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martes, 29 de junio de 2010

El circuito cerebral del odio

Encuentran el circuito cerebral del odio.

Un grupo de científicos liderado por los profesores Semir Zeki y John Romaya del Wellcome Laboratory of Neurobiology del University College de Londres (UCL), han encontrado que las zonas del cerebro activadas por el amor y el odio son el putamen y la ínsula. El estudio fue realizado sobre 17 personas.

Los investigadores, que ya estudiaron anteriormente los mecanismos cerebrales del amor romántico y el amor maternal, se centraron en esta ocasión en el odio dirigido contra individuos como un compañero de trabajo o una antigua pareja. La muestra del estudio se componía de 17 sujetos (10 hombres y 7 mujeres con una media de edad de 34,8 años; 12 de ellos eran diestros).
Los científicos, coordinados por los profesores Semir Zeki y John Romaya del Wellcome Laboratory of Neurobiology de la UCL, investigaron las zonas del cerebro que están relacionadas con el sentimiento del odio.
El «circuito del odio» no coincide con las áreas vinculadas al miedo o la sensación de peligro, pero sí con la vinculada a la agresividad.

Se observaron los cerebros de los diecisiete sujetos mientras contemplaban las fotografías de personas que odiaban y también de otras personas que conocían y por quienes tenían sentimientos neutros.
Se descubrió que, al contemplar los rostros de individuos odiados, se activaban tanto el putamen (la parte externa y rojiza del núcleo lenticular que está relacionada con la percepción del desprecio y el desagrado) como la ínsula (la corteza insular). Los autores sugieren que esta conexión podría explicar el dicho popular que afirma que «del amor al odio sólo hay un paso».

«Curiosamente, tanto el putamen como la ínsula son activados por el amor romántico, lo cual no sorprende. El putamen puede activarse en la preparación de agresiones en un contexto de amor romántico, por ejemplo si surge un rival que supone una amenaza», señaló el profesor Zeki. «Trabajos anteriores sugieren que la ínsula podría estar implicada en la respuesta a estímulos que provocan sufrimiento, como la visión tanto de un ser amado como de un rostro odiado.»

El profesor Zeki explicó que la diferencia fundamental entre el amor y el odio es que con el primero se desactivan partes extensas de la corteza cerebral, mientras que en el caso del odio sólo se desactiva una pequeña zona. «Esto sí puede resultar sorprendente, porque el odio también puede ser apasionado, igual que el amor», adujo. «Mientras que en el amor romántico el amante es a menudo menos imparcial y no atiende tanto al sentido común en lo que respecta a la persona amada, el individuo que odia puede que quiera usar la razón para calcular las acciones que emprenderá para hacer daño, herir o vengarse del individuo odiado.»

El «circuito del odio» abarca estructuras de la corteza y la subcorteza del cerebro. Según los científicos, estas estructuras poseen componentes que estimulan la conducta agresiva y la materializan en acciones mediante una planificación del movimiento. En otras palabras, el cerebro se moviliza para actuar. La corteza frontal se encarga, entre otras funciones, de anticipar las acciones de los demás, lo cual puede ser útil a una persona cuando se encuentra cara a cara con un individuo odiado.

«El odio suele considerarse una pasión nociva que, en un mundo ideal, se debería dominar, controlar y suprimir», comentó el profesor Zeki. «Pero para un biólogo, el odio es una pasión tan interesante como el amor. Al igual que éste, el odio puede ser irracional en apariencia y empujar a un individuo a actos tanto heroicos como malvados», puntualizó. «¿Cómo pueden conducir dos sentimientos opuestos al mismo comportamiento?»

El profesor Zeki matizó que, mientras que el amor romántico suele ir dirigido a una única persona, «el odio puede dirigirse a grupos o colectivos enteros, como ocurre con el odio de índole racial, política o sexual».
Próximamente se proponen emprender estudios para dilucidar las distintas variedades de odio.


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