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sábado, 2 de enero de 2010

LA PARTIDA -17-


-¿Qué sentido tiene mi vida?. Todo ha concluido. Nefertiti nos ha dejado, mis hermanos están dispersos, las fronteras han cedido y Egipto esta a merced de nuestros vecinos. El Faraón es esclavo en su propio palacio y mis hermanos de la Fraternidad han llegado a sus destinos. ¿Hasta cuando debo permanecer entre los mortales?.

Todo ocurrió sin aviso alguno, sin premeditación. Akhenaton no podía dormir. Aquella noche llena de luceros le invitaba a salir de sus aposentos. Una de las estrellas comenzó a moverse haciéndose cada vez más grande. El patio de columnas se inundó de luz. Luego ya no estaba en tierra en Egipto, sino con Ramerik, y no en Egipto, sino entre las estrellas.
Los próximos años fueron intensos y de pleno aprendizaje.

Mientras tanto en Egipto se había dado por fallecido al Faraón. Se le consideró un traidor. En los años sucesivos todas las estatuas y representaciones de Aton, de Akhenaton y  de Nerfertiti fueron borradas de los edificios públicos. Tutankhamon reinó muy pocos años. Finalmente los planes de Horenheb y de los sacerdotes de Amon se cumplieron y comenzó un nuevo tiempo en la Tierra del Nilo, un tiempo esplendoroso de la mano de los Ramsémidas. La XVIII dinastía había concluido y con ella. El más grande de los misterios de todos los tiempos. Nunca encontrarán la tumba de Akhenaton y nunca la encontrarán por que este Faraón no murió entre los humanos, fue raptado, al igual que lo fuera después su hijo Moisés, por los “Señores de las Estrellas”.

En Menfis, Betsabet se esforzaba en vigilar a su inquieto hijo. Una luz blanca le compenetraba arrastrándole hacia el Nilo. Desaparecía ante los ojos de su madre, que comenzaba a inquietarse. ¿Dónde estaba su hijo?. Finalmente se había acostumbrado a aquellos raptos, que terminaban por retornar al fruto de su vientre más guapo y mas sabio de cuando había sido raptado por la bola de luz.
¿Dónde has estado todo este tiempo?
Con mi padre y mis hermanos del cielo.
Y Aquel niño fue llamado Moisés; el salvado de las aguas, pero no por lo escrito en el libro sagrado, sino por las numerosas veces que fue abducido en su bola de luz (canepla) y retornado por las aguas del Nilo desde la nave de su padre al hogar de su madre.

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