Este gran personaje nació hacia el 1.418 antes de Cristo en la ciudad de Atribis en el Delta del Nilo, fue hijo de Hapu (escriba real y Superior de los sacerdotes del templo de Horus-Jety). Desde niño su trabajo y actividad se vinculó al servicio administrativo del templo de su padre. Poco a poco fue ganándose el respeto y la consideración de sus superiores, no tanto por sus cualidades y disciplina, sino por su innata inteligencia.
Contaba con aproximadamente treinta y tres años, cuando le sucedió una extraña experiencia que nunca pudo olvidar en el resto de su vida. Había sido delegado por el Superior del Templo de Horus, para contar las rentas de varias casas en los suburbios de Menfis. Eran propiedades de los sacerdotes, pero aquel barrio no era precisamente un lugar acogedor por un funcionario. Habían sido varios los asaltados, aporreados incluso alguno se había encontrado con la muerte. Soldados retirados, prostitutas, ladrones e inmigrantes de Mitanní, así como esclavos nubios, formaban el grueso del vecindario. Amenhotep enfiló la calle principal para cumplir con su cometido, era día de mercado, por lo que la concurrencia era insoportablemente numerosa. El olor del ganado, la fruta, los vendedores de inciensos y los mendigos eran más que un pueblo, una jauría de despropósitos. El escriba se abría paso con dificultad. En un momento determinado, escuchó una fuerte voz en su cerebro:
Huy…Huy…..ven hacia mi.
El funcionario volvió rápidamente la cabeza extrañado por que no había sido llamado por su nombre, sino por el apodo popular que tenía asignado este nombre tan común entre los egipcios. Intentó encontrar a su posible interlocutor, pero todos iban a su aire. ¡Sin duda no se trataba de mi! –pensó para dentro- pero de nuevo volvió a escuchar aún con más fuerza la misma voz: -Huy….Huy..ven hacia mi- Esta vez se paró en seco lo que le propició más de un empujón. Por una extraña razón, su vista y su mente se centraron en un mendigo andrajoso que estaba sentado en el escalón superior del portal de una de las caóticas chabolas de adobe que pululaban por la calle. Sin saber como, atraído por una especie de magnetismo animal, se encontró con los ojos de aquel personaje. Eran ojos verdes, no comunes para aquellas latitudes, muy brillantes. Le miraban fijamente, con ternura pero con firmeza.
Te ruego buen escriba me ayudes con un poco de comida, pues hace días que no he probado bocado.
Amenhotep acercó la mano a su bolsa, donde llevaba para el almuerzo un poco de queso de cabra y unos dátiles. Se disponía a sacar parte de su comida, cuando el anciano, fijando aún más la mirada le dijo.
No necesito pan sino el alimento de tu alma.
¿Cómo puedo darte mi alma, noble anciano?
Solo cuando no tengas nada. Solo cuando no desees nada, Solo cuando ames a Dios sobre todas la cosas podrás darme el alimento que yo necesito, que no es material sino espiritual.
Aquella respuesta lo desconcertó del todo, pero era aún más fuerte la sensación interior de plenitud que le embargaba por dentro. ¿Qué estaba pasando?, ¿Quién era aquel anciano?...Como escuchando sus vertiginosos pensamientos volvió a escuchar:
Mi nombre es Abu Smaely Swandy, pero este nombre nada te dice. Aquí entre los tuyos soy mendigo, pero entre los míos soy un príncipe. Ha llegado el tiempo, hermano, en que comenzarás recordar de donde vienes y el compromiso que tienes con tus hermanos.
Yo soy Amenhotep, hijo de Hapu. No tengo hermanos, y tampoco recuerdo haber hecho ningún compromiso, sino es con mi superior en el templo.
La venda de la carne ciega los ojos de tu espíritu, pero poco a poco el velo irá cayendo para que recuerdes el propósito de tu vida y la tarea que te ha sido encomendada. Nosotros te guiaremos. Escucharás en tu cabeza mi voz y la de mis hermanos. Se limpio de corazón y no te dejes seducir por el poder temporal de los hombres, pues tu recompensa esta en el otro lado.
No había terminado de decir estas palabras, cuando repentinamente fue despertado de su breve letargo por las risas de una vieja y unos niños que veían a un escriba doblado sobre su espalda y hablándole a la esquina de la casa. Estaba aturdido, no sabía el tiempo que había estado así, el ridículo le hizo reaccionar saliendo a todo correr del lugar. Pasaron dos horas más antes de que pudiera asimilar aquella experiencia. Estaba profundamente turbado. Sin duda los últimos días, en que estaba absorto por el trabajo le habían trastornado. Se disponía a acudir al médico, cuando de nuevo escucho la voz fuerte y nítida en su interior: Huy…Huy….ánimo, no ha sido un sueño, yo estoy hasta en el último rincón de tu alma.
No volvió a escuchar esta voz hasta cumplidos los cincuenta años, justo en el momento en que el Faraón Amenofis III le confió la dirección espiritual y material del país, así como la enseñanza e iniciación de sus hijos, entre los que se encontraba Akhenaton, quién, por otra parte prosiguió aún con más maestría en la práctica de los sagrados misterios.
Una de las claves que nos puede dar una idea clara del carisma de este personaje, se refiere a su calidad de iniciado. En una de sus estatuas figura esta leyenda: “Yo penetré entonces en la literatura religiosa y conocí los trabajos útiles de Tot. Me convertí en conocedor de las ideas inaccesibles al común de las gentes. Comprendí todos los pasajes oscuros…” En definitiva, un iniciado en los misterios. Un sabio que recogió las viejas enseñanzas de los dioses antiguos para trasladarlas a su tiempo. De ahí lo de “enseñanzas útiles”. Fruto de esta utilidad consiguió todos los nombramientos más encumbrados del reino, fue en un momento determinado quien regia los destinos de la gran nación egipcia con el total beneplácito del Faraón. Realizó infinidad de obras, como el templo de Mut en Tebas del de Ja em Maat, del de Jonsú, Luxor, ciudad palacio de Malkata, templo funeario de Amenofis III, templos jubilares de Soleb y Sedeinga, los colosos de Memnon. Trabajos de canalización y urbanismo. Artífice del censo de la población. Autor de rituales y de celebraciones.
Una inscripción de una de sus estatuas en Karnac dice: “…Soy un verdadero ser de élite en medio de la masa de los humanos; un hombre cuya inteligencia comprende todo cuanto recorre la sala del Consejo y a quien las cosas más excepcionales le parecen naturales; saca las lecciones de los acontecimientos, incluso cuando las conclusiones son oscuras; soy un maestro de perspicacia que satisface el corazón de su soberano y que hace cosas magníficas para su Horus..”
Tal fue su prestigio que mil años después de su muerte, fue elevado a la divinidad siendo asimilado al dios Ptha, dios de la medicina y de la sabiduría.
Esta profudamente ilustrada su biografía entre los humanos, gracias a la multitud de testimonios pétreos que se han conservado de su época y posteriores, pero pocos o nadie conoce los verdaderos misterios esotéricos que jalonan su casi centenaria vida. Veamos ahora alguno de estos hechos impresionantes:
Escucha o gran príncipe.
El inquieto y avispado Akhenaton volvía loco a su maestro Amenhotep. Cada atardecer el niño acudía a la presencia del maestro en el palacio de Malkata. Tal era la orden explícita de Amenofis III respecto de la educación de sus hijos. El joven príncipe parecía estar a menudo en una profunda abstracción psicológica. No tanto por que no atendiera, sino por que las palabras de su maestro le transportaban sin desearlo a un estado de conciencia, en el que el tiempo y el espacio se convertían en otras presencias y otras sensaciones atemporales.
Escucha príncipe; estos son los misterios principales que tendrás que aprender para adentrarte en el mundo de los misterios absolutos. Solo viviendo estos principios podrás traspasar los muros de la ignorancia de la carne. Solo traspasando estas puertas podrás viajar a la morada de los dioses.
Todo es mente, querido hijo. Todo lo que ven tus ojos, perciben tus sentidos o puedes aislar en este mundo es el resultado de una idea, de una mente que lo ha diseñado, que los ha pensado. Todo elemento manifestado tiene detrás un principio no manifestado. Los ojos de la carne solo pueden ver el mundo de la materia, pero los ojos del espíritu ven el espíritu que compenetra hasta la más simple partícula de este mundo. Todo tiene mente, todo piensa, todo se moviliza con una lógica. No existe el azar. Todo sigue el plan del creador de cada elemento y todos los creadores, siguen el plan del Profundo.
¿Lo has entendido, hijo mio?.
Si mi amado maestro.
Recuerda siempre que cuando golpeas una piedra o aplastas una lombriz, golpeas una idea, un espíritu y el principio de la continuidad. Todo está donde debe estar, siguiendo un preciso plan.
¡He aquí el segundo de los sagrados principios que nos enseñaran los antiguos dioses!: Lo que esta aquí, y lo que perciben tus sentidos, es la replica exacta de lo que esta allí y solo percibe tu espíritu. Lo que es arriba es abajo. Dios y tu sois una perfecta réplica. Si matas a tu vecino matas a Dios. Si desprecias a otro te desprecias a ti mismo y desprecias a Dios. Este Universo es la consecuencia del otro. Y los dos, son una misma cosa en el principio mental que antes te he explicado.
¿Lo has comprendido hijo mio?.
Si amado maestro.
El tercer principio dice: Todo, absolutamente todo, incluso las piedras más viejas que parecen inertes, tienen movimiento, tienen vibración, tienen el hálito del espíritu. Nada de lo creado deja de participar de Dios, todo vibra, todo se dinamiza, todo se transforma con el paso del tiempo. Esta roca mañana será una flor, esa flor será un pez y ese pez mañana será un hombre, pues todo es movimiento en la mente de Dios.
¿Has comprendido hijo mio?.
Si amado maestro.
Existe la noche y el día, la sonrisa y la lágrima, El bien y el mal. Deberás entender por tanto que todo tiene su opuesto o su contrario en este Universo bipolar en el que vives. Pero recuerda, hijo mío que Dios es el uno y el otro, el bien y el mal. Si solo integras un extremo en tu vida, serás un adepto y un fanático de uno de los dos lados de la realidad, La clave esta en el equilibrio. Recuerda que de la basura más pútrida nace la más bella de las flores. Por tanto la una y la otra son necesarias y viven juntas. Es así como se manifiesta la vida. ¿Has comprendido hijo mío?
Si amado maestro.
El quinto principio que nos enseñaran los viejos dioses es: Que todo tiene su ritmo, que todo vive en un eterno crecimiento hacia una mayor y mejor evolución. Nada esta por casualidad. Nada esta perdido. Todo esta caminando hacia una absoluta perfección. El mosquito vive un día, la roca cientos de miles de años, pero el uno y la otra se transformarán y de su muerte nacerá otro ser más perfecto, que tendrá dentro la memoria de los dos anteriores.
¿Has comprendido hijo mío?.
Si amado maestro
Es importantísimo que comprendas que, toda causa desencadena un efecto, que si alteras el equilibrio de las cosas se causan efectos y consecuencias. Si ahora siembras vientos, mañana recogerás tempestades. Si ahora no quieres trabajar, mañana te morirás de hambre. Si en esta vida matas, en la siguiente morirás de la misma manera hasta que comprendas que hay que respetar la vida. Piensa por tanto bien tus acciones. No maldigas ahora tu penosa vida, puesto que es la consecuencia segura de la errada vida anterior. Si ahora eres cojo, ayer amputaste la pierna a tu semejante.
¿Has comprendido hijo mío?
Si amado maestro.
Por último debes recordad que siempre hay un principio masculino y un orden ascendente y un principio femenino y orden descendente. Esta el ángel y el diablo, pero los dos son necesarios puesto que uno te enseña el bien y el otro el mal. De la unión de los géneros, nace el tao, nace la perfección. No juzgues por tanto por la aparente realidad de un solo lado, de un solo principio, puesto que también existe el otro.
¿has comprendido hijo mío?
Si amado maestro.
Aquellos principios, aquellas enseñanzas fueron las que guiaron la vida y obras de Akhenaton, el Faraón hereje. Eran las enseñanzas que el mismo, cuando fue Thot había traído desde la Atlántida antes de hundirse. Eran enseñanzas que recordaban en el niño, al viejo maestro que había en su espíritu.
Y Akhenaton fue creciendo en el conocimiento de la mano de Amenhotep, su venerado maestro.
Contaba con aproximadamente treinta y tres años, cuando le sucedió una extraña experiencia que nunca pudo olvidar en el resto de su vida. Había sido delegado por el Superior del Templo de Horus, para contar las rentas de varias casas en los suburbios de Menfis. Eran propiedades de los sacerdotes, pero aquel barrio no era precisamente un lugar acogedor por un funcionario. Habían sido varios los asaltados, aporreados incluso alguno se había encontrado con la muerte. Soldados retirados, prostitutas, ladrones e inmigrantes de Mitanní, así como esclavos nubios, formaban el grueso del vecindario. Amenhotep enfiló la calle principal para cumplir con su cometido, era día de mercado, por lo que la concurrencia era insoportablemente numerosa. El olor del ganado, la fruta, los vendedores de inciensos y los mendigos eran más que un pueblo, una jauría de despropósitos. El escriba se abría paso con dificultad. En un momento determinado, escuchó una fuerte voz en su cerebro:
Huy…Huy…..ven hacia mi.
El funcionario volvió rápidamente la cabeza extrañado por que no había sido llamado por su nombre, sino por el apodo popular que tenía asignado este nombre tan común entre los egipcios. Intentó encontrar a su posible interlocutor, pero todos iban a su aire. ¡Sin duda no se trataba de mi! –pensó para dentro- pero de nuevo volvió a escuchar aún con más fuerza la misma voz: -Huy….Huy..ven hacia mi- Esta vez se paró en seco lo que le propició más de un empujón. Por una extraña razón, su vista y su mente se centraron en un mendigo andrajoso que estaba sentado en el escalón superior del portal de una de las caóticas chabolas de adobe que pululaban por la calle. Sin saber como, atraído por una especie de magnetismo animal, se encontró con los ojos de aquel personaje. Eran ojos verdes, no comunes para aquellas latitudes, muy brillantes. Le miraban fijamente, con ternura pero con firmeza.
Te ruego buen escriba me ayudes con un poco de comida, pues hace días que no he probado bocado.
Amenhotep acercó la mano a su bolsa, donde llevaba para el almuerzo un poco de queso de cabra y unos dátiles. Se disponía a sacar parte de su comida, cuando el anciano, fijando aún más la mirada le dijo.
No necesito pan sino el alimento de tu alma.
¿Cómo puedo darte mi alma, noble anciano?
Solo cuando no tengas nada. Solo cuando no desees nada, Solo cuando ames a Dios sobre todas la cosas podrás darme el alimento que yo necesito, que no es material sino espiritual.
Aquella respuesta lo desconcertó del todo, pero era aún más fuerte la sensación interior de plenitud que le embargaba por dentro. ¿Qué estaba pasando?, ¿Quién era aquel anciano?...Como escuchando sus vertiginosos pensamientos volvió a escuchar:
Mi nombre es Abu Smaely Swandy, pero este nombre nada te dice. Aquí entre los tuyos soy mendigo, pero entre los míos soy un príncipe. Ha llegado el tiempo, hermano, en que comenzarás recordar de donde vienes y el compromiso que tienes con tus hermanos.
Yo soy Amenhotep, hijo de Hapu. No tengo hermanos, y tampoco recuerdo haber hecho ningún compromiso, sino es con mi superior en el templo.
La venda de la carne ciega los ojos de tu espíritu, pero poco a poco el velo irá cayendo para que recuerdes el propósito de tu vida y la tarea que te ha sido encomendada. Nosotros te guiaremos. Escucharás en tu cabeza mi voz y la de mis hermanos. Se limpio de corazón y no te dejes seducir por el poder temporal de los hombres, pues tu recompensa esta en el otro lado.
No había terminado de decir estas palabras, cuando repentinamente fue despertado de su breve letargo por las risas de una vieja y unos niños que veían a un escriba doblado sobre su espalda y hablándole a la esquina de la casa. Estaba aturdido, no sabía el tiempo que había estado así, el ridículo le hizo reaccionar saliendo a todo correr del lugar. Pasaron dos horas más antes de que pudiera asimilar aquella experiencia. Estaba profundamente turbado. Sin duda los últimos días, en que estaba absorto por el trabajo le habían trastornado. Se disponía a acudir al médico, cuando de nuevo escucho la voz fuerte y nítida en su interior: Huy…Huy….ánimo, no ha sido un sueño, yo estoy hasta en el último rincón de tu alma.
No volvió a escuchar esta voz hasta cumplidos los cincuenta años, justo en el momento en que el Faraón Amenofis III le confió la dirección espiritual y material del país, así como la enseñanza e iniciación de sus hijos, entre los que se encontraba Akhenaton, quién, por otra parte prosiguió aún con más maestría en la práctica de los sagrados misterios.
Una de las claves que nos puede dar una idea clara del carisma de este personaje, se refiere a su calidad de iniciado. En una de sus estatuas figura esta leyenda: “Yo penetré entonces en la literatura religiosa y conocí los trabajos útiles de Tot. Me convertí en conocedor de las ideas inaccesibles al común de las gentes. Comprendí todos los pasajes oscuros…” En definitiva, un iniciado en los misterios. Un sabio que recogió las viejas enseñanzas de los dioses antiguos para trasladarlas a su tiempo. De ahí lo de “enseñanzas útiles”. Fruto de esta utilidad consiguió todos los nombramientos más encumbrados del reino, fue en un momento determinado quien regia los destinos de la gran nación egipcia con el total beneplácito del Faraón. Realizó infinidad de obras, como el templo de Mut en Tebas del de Ja em Maat, del de Jonsú, Luxor, ciudad palacio de Malkata, templo funeario de Amenofis III, templos jubilares de Soleb y Sedeinga, los colosos de Memnon. Trabajos de canalización y urbanismo. Artífice del censo de la población. Autor de rituales y de celebraciones.
Una inscripción de una de sus estatuas en Karnac dice: “…Soy un verdadero ser de élite en medio de la masa de los humanos; un hombre cuya inteligencia comprende todo cuanto recorre la sala del Consejo y a quien las cosas más excepcionales le parecen naturales; saca las lecciones de los acontecimientos, incluso cuando las conclusiones son oscuras; soy un maestro de perspicacia que satisface el corazón de su soberano y que hace cosas magníficas para su Horus..”
Tal fue su prestigio que mil años después de su muerte, fue elevado a la divinidad siendo asimilado al dios Ptha, dios de la medicina y de la sabiduría.
Esta profudamente ilustrada su biografía entre los humanos, gracias a la multitud de testimonios pétreos que se han conservado de su época y posteriores, pero pocos o nadie conoce los verdaderos misterios esotéricos que jalonan su casi centenaria vida. Veamos ahora alguno de estos hechos impresionantes:
Escucha o gran príncipe.
El inquieto y avispado Akhenaton volvía loco a su maestro Amenhotep. Cada atardecer el niño acudía a la presencia del maestro en el palacio de Malkata. Tal era la orden explícita de Amenofis III respecto de la educación de sus hijos. El joven príncipe parecía estar a menudo en una profunda abstracción psicológica. No tanto por que no atendiera, sino por que las palabras de su maestro le transportaban sin desearlo a un estado de conciencia, en el que el tiempo y el espacio se convertían en otras presencias y otras sensaciones atemporales.
Escucha príncipe; estos son los misterios principales que tendrás que aprender para adentrarte en el mundo de los misterios absolutos. Solo viviendo estos principios podrás traspasar los muros de la ignorancia de la carne. Solo traspasando estas puertas podrás viajar a la morada de los dioses.
Todo es mente, querido hijo. Todo lo que ven tus ojos, perciben tus sentidos o puedes aislar en este mundo es el resultado de una idea, de una mente que lo ha diseñado, que los ha pensado. Todo elemento manifestado tiene detrás un principio no manifestado. Los ojos de la carne solo pueden ver el mundo de la materia, pero los ojos del espíritu ven el espíritu que compenetra hasta la más simple partícula de este mundo. Todo tiene mente, todo piensa, todo se moviliza con una lógica. No existe el azar. Todo sigue el plan del creador de cada elemento y todos los creadores, siguen el plan del Profundo.
¿Lo has entendido, hijo mio?.
Si mi amado maestro.
Recuerda siempre que cuando golpeas una piedra o aplastas una lombriz, golpeas una idea, un espíritu y el principio de la continuidad. Todo está donde debe estar, siguiendo un preciso plan.
¡He aquí el segundo de los sagrados principios que nos enseñaran los antiguos dioses!: Lo que esta aquí, y lo que perciben tus sentidos, es la replica exacta de lo que esta allí y solo percibe tu espíritu. Lo que es arriba es abajo. Dios y tu sois una perfecta réplica. Si matas a tu vecino matas a Dios. Si desprecias a otro te desprecias a ti mismo y desprecias a Dios. Este Universo es la consecuencia del otro. Y los dos, son una misma cosa en el principio mental que antes te he explicado.
¿Lo has comprendido hijo mio?.
Si amado maestro.
El tercer principio dice: Todo, absolutamente todo, incluso las piedras más viejas que parecen inertes, tienen movimiento, tienen vibración, tienen el hálito del espíritu. Nada de lo creado deja de participar de Dios, todo vibra, todo se dinamiza, todo se transforma con el paso del tiempo. Esta roca mañana será una flor, esa flor será un pez y ese pez mañana será un hombre, pues todo es movimiento en la mente de Dios.
¿Has comprendido hijo mio?.
Si amado maestro.
Existe la noche y el día, la sonrisa y la lágrima, El bien y el mal. Deberás entender por tanto que todo tiene su opuesto o su contrario en este Universo bipolar en el que vives. Pero recuerda, hijo mío que Dios es el uno y el otro, el bien y el mal. Si solo integras un extremo en tu vida, serás un adepto y un fanático de uno de los dos lados de la realidad, La clave esta en el equilibrio. Recuerda que de la basura más pútrida nace la más bella de las flores. Por tanto la una y la otra son necesarias y viven juntas. Es así como se manifiesta la vida. ¿Has comprendido hijo mío?
Si amado maestro.
El quinto principio que nos enseñaran los viejos dioses es: Que todo tiene su ritmo, que todo vive en un eterno crecimiento hacia una mayor y mejor evolución. Nada esta por casualidad. Nada esta perdido. Todo esta caminando hacia una absoluta perfección. El mosquito vive un día, la roca cientos de miles de años, pero el uno y la otra se transformarán y de su muerte nacerá otro ser más perfecto, que tendrá dentro la memoria de los dos anteriores.
¿Has comprendido hijo mío?.
Si amado maestro
Es importantísimo que comprendas que, toda causa desencadena un efecto, que si alteras el equilibrio de las cosas se causan efectos y consecuencias. Si ahora siembras vientos, mañana recogerás tempestades. Si ahora no quieres trabajar, mañana te morirás de hambre. Si en esta vida matas, en la siguiente morirás de la misma manera hasta que comprendas que hay que respetar la vida. Piensa por tanto bien tus acciones. No maldigas ahora tu penosa vida, puesto que es la consecuencia segura de la errada vida anterior. Si ahora eres cojo, ayer amputaste la pierna a tu semejante.
¿Has comprendido hijo mío?
Si amado maestro.
Por último debes recordad que siempre hay un principio masculino y un orden ascendente y un principio femenino y orden descendente. Esta el ángel y el diablo, pero los dos son necesarios puesto que uno te enseña el bien y el otro el mal. De la unión de los géneros, nace el tao, nace la perfección. No juzgues por tanto por la aparente realidad de un solo lado, de un solo principio, puesto que también existe el otro.
¿has comprendido hijo mío?
Si amado maestro.
Aquellos principios, aquellas enseñanzas fueron las que guiaron la vida y obras de Akhenaton, el Faraón hereje. Eran las enseñanzas que el mismo, cuando fue Thot había traído desde la Atlántida antes de hundirse. Eran enseñanzas que recordaban en el niño, al viejo maestro que había en su espíritu.
Y Akhenaton fue creciendo en el conocimiento de la mano de Amenhotep, su venerado maestro.
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