LA ECONOMÍA MARXISTA
A partir del análisis de Ricardo, Marx elabora la crítica a la economía política, expresión suprema de la ciencia burguesa y producto de un estadio determinado de desarrollo de la historia. De hecho, el mismo análisis de Ricardo contiene gran parte de los elementos de esa crítica al identificar la contradicción de clase entre propietarios, capitalistas y asalariados, por una parte, y en la determinación del trabajo como fuente del valor, incluido el capital, o trabajo acumulado, por otra. Ahora bien, las relaciones entre mercancías expuestas de una forma tan elegante por los economistas clásicos, son de hecho relaciones entre los hombres, relaciones de producción y de explotación. Solamente a través de la apropiación de la plusvalía del trabajo asalariado puede el capitalista obtener su beneficio y, por tanto, mantener el sistema.
Expresado de forma simple, podemos distinguir entre producción simple de mercancías y producción capitalista. En la primera, las mercancía se transforma en dinero para obtener mercancías. Es un sistema relativamente estable y que puede ser representado de la siguiente forma:
M-D-M
El capitalismo, en cambio, parte del dinero, el cual es transformado en mercancías sólo si sirve para obtener más dinero. El dinero resultante tiene que ser mayor que el primero, pues si no, no hay beneficio:
D-M-D’; D’>D
Ahora bien, ¿cómo se obtiene M y qué es lo que permite que produzca D’?
El valor de cualquier mercancía desde la óptica marxista puede dividirse en tres partes (Sweezy: 1942): capital constante (c), capital variable (v) y plusvalía (p). Así:
M= c+ v+ p
De esta fórmula general es posible extraer tres proposiciones fundamentales. La primera es la tasa de plusvalía.
El trabajo aplicado al capital constante permite dos cosas: reproducir la fuerza de trabajo (en forma de salarios de subsistencia), v , y generar un excedente p. En el supuesto de productividad del trabajo que permita de cada 10 horas de trabajo destinar 5 a la reproducción y 5 a la plusvalía, si la apropiación por parte del capitalista, o propietario de los medios de producción es máxima, la tasa de la plusvalía o tasa de explotación (en el modo de producción capitalista) será de 1.
p/v = p’; 5/5=1
La segunda es la composición orgánica de capital, o la proporción de capital constante con respecto al capital total.
o = c/(c+v)
Evidentemente existen procesos productivos con una composición orgánica del capital alta y procesos con una composición baja, hecho ya señalado por Adam Smith. Cuanto más alto sea el valor de o, más alta será la proporción de capital constante en el proceso.
Por último, tenemos la tasa de ganancia.
g = p/c+v
Esta proporción puede formularse también del siguiente modo (Cf. Sweezy, 1942: 80):
g = p’ (1-o)
Expresado de esta forma, la tasa de ganancia depende de la tasa de plusvalía o explotación y de la proporción de composición orgánica del capital. Cuanto más alta sea la explotación y más baja la proporción constante de capital (propiedad del capitalista) más alta será la tasa de ganancia.
Por tanto aumentar la tasa de ganancia, objetivo del capital, del capitalista y del capitalismo, sólo puede hacerse manteniendo v bajo (salarios bajos), minimizando c (inversión de capital) o aumentando la tasa de explotación, o todo de forma simultánea. Para mantener v bajo el capitalismo dispone de un ejército de reserva que utiliza sólo cuando es necesario.
Sin embargo (Marx, 1894: Libro III, Cap. XIII), la tendencia a la acumulación del capital por una parte, y la tendencia a equilibrarse la tasa de beneficio de en todos los sectores de la producción por otra, lleva a un aumento uniforme de la composición orgánica del capital en el sistema, esto es, a un aumento relativo de los medios de producción creados por el trabajo vivo en el proceso de producción y a un consecuente descenso de la plusvalía (suponiendo una tasa de explotación constante). Aunque la masa de beneficios absoluta puede aumentar, así como la población trabajadora, el capitalismo, en su desarrollo, presenta una tendencia descendente de la tasa de ganancia, pues ésta es consecuencia de la proporción de capital constante.
Esta tendencia le es propia y no depende de factores agrícolas externos, como apuntaba Ricardo.
Sin embargo, y posiblemente debido a que Marx no pudo corregir el Libro III (Dobb, 1973:177; Sweezy, 1942:129), no es posible deducir un sistema de precios de producción que considere simultáneamente la teoría del valor y la tendencia decreciente de la tasa de ganancia.
Descrita de forma sucinta ésta es la lógica del modo de producción capitalista. Ahora bien, esta lógica se inserta en una teoría de la historia y de la sociedad: el materialismo histórico.
En 1859 Marx publica Contribución a la Crítica de la Economía política. En el siguiente párrafo, citado in extenso, se recoge lo fundamental del materialismo histórico.
En la producción social de su vida los hombres traban determinadas relaciones necesarias, independientemente de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a un determinado estadio de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se levanta una sobrestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas sociales de conciencia. El modo de producción de la vida material determina el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, a la inversa, su ser determina su conciencia. En un determinado estadio de su desarrollo las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes, o, por usar la equivalente expresión jurídica, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se habían movido hasta entonces. De formas de desarrollo que eran de las fuerzas productivas, esas relaciones mutan en trabas de las mismas. Empieza entonces una época de revolución social. Con la alteración del fundamento económico se subvierte más rápida o más lentamente toda la gigantesca sobrestructura. En la consideración de estas conmociones hay que distinguir siempre entre la transformación material de las condiciones económicas de la producción, que se pueden registrar con fidelidad científico-natural, y las formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en suma, ideológicas, en las cuales los hombres toman conciencia de este conflicto y lo dirimen. Del mismo modo que no se puede juzgar a un individuo por lo que él se imagina ser, así tampoco es posible juzgar una tal época de transformación por su conciencia, sino que hay que explicar esa conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. [Cada formación social incuba las semillas de su nuevo estadio]. A grandes rasgo se puede decir que los modos de producción asiático, antiguo, feudal y burgués moderno son épocas progresivas de la formación social económica. Las relaciones de producción burguesas son la última forma antagónica del proceso de producción social, antagónica no en el sentido del antagonismo individual, sino en el de un antagonismo que nace de las condiciones sociales de vida de los individuos; pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa producen al mismo tiempo las condiciones materiales de la solución de ese antagonismo. Por eso la prehistoria de la sociedad humana termina con esta formación social (citado en Korsh, 1981: 173).
En este fragmento se enuncian las bases del materialismo histórico, siendo su punto de partida la reproducción de la vida material Este proceso conlleva una dinámica de conflictos (la lucha de clases) que permite avanzar a la historia hacia un fin predeterminado.
Podemos expresar gráficamente la propuesta de Marx:
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