Este ser legendario también fue otro de los señalados por la fortuna para entrar en los reinos interiores de los grandes maestros.
La categoría de Apolonio y la aceptación popular del mismo no deja lugar a dudas, incluso causó estupor y preocupación a los primeros obispos de la Iglesia Católica. Así manifestaba Justino el Mártir respecto de este sabio.
¿Cómo explicar que los talismanes de Apolonio tenían el poder de calmar el furor de las olas, la violencia de los vientos y los ataques de las bestias feroces y, mientras que los milagros de Nuestro Señor sólo son conservados por la tradición, los de Apolonio son más numerosos y se manifiestan efectivamente por hechos tan concretos, que arrastran a todos los asistentes?.
Es muy significativo leer este pasaje y comprobar cómo el más mínimo sentido autocrítico de los primeros seguidores de aquella Iglesia creada por hombres quizás tuviera tintes de absoluto fanatismo y sectarismo. Y este fanatismo se desarrolla no sólo en la cristiana sino en todas aquellas doctrinas que condenan o establecen categorías de buenos y malos en función de la adhesión a tal o cual doctrina.
El mundo superior de la verdad eleva a la misma categoría a Apolonio que a Jesús o a cualquier otro ser que haya contribuido a la virtud, mientras que las visiones parciales de cada fundamentalista no contemplan este sentido ecuménico de Fraternidad Universal. Es muy probable que tardemos miles de años en entender que hay un acceso más elevado a una conciencia superior y que traspasarlo implica dejar cada regionalismo o cada sectarismo y apego a lo nuestro para abrazar lo de todos.
Como íbamos diciendo, Apolonio asombró a propios y extraños con sus prodigios. Quizás para saber de su vida debamos leer a su biógrafo, Flavio Filostrato, que estableció una serie de hechos con testimonios sólidos entregados expresamente por la emperatriz Julia Domna esposa de Séptimo Severo.
Apolonio quizás no por casualidad nació en el mismo año que Jesús el Cristo, digo no por casualidad por el hecho de que su paralelismo no solamente cronológico sino de obras y actuaciones es casi calcado y en la misma medida su virtud y su magisterio. Como antes dijimos, no puede existir fanatismos ni adhesiones a unos sin detrimento de otros, lo que ratifica que todo enviado remite su poder a otro principio y que es una idolatría adorar a seres encarnados cuando todos los que tomaron cuerpo, sean grandes o pequeños, adoraron a su vez a otro principio. Sólo el ignorante hace credos de las actuaciones de los hombres; sólo los necios edifican templos de piedra y adoran a estatuas; unos pocos como Apolonio y Jesús no se dejaron adorar diciendo: Sólo hay un Maestro y está en los cielos ¡En fin! sigamos adelante con la vida de este gran maestro.
Luchó Apolonio por la justicia social y por el amor a la Tierra y en esto le vemos un paralelismo por el cariño a los pobres y a los desheredados de la justicia por los que se prodigó Jesús. Filostrato relata un incidente en cuanto a un litigio sobre el grano que estaba inasequible o muy caro para los pobres, lo que provocó la ira de Apolonio dirigiéndose a los especuladores ¡La Tierra es madre de todos, ya que es justa. Pero vosotros sois injustos y pretendéis monopolizar a esta madre en vuestro provecho. Si no os arrepentís no permitiré que viváis! ¿Qué poder emana de este ser que puede incluso amenazar con la muerte?
Seguidor de la filosofía de Pitágoras y conocedor de las rutas que éste estableciera anteriormente para ir a Shambhalla, dado que efectivamente Pitágoras también caminó hacia la India y hacia los mundos interiores, tal y como lo vimos anteriormente, Apolonio, ni corto ni perezoso, emprendió el mismo viaje para visitar el refugio de los Maestros.
El recorrido lo realizó con su servidor y alumno Damis que encontró en Nínive y gracias a él sabemos de este maravilloso viaje.
Dice así Andrew Tomas: Tras un largo y difícil recorrido, Apolonio y Damis atravesaron el Indo y siguieron el curso del Ganges. En un punto del valle del Ganges se desviaron hacia el norte, en el Himalaya, y escalaron la cadena montañosa, a pie, durante dieciocho días. El camino los llevaría a Nepal del Norte o al Tibet; pero Apolonio tenía un mapa (que trazara en su día Pitágoras) y sabía dónde encontrar la morada de los sabios.
Según caminan por las sendas heladas del Himalaya se abre ante ellos una extraña niebla que les adentra en una tierra tropical y donde el frío se queda atrás. Era como si una mano invisible les guiara hacia el paraíso y como hacen los indios al verse perseguidos, borrara sus huellas y les ocultara ante los ojos del profano.
Apolonio y su discípulo se presentaron ante el Rey del Mundo y sus Mahatmas pero estos no sólo sabían de su llegada, sino que les informaron de la precisa programación que les había traído allí.
Ya en el Reino, Apolonio se quedó maravillado de lo que estos Maestros le enseñaron, pues tanto el poder de la ingravidez, así como de la telepatía, el conocimiento de la luz y la visión de las máquinas voladoras de los viajes del espacio, fueron apareciendo ante su asombro constante.
Supo entonces Apolonio que Shambhalla tenía un mundo subterráneo y otro exterior y que los Maestros y la población vivían indistintamente, perfectamente jerarquizados y en orden armónico en uno y otro lugar.
Dice Apolonio de estos seres: No poseen nada, pero no obstante lo tienen todo y constató al igual que antes lo hiciera Pitágoras que no adoraban a ningún ídolo o Maestro en especial sino al Orden Supremo Universal.
Sigue diciendo Tomas. Los Maestros espirituales del mundo encargaron a Apolonio una misión. Ante todo, debía esconder ciertos talismanes o imanes en lugares que, en una época futura, adquirirían un significado histórico. ¿Se trataba de fragmentos de la milagrosa Chintamani de la Torre de Shambhalla?.
Seguidamente el filósofo debía arremeter contra la tiranía de Roma y humanizar un régimen fundado en la esclavitud. Fijaos que esta misma piedra motivó el viaje casi dos mil años después de Roerich al que nos hemos referido con anterioridad y en la misma medida fijaos en el interés que los maestro de Shambhalla tienen en intervenir en la política de una nación. Veremos también después cómo en América y en otras tantas revoluciones, los Maestros mandan emisarios o remiten las piedras con objeto de realizar la famosa Sinarquía a que nos venimos refiriendo en este libro.
Se dice de los prodigios que realizara Apolonio que ante el Tribunal Romano se fueron borrando las palabras de las acusaciones que figuraban en el pergamino que el juez iba desenrollando cuando se pretendía juzgar las ofensas que éste infringiera al tirano. Al no tener cargos, fue evidentemente dejado en libertad.
Fue posteriormente juzgado por el temible Domiciano pero ante los jueces esta vez no borró con la mente las acusaciones dado que los esbirros sabedores de su poder no pusieron los cargos en documento alguno si no en acusación directa. Pero Apolonio se enrolló en su túnica y ante el estupor de los presentes desapareció ante todos, dejando maravillados a los jueces que debieron de aceptar que aquel anciano de barbas largas y aspecto extraño estaba preservado por los dioses.
Se sabe que vivió cien años más o menos, pero nadie sabe cuál fue su último destino, y se supone que viajó de nuevo al Reino Interior después de haber cumplido su misión, dado que por su ejemplo y enseñanza Roma vivió un período de paz duradero.
Tanto Pitágoras como Apolonio son dos hitos en el plan de la Jerarquía interna para influir en la vida y modos de las naciones. ¡Bravo por estos seres maravillosos!
Seguimos con el otro contemporáneo de Apolonio, quizás su hermano en el espíritu.
La categoría de Apolonio y la aceptación popular del mismo no deja lugar a dudas, incluso causó estupor y preocupación a los primeros obispos de la Iglesia Católica. Así manifestaba Justino el Mártir respecto de este sabio.
¿Cómo explicar que los talismanes de Apolonio tenían el poder de calmar el furor de las olas, la violencia de los vientos y los ataques de las bestias feroces y, mientras que los milagros de Nuestro Señor sólo son conservados por la tradición, los de Apolonio son más numerosos y se manifiestan efectivamente por hechos tan concretos, que arrastran a todos los asistentes?.
Es muy significativo leer este pasaje y comprobar cómo el más mínimo sentido autocrítico de los primeros seguidores de aquella Iglesia creada por hombres quizás tuviera tintes de absoluto fanatismo y sectarismo. Y este fanatismo se desarrolla no sólo en la cristiana sino en todas aquellas doctrinas que condenan o establecen categorías de buenos y malos en función de la adhesión a tal o cual doctrina.
El mundo superior de la verdad eleva a la misma categoría a Apolonio que a Jesús o a cualquier otro ser que haya contribuido a la virtud, mientras que las visiones parciales de cada fundamentalista no contemplan este sentido ecuménico de Fraternidad Universal. Es muy probable que tardemos miles de años en entender que hay un acceso más elevado a una conciencia superior y que traspasarlo implica dejar cada regionalismo o cada sectarismo y apego a lo nuestro para abrazar lo de todos.
Como íbamos diciendo, Apolonio asombró a propios y extraños con sus prodigios. Quizás para saber de su vida debamos leer a su biógrafo, Flavio Filostrato, que estableció una serie de hechos con testimonios sólidos entregados expresamente por la emperatriz Julia Domna esposa de Séptimo Severo.
Apolonio quizás no por casualidad nació en el mismo año que Jesús el Cristo, digo no por casualidad por el hecho de que su paralelismo no solamente cronológico sino de obras y actuaciones es casi calcado y en la misma medida su virtud y su magisterio. Como antes dijimos, no puede existir fanatismos ni adhesiones a unos sin detrimento de otros, lo que ratifica que todo enviado remite su poder a otro principio y que es una idolatría adorar a seres encarnados cuando todos los que tomaron cuerpo, sean grandes o pequeños, adoraron a su vez a otro principio. Sólo el ignorante hace credos de las actuaciones de los hombres; sólo los necios edifican templos de piedra y adoran a estatuas; unos pocos como Apolonio y Jesús no se dejaron adorar diciendo: Sólo hay un Maestro y está en los cielos ¡En fin! sigamos adelante con la vida de este gran maestro.
Luchó Apolonio por la justicia social y por el amor a la Tierra y en esto le vemos un paralelismo por el cariño a los pobres y a los desheredados de la justicia por los que se prodigó Jesús. Filostrato relata un incidente en cuanto a un litigio sobre el grano que estaba inasequible o muy caro para los pobres, lo que provocó la ira de Apolonio dirigiéndose a los especuladores ¡La Tierra es madre de todos, ya que es justa. Pero vosotros sois injustos y pretendéis monopolizar a esta madre en vuestro provecho. Si no os arrepentís no permitiré que viváis! ¿Qué poder emana de este ser que puede incluso amenazar con la muerte?
Seguidor de la filosofía de Pitágoras y conocedor de las rutas que éste estableciera anteriormente para ir a Shambhalla, dado que efectivamente Pitágoras también caminó hacia la India y hacia los mundos interiores, tal y como lo vimos anteriormente, Apolonio, ni corto ni perezoso, emprendió el mismo viaje para visitar el refugio de los Maestros.
El recorrido lo realizó con su servidor y alumno Damis que encontró en Nínive y gracias a él sabemos de este maravilloso viaje.
Dice así Andrew Tomas: Tras un largo y difícil recorrido, Apolonio y Damis atravesaron el Indo y siguieron el curso del Ganges. En un punto del valle del Ganges se desviaron hacia el norte, en el Himalaya, y escalaron la cadena montañosa, a pie, durante dieciocho días. El camino los llevaría a Nepal del Norte o al Tibet; pero Apolonio tenía un mapa (que trazara en su día Pitágoras) y sabía dónde encontrar la morada de los sabios.
Según caminan por las sendas heladas del Himalaya se abre ante ellos una extraña niebla que les adentra en una tierra tropical y donde el frío se queda atrás. Era como si una mano invisible les guiara hacia el paraíso y como hacen los indios al verse perseguidos, borrara sus huellas y les ocultara ante los ojos del profano.
Apolonio y su discípulo se presentaron ante el Rey del Mundo y sus Mahatmas pero estos no sólo sabían de su llegada, sino que les informaron de la precisa programación que les había traído allí.
Ya en el Reino, Apolonio se quedó maravillado de lo que estos Maestros le enseñaron, pues tanto el poder de la ingravidez, así como de la telepatía, el conocimiento de la luz y la visión de las máquinas voladoras de los viajes del espacio, fueron apareciendo ante su asombro constante.
Supo entonces Apolonio que Shambhalla tenía un mundo subterráneo y otro exterior y que los Maestros y la población vivían indistintamente, perfectamente jerarquizados y en orden armónico en uno y otro lugar.
Dice Apolonio de estos seres: No poseen nada, pero no obstante lo tienen todo y constató al igual que antes lo hiciera Pitágoras que no adoraban a ningún ídolo o Maestro en especial sino al Orden Supremo Universal.
Sigue diciendo Tomas. Los Maestros espirituales del mundo encargaron a Apolonio una misión. Ante todo, debía esconder ciertos talismanes o imanes en lugares que, en una época futura, adquirirían un significado histórico. ¿Se trataba de fragmentos de la milagrosa Chintamani de la Torre de Shambhalla?.
Seguidamente el filósofo debía arremeter contra la tiranía de Roma y humanizar un régimen fundado en la esclavitud. Fijaos que esta misma piedra motivó el viaje casi dos mil años después de Roerich al que nos hemos referido con anterioridad y en la misma medida fijaos en el interés que los maestro de Shambhalla tienen en intervenir en la política de una nación. Veremos también después cómo en América y en otras tantas revoluciones, los Maestros mandan emisarios o remiten las piedras con objeto de realizar la famosa Sinarquía a que nos venimos refiriendo en este libro.
Se dice de los prodigios que realizara Apolonio que ante el Tribunal Romano se fueron borrando las palabras de las acusaciones que figuraban en el pergamino que el juez iba desenrollando cuando se pretendía juzgar las ofensas que éste infringiera al tirano. Al no tener cargos, fue evidentemente dejado en libertad.
Fue posteriormente juzgado por el temible Domiciano pero ante los jueces esta vez no borró con la mente las acusaciones dado que los esbirros sabedores de su poder no pusieron los cargos en documento alguno si no en acusación directa. Pero Apolonio se enrolló en su túnica y ante el estupor de los presentes desapareció ante todos, dejando maravillados a los jueces que debieron de aceptar que aquel anciano de barbas largas y aspecto extraño estaba preservado por los dioses.
Se sabe que vivió cien años más o menos, pero nadie sabe cuál fue su último destino, y se supone que viajó de nuevo al Reino Interior después de haber cumplido su misión, dado que por su ejemplo y enseñanza Roma vivió un período de paz duradero.
Tanto Pitágoras como Apolonio son dos hitos en el plan de la Jerarquía interna para influir en la vida y modos de las naciones. ¡Bravo por estos seres maravillosos!
Seguimos con el otro contemporáneo de Apolonio, quizás su hermano en el espíritu.
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