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jueves, 17 de diciembre de 2009

TEORIAS HUMANISTAS Y EXPERIENCIALES TEORIAS Y SISTEMAS PSICOLOGICOS Wilber y el movimiento transpersonal.


Además de sus propias obras, Wilber ha editado libros como el Paradigma holográfico, Cuestiones cuánticas, etc. De 1977 a 1982 fue director de «ReVision», una revista dedicada a los nuevos surgimientos. Posteriormente dirigió The New Science Library (Biblioteca de la nueva ciencia, publicada por Shambhala), con obras acerca del diálogo entre la ciencia y el espíritu, dentro de esos nuevos surgimientos. Con todo ello se puede decir que este hombre es un personaje activo y que representa una piedra angular en el movímiento transpersonal, en los debates sobre el nuevo paradigma y sus entresijos, sobre todo teniendo en cuenta que este movimiento aún es un bebé que necesita de mimos y tiernos cuidados. Por todo ello está en el centro de estos debates, def'miendo un paradigma como un conjunto de principios cognitivos y presunciones que fijan el tipo de datos que se va a dar. Además el paradigma supone un iínpacto mundial. (No olvidemos a Thomas Kuhn sobre ello.)

En la discusión sobre física y mística, Wilber se decanta porque éstas se aprecien como realidades diferentes: la física está en la primera planta y los místicos en la sexta. La física sólo ha descubierto la interpenetración de su propio nivel (masa/energía sensible), una interacción unificada de sombras materiales. En relación con la teoría de Bohm y las nuevas perspectivas, se pronuncia sobre el orden implicado considerándolo una estructura profunda que subyace a las estructuras superficiales; también sobre la teoría holográfica a la que considera panteísta por confundir, la luz con las sombras de la caverna platónica. Wilber se mueve desde un sentido crftico que parece una constante de su pensamiento al establecer la diferencia entre lo científico y lo místico: una diferencia entre los cánones de la ciencia occidental y el método perenne, el cual está lejos de toda medición y además encuadrado en la transformación radical del espíritu. «Hamlet no está hecho de electrones; está hecho de unidades simbólicas de significado», contesta en una entrevista de ReVision.

La preocupación por la cuestión paradigmática que estamos tratando le lleva a publicar suficientes artículos al respecto, así como demostraciones en sus libros. Sin embargo apunta que bajo las disciplinas de la consciencia se argumenta que es imposible conceptualizar y comunicar simbólicamente la naturaleza fundamental de la realidad. La psicología transpersonal entraría ya en Occidente a considerar que la noción de aprendizaje depende de los estados de consciencia, frente a otras opiniones reduccionistas de científicos occidentales sobre estados místicos, como Ostow, quien afirma que los estados místicos y las experiencias trascendentales son esencialmente patológicas y representan regresiones del yo. Freud no estaría lejos. Recordemos que Frank Alexander considera la meditación como una catatonia inducida; y el Grupo para el Avance de la Psiquiatría veía en la meditación «formas de comportamiento intermedias entre la normalidad y la psicosis». Creo que con estas opiniones tenemos suficiente dosis para conocer ciertas actitudes.

Es importante destacar al respecto las características de lo que es un estado alterado de consciencia:

Inefabilidad noética (sensación incrementada de claridad y comprensión)/percepción alterada del espacio y del tiempo. Apreciación de la naturaleza holista, integrada y unitiva del universo y de la apropia unidad con él. Intenso afecto positivo con sensación de perfección del universo. Esto lo señalan Wiber, Walsh y Vaughan dentro de un plausible trabajo que también busca diferenciar las disciplinas de la consciencia de los popularismos ocultistas.

Wilber es a veces muy detallista en su análisis, de tal modo que quien desde una precisión ha de remitirse a sus obras. Esto a veces le ha valido la crítica de estar demasiado orientado hacia el intelecto, a lo cual él responde con sorna que debería ser más chapucero. Por lo mismo no le importa afirmar que hubo momentos en que se removió por el fango, contra los que le acusan de olvidarse de la tierra. Su práctica está presente en su paso por Krishnamurti, al que critica, por el zen, por el Vajrayana y por Da love Ananda. Afirma haber pasado el primer chakra, tratando de llegar al segundo con visos de todos los demás, criticando a la Nueva Era y a la muerte como una mierda.

Wilber lo toca todo en una panorámica desbordadora, habla de todo y lo utiliza todo para desplegar sus explicaciones, aunque reconoce que la luz que hay más allá de la cueva escapa a la teoría de los sistemas. Además continuamente hace referencia a la práctica como lo verdadero en el camino.

Personalmente creo que la actitud crítica que tenemos tan arraigada en Occidente nos impide liberarnos totalmente y percibir que la certeza puede acompañar a la particular posición en la circunferencia. Por ello considero desafortunados ciertos juicios sobre este autor.

Cuando hace falta, Wilber sabe derramar su corazón. El 9 de enero de 1989 Treya, su mujer, con la que se había casado en 1984 y diez días después se le diagnosticó un cáncer de mama, muere. El relato es un poema detenido instante por instante hasta el último suspiro y que asciende por los consejos que uno siempre ha leído del libro de los tibetanos:

«Relájate y deja que tu yo se confunda con la vasta extensión del espacio. Recuerda que no tienes comienzo ni fin y que tú no mueres con este cuerpo. ¡ Si, mi amor, te lo prometo! »


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