CAPITULO XXIII.
Jesús continuó:
Dios ordenó a vuestros padres: No matarás, mas su corazón se endureció y mataron. Entonces Moisés deseó que ellos, al menos, no mataran hombres y les permitió que matasen animales, entonces el corazón de vuestros padres se endureció aún más y mataban tanto hombres como bestias. Mas yo os digo:
No matéis ni hombres ni bestias, ni aún la comida que pasa por vuestra boca. Porque si comeis alimentos vivos, los mismos os vivificarán. Mas si matais vuestros alimentos, los alimentos muertos os matarán también. Porque la vida viene solamente de la vida y de la muerte siempre viene la muerte.
Pues todo lo que mata a vuestros alimentos, mata a vuestros cuerpos también. Y todo lo que mata a vuestros cuerpos, mata también vuestras almas. Y vuestros cuerpos vendrán a ser lo que vuestros alimentos sean, así como vuestros espíritus vendrán a ser lo que vuestros pensamientos sean.
Por lo tanto, no comais nada que el fuego, la escarcha o el agua hayan destruido. Porque los alimentos quemados, helados o podridos, quemarán, helarán y pudrirán también vuestros cuerpos. No seais como el agricultor tonto, quien sembró en su terreno semillas cocidas, heladas y podridas. Y llegó el otoño y su campo no produjo. Y grande fue su aflicción. Empero sed como el agricultor que sembró en su campo, semillas vivas y cuyo campo produjo espigas de trigo vivas, ganando ciento por ciento de las semillas que plantó.
De cierto os digo, vivid con el fuego de la vida y no prepareis vuestros alimentos con el fuego de la muerte. Si matais vuestros alimentos, matais también vuestros cuerpos y vuestras almas.
¿Dónde está el fuego de vida Maestro?, preguntaron algunos de ellos.
En vos, en vuestra sangre y en vuestro cuerpo.
¿Y el fuego de la muerte? Preguntaron otros.
Es el fuego que arde fuera de vuestro cuerpo, que es más caliente que vuestra sangre. Con ese fuego de muerte cocinais vuestros alimentos en vuestros hogares y en vuestros campos.
Yo os digo en verdad, que el mismo fuego que destruye vuestros alimentos, destruye también vuestros cuerpos. Así como el fuego de la malicia que arruina vuestros pensamientos y arruina vuestro espíritu.
Porque vuestro cuerpo es lo que vos comeis y vuestro espíritu es lo que pensais. No comais, pues, lo que un fuego más fuerte que el fuego de la vida ha matado. Por lo cual, preparad y comed todas las frutas de los árboles y todas las hierbas de los campos y toda la leche de las bestias buena para comer. Porque todos estos son alimentos y madurados por el fuego de la vida, todos son dones de nuestra Madre Tierra.
Empero no comais nada, a lo que el fuego de la muerte solo haya dado sasón, pues tal alimento viene de satanás.
Jesús continuó:
Dios ordenó a vuestros padres: No matarás, mas su corazón se endureció y mataron. Entonces Moisés deseó que ellos, al menos, no mataran hombres y les permitió que matasen animales, entonces el corazón de vuestros padres se endureció aún más y mataban tanto hombres como bestias. Mas yo os digo:
No matéis ni hombres ni bestias, ni aún la comida que pasa por vuestra boca. Porque si comeis alimentos vivos, los mismos os vivificarán. Mas si matais vuestros alimentos, los alimentos muertos os matarán también. Porque la vida viene solamente de la vida y de la muerte siempre viene la muerte.
Pues todo lo que mata a vuestros alimentos, mata a vuestros cuerpos también. Y todo lo que mata a vuestros cuerpos, mata también vuestras almas. Y vuestros cuerpos vendrán a ser lo que vuestros alimentos sean, así como vuestros espíritus vendrán a ser lo que vuestros pensamientos sean.
Por lo tanto, no comais nada que el fuego, la escarcha o el agua hayan destruido. Porque los alimentos quemados, helados o podridos, quemarán, helarán y pudrirán también vuestros cuerpos. No seais como el agricultor tonto, quien sembró en su terreno semillas cocidas, heladas y podridas. Y llegó el otoño y su campo no produjo. Y grande fue su aflicción. Empero sed como el agricultor que sembró en su campo, semillas vivas y cuyo campo produjo espigas de trigo vivas, ganando ciento por ciento de las semillas que plantó.
De cierto os digo, vivid con el fuego de la vida y no prepareis vuestros alimentos con el fuego de la muerte. Si matais vuestros alimentos, matais también vuestros cuerpos y vuestras almas.
¿Dónde está el fuego de vida Maestro?, preguntaron algunos de ellos.
En vos, en vuestra sangre y en vuestro cuerpo.
¿Y el fuego de la muerte? Preguntaron otros.
Es el fuego que arde fuera de vuestro cuerpo, que es más caliente que vuestra sangre. Con ese fuego de muerte cocinais vuestros alimentos en vuestros hogares y en vuestros campos.
Yo os digo en verdad, que el mismo fuego que destruye vuestros alimentos, destruye también vuestros cuerpos. Así como el fuego de la malicia que arruina vuestros pensamientos y arruina vuestro espíritu.
Porque vuestro cuerpo es lo que vos comeis y vuestro espíritu es lo que pensais. No comais, pues, lo que un fuego más fuerte que el fuego de la vida ha matado. Por lo cual, preparad y comed todas las frutas de los árboles y todas las hierbas de los campos y toda la leche de las bestias buena para comer. Porque todos estos son alimentos y madurados por el fuego de la vida, todos son dones de nuestra Madre Tierra.
Empero no comais nada, a lo que el fuego de la muerte solo haya dado sasón, pues tal alimento viene de satanás.

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