señaló la boca abierta del enfermo. Y entonces ellos todos, con asombro y terror, vieron a satán saliendo de la boca del enfermo en la forma de un abominable gusano, yendo derecho hacia el vapor de la leche. Luego Jesús tomó en sus manos dos piedras filosas y aplastó la cabeza de Satanás.
Y sacó del enfermo todo el cuerpo del gusano (N.E.: "tenia" o "solitaria") y el cuerpo de satanás era más largo que la altura de un hombre. Cuando el abominable animal hubo salido de la garganta del enfermo, este recobró de una vez su aliento y entonces cesaron todos sus dolores. Y los otros presentes vieron caer con terror el abominable cuerpo de satán.
Mirad, qué horrenda bestia llevabais y nutriais en vuestro cuerpo, por tantos años. Le he sacado de vos y le he matado, para que nunca más pueda atormentaros. Dad gracias a Dios, que sus ángeles os han librado y no pequeis más, no sea que satán vuelva de nuevo.
Permitid por lo tanto, que vuestro cuerpo sea un templo dedicado a vuestro Dios. Y todos estaban atónitos de sus palabras y de su poder y le dijieron: Maestro, en verdad eres el mensajero de Dios y conoces todos los secretos. Jesús respondió:
Y vosotros sed verdaderos Hijos de Dios, para que participeis de su poder y en el conocimiento de todos los secretos. Porque la Sabiduría y el Poder no vienen sino del Amor de Dios.
Amad por lo tanto a vuestro Padre Celestial y a vuestra Madre Tierra, con todo vuestro corazón y con todo vuestro espíritu. Y servidles, para que sus ángeles os sirvan también. Que todas vuestra acciones sean sacrificios para Dios y no alimenteis a satanás, pues el salario del pecado es la muerte. Pero con Dios está la recompensa de los buenos, su Amor, que es como cimiento y poder de Vida Eterna. Y todos ellos se arrodillaron para dar gracias a Dios por su Amor. Y Jesús partió diciendo: Yo vendré otra vez a todos los que perseveran en ayuno y oración hasta el séptimo día. "La paz sea con vosotros".
Y el hombre enfermo a quien Jesús habia echado fuera el demonio, se puso de pie, pues la fuerza de la vida le había vuelto. Respiró profundamente y su vista se hizo clara, pues todo su dolor le había dejado. Y se postró en el suelo donde Jesús había estado previamente. Y besó la huella de los pies de Jesús y lloró.

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