¡Huy…Huy!, repetía la voz en la cabeza de Amenhotep. Y el sonido tan familiar para él le hizo escudriñar inquieto cada rincón del palacio. Como siempre era su hermano invisible. Era el cálido acompañante de sus meditaciones silenciosas.
Busca, hermano en el corazón del león, pues ha de abrirse el sello y la puerta del cielo.
Amenhotep no entendía nada de cuanto oía en su interior. Estuvo mascullando esta frase día y noche, hasta el punto de ser una verdadera obsesión, sin que acudiera a su mente ninguna solución al enigma.
Pasaron dos semanas antes de despachar los asuntos de estado con el Rey de Egipto Amenofis III. Inevitablemente el Faraón vio inquieto a su Visir y no pudo por menos de preguntarle.
Que te sucede Hoy. Veo que no te concentras en lo que te digo y estás ausente. ¿Estas enfermo?. ¿Necesitas descansar?.
No mi Divino Señor, tan solo son mis propias obsesiones interiores. Estoy descifrando un enigma y no encuentro la solución.
Puedes contármelo a mi, mi buen amigo. Sabes que eres como un hermano.
Debo buscar en el corazón del León. Y no se si se refiere a preocuparme por mi salud o por que mi corazón esta viejo o quiere significar otra cosa.
“Busca en el corazón del león”. Esta frase esta en el testamento de mi padre, y en el de mi abuelo. Es una frase que pasa de padres a hijos y tampoco yo he sabido encontrar la solución.
La reina Tiy que se acercaba en ese momento a saludar al visir replicó automáticamente:
Solo hay un león con un inmenso corazón capaz de albergar a un hombre. Es la Esfinge. El monumento que nuestros mayores dejaron como referencia de nuestra identidad. ¡Busquemos en ella!.
Los tres callaron por un momento, a la vez que en cada uno de ellos se iba haciendo la luz del conocimiento. Quizás el enigma no era sino una puerta física que pudiera adentrarlos en algún lugar sagrado o secreto.
Aquella noche, tres sombras vestidas de tupido negro, con sendas linternas y un pelotón de guardia se acercaron a la gran llanura donde moran las casas de los dioses; las pirámides. Los guardias se preguntaban que extraña locura había embargado a sus señores, para que en plena noche salieran furtivos de palacio.
Los guardias formaron un amplio círculo alrededor de la esfinge. Vigilaban atentamente, mientras que los nobles encapuchados golpeaban suavemente alrededor de del monumento. El sonido era de roca sólida. Sin duda se habían equivocado. Pero Tiy, más perceptiva dijo:
Tenemos que ir más abajo, bajo la arena.
El tiempo pasaba mientras el jefe de la guardia traía sendas palas. Eran las tres de la mañana y aquel extraño comportamiento de sus soberanos le hacía divagar sobre las ocultas intenciones.
Hicieron un pozo de un metro de profundidad junto a la base de la esfinge por la cara anterior, buscando el corazón del león tumbado. Esta vez los golpes sonaban huecos. Acercaron las mortecinas lámparas de aceite hasta que en el lado izquierdo de al roca apareció dibujado un corazón. Dieron un golpe fuerte sobre el mismo y muy suavemente comenzaron a escuchar un vaciado de tierra. Era como un filtro que dejara pasar partículas de arena. Repentinamente los tres cayeron al fondo de un pozo de base cuadrada. La arena impregnó sus cabellos y se vieron revolcados en un suelo pedregoso extrañamente pulido. Tomaron las linternas que yacían en el suelo y recorrieron un largo pasadizo que bajaba hasta diez metros en rampa de cuarenta y cinco grados. Luego se hacia plano y horizontal a la superficie.
Extrañas figuras aladas y raros vehículos voladores se dibujaban en las paredes con colores cromáticos brillantes y llamativos. Anduvieron durante media hora hasta desembocar e una inmensa sala, de la que partían a su vez varias ramificaciones de túneles semejantes al recorrido. Aquella sala contenía infinidad de grabaciones en un extraño metal. Amenhotep conocía aquella escritura, puesto que como escriba estaba familiarizado con los viejos escritos de los antiguos padres.
Este lenguaje tiene mas de tres mil años. Ya no se usa
¿Qué quiere decir?
Tendría que estar mucho tiempo estudiándolo, pero parece que hace referencia a una puerta que viene de las estrellas y de navíos celestes que van y vienen de lo alto.
Aquel descubrimiento además de ofertarles una tremenda aventura debía ser tratado como un asunto secreto de estado. Optaron finalmente por salir de las galerías, dejando todo como estaba. Cerraron por tanto la entrada. Pusieron una férrea guardia junto a la esfinge y montaron una enorme tienda, infranqueable para todo ciudadano.
Amenhotep se trasladó a vivir a la tienda, haciendo circular el rumor de que necesitaba recibir la fuerza de la esfinge para tomar decisiones de Estado. Allí permaneció por un periodo de dos meses. Finalmente nadie se preguntó por aquel extraño comportamiento y por otra parte los oficiales de la guardia que les habían escoltado en la noche del descubrimiento fueron trasladados con una misión de vigilancia a Elefantia, en el extremo Sur del país.
Amenhotep recorrió miles de metros de túneles, observó cientos de pinturas, miles de libros, dejados allí por el propio Thot, hacía más de tres mil años. Observó extrañas máquinas incomprensibles para él y su tiempo. Aquel era otro Egipto, más trascendente, más profundo, más viejo, pero a la vez, más incomprensible y majestuoso.
Aún hoy siguen allí miles de objetos, miles de respuestas, esperando ser descifradas. (1)
Busca, hermano en el corazón del león, pues ha de abrirse el sello y la puerta del cielo.
Amenhotep no entendía nada de cuanto oía en su interior. Estuvo mascullando esta frase día y noche, hasta el punto de ser una verdadera obsesión, sin que acudiera a su mente ninguna solución al enigma.
Pasaron dos semanas antes de despachar los asuntos de estado con el Rey de Egipto Amenofis III. Inevitablemente el Faraón vio inquieto a su Visir y no pudo por menos de preguntarle.
Que te sucede Hoy. Veo que no te concentras en lo que te digo y estás ausente. ¿Estas enfermo?. ¿Necesitas descansar?.
No mi Divino Señor, tan solo son mis propias obsesiones interiores. Estoy descifrando un enigma y no encuentro la solución.
Puedes contármelo a mi, mi buen amigo. Sabes que eres como un hermano.
Debo buscar en el corazón del León. Y no se si se refiere a preocuparme por mi salud o por que mi corazón esta viejo o quiere significar otra cosa.
“Busca en el corazón del león”. Esta frase esta en el testamento de mi padre, y en el de mi abuelo. Es una frase que pasa de padres a hijos y tampoco yo he sabido encontrar la solución.
La reina Tiy que se acercaba en ese momento a saludar al visir replicó automáticamente:
Solo hay un león con un inmenso corazón capaz de albergar a un hombre. Es la Esfinge. El monumento que nuestros mayores dejaron como referencia de nuestra identidad. ¡Busquemos en ella!.
Los tres callaron por un momento, a la vez que en cada uno de ellos se iba haciendo la luz del conocimiento. Quizás el enigma no era sino una puerta física que pudiera adentrarlos en algún lugar sagrado o secreto.
Aquella noche, tres sombras vestidas de tupido negro, con sendas linternas y un pelotón de guardia se acercaron a la gran llanura donde moran las casas de los dioses; las pirámides. Los guardias se preguntaban que extraña locura había embargado a sus señores, para que en plena noche salieran furtivos de palacio.
Los guardias formaron un amplio círculo alrededor de la esfinge. Vigilaban atentamente, mientras que los nobles encapuchados golpeaban suavemente alrededor de del monumento. El sonido era de roca sólida. Sin duda se habían equivocado. Pero Tiy, más perceptiva dijo:
Tenemos que ir más abajo, bajo la arena.
El tiempo pasaba mientras el jefe de la guardia traía sendas palas. Eran las tres de la mañana y aquel extraño comportamiento de sus soberanos le hacía divagar sobre las ocultas intenciones.
Hicieron un pozo de un metro de profundidad junto a la base de la esfinge por la cara anterior, buscando el corazón del león tumbado. Esta vez los golpes sonaban huecos. Acercaron las mortecinas lámparas de aceite hasta que en el lado izquierdo de al roca apareció dibujado un corazón. Dieron un golpe fuerte sobre el mismo y muy suavemente comenzaron a escuchar un vaciado de tierra. Era como un filtro que dejara pasar partículas de arena. Repentinamente los tres cayeron al fondo de un pozo de base cuadrada. La arena impregnó sus cabellos y se vieron revolcados en un suelo pedregoso extrañamente pulido. Tomaron las linternas que yacían en el suelo y recorrieron un largo pasadizo que bajaba hasta diez metros en rampa de cuarenta y cinco grados. Luego se hacia plano y horizontal a la superficie.
Extrañas figuras aladas y raros vehículos voladores se dibujaban en las paredes con colores cromáticos brillantes y llamativos. Anduvieron durante media hora hasta desembocar e una inmensa sala, de la que partían a su vez varias ramificaciones de túneles semejantes al recorrido. Aquella sala contenía infinidad de grabaciones en un extraño metal. Amenhotep conocía aquella escritura, puesto que como escriba estaba familiarizado con los viejos escritos de los antiguos padres.
Este lenguaje tiene mas de tres mil años. Ya no se usa
¿Qué quiere decir?
Tendría que estar mucho tiempo estudiándolo, pero parece que hace referencia a una puerta que viene de las estrellas y de navíos celestes que van y vienen de lo alto.
Aquel descubrimiento además de ofertarles una tremenda aventura debía ser tratado como un asunto secreto de estado. Optaron finalmente por salir de las galerías, dejando todo como estaba. Cerraron por tanto la entrada. Pusieron una férrea guardia junto a la esfinge y montaron una enorme tienda, infranqueable para todo ciudadano.
Amenhotep se trasladó a vivir a la tienda, haciendo circular el rumor de que necesitaba recibir la fuerza de la esfinge para tomar decisiones de Estado. Allí permaneció por un periodo de dos meses. Finalmente nadie se preguntó por aquel extraño comportamiento y por otra parte los oficiales de la guardia que les habían escoltado en la noche del descubrimiento fueron trasladados con una misión de vigilancia a Elefantia, en el extremo Sur del país.
Amenhotep recorrió miles de metros de túneles, observó cientos de pinturas, miles de libros, dejados allí por el propio Thot, hacía más de tres mil años. Observó extrañas máquinas incomprensibles para él y su tiempo. Aquel era otro Egipto, más trascendente, más profundo, más viejo, pero a la vez, más incomprensible y majestuoso.
Aún hoy siguen allí miles de objetos, miles de respuestas, esperando ser descifradas. (1)
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