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martes, 23 de febrero de 2010

LUDWIG WITTGENSTEIN -2- 4.

IV


«Creo que sufre.»  —  ¿Creo también que no es un autómata?
Sólo venciendo cierta resistencia podría yo pronunciar la palabra en estos dos contextos.
(¿O bien es así: creo que sufre; estoy seguro de que no es un autómata? ¡Esto es un sinsentido!)
Imagínate que digo de un amigo: «No es un autómata».  —  ¿Qué se comunica aquí y para quién sería una comunicación? ¿Para un ser humano que se encuentra con el otro en circunstancias ordinarias? ¿Qué podría comunicarle eso? (A lo sumo que él siempre se comporta como ser humano y no a veces como una máquina.)
 «Creo que no es un autómata», así sin más, aún no tiene ningún sentido.
Mi actitud hacia él es una actitud hacia un alma. No tengo la opinión de que tiene un alma.
La religión enseña que el alma puede existir cuando el cuerpo está ya descompuesto. ¿Entiendo lo que
enseña?  —  Claro que lo entiendo —  me puedo imaginar
algo con eso. Incluso se han pintado cuadros sobre estas cosas. ¿Y por qué habría de ser una de estas figuras sólo la reproducción incompleta del pensamiento expresado? ¿Por qué no habría de cumplir el mismo servicio que la enseñanza hablada? Y el servicio es lo que importa.
Si se nos puede imponer la figura del pensamiento en la cabeza, ¿por qué no aún más la del pensamiento en el alma?
El cuerpo humano es la mejor figura del alma humana.
¿Pero qué pasa con una expresión como: «Cuando lo dijiste, lo entendí en mi corazón»? Y al decir eso uno señala el corazón ¡¿Y acaso no se hace en serio este gesto?! Claro que se hace en serio. ¿O es uno consciente de usar tan sólo una figura? Ciertamente que no.  —  No es una figura que escojamos, no es una metáfora, y, sin embargo, es una expresión figurativa.

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