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jueves, 10 de diciembre de 2009

ANTROPOLOGIA ECONOMICA: CONTINUACION DE CONTRIBUCIONES SUSTANTIVAS DE LA ANTROPOLOGIA ECONOMICA


CONTRIBUCIONES SUSTANTIVAS DE LA ANTROPOLOGIA ECONOMICA

En la tabla anterior se especifican tres tipos de ecosistemas y su productividad primaria bruta, esto es, la cantidad de energía que el ecosistema es capaz de sintetizar antes de descontar la respiración, medida en kilocalorías por metro cuadrado y día. La segunda columna indica la cantidad de energía efectivamente disponible para el resto de organismos.
Esto significa, por ejemplo, que el ecosistema de caña de azúcar procesa una gran parte de la energía que recibe pero que pierde por respiración más del 70% de la energía fotosintetizada. Así, mientras la capacidad de los diferentes ecosistemas “naturales” y “artificiales” varía considerablemente, los índices de eficiencia se mantienen en niveles notablemente bajos, incluidos los artificiales.

La poblaciones humanas han empleado una variedad de estrategias para obtener la energía y nutrientes necesarios, así como para minimizar el trabajo necesario para obtener y consumir alimentos. Con todo, el equilibrio en la dieta no está en absoluto garantizado. Por ejemplo, los esquimales del poblado de Augmaggassalik estudiados por Wallace en 1961 (cit. en Hardesty, 1979:67)) presentaban un déficit endémico de calcio como consecuencia del débil sol del Ártico y las bajas temperaturas (lo cual exige una pesada vestimenta), que impedían sintetizar la vitamina D3 y aprovechar el escaso calcio disponible en su dieta. En las selvas tropicales, con los suelos lavados constantemente, animales y plantas presentan también déficits en minerales y nutrientes. Las hambrunas y las epidemias son bien conocidas en las sociedades de cazadores-recolectores y de agricultores primitivos. Siguiendo con el ejemplo de los esquimales, el endocanibalismo forzado documentado por Rasmussen (1932) es un buen ejemplo de ello, así como las prácticas de abandono de ancianos e infanticidos. No obstante, podemos afirmar que en conjunto estas poblaciones están bien nutridas y que las incidencias de las epidemias y hambrunas han sido más frecuentes en las poblaciones de clases (Harris, 1988:347), posiblemente porque las primeras podían evitar zonas insalubres y trasladaré a otras zonas que ofreciesen mejores condiciones, cuando la situación lo requería.

En el siguiente apartado revisaremos las diferentes artes de subsistencia.
Por ahora sólo decir que, ya sea mediante caza y recolección o bien mediante agricultura de tala y quema (complementada por la caza y la recolección también, e, incluso la cría de animales), las poblaciones humanas se han mantenido por debajo de los máximos posibles teóricos. Es decir, que la capacidad de sustentación (o la densidad de población teórica) de un medio en función de la tecnología aplicada es siempre mayor que la población que efectivamente lo habita. Los estudios realizados sugieren que esta población es de un tercio del teóricamente posible (incluidas las poblaciones de cazadores-recolectores).

Para la agricultura de tala y quema la capacidad de sustentación se ha calculado (Carneiro, 1960, entre otros) como la relación entre la tierra disponible para la agricultura y la extensión media necesaria para alimentar a un adulto durante un año, una vez descontados los períodos de barbecho forzoso. Así disponemos de la siguiente fórmula:





P indica la población total por Km2 . La parte superior de la ecuación nos informa de la tierra disponible para el cultivo cada año (T= tierra útil para el cultivo total, R= años de barbecho, Y= años que se puede cultivar antes de abandonar la tierra). Esta tierra se divide por A, que equivale a la cantidad de tierra necesaria par alimentar a un individuo un año. El resultado es el número de individuos que teóricamente podría soportar la agricultura de tala y quema de una zona. Naturalmente, se trata de sólo una aproximación a la capacidad de sustentación de una zona.

La agricultura itinerante de los trópicos puede tener una productividad muy alta a condición que la reserva de tierra disponible sea suficiente (Wolf, 1978:36), llegando a competir ventajosamente con la agricultura del arado.
Sin embargo, esta potencialidad de esta arte de subsistencia no se aprovecharía completamente por una serie de razones.

Una de ellas, llamada Ley del Mínimo de Liebig (Harris,1988:319), afirma que el crecimiento demográfico está limitado no tanto por la abundancia de todos los factores necesarios como por la disponibilidad mínima de alguno de ellos. Esto significa que la población se ajustaría a la fluctuación mínima de algunos recursos en un período de tiempo. Así, la disponibilidad de algún factor limitante en algún momento del pasado influiría en el tamaño de la población futura.

Una segunda explicación, que puede combinarse con el resto, estaría en la misma organización social, que aconsejaría la fisión en el momento que se superasen unos límites.

Otra explicación, más plausible10, es la tendencia a la centrifugación de la población que practica la agricultura primitiva. En ausencia de otros factores limitantes, existe la tendencia de los agricultores a desplazarse hacia las nuevas zonas roturadas para minimizar el tiempo de desplazamiento y de transporte de los productos cosechados. Además, el principal enemigo de los cultivos suelen ser animales, por lo que a la construcción de vallas se une la vigilancia de los campos. Por otra parte, dado que otros grupos de agricultores aplican la misma lógica, es conveniente ampliar el área en explotación para evitar solapamientos y/o conflictos, a menudo provocados por los animales domésticos utilizados como fondo de reserva de calorías y proteínas. Estos animales, reducen, de hecho, los niveles de sustentación pues comparten gran parte del nicho ecológico de las poblaciones humanas.

La densidad de población es una cuestión de fundamental importancia para el desarrollo de sistemas políticos centralizados y, por ende, para el desarrollo de la civilización. Boserup (1965) afirma que, en contra de la hipótesis maltusiana, el aumento de la densidad de población en una zona por las razones que sean lleva a la intensificación de las técnicas de subsistencia, de forma que sea posible alimentarla. Carneiro (1979), por su parte, considera que el nacimiento de los estados está asociado efectivamente al aumento de la densidad de población en zonas limitadas, de forma que no era posibles los procesos de fisión. En estas condiciones, la gestión del agua, de diferentes métodos de agricultura y de cultivo, la cría de animales, permiten un aumento de la producción de alimentos aún a costa de reemplazar un ecosistema por otro y de disminuir tanto la productividad media del trabajo humano como del número de horas trabajadas.

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