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viernes, 19 de febrero de 2010

LA HISTORIA COMO EJEMPLO... LA FICCION MANIPULADORA -2-

La reflexión sobre el poder persuasivo del ejemplo se remonta a los primeros tiempos de la retórica. Aristóteles consideraba que ejemplo (paradeigma) y el entimema constituían los dos principales tipos de pruebas "intrínsecas" (dependientes de la "performance” del orador), a diferencia de las pruebas "extrínsecas”, tales como el testimonio, las piezas diversas, o el juramento, que no son por sí mismas el producto de una actividad argumentativa propia, (“Todos los oradores para producir la persuasión, demuestran mediante ejemplos o entimemas. No hay otros medios de persuasión más que estos.” Aristóteles, Retórica.) A partir de aquí, el poder de los esquemas lógicos, o la reflexión acerca de los recursos de argumentación, tiende a asimilar el ejemplo a la inducción, y el entimema a la deducción.

Se analizaran las siguientes hipótesis: 1) Al tratar el ejemplo, el acento puesto de manera preferencial en la operación lógica de inducción, no es algo erróneo, pero sí insuficiente; lleva a ocultar la actividad manipuladora que se apoya en esta operación. Así, cuando Barthes describe el proceso del ejemplo diciendo que "procede de un particular a otro particular, por el eslabón implícito de lo general: de un objeto, se infiere la clase y, a continuación, de esta clase se deduce un nuevo objeto", la focalización que él propone sobre la sola inducción conduce a desconocer el estatus implícito de lo general (y su rol argumentativo) y la operación de obligada vuelta a lo particular, único resultado pertinente sin embargo en este caso, ya que no se trata de afirmar una regla, sino de persuadir de que se la aplique.

2) El ejemplo obtiene su fuerza persuasiva, es decir su eficacia pragmática (al hecho que conduce a alguien a "hacer" y no sólo a "creer") de su carácter del relato (récit). Entenderemos por esto, una "estructura narrativa" particular, y una “situación narrativa" que modifica la relación entre destinador y destinatario, de tal modo que esta es puesta en marcha por la situación argumentativa en el seno de la cual interviene. Así entendido, el "relato" puede tener expansiones diversas, desde el enunciado narrativo mínimo hasta la historia ampliamente desarrollada o, si la competencia cultural del destinatario permite su reconocimiento, a la condensación en un solo título.

3) El ejemplo nos permite, aprehender mejor [10] el problema del estatus de la ficción. La hipótesis consiste en preguntarse si lo que el ejemplo permite ver con la mayor claridad no es una función y un proceso de ejemplarización que existiría en toda enunciación de un relato ficcional. No se trata, entonces, solo de una investigación sobre la argumentación, sino de un trabajo sobre la noción de ficción en la medida en que, por ella, nos libraríamos siempre -como operadores o “blancos”- a una manipulación. En este sentido, estudiar los "poderes de la ficción" es preguntarse acerca de qué es lo que se busca cuando se escucha o se narra una historia.

1. El procedimiento de ejemplarización

El análisis de los esquemas argumentativos y las distinciones a las cuales conduce, necesariamente corre el riesgo al hacer olvidar que tales esquemas se definen, en un principio, por su carácter persuasivo.

Es por ello que, en el Tratado de la Argumentación, sólo después de haber estudiado los "marcos" y "puntos de partida" de la argumentación, Perelman y Olbrechts Tyteca se interesan por las "técnicas" puestas en marcha. De tal modo, queda abierta la posibilidad de pensar y reflexionar sobre estas técnicas, y de clasificarlas en función de criterios puramente internos. Así, resulta con los dos grandes tipos de "liassons" que fundamentan la estructura, de lo real: el fundamento por el caso particular (al que se remite el ejemplo) y el razonamiento por analogía; la distinción propuesta consiste en definir la analogía como una equivalencia basada sobre las relaciones entre términos (A es a B lo que C es a D) mientras que, entre el ejemplo y la situación que constituye el objeto de la argumentación, la equivalencia sería más inmediata.

El segundo criterio está en relación directa con el primero: en el caso de la analogía, los dos dominios confrontados (A-B por una parte, C-D por la otra); son de naturaleza diferente, mientras que en el caso de ejemplo, éste corresponde al mismo dominio de referencia que aquello a lo cual se aplica. En virtud de esta segunda exigencia, la fábula y la parábola son clasificadas como procedimientos de razonamiento por analogía, aun cuando sabemos y podemos verificar que, según el contexto en el que intervienen, pueden revestir un "valor ejemplar", y constituir aun un verdadero catálogo de ejemplos en el cual el orador podrá basarse para fundar una regla y /o imponer un comportamiento. Por ejemplo, el uso catequístico o pastoral de las parábolas en el Nuevo Testamento.

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Si bien es verdad que la analogía puede considerarse con independencia de la ejemplarización (sobre todo en los usos cognitivos de explicación), y que no todo ejemplo es analizable en términos de analogía, importa destacar que, en el marco de la persuasión, esta distinción no tiene pertinencia. Desde este punto de vista, lo fundamental es interrogarse acerca del procedimiento de ejemplarización puesto en funcionamiento, que puede recibir una doble definición: a) una definición discursiva. La ejemplarización consiste en la sustitución de un discurso sistemático por un discurso narrativo, incluso mínimo, (Sobre la distinción entre ambos tipos de discurso, cfr. K. Stierle: "la idea inicial de esto consiste en recordar que el esquema narrativo permite desarrollar, en forma sintagmática oposiciones paradigmáticas".) b) una definición pragmática o finalista. La ejemplarización consiste en utilizar un "conjunto narrativo con un propósito manipulador; se trata de "hacer, hacer"-y no solo de "hacer admitir". Para precisar mejor esto volveremos al Tratado. Allí Perelman distingue tres tipos de fundamento por el caso particular. 1. El ejemplo, que permite una generalización y sirve, por ello, para establecer una regla. 2. La ilustración, que permite fijar una regla establecida, aumentando su presencia en la consciencia. 3. El modelo, que invita a su imitación inmediata. Progresivamente se somete al destinatario a una adhesión creciente, que pasa de una simple actividad cognitiva de interpretación por inducción, al establecimiento de una creencia (adhesión reforzada), y luego, al imperativo de un acto. Dejemos provisoriamente de lado el "modelo”, el imitandum que según lo describe Perelman es más un argumento de autoridad que el producto de un trabajo argumentativo -en el límite de las pruebas extrínsecas-, en el cual la eficacia está subordinada a las condiciones de un acuerdo entre el orador y su auditorio. Evocar a Catón, Cristo o De Gaulle, propuestos como altas figuras o modelos, es eficaz o no según se admita o se deje de admitir su característica de ejemplaridad. Dejamos de lado el "modelo" pero no la "modelización" como resultado esperado del recurso al ejemplo.

La distinción entre ejemplo e ilustración, en cambio, exige algunos comentarios, destinados también a minimizar su pertinencia persuasiva inmediata. Si bien la ilustración no depende esencialmente de su orden de aparición en el discurso (antes o después de la regla que se encarga de confirmar), y se caracteriza sólo por el doble hecho de no correr el riesgo de ser mal interpretada y de tender a acrecentar la presencia de la regla, dándole una "resonancia afectiva", podemos ver que a) en el nivel de la gramática del discurso, la relación de la ilustración con la regla es una relación que se presta a un análisis en términos de expuesto vs. presupuesto, [12] y que b) en el nivel de la estrategia persuasiva, la ilustración sería el fin ideal del ejemplo, en el sentido de que la utilización de un caso particular tendería menos a fundar una regla apelando a la inducción, que en hacerse pasar por ilustración. La regla sería así tanto más fácil de hacer admitir, en la medida en que la denuncia de un presupuesto es una operación siempre difícil pues siempre resulta agresiva.

Es lícito contraponer a priori, como lo hace Perelman, el esquema del ejemplo y de la ilustración. Sin embargo, a partir del momento en el cual el contexto en el que ambas intervienen es el de una persuasión, importa menos lo que las distingue que la puesta en juego de sus fronteras y lo borroso de sus intersecciones. El procedimiento de ejemplarización no consiste en actualizar esquemas argumentativos previos sino en organizar desplazamientos de valores discursivos; lo que está en juego en una persuasión no es la aserción de existencia de una regla, sino las modalizaciones posibles de esta existencia: la creencia, en principio, y el deber ser después; ya que la sanción final de tal profesión de fe en la regla sería solo del orden de lo pragmático.

Hablar de ejemplarización no es cuestionar la distinción de los tres tipos de "fundamento por el caso particular", sino situar allí el campo de explotación persuasiva, es decir, recubrirla y hacerle jugar a partir de su reinterpretación en términos de modalidades (aléticas, epistémicas y deónticas). Se trata, entonces, de ver cómo se pone en marcha y se estructura un "dispositivo de credibilidad” (Certeau), que permita operar el deslizamiento necesario del orden alético al epistémico, y de éste, al deóntico. En tal estrategia de pasajes obligados, el “relato" cumple un rol esencial.

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