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sábado, 19 de diciembre de 2009

ECOLOGIA HUMANA ¿SABE USTED COMUNICARSE AFECTIVAMENTE?


Séptima Parte
¿Sabe Ud. comunicarse afectivamente?


Un momento de reflexión

Deténgase ahora, finalmente, a pensar un poco en usted mismo y en la manera como da y recibe afecto. De hecho, existen muchas formas de dar y recibir amor y cariño. Queremos a los demás y nos queremos a nosotros mismos de diversas maneras.

Cada día establecemos comunicación con diferentes personas. Según nuestra ocupación o condición, entablamos comunicación con nuestros hijos, nuestros alumnos, compañeros de trabajo, familiares, amigos o pareja. De igual manera, nos hablamos a nosotros mismos sobre distintos aspectos de la vida.

Ubiqúese en este medio ambiente comunicativo y pregúntese de qué habla usted y con quién. Podría ser que su vida, tanto en la escuela como en la familia, estuviera saturada de diálogos funcionales, centrados en el rendimiento o en aspectos económicos. Superar el analfabetismo afectivo y dar salidas a la crisis ecológica de la interpersonalidad, es ante todo superar este nivel de diálogo completamente operativo, para compartir con los otros algo más que aquello que compartiríamos con una máquina.

Al invitarlo a pensar de qué habla usted con los demás y con usted mismo, se pretende que analice si su comunicación no está reducida a cosas prácticas, preguntándose además por la manera como en su casa o trabajo, en la escuela o la vida social, está comprometiendo su afecto al comunicarse con los demás.

La comunicación no es solamente una herramienta práctica para dar informes o recibirlos. Es también la mejor manera de establecer redes afectivas. Si usted se atreve a reforzar el elemento afectivo de la comunicación, decidiéndose a dar y recibir cariño y reconociendo la mutua dependencia, sin lugar a dudas su vida cotidiana mejorará de manera sensible.


¿Se permite el contacto corporal?

Dentro del entorno comunicativo, el contacto físico que usted establece con los demás es fundamental para determinar el tipo y calidad de la relación afectiva. Podría al respecto preguntarse: ¿cuándo establece Ud. contacto físico con sus hijos?; ¿en qué situaciones establece Ud. contacto físico con su pareja?; en el trabajo, ¿cuándo y de qué manera establece Ud. contacto físico con los demás?; con sus amigos y amigas, ¿cuándo y por qué razones establece Ud. contacto físico?; ¿cuándo establece Ud. contacto físico con sus padres?; ¿cuándo con sus hermanos?; finalmente, ¿cuándo y de qué manera establece Ud. contacto físico con sus alumnos?

Al respecto, vale recordar que no existe palabra o discurso que pueda reemplazar la comunicación gestual y el contacto físico. Lo fundamental de la educación, tanto en la familia como en la escuela, puede transmitirse con el gesto, sin hacer uso de las palabras. El discurso viene a matizar y precisar el clima afectivo que se genera por la comunicación corporal. Por eso, cabe preguntarse por el tipo de educación que de manera implícita, con nuestra actitud corporal, hemos estado transmitiendo. Se trata de reformular este entorno comunicativo, teniendo presente que el tacto y el contacto corporal son experiencias muy importantes y necesarias, tanto para los niños como para los adultos.

Vivimos en una sociedad en la cual el contacto físico se desprecia o es abiertamente censurado, pues sólo se piensa en él cuando se habla de contacto íntimo en la pareja. Sin embargo, está claramente demostrada la importancia que tiene recibir todos los días, y en buena cantidad, expresiones de afecto físico que pueden llegar 3 ser la clave para sentirnos seguros y enfrentar la vida. Por eso, no lo piense dos veces y atrévase a expresar sus afectos mediante el contacto físico; con su pareja, con sus hijos y alumnos, con sus compañeras y compañeros, entendiendo que cada día nos brinda una nueva oportunidad de dar y recibir afecto.


¿Practica Ud. el chantaje afectivo?

Para que este afecto que circula cotidianamente no se torne asfixiante y contaminante del medio ambiente interpersonal, es fundamental que se reconozcan las situaciones de chantaje afectivo, tanto las que Ud. propicia como aquellas de las que es víctima. Hágase preguntas como éstas: ¿Le da a Ud. susto perder su autoridad por demostrar cariño a alguien?; ¿pone Ud. condiciones antes de dar cariño?, y si lo hace, ¿qué tipo de condiciones?; ¿da Ud. cariño a cambio de obediencia?; ¿saben las personas con quienes Ud. se relaciona, que cuentan con su cariño, pase lo que pase?

Posiblemente estas preguntas lo pongan a pensar, porque sin duda muchos de nosotros somos chantajistas afectivos, pues nos hemos acostumbrado a dar y recibir cariño a cambio de algo. Tal vez debamos recordar que el afecto es una necesidad básica, tan importante como dar de beber a quien tiene sed, y que negarlo es tan grave como no proporcionar aire puro a quien se siente asfixiado; por esto, no debería existir ninguna condición para satisfacer esta urgente necesidad humana. Si usted es un chantajista afectivo, atrévase a dar afecto pase lo que pase. Con seguridad esto cambiará la calidad de sus relaciones.


Abiertos al afecto

El afecto, condición indispensable para el ejercicio de una vida sana, es algo que se vuelve realidad todos los días, en las condiciones en que vivimos, con la manera de ser que tenemos y los recursos con que contamos. Por estar habituados a pensar en un amor ideal, muchos de nosotros nos sentimos incapaces de ofrecer y recibir amor en la vida cotidiana. Es por eso que cuando nos enfrentamos a relaciones con amigos o amigas, con los compañeros de trabajo o con los alumnos, con los profesores o con nuestra pareja, nos sentimos incapaces de encontrar la manera de expresar adecuadamente nuestros sentimientos.

Muchas veces convivimos con personas que, al igual que nosotros, están necesitadas de afecto, de seguridad. Aunque creemos estárselos ofreciendo, ellas no lo llegan a saber nunca, porque no sabemos cómo expresar ese afecto. Establecemos relación con los demás simplemente para intercambiar la información que nos interesa, o para demostrarles nuestro éxito y poder. Pero pocas veces establecemos relaciones en donde comprometamos a plenitud nuestros sentimientos.

Pocas veces nos comunicamos por placer, para compartir, porque sí. Creemos que al comunicarnos con los demás o con nosotros mismos, tenemos que buscar alguna utilidad. Hemos aceptado que el tiempo es oro y que todo en la vida debe servir para algo práctico, y nos estamos quedando solos. Pero eso no es todo. Utilizamos el afecto como una moneda y damos afecto sólo a quienes nos obedecen. Sin darnos cuenta decimos: "Te quiero si eres como yo quiero que seas".

Atrévase por eso a pensar en su manera de comunicar y recibir afecto, porque ahí puede estar la clave para una vida mejor.


FIN


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