La comunidad de destinos
Bert Hellinger
Contrariamente a lo que imaginamos a menudo acerca del amor romántico, muchas otras fuerzas actúan dentro de una relación. En el amor romántico, los dos están en cierta forma cegados el uno por el otro, cegados quiere decir que no ven nada. La atracción mutua es tan exclusiva que el mundo alrededor queda como ignorado. El amor romántico no se mantiene por mucho tiempo, porque pronto se manifiesta el entorno.
Veo también la relación de pareja en conexión con otro aspecto. Cada sistema familiar lleva consigo un destino particular así como un desorden particular. El desorden se manifiesta porque algunos de los que pertenecen al sistema no están reconocidos como perteneciendo. Entonces ejercen una presión hasta que se los reconozca. Y esta presión del campo obliga más tarde a un niño a representar a estos excluidos, sin por lo tanto que sea consciente de ello. Con frecuencia, se trata de una pareja anterior de los padres o abuelos que ha sido apartada, tal vez por haber muerto pronto. Quizá también haya muerto una mujer en el parto. Estas personas quedan sin que nadie las mire en su sistema, porque su destino asusta a lo demás. Pero más tarde, se manifiestan en un niño. El niño no sabe que está poseído por algo y que se encuentra intrincado en el destino de otra persona.
Al no resolver el problema de la exclusión de una persona, el niño pues, al ser adulto, se busca una pareja que le ayude así como a su familia a solucionar este problema. Es decir, el sistema de la mujer busca, a través de la mujer, en el sistema de un hombre la solución para un asunto pendiente. Y también quizás al revés. El hombre y su sistema buscan, a través de la mujer y su sistema, una solución para su problema. Así, inician ambos una comunidad de sistemas en la cual cada uno mira hacia el otro para una solución.
Asistí en Suiza a un ejemplo extraordinario al respecto. Un hombre tenía un hermano, muerto de hambre en la guerra. No había suficiente comida para la familia. El hombre estaba muy vinculado a su hermano y temía perecer de hambre también, temía que fuera éste su destino. Y ¿qué hizo? Se casó con una mujer anoréxica. Ella debía morirse de hambre en su lugar.
Pues, se dan este tipo de intrincaciones. A veces nos llevan en direcciones que parecen monstruosas. Les daré otro ejemplo de un curso con parejas en Washington. Una mujer vino sin su marido a una constelación de pareja. La configure a ella y delante de ella un hombre para su marido. El hombre empezó a temblar por todo el cuerpo, un obvio pánico a la muerte. Le pregunté a la mujer: ¿acaso has pensado en matarle alguna vez? Me respondió: sí. Su hija, que también estaba presente, había intentado ya quitarse la vida. Pues, en esta familia había un fuerte potencial agresivo. Cuando algo así sale a la luz, están algunos tentados de decir: “una mala mujer”. No lo digo. Pero a ella le dije:” en tu familia tuvo que haber ocurrido algo especial”. Después de una pausa, ella vino hacia mí y me dijo:” mi padre participó en la fabricación de la bomba atómica”. Y añadió: me pregunto también por qué me he casado con un japonés”. ¿Cuál era aquí la intrincación? La guerra entre Japón y EEUU se continuaba en esta pareja. Ninguno de los dos estaba consciente de ello. Esto es una comunidad de destinos. Puede llevar a la muerte.
Cuando se reconocen estos vínculos del destino, surge de repente una buena solución para ambos. Entonces ambos encuentran su paz. A esta pareja, después, le ha ido de maravillas. La hija se fue a Japón un poco más tarde. Estudió allí y se desarrolló.
La relación de pareja y toda relación humana íntima tienen una profundidad increíble. Cuando nos exponemos a todas sus dimensiones, descubrimos otra forma de amar y de relacionarnos. Mucho más profundo y abierto a todo.
Como ya he dicho, siempre se trata de reintegrar a los que fueron excluidos.
Este es el movimiento principal, el que lleva, en una relación, al orden y a la felicidad para todos.
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