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miércoles, 24 de marzo de 2010

Torturas de la medicina psiquiátrica.

El electroshock supera su leyenda negra.

Las descargas eléctricas se utilizan a diario en los hospitales psiquiátricos como un tratamiento eficaz para determinados enfermos.

MARÍA JOSÉ CARRERO


Pronunciar la palabra 'electroshock' y sentir un escalofrío es todo uno. No es fácil olvidar la imagen de Jack Nicholson en 'Alguien voló sobre el nido del cuco', sometido a este tratamiento sin anestesia previa como castigo a su mal comportamiento en un centro psiquiátrico. Es una de esas escenas cinematográficas que ha contribuido a forjar la leyenda negra de la terapia electroconvulsiva (TEC), que es como se denomina en términos científicos la descarga eléctrica breve -de apenas unos segundos- que se aplica a algunas personas con enfermedad mental.

Quien piense que se trata de una práctica en desuso se equivoca. Hace sólo unos días, el hospital San Juan de Alicante organizó una jornada formativa con el objetivo de dar a conocer este método entre los profesionales de enfermería y «romper con su estigma», comenta la responsable del área de Psiquiatría del centro, la doctora María Angustias Oliveras. No es una iniciativa aislada. Cada año el hospital Donostia de San Sebastián imparte un curso de aplicación del electroshock, un tratamiento de cuya efectividad se hablará, precisamente, en la XVIII edición de los Cursos de Actualización en Psiquiatría que anualmente se celebran en Vitoria.

Es una terapia a la que no se puede renunciar», señala a EL CORREO la doctora Oliveras, quien asegura que se utiliza «en todas las unidades de hospitalización de manera absolutamente protocolizada» . La psiquiatra detalla las enfermedades mentales en las que se aconseja la TEC. Fundamentalmente son tres: «La depresión melancólica grave con riesgo de suicidio, los cuadros catatónicos (inmovilidad física) que suelen presentar algunas personas con esquizofrenia, además de en los casos agudos de maniacos con crisis de agresividad». Para todos estos supuestos, el electroshock está indicado y más aún si las condiciones físicas del paciente no permiten los fármacos apropiados en las dosis deseables por los efectos secundarios que provocan.

María Angustias Oliveras explica la leyenda negra del tratamiento a base de descargas eléctricas porque «provocar un ataque, de entrada, asusta a la gente y suena a crueldad. Además, en el pasado hubo un abuso de esta técnica, se aplicaba a personas que no la necesitaban y, hasta hace unos treinta años, sin anestesia». De una década a esta parte, la aplicación de la TEC está totalmente protocolizada y se lleva a cabo siempre en las unidades de cuidados intensivos, con el paciente totalmente sedado y monitorizado mediante un electroencefalograma y un electrocardiograma. El único efecto secundario es la pérdida temporal de la memoria, sobre todo de lo sucedido durante los días de terapia, pero esta secuela es «perfectamente reversible».

Pérdida de memoria.

Oliveras utiliza un ejemplo muy gráfico para explicar cómo funciona el electroshock. «Cuando un ordenador se bloquea, lo mejor es reiniciarle para que vuelva a conectarse a los circuitos. Esto viene a ser algo así. No hay otra fórmula para tratar a cierto porcentaje de enfermos refractarios a los fármacos». El responsable del Servicio de Psiquiatría del hospital Santiago de Vitoria, Miguel Gutiérrez, coincide con su colega de Alicante en señalar que se trata de una técnica «absolutamente vigente» para enfermos «que ni viven ni dejan vivir». Es más, añade que son algunos pacientes quienes lo piden. «Existe una imagen totalmente distorsionada del electroshock debido a que ha dado mucho juego en el cine y provoca cierto morbo».

Desde la Antigüedad, los médicos habían observado que muchos pacientes con enfermedad psiquiátrica mejoraban cuando sufrían una convulsión. Así, la administración de insulina, primero, y de metrazol, después, en enfermos mentales para provocarles una sacudida fueron, a principios del siglo XX, los antecedentes del electroshock, técnica que apareció en 1938 de la mano de los investigadores italianos Ugo Cerletti y Lucio Bini.

La mala fama que le persigue es fruto de su utilización indiscriminada, ya que se aplicó tanto a enfermedades mentales graves como a niños con síndrome de Down e, incluso, a presos como método de castigo para reconducir su conducta. A esta leyenda negra ha contribuido también de forma importante una sucesión de películas al más puro estilo Hollywood.


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