El texto que presentamos en esta ocasión, proviene de un viejo libro de memorias del jesuita belga Albert D'Orville, quien en plan misionero viajó al Tibet en 1961 y entró en contacto con los principales lamas de aquella época. Rescatado por la publicación italiana "La Aviación de Otros Planetas" y reproducido en el libro "Los Extraterrestres Existen" de Gianni Lucarini, el presente texto es un valioso testimonio no sólo de una importante observación de un ovni ocurrida en Lhassa (capital del Tibet) en 1961, sino también de la interpretación que desde hace siglos los lamas tibetanos le dan a este tipo de fenómenos. Al leerlo no debemos olvidar que quien habla es un antiguo lama, dueño de una sabiduría que se remonta al principio de los tiempos, y en la cual ya estaba registrada la presencia de seres de otros mundos que vienen a la Tierra con la misión de instruirnos.
He aquí la historia, tal y como la narra el jesuita Albert D'Orville:
"Mi atención se vio atraída por un objeto que se desplazaba en lo alto; yo pensaba en alguna clase desconocida de ave que volara por aquellos parajes, cuando el objeto, al acercarse, tomó el aspecto de un doble sombrero chino y volaba girando silenciosamente como llevado por las invisibles alas del viento. Debía tratarse de un prodigio, un acto de magia. Ese objeto pasó sobre la ciudad casi como si quisiera hacerse admirar; llevó a cabo dos grandes giros y luego, envolviéndose en niebla, desapareció y no volví a verlo por más que agudizase la mirada. Yo me preguntaba si la gran altitud a que me encontraba me habría jugado una mala pasada, y al ver en las proximidades a un lama, le pregunté si también él había visto aquél objeto. Tras haber asentido con la cabeza, me dijo: "Hijo lo que has visto no es magia: Desde hace siglos, seres de otros mundos cruzan el espacio; han traído la luz del intelecto a los primeros hombres que poblaron la Tierra; ellos han desechado todas las violencias y enseñan a los hombres a amarse entre sí, pero lamentablemente, estas enseñanzas son como semillas arrojadas sobre los estériles pedregales. Estos seres hechos de pura luz, son bien acogidos por nosotros y a menudo descienden en las proximidades de nuestros monasterios, enseñándonos cosas que se han perdido en los milenios durante cataclismos que han cambiado el aspecto del mundo".
He aquí la historia, tal y como la narra el jesuita Albert D'Orville:
"Mi atención se vio atraída por un objeto que se desplazaba en lo alto; yo pensaba en alguna clase desconocida de ave que volara por aquellos parajes, cuando el objeto, al acercarse, tomó el aspecto de un doble sombrero chino y volaba girando silenciosamente como llevado por las invisibles alas del viento. Debía tratarse de un prodigio, un acto de magia. Ese objeto pasó sobre la ciudad casi como si quisiera hacerse admirar; llevó a cabo dos grandes giros y luego, envolviéndose en niebla, desapareció y no volví a verlo por más que agudizase la mirada. Yo me preguntaba si la gran altitud a que me encontraba me habría jugado una mala pasada, y al ver en las proximidades a un lama, le pregunté si también él había visto aquél objeto. Tras haber asentido con la cabeza, me dijo: "Hijo lo que has visto no es magia: Desde hace siglos, seres de otros mundos cruzan el espacio; han traído la luz del intelecto a los primeros hombres que poblaron la Tierra; ellos han desechado todas las violencias y enseñan a los hombres a amarse entre sí, pero lamentablemente, estas enseñanzas son como semillas arrojadas sobre los estériles pedregales. Estos seres hechos de pura luz, son bien acogidos por nosotros y a menudo descienden en las proximidades de nuestros monasterios, enseñándonos cosas que se han perdido en los milenios durante cataclismos que han cambiado el aspecto del mundo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario