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martes, 8 de diciembre de 2009

AUTOMAESTRIA


Por Roberto Cabrera Olea
Santiago de Chile

EL CAMBIO DE CONCIENCIA ES UNA REVOLUCIÓN
    
Estamos siendo testigos de múltiples cambios a nuestro alrededor. Cambios climáticos, que trastocan nuestro entorno conocido y que generan, para algunos, catástrofes y desastres que cuesta abordar y comprender. Cambios en  la forma en que se enfrentan los temas económicos, donde se ha desatado una crisis planetaria difícil de manejar y que deja a los entendidos sin mucho que pronosticar a futuro, sumiendo a las personas en una energía de incertidumbre y miedo. Pero principalmente, estamos frente a una serie de movimientos internos que posibilitan que estas transformaciones tengan lugar.

Es importante darse cuenta que todo lo que sucede a nuestro alrededor tiene su origen en estados internos del ser humano. Y esta afirmación está muy lejos de querer generar culpabilidad por cómo están las cosas, sino que lo que pretendo es crear una conciencia de responsabilidad, la que a fin de cuentas es la única forma de cambiar nuestra perspectiva de lo que es nuestra vida y la del planeta. La responsabilidad por nuestras vivencias nos instala lejos de la victimización, que es un estado de desempoderamiento y miedo, y que nos lleva a entregar el poder de nuestra vida a personas o circunstancias externas que nada pueden hacer si no somos nosotros quienes los llamemos a participar de nuestra vida, muchas veces, precisamente para encontrar aquel culpable que nos permita no hacernos cargo, como creadores, de nuestras penas y felicidades.

    
El cambio de conciencia al que aludo en este momento, consiste justamente en permitirnos entender, es decir ser conscientes, que la vida no es un constructo predeterminado de formas rígidas que nos toca enfrentar, sino el resultado de nuestros propios movimientos a partir de nuestras certezas, dudas, miedos, y creencias. Es decir, esta nueva conciencia consiste en soltar todo aquello conocido como verdad -que muchos buscan en libros y en maestros externos-, para lograr encontrar aquella verdad esencial, la que reside en nuestro corazón. Aquella verdad que nadie te puede contar y menos decir cómo es y en qué consiste. Esta nueva conciencia consiste en tener la valentía de creer en ti mismo antes que en cualquier otra cosa, porque en un corazón empoderado y libre de sesgos limitantes, se puede encontrar el reflejo puro de nuestro origen, se puede encontrar a Dios, no como ese ser lejano y que nos observa, sino como ese mar desde donde brotaron todas las gotas que en este momento vivimos en la Tierra, y que por venir de él, nacemos libres y creadores.

    
Este cambio de conciencia es verdaderamente una revolución, una que nos instala en la posibilidad de recordar quien somos y tomar la vida en nuestras manos, ya no con miedo, porque al dar el primer paso para amarnos incondicionalmente, lo único que saldrá del corazón será precisamente amor. Y una creación desde el amor y desde la conciencia de lo que es la vida, nada destructivo puede surgir.

    
La revolución que tenemos ante nuestros ojos, y que todos y cada uno está creando aunque no sean conscientes de ello, es la de lograr la libertad de ser en conciencia de amor. Eso es la automaestría. Dejar de sufrir, porque nadie te puede dañar ni puede generar circunstancias a tu alrededor que te hagan pasarlo mal; esto, porque al reconocerte como responsable de tus actos, cambiarás el prisma de visión de lo que es la realidad, alcanzando el sentientendimiento de que es un juego donde las piezas no son rígidas y donde el orden que les des es único, y el que tú quieras darle.

    
Es una revolución en la que cada ser humano irá comprendiéndose único y soberano. En ese estado nos iremos cubriendo sólo del amor que nos dio vida. No del amor dependiente en que buscamos que otro nos nutra para ser felices, sino que del amor libre en que incluso el error, o todo aquello que aun catalogamos de negativo, dejará de serlo. Todo aquello que podemos ver y vivenciar en nuestra existencia tiene un origen divino y ya es hora de recordarlo, y no porque haya un dios que lo haya creado, sino porque un humano le dio vida. Y porque el humano es divino por derecho de nacimiento, tiene ese don mágico de la creación a su disposición. Lo que nos ha sucedido es que al olvidar que eso es lo que somos, nuestras creaciones parecen independientes a nuestros actos y van respondiendo principalmente al miedo, que surge de nuestra mente, a que esas creaciones que conocemos y que nos dan tranquilidad al vivir, no dejen nunca de estar para no encontrarnos con el vacío que creemos tener en nuestro interior. Somos todo amor y ya le hemos creído demasiado tiempo al juego de la dependencia. Esta revolución nos permite recordar el guerrero que somos todos, aquel que vino a poner los puntos sobre las ies para decirle a todos aquellos que aun creen en el sometimiento, que su tiempo acabó. Decirles que nuestras armas son infinitamente más poderosas que las que han esgrimido hasta nuestros días, porque son instrumentos de amor y conciencia, que no destruyen sino que edifican y transforman. Y eso es una de las cosas a las que más temen estos señores, la transformación. Y la mala noticia para ellos, es que esta transformación ya está en curso y no hay vuelta atrás. La historia humana no podrá seguir escribiéndose de la misma manera, ¡en hora buena!

    
Es por eso que podemos decir con certeza, por ejemplo, que todos los cambios dramáticos que podemos ver a nuestro alrededor, no son más que el resultado del choque entre esa vieja energía de sometimiento y la nueva energía de la libertad y la conciencia de amor. Si soltamos el miedo a lo que vendrá y nos centramos en lo que llevamos dentro y en lo que somos por dentro, todo suceso, por terrible que se nos muestre, no es más que la oportunidad de sintonizar con la conciencia de cambio y enrolarnos en esta revolución.

    
Sólo habrá que permitir el cambio, dejar que la energía fluya y no detenerla con nuestros temores de que todo se acabará o de que estamos ante el peor momento de la historia. Puedo decirles con todo mi amor, que es todo lo contrario, que estamos siendo testigos y creadores del momento más maravilloso que la humanidad podría haber experienciado. El momento en que ya no necesitemos competir entre nosotros para alcanzar plenitud, en que nuestras sonrisas, en tanto reflejo de nuestro interior en amor, sean el catalizador de la energía amorosa que nos dio vida para que el planeta y nuestra forma de vida toquen definitivamente ese estado mágico, luminoso, empoderado, soberano y sin miedo que por naturaleza nos pertenece. Esas sonrisas que ya podemos ir dando, ese canto ante la belleza de la vida en todas sus formas, es la voz del despertar en conciencia, es la voz del amor a ti mismo tal cual eres hoy, con tus dificultades, con tus miedos, con tus dudas, porque en aquello que aparenta ser tan negativo en nosotros también brilla un creador, uno que aun duerme, pero que está pronto a despertar.

    
Pero nadie te despertará, eso es parte de esta revolución, nadie te dirá has esto o aquello, porque no hay recetas para este momento, no hay normas –justamente las estamos dejando atrás-, no hay técnica que valga si no existe primero ese amor incondicional por ti mismo. Muchas veces creemos amar al poner nuestras buenas intenciones en otros o en el mundo, pero no nos damos cuenta que esas buenas intenciones también están condicionadas, también surgen de nuestra necesidad a que se nos devuelva amor, o a que el mundo esté bien para tener un lugar donde vivir…, eso es sobrevivenvia, eso es miedo, y hay que decirlo por su nombre. El verdadero amor ante todo es el que te puedes dar a ti mismo, para que por rebalse inunde al mundo. Es un círculo de reacciones: yo amo hasta vaciarme y pido que ese otro a quien amé me devuelva ese amor para volver a llenarme, ese es el origen de todos nuestros dramas. Este nuevo tiempo es sin condiciones, sin definiciones, es sin proyecciones…, a la larga iremos notando cómo nuestra energía libre de temores y brillando en puro amor, es la clave para que todos lleguen a conectar por sí mismos con su propio amor. De esta manera nadie podrá culpar a nadie de sus problemas y sólo quedará mirarse el ombligo, para que en honestidad, podamos decir si realmente queremos ser libres.

    
Para que una revolución sea, se necesita determinación, fuerza, libertad interior, valentía, pero principalmente amor. Un revolucionario sólo alberga amor en su corazón, ese amor que le dice que hasta el más temido error, pero hecho con pasión, es el acto más glorioso que pueda crear…, porque es único y soberano, sin pauta. Aquel que es fiel a su corazón antes que a formas establecidas de acción, es quien prevalecerá.

    
La nueva energía que se está instalando en nuestro corazón, en nuestra conciencia y en nuestro planeta, no responde a proyecciones. No puede siquiera ser definida, porque no es lineal, porque fluye desde múltiples dimensiones hasta nuestra Tierra, y la revolución no se está dando en el cielo, sino bajo nuestros pies, en nuestro planeta.

    
Este cambio revolucionario de conciencia nos abre la puerta al cambio permanente. Es un estado de vida en que no sabremos qué viene en el segundo después de nuestra conciencia. Lograremos despegarnos de lo establecido como real para crear maravillosos y mágicos mundos de no saber, sino de sentir…, y eso requiere cojones y entrega total en confianza ante la vida, creyendo en que al soltar el control y los miedos de no saber qué vendrá, se mostrará la abundancia de la vida.

    
Un revolucionario tiene cojones y está hecho de amor, un guerrero como tú y como yo, lo digo con certeza y confianza, porque de lo contrario, no estaríamos hablando, tú y yo, en este momento.

    

Con amor, Yo Soy Roberto.

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