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viernes, 27 de noviembre de 2009

TRASTORNO OBSESIVO COMPULSIVO ¡Usted puede hacer algo!


Una mujer de 40 años, que llevaba 20 sufriendo un TOC grave, y su madre de 60 años, empezaron a participar en un grupo de psicoeducación familiar. Según explicaron, “tenían una relación muy buena y podían hablar de todo excepto del TOC”. En la tercera sesión anunciaron con júbilo al grupo que ya “incluso podían hablar abiertamente sobre el TOC”. Cuando los demás les preguntaron qué había cambiado, la mujer afectada respondió:”Mi madre ha venido a las reuniones del grupo, ha leído información sobre el TOC y ha escuchado a otras personas afectadas hablar sobre sus experiencias.

Creo que está empezando a comprender este trastorno y todo lo que yo estoy pasando”.

Hemos observado que el aprendizaje y la comprensión emocional de lo que supone experimentar los síntomas del TOC deben acompañar a los esfuerzos de la familia por intervenir. Como muchas personas que padecen un TOC son, por otro lado, muy funcionales, no sorprende que tienda usted a ver las compulsiones como conductas que la persona puede empezar o detener cuando quiera. Ese es un error habitual. Aceptar la realidad de que su familiar tiene algo que “no funciona bien” y precisa atención profesional, puede ser un proceso doloroso. Antes de poder prestar una ayuda eficaz, es necesario reconocer el TOC e informarse sobre él. Debe conocer cuál es el problema antes de intentar solucionarlo. El aprendizaje es el primer paso. A medida que vaya aprendiendo más sobre el trastorno, empezará usted a albergar esperanzas de poder hacer algo para ayudar a la persona afectada por el TOC. El TOC es un trastorno bioquímico con síntomas clínicos que van más allá de los rasgos de personalidad. Cuánto más sepa, mejor podrá considerar las conductas irracionales desde una perspectiva impersonal. Las relaciones familiares mejorarán y la persona con TOC se sentirá más apoyada.
Unas relaciones familiares positivas y el hecho de sentirse comprendido potencian considerablemente los beneficios terapéuticos (medicación, terapia de conducta).

Ya sabemos cómo llamarlo... ¿Pero cómo saber cuándo los síntomas obsesivo-compulsivos precisan
atención profesional?

Según empiece a saber más sobre el TOC, es posible que piense “¡Parece que hablan de mí!” o “¡Eso es justo lo que yo hago!”. Comparar los rasgos de la personalidad con los síntomas es un error habitual, porque a primera vista parecen lo mismo. No obstante, las causas de esa conducta son muy diferentes. Por ejemplo, un padre a quien le costaba entender por qué su hijo no podía “parar” de lavarse y marcharse a trabajar, le dijo que él también tenía el “hábito” de lavarse y que, si él podía parar, ¿por qué no podía su hijo?, lo cual enfureció al hijo, agudizándole los síntomas. Se sintió frustrado porque su padre no entendía la importante distinción entre un hábito y una compulsión.

Es importante distinguir entre los rasgos obsesivo compulsivos y los síntomas obsesivo-compulsivos.
Según una serie de estudios realizados, casi todo el mundo tiene uno o dos rituales. La diferencia reside en el grado de ansiedad y convicción de la necesidad de realizar la compulsión. Las personas con TOC sienten que no pueden controlar su ansiedad de otra forma que no sea llevando a cabo las compulsiones. Sus cerebros les dicen que si realizan los rituales, sus miedos disminuirán. Es mejor rechazar o identificar esa conducta como un “síntoma”, no como “fallos”. Todos practicamos uno o dos rituales, pero las conductas se convierten en “síntomas” de un trastorno si “no son deseadas” e interfieren en las relaciones sociales o laborales. Cuando una persona no puede controlar las compulsiones, es importante no culparla. Por otro lado, el TOC no debería convertirse en excusa para reducir la funcionalidad. Por otro lado, una vez identificado el TOC, el afectado espera que los familiares asuman sus responsabilidades y así poder evitar determinadas situaciones, lo que rara vez les sirve de ayuda.


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