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domingo, 27 de diciembre de 2009

DE LOS INICIOS AL ROMANTICISMO -11-



PRAXIS EDUCATIVA ANTIGUA

La cultura trae consigo la expresión objetiva del espíritu humano; a través de ella se descubre al hombre como responsable de la historia. (Freire)

Desde la más remota antigüedad, hasta nuestros días, el mundo mediterráneo ha visto nacer y desarrollarse la cultura (de la que sustancialmente vivimos) a través de las etapas más significativas de la historia de la humanidad. Así, casi todas las propuestas de la pedagogía y de la educación arrancan su indagación de Grecia antigua con Homero y Hesíodo, dejando de lado lo que cronológicamente precede en otros pueblos. Pues el saber racional, fundamento y método de la ciencia, es una construcción griega que se difundió desde Grecia, a través del mundo romano y del cristianismo, a toda Europa originando lo que conocemos como la cultura sin adjetivos.

La influencia de la antigua educación ateniense (fundada en la gimnasia, la música, el aprendizaje de la lectura, escritura y cuentas, el conocimiento mnemónico de Homero) llevó a la elaboración de un programa de enseñanza “liberal”, que en la época helénico-romana se impuso como grado intermedio de estudios.

Tal programa suministraba la preparación básica necesaria para acceder a los estudios superiores, reservados a la elocuencia (según el modelo de Isócrates, siglo V-IV a.C.) o, en el ambiente romano, al derecho. El rol intermedio y subalterno de las artes liberales, sobre todo con el fin de acceder al conocimiento filosófico, es subrayado por muchos autores desde finales del siglo IV a.C. Particularmente significativo es un paso de la Epístola LXXXVIII de Séneca (siglo I d.C.): “así como la enseñanza primaria, que los antiguos romanos llamaban prima literatura, no enseña a los niños las artes liberales, sino que los prepara a este estudio, así las artes liberales, sin llevar el alma hasta la virtud, le trazan el camino”.

También la tripartición de la filosofía (típica de las escuelas postaristotélicas) en lógica, física y metafísica manifiesta, en comparación con la clasificación aristotélica de las ciencias en: 1) teóricas (tienen por objeto el conocimiento), 2) prácticas o normativas (tienen por objeto la praxis) y 3) poyéticas o productivas, cuya finalidad es la producción de objetos: las artes y oficios, que una parte de las “ciencias teóricas” (las matemáticas) han abandonado la filosofía propiamente dicha y son propedéuticas a ella.

El cuadro de las siete artes liberales futuras se completó solamente en el siglo I a.C., aunque el programa en su conjunto (que ponía las matemáticas del currículum platónico después de la formación literaria sostenida por Isócrates y su escuela) se remonta al comienzo del siglo IV. (Extraído del Diccionario de Ciencias de la Educación dirigido por Giuseppe Flores d’Arcais, 1990)

La educación, en cuanto hecho totalmente social, se halla presente siempre y en cualquier lugar donde haya, aún muy frágil, una organización de la sociedad. Por ello, René Hubert (1885-1954) afirma: “como el estudio de las formas elementales de la vida religiosa se hace resaltar algunos caracteres sociales esenciales de este fenómeno, así también el estudio de las formas elementales de la educación pone de manifiesto su naturaleza original, presentando su esquema simplificado y breve. La educación, en las sociedades rudimentarias, es esencialmente una iniciación ritual progresiva a las creencias y a las costumbres del grupo. Esta se traduce en una participación espontánea en el uso de sus técnicas prácticas y en su tipo de vida ... El niño habrá acabado de nacer realmente sólo cuando habrán sido cumplidos ciertos ritos que comenzarán a insertarlo en el grupo”. (Histoire de la pédagogie)

Los ritos de iniciación son sólo los momentos culminantes de un proceso de integración, que se lleva a cabo en contacto con las múltiples experiencias de la vida, relacionadas sea a los objetivos propiamente sociales, sea  a los que podría llamarse profesionales. Es una costumbre educativa que, si caracteriza a los pueblos primigenios, también se encuentra aún hoy en poblaciones en las que todavía no han sido influenciadas por la llamada civilización occidental, especialmente por la aportación tecnológica.

Tanto en los pueblos con una civilización elevada, como los del extremo oriente (India, China, Japón) o los de las antiguas civilizaciones americanas, hebreas y egipcias, encontramos la educación con las modalidades de iniciación ritual, donde la sociedad se había organizado según el espíritu de la fe y/o de las creencias religiosas (brahmanismo, budismo, confucianismo, etc.).

La religión comporta un ceremonial y una ritualidad que involucra las actitudes del vivir moral y social, pudiendo decirse que la educación refleja lo que está prescrito por la creencia y lo que se traduce en costumbre religiosa; en cualquier caso, se trata de reproducir, en la experiencia personal, lo que pertenece  a la vida de toda la sociedad.

Posteriormente, al organizarse las escuelas como instituciones predispuestas para la formación de los jóvenes, también reflejan la exigencia de base “de forjar el espíritu, la sensibilidad y las costumbres conforme a la doctrina tradicional”. Así, recordamos que “los rituales y ceremonial fijados por Confucio regularon toda la vida china hasta nuestros días. ... Las reglas y ceremonias son la expresión de lo que es justo, con ellas espera dar más libertad al espíritu que mantenerlo atado con preceptos, por este método del justo medio, incorporado a las normas tradicionales, Confucio espera obtener el hombre completo.” (Pijoan en Historia del mundo, 1971). Confucio, se interesó por un humanismo práctico basado en la regla áurea: “Tratad a los demás como queráis que ellos os traten” (Citado por Feliciano Blázquez en Diccionario de las ciencias humanas, 1997)

Se trata de objetivos que se hallan sustancialmente presentes en todas las sociedades con una actividad agrícola predominante, si no exclusiva, llevadas más a conservar que a innovar.

Las civilizaciones mediterráneas antiguas utilizaron la escritura, y por tanto, el alfabeto, cuya invención se reconoce a los fenicios. Pero los egipcios pueden ser considerados como inventores del alfabeto y conocedores de la escritura por medio de jeroglíficos, cuyo dominio y utilización era reservada a la clase de los escribientes, especie de consejeros de los faraones, los únicos depositarios de la cultura religiosa y mundana.

El paso de la cultura oral (ligada sólo al recuerdo y a la repetición) a la cultura escrita permite la creación de aquellos instrumentos de comunicación que pondrá en marcha la organización del saber científico.

Las características más importantes de la Grecia helenística, son:

a.    Después de la fase ético-religiosa de los siglos más antiguos (siglo X-VII a.C.), el fin es resueltamente político: formación del hombre como ciudadano;
b.    La educación es reservada a los aristócratas y a los hombres libres, dejando fuera a los campesinos, a los artesanos y a los comerciantes. Sólo hacia el siglo V la educación se abre a formas más democráticas;
c.    El itinerario educativo se desarrolla en ciclos, hasta los 18-20 años, teniendo como modelo la armonía del alma y la concordancia del bien con la belleza;
d.    Disciplinas educativas de base son la gimnasia y música, y luego los estudios literarios y las matemáticas;
e.    La cultura es fin a sí misma, desinteresada y realizada por el placer que procura y, por tanto, distinta del aprendizaje de las artes banáusicas (de adiestramiento al trabajo);
f.    Su instrumento fundamental es el ?????, (razón) que significa tanto la palabra (puesto de manifiesto por los sofistas y por la retórica que estudiaba sus múltiples posibilidades) como el pensamiento estudiado por los filósofos y por la dialéctica, que constituía su método peculiar de indagación);
g.    Aunque cada vez más se tiende a distinguir la actividad teórica de la práctica, se reconoce que la educación (hecho práctico) encuentra su razón de ser en la teoría, de manera que la orientación pedagógica es de tipo intelectualista;
h.    Pedagógicamente resulta fundamental el concepto de cultura enciclopédica, que se ha de entender no en sentido nocionista o cuantitativo, sino como cultura educativa; como capacidad del hombre de dominar y de unificar todo el saber del que dispone para su propio perfeccionamiento;
i.    Si bien Platón pretendió que todo se confíe al Estado, la familia juega un papel notable en la educación de los hijos, especialmente en los primeros años de vida;
j.    Los estudios de filosofía o los de retórica coronan los estudios, pero todavía no son abiertamente profesionales, dado que están siempre orientados a la formación de aquel hombre-ciudadano que se debería ocupar de la vida pública y de la política.

El helenismo (período histórico que va del siglo III a.C. al siglo III d.C.) convirtió la lengua griega en el vínculo de una nueva unidad espiritual extendida a los países conquistados. Su cosmopolitismo provocó una nueva conciencia civil y política (haciendo del hombre un ciudadano del mundo, como afirman los estoicos, y evidenciando las virtudes personales antes que socio-políticas); determinó la afirmación de formar notables de individualismo, pues sólo la razón personal puede conducir al dominio de las pasiones (la apatía de los estoicos), a la falta de turbación (la ataraxia de los epicúreos) o a la prudencia de los escépticos, que consideran inevitable la suspensión de todo juicio al faltar un criterio de evaluación seguro.

El helenismo abrió camino a la educación profesional, no sólo en lo referente a los vértices del saber (con la gran articulación especializada, que se produce a nivel de escuelas de tipo universitario, y con la tendencia de cada una de las disciplinas a establecerse en su propia autonomía) sino también con la tendencia de la cultura de base (música, gimnasia y lectura-literaria) aspirando a la formación del hombre integral.

Con la difusión de las escuelas se abre camino (por doquier y en todos los niveles) a una investigación metodológica y didáctica que lleva al predominio de los aspectos técnicos y eruditos, según confirma la lista (el canon) de los autores estudiados en las escuelas y clasificados, después, como “clásicos”.

Una ligera evaluación de la educación greco-helenística muestra que, en un primer momento, el particularismo de las ciudades griegas se convirtió en límite al universalismo típico de la cultura humanística; luego, el universalismo potencial del helenismo (unido a un saber que ganaba en profundidad y en especialización), por ello, perdía en humanidad y en carga formativa.

De esta forma, a pesar de la búsqueda de la armonía, el desfase con la situación política impidió a la cultura hacerse instrumento efectivo de educación. Sólo con la romanidad se traducía este programa en un resultado positivo.

Las peculiaridades de la educación romana fueron:

a.    La acción asimiladora y unificadora de Roma;
b.    Su obra de civilización, bastante superior a la misma conquista político-militar;
c.    La lengua latina se convirtió en instrumento del nuevo universalismo cultural;
d.    El “civis romanus sum” y la “maiestas populi romani” son testimonio de aquella humanitas que constituye en Roma el equivalente de la paideia griega;
e.    Ajustó (por lo menos hasta el momento en que se inicia la crisis del imperio romano) las exigencias del ciudadano con las del Estado y la formación del ciudadano con la del pater familias;
f.    Reconoció en las virtudes de la gravitas, de la concordia y de la  constancia el hábito más auténtico de la conducta moral, civil y política;
g.    Por continuidad, persiguió aquel proceso de participación de todos en la vida política con las sucesivas asimilaciones de los plebeyos, de los itálicos y de los extranjeros;
h.    Entregó al mundo y a la civilización aquel derecho que es aún hoy día la base de la jurisprudencia de todos los pueblos civiles.

En la evolución de la educación romana predominó la educación familiar, se alimentó el culto de los antepasados y la educación como vida vivida. Y si Quintiliano (35-100) es el mayor testimonio teórico de esto (prefirió la educación pública), no se debe pasar por alto, como defensor de la nueva educación, a Marco T. Cicerón (106-43 a.C.), quien en el “De oratore” exige que la oratoria se empape de profundo valor ético.

La constitución posterior de las escuelas del Estado, que sustituyen a las escuelas libres y a las escuelas municipales, caracteriza cada vez más la formación del hombre político, quien se transforma gradualmente en un burócrata, contribuyendo así por este camino, también él, a una rigidez de la vida pública y a la progresiva disminución de intensidad ética debido a la imposición del formalismo jurídico y administrativo.

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