Los Propósitos Psicológicos
Serge Raynaud de la Ferrière
Tomo XXVI
Los Esenios
INTRODUCCIÓN
En la Introducción de nuestro capítulo precedente, hemos dicho ya que esta serie de "Propósitos Psicológicos" forma parte de un conjunto de documentación con los "Grandes Mensajes", serie de 7 Obras.
Se trata en efecto de documentos que traen algunas luces sobre las diversas concepciones de los hombres, más bien que de una doctrina propiamente dicha. Esto puede ser un método de educación para algunos, una vía de iniciación aun, pero sobre todo un ramo de sistemas del cual se debe retirar las más bellas flores.
Nosotros no nos presentamos como una exclusividad en ese modo de instruir, nuestro privilegio radica solamente en haber podido interesar a numerosos investigadores. Por otra parte, las frecuentes citas de autores y de obras a las cuales reenviamos tan a menudo a nuestros lectores, prueban el deseo de extender ampliamente esta manera de formar los espíritus.
Se trata pues de una re-educación práctica y de ahí esos paralelos repetidos cada vez para impregnar mejor al lector de un espíritu de síntesis, indispensable para abordar la Ciencia Esotérica que forma la base de la Gran Tradición Iniciática.
Hemos comenzado esta tercera "docena" de Propósitos con una mirada sobre los Gnósticos cuya enseñanza es opuesta al verdadero Cristianismo (el Cristianismo comprendido en su sentido corriente y habitual) y, esto, proponiendo una interpretación esotérica. No obstante, si los Gnósticos, que se pretenden de una tradición oculta, están pues en desacuerdo con los cristianos ortodoxos (y en particular con los católicos de hoy), sus escritos prueban que ellos hacen de Jesús uno de sus Profetas y, aun, el más grande.
Antaño, algunos habían expresado la hipótesis, ya dicha, sobre las relaciones entre el Cristianismo y el conjunto de la Gnosis. Lietzmann había evocado una regresión del Cristianismo hacia sus orígenes orientales, una re-orientaci6n extrema del Cristianismo. Es muy difícil hacerse una idea exacta sobre esas cuestiones. Sus revelaciones son puestas a veces en boca de Zoroastro, de Adán, de Set, pero también hablaban a veces en nombre de Jesús.
Para llegar a conclusiones precisas, y al mismo tiempo obtener del descubrimiento de Khenoboskion las múltiples revelaciones que promete, será pues necesario confrontar los nuevos textos gnósticos con el Cristianismo auténtico, desde dos puntos de vista diferentes. Es, ciertamente, de lo que ha debido encargarse ahora Jean Doresse, después de la aparición de sus primeros trabajos (Hemos citado ya largamente esos textos, sacados de su obra "Los Libros secretos de los Gnósticos de Egipto", Ed. Plon, 1958).
Citemos aquí que la cruz ansada, símbolo de la Vida que los Coptos han heredado de sus ancestros y guardado hasta nuestros días como equivalente de la cruz cristiana, es un signo que no parece haber pasado del paganismo egipcio al cristianismo copto antes del año 391.
En sus "Historias eclesiásticas", Rufin y Sozomene, relatan que es en ese momento que el Serapeum de Alejandría fue destruido y que la célebre estatua de Dios, tallada por Bryaxis, fue rota en pedazos por las multitudes a las que incitaba el Patriarca Teófilo. Las tradiciones eclesiásticas relatan complacientemente como, durante esos trastornos, los Cristianos descubrieron con sorpresa sobre los muros interiores del templo, ese signo antiguo (la cruz ansada egipcia) semejante a la Cruz y del cual les dijeron que era aquel de la "vida por venir"; mientras que los paganos, por su lado, quedaron estupefactos viendo la Cruz triunfante, en lo sucesivo, pintada sobre las casas por sus adversarios, tan semejante (era la Cruz sobre-montada por una corona) a su jeroglífico de la "Vida futura".
J. Maspero, en "Historia de los Patriarcas de Alejandría", nos dice: "Profecías antiguas que conservaban los últimos fieles de los cultos egipcios anunciaban, parece ser, que la manifestación de ese signo marcaría el advenimiento de un nuevo culto. Así, un gran número de devotos alejandrinos de Serapis, se convirtieron al nuevo culto, mientras que, por su lado, los Cristianos adoptaban esa nueva forma de la Cruz que tenía la ventaja de haber sido ya designada, en las escrituras de sus ancestros, como la "vida por venir".
Se conoce la historia de ese falso Mesías, el "Egipcio" quien, hacia los años 52-54, atrajo cuatro mil Judíos al monte de los Olivos pretendiendo que haría derrumbar bajo sus ojos los muros de la Ciudad Santa. Inclusive los Hechos de los Apóstoles (XXI-38) guardan el recuerdo. Menos conocido es Theudas quien diez años antes conducía multitudes al Jordán, prometiéndoles otros milagros. Incluso el historiador judío Josefo estigmatizaba semejantes imposturas que, a pesar de las sangrientas represalias de los romanos, no cesaban de remover a las muchedumbres bajo el pretexto de revoluciones o de visiones. No es pues imposible que los calificativos de "falso profeta" y de "anticristo" usados por el Cristianismo con respecto a adversarios anónimos, hayan podido apuntar, a veces, a gentes tales como aquellos que pretendían ser las encarnaciones del gran Seth. Los Nicolaítas mencionados en el Apocalipsis de Juan (II: 6 y 15) han podido ser, efectivamente, animados por la Gnosis, tan análoga a aquella que revelan los escritos coptos, que los heresiólogos están de acuerdo en atribuirles.
Otra cuestión interesante es la importancia asignada a San Pablo por el Maniqueísmo (ver Kephalaion, I, p. 13, en los Manichaische Handschriften der staatlichen Museen Berlin, 1940).
Fuera del Apocalipsis de Pablo, que por su mismo título se quiere efectivamente poner bajo su nombre, él jamás es "nombrado" abiertamente en los otros tratados o revelaciones donde, sin embargo, la influencia de su doctrina se manifiesta por numerosas citaciones implícitas. Es curioso que aun la Hipóstasis de los Arcontes, en su preámbulo, inserte un versículo de la Epístola a los Efesios (VI: 12) antes de empeñarse en el expuesto de una mitología con la cual el cristianismo no tiene, aparentemente, nada que hacer. Ahora bien, ese versículo está presentado por el texto gnóstico en estas simples palabras: "El Apóstol dice...". ¿Por qué razón el nombre de Pablo no es mencionado aquí? No es por desconfianza alguna con respecto al Apóstol: si se hubiese desconfiado de él, no se le habría prestado exactamente esas palabras acordándoseles, a causa de su origen, la autoridad que les es concedida. Es, entonces, particular respeto por un maestro de quien se prohíbe pronunciar el nombre pero cuya enseñanza es particularmente reverenciada.
Según Jean Doresse, es sorprendente, a primera vista, que el Cristianismo enseñado por ese Pablo, al que profesaba haber beneficiado con revelaciones celestes, está aun más próximo que el de Juan, a las especulaciones de los Gnósticos. Se creería casi encontrar la noción de Gnosis en Pablo cuando él hace un llamado a la "Sabiduría de Dios... que está escondida, que Dios ha preparado aun antes de los siglos para nuestra gloria y que ninguno de los príncipes (de los arcontes) de este siglo (de este Eón) ha conocido". Es eso lo que se relata en la Biblia en la Primera Epístola a los Corintios Cáp. II, vers. 7 y 8.
Los Gnósticos clasifican a los hombres en tres categorías: hílicos, psíquicos y espirituales. Pablo enseña asimismo sobre el somaticon, el psiquicon y pneumaticon y no hay más que revisar los numerosos pasajes de sus exhortaciones para encontrar las bases de la enseñanza gnóstica, (I Corintios, XV: 44-47; Efesios, I: 4-5; Efesios, V: 8; Epístola a los Colosenses, l: 15, sgs. 26-27, etc.).
Sin embargo, aunque las especulaciones de Pablo tienen por punto de partida los mismos temas místicos que los de los Gnósticos, él los interpreta diferentemente.
Franz Cumont ha señalado ya todos los rasgos que acercan el Maniqueísmo, por ejemplo, a la doctrina de Basílides, tan próxima a aquella de los Gnósticos de Egipto. Basílides compuso en 24 libros, un comentario de los Evangelios canónicos. Mani redactó uno -el Evangelio viviente- en 22 libros. El docetismo de los dos sistemas era análogo: para Basílides, el Cristo lejos de morir sobre la Cruz había hecho perecer en su lugar a Simón el Cireneo. Para los Maniqueos, era al mismo Príncipe de las Tinieblas que Jesús había hecho clavar y que se había retorcido sobre el patíbulo. Acerca del Bautismo, a continuación del cual el Cristo había reemplazado a la persona humana de Jesús, Mani y Basílides estaban de acuerdo.
Hoy día los nuevos escritos coptos ilustran a la vez la "autenticidad gnóstica" de las doctrinas expresadas por Basílides y, más en detalle, las relaciones estrechas que hace depender el Maniqueísmo de esa misma forma de la Gnosis.
Serge Raynaud de la Ferrière
Tomo XXVI
Los Esenios
INTRODUCCIÓN
En la Introducción de nuestro capítulo precedente, hemos dicho ya que esta serie de "Propósitos Psicológicos" forma parte de un conjunto de documentación con los "Grandes Mensajes", serie de 7 Obras.
Se trata en efecto de documentos que traen algunas luces sobre las diversas concepciones de los hombres, más bien que de una doctrina propiamente dicha. Esto puede ser un método de educación para algunos, una vía de iniciación aun, pero sobre todo un ramo de sistemas del cual se debe retirar las más bellas flores.
Nosotros no nos presentamos como una exclusividad en ese modo de instruir, nuestro privilegio radica solamente en haber podido interesar a numerosos investigadores. Por otra parte, las frecuentes citas de autores y de obras a las cuales reenviamos tan a menudo a nuestros lectores, prueban el deseo de extender ampliamente esta manera de formar los espíritus.
Se trata pues de una re-educación práctica y de ahí esos paralelos repetidos cada vez para impregnar mejor al lector de un espíritu de síntesis, indispensable para abordar la Ciencia Esotérica que forma la base de la Gran Tradición Iniciática.
Hemos comenzado esta tercera "docena" de Propósitos con una mirada sobre los Gnósticos cuya enseñanza es opuesta al verdadero Cristianismo (el Cristianismo comprendido en su sentido corriente y habitual) y, esto, proponiendo una interpretación esotérica. No obstante, si los Gnósticos, que se pretenden de una tradición oculta, están pues en desacuerdo con los cristianos ortodoxos (y en particular con los católicos de hoy), sus escritos prueban que ellos hacen de Jesús uno de sus Profetas y, aun, el más grande.
Antaño, algunos habían expresado la hipótesis, ya dicha, sobre las relaciones entre el Cristianismo y el conjunto de la Gnosis. Lietzmann había evocado una regresión del Cristianismo hacia sus orígenes orientales, una re-orientaci6n extrema del Cristianismo. Es muy difícil hacerse una idea exacta sobre esas cuestiones. Sus revelaciones son puestas a veces en boca de Zoroastro, de Adán, de Set, pero también hablaban a veces en nombre de Jesús.
Para llegar a conclusiones precisas, y al mismo tiempo obtener del descubrimiento de Khenoboskion las múltiples revelaciones que promete, será pues necesario confrontar los nuevos textos gnósticos con el Cristianismo auténtico, desde dos puntos de vista diferentes. Es, ciertamente, de lo que ha debido encargarse ahora Jean Doresse, después de la aparición de sus primeros trabajos (Hemos citado ya largamente esos textos, sacados de su obra "Los Libros secretos de los Gnósticos de Egipto", Ed. Plon, 1958).
Citemos aquí que la cruz ansada, símbolo de la Vida que los Coptos han heredado de sus ancestros y guardado hasta nuestros días como equivalente de la cruz cristiana, es un signo que no parece haber pasado del paganismo egipcio al cristianismo copto antes del año 391.
En sus "Historias eclesiásticas", Rufin y Sozomene, relatan que es en ese momento que el Serapeum de Alejandría fue destruido y que la célebre estatua de Dios, tallada por Bryaxis, fue rota en pedazos por las multitudes a las que incitaba el Patriarca Teófilo. Las tradiciones eclesiásticas relatan complacientemente como, durante esos trastornos, los Cristianos descubrieron con sorpresa sobre los muros interiores del templo, ese signo antiguo (la cruz ansada egipcia) semejante a la Cruz y del cual les dijeron que era aquel de la "vida por venir"; mientras que los paganos, por su lado, quedaron estupefactos viendo la Cruz triunfante, en lo sucesivo, pintada sobre las casas por sus adversarios, tan semejante (era la Cruz sobre-montada por una corona) a su jeroglífico de la "Vida futura".
J. Maspero, en "Historia de los Patriarcas de Alejandría", nos dice: "Profecías antiguas que conservaban los últimos fieles de los cultos egipcios anunciaban, parece ser, que la manifestación de ese signo marcaría el advenimiento de un nuevo culto. Así, un gran número de devotos alejandrinos de Serapis, se convirtieron al nuevo culto, mientras que, por su lado, los Cristianos adoptaban esa nueva forma de la Cruz que tenía la ventaja de haber sido ya designada, en las escrituras de sus ancestros, como la "vida por venir".
Se conoce la historia de ese falso Mesías, el "Egipcio" quien, hacia los años 52-54, atrajo cuatro mil Judíos al monte de los Olivos pretendiendo que haría derrumbar bajo sus ojos los muros de la Ciudad Santa. Inclusive los Hechos de los Apóstoles (XXI-38) guardan el recuerdo. Menos conocido es Theudas quien diez años antes conducía multitudes al Jordán, prometiéndoles otros milagros. Incluso el historiador judío Josefo estigmatizaba semejantes imposturas que, a pesar de las sangrientas represalias de los romanos, no cesaban de remover a las muchedumbres bajo el pretexto de revoluciones o de visiones. No es pues imposible que los calificativos de "falso profeta" y de "anticristo" usados por el Cristianismo con respecto a adversarios anónimos, hayan podido apuntar, a veces, a gentes tales como aquellos que pretendían ser las encarnaciones del gran Seth. Los Nicolaítas mencionados en el Apocalipsis de Juan (II: 6 y 15) han podido ser, efectivamente, animados por la Gnosis, tan análoga a aquella que revelan los escritos coptos, que los heresiólogos están de acuerdo en atribuirles.
Otra cuestión interesante es la importancia asignada a San Pablo por el Maniqueísmo (ver Kephalaion, I, p. 13, en los Manichaische Handschriften der staatlichen Museen Berlin, 1940).
Fuera del Apocalipsis de Pablo, que por su mismo título se quiere efectivamente poner bajo su nombre, él jamás es "nombrado" abiertamente en los otros tratados o revelaciones donde, sin embargo, la influencia de su doctrina se manifiesta por numerosas citaciones implícitas. Es curioso que aun la Hipóstasis de los Arcontes, en su preámbulo, inserte un versículo de la Epístola a los Efesios (VI: 12) antes de empeñarse en el expuesto de una mitología con la cual el cristianismo no tiene, aparentemente, nada que hacer. Ahora bien, ese versículo está presentado por el texto gnóstico en estas simples palabras: "El Apóstol dice...". ¿Por qué razón el nombre de Pablo no es mencionado aquí? No es por desconfianza alguna con respecto al Apóstol: si se hubiese desconfiado de él, no se le habría prestado exactamente esas palabras acordándoseles, a causa de su origen, la autoridad que les es concedida. Es, entonces, particular respeto por un maestro de quien se prohíbe pronunciar el nombre pero cuya enseñanza es particularmente reverenciada.
Según Jean Doresse, es sorprendente, a primera vista, que el Cristianismo enseñado por ese Pablo, al que profesaba haber beneficiado con revelaciones celestes, está aun más próximo que el de Juan, a las especulaciones de los Gnósticos. Se creería casi encontrar la noción de Gnosis en Pablo cuando él hace un llamado a la "Sabiduría de Dios... que está escondida, que Dios ha preparado aun antes de los siglos para nuestra gloria y que ninguno de los príncipes (de los arcontes) de este siglo (de este Eón) ha conocido". Es eso lo que se relata en la Biblia en la Primera Epístola a los Corintios Cáp. II, vers. 7 y 8.
Los Gnósticos clasifican a los hombres en tres categorías: hílicos, psíquicos y espirituales. Pablo enseña asimismo sobre el somaticon, el psiquicon y pneumaticon y no hay más que revisar los numerosos pasajes de sus exhortaciones para encontrar las bases de la enseñanza gnóstica, (I Corintios, XV: 44-47; Efesios, I: 4-5; Efesios, V: 8; Epístola a los Colosenses, l: 15, sgs. 26-27, etc.).
Sin embargo, aunque las especulaciones de Pablo tienen por punto de partida los mismos temas místicos que los de los Gnósticos, él los interpreta diferentemente.
Franz Cumont ha señalado ya todos los rasgos que acercan el Maniqueísmo, por ejemplo, a la doctrina de Basílides, tan próxima a aquella de los Gnósticos de Egipto. Basílides compuso en 24 libros, un comentario de los Evangelios canónicos. Mani redactó uno -el Evangelio viviente- en 22 libros. El docetismo de los dos sistemas era análogo: para Basílides, el Cristo lejos de morir sobre la Cruz había hecho perecer en su lugar a Simón el Cireneo. Para los Maniqueos, era al mismo Príncipe de las Tinieblas que Jesús había hecho clavar y que se había retorcido sobre el patíbulo. Acerca del Bautismo, a continuación del cual el Cristo había reemplazado a la persona humana de Jesús, Mani y Basílides estaban de acuerdo.
Hoy día los nuevos escritos coptos ilustran a la vez la "autenticidad gnóstica" de las doctrinas expresadas por Basílides y, más en detalle, las relaciones estrechas que hace depender el Maniqueísmo de esa misma forma de la Gnosis.
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