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lunes, 21 de junio de 2010

La instrucción programada: el condicionamiento operaante el la educación

EL APORTE DEL CONDICIONAMIENTO OPERANTE A LA EDUCACIÓN

Skinner estaba convencido de que el condicionamiento operante es tan exitoso en la escuela como en el adiestramiento de animales. Para Skinner, las prácticas educativas usadas generalmente en las escuelas son sumamente ineficientes y deben ser corregidas. Piensa que la tarea principal de los maestros es provocar la conducta adecuada mediante distintas clases de control de estímulos. Para realizar esta tarea, Skinner recomendaba la instrucción programada.

La instrucción programada es un método de enseñanza y aprendizaje en el cual la materia preestablecida se desmenuza en pequeños pasos y se organiza cuidadosamente en una secuencia lógica que permite que los estudiantes la puedan aprender rápidamente. Cada paso se apoya deliberadamente en el anterior. El estudiante progresa a su propia velocidad de aprendizaje y es reforzado inmediatamente después de cada paso. El reforzamiento consiste en darle la respuesta correcta inmediatamente después que ha registrado su respuesta y permitírsele que avance al paso siguiente sólo después que ha dado la respuesta correcta.

Las críticas de Skinner a la educación

Para Skinner, es preciso detenerse a examinar cómo se presenta el reforzamiento de las conductas esperadas en nuestro sistema educativo. Para él, hay al menos cuatro aspectos débiles en las actuales prácticas de enseñanza. Ellos son:

1. La conducta está dominada por el estímulo de aversión.
Hace cincuenta años, los niños aprendían de memoria las tablas de multiplicar o copiaban pulcramente números en sus cuadernos, para escapar a la amenazante varilla del profesor y al golpe en caso de equivocarse. Esto ha dejado de ser práctica frecuente en las escuelas actuales, aún cuando lamentablemente todavía existen algunos reductos donde se mantienen estas repudiables prácticas docentes. Pero cualquiera que examine con atención lo que ocurre en una sala de clases en nuestros días verá que si bien ya no está el palo sobre el pupitre del maestro, aún la estimulación de las conductas es de tipo negativo. Es decir, no se ha pasado de un control negativo a uno positivo, sino de una forma de estimulación negativa a otra, tal vez menos brutal, pero igualmente negativa.
El niño que está haciendo sus ejercicios en el cuaderno, se esmera, sobre todo, para escapar a la amenaza de una serie de acontecimientos de tipo negativo como por ejemplo el descontento del profesor, el ridículo ante sus compañeros o el tener que mostrar las notas al papá (que quizás sí usará la varilla). Skinner dice: “En este tumulto de consecuencias negativas, el hecho de conseguir la respuesta correcta es en sí mismo un acontecimiento insignificante, cualquier efecto de este hecho se pierde entre la ansiedad, el aburrimiento y las agresiones, que son los subproductos inevitables del control negativo y desagradable.” (Skinner, 1954)

2. Entre la conducta y el reforzamiento transcurre mucho tiempo
A menos que se haya establecido de forma explícita una conducta intermedia, el hecho de que transcurran tan sólo unos segundos entre la respuesta y el reforzamiento destruye la mayor parte de su efecto. En una clase normal, pasan generalmente largos períodos de tiempo entre la conducta y el reforzamiento. El maestro pasea por la sala mientras los alumnos trabajan, se detiene junto a uno u otro de ellos para decirle qué está bien y qué está mal, pero ya han transcurrido más de unos segundos entre la respuesta del niño y la aprobación dada por el profesor. Y qué decir de las calificaciones de las pruebas… a veces son semanas las que pasan sin que el alumno sepa el resultado de sus esfuerzos.

3. Hay ausencia de programas de reforzamientos en serie
Muy raras veces puede el maestro reforzar cada uno de los pasos en una serie de aprendizaje, ya que no puede ocuparse de las respuestas de los alumnos una por una. Para lograr que un ser humano llegue a estar en posesión de una conducta eficiente, es necesaria una larga serie de contingencias reforzadoras. Lamentablemente, el maestro tiene por lo general muy poco tiempo y no puede realizar los reforzamientos paso a paso y puede reforzar sólo conjuntos de respuestas.

4. Poca frecuencia del reforzamiento
Para Skinner, “quizá la crítica más seria que se puede hacer de una clase corriente es la relativa poca frecuencia del refuerzo”. Analizando el aprendizaje de una adecuada conducta matemática, Skinner concluye que deberían hacerse alrededor de 50.000 contingencias de reforzamiento por alumno durante los primeros cuatro años de escuela, para conseguir una conducta eficiente; sin embargo, el mejor de los profesores y con toda la mejor voluntad, sólo puede hacer unos pocos miles de reforzamientos.
Aspectos a considerar para la enseñanza del niño

Para poder proyectar un procedimiento que permita inculcar ciertas conductas deseadas en un niño, Skinner plantea que hay que contestar ciertas preguntas específicas:

a) ¿Qué comportamiento debe establecerse?
La primera misión del maestro que se considera seguidor de la teoría del condicionamiento operante, debiera ser determinar cuidadosamente qué es lo que proyecta enseñar en un tiempo determinado. Un maestro es un constructor de conductas. Debe resolver, por lo tanto, en primer lugar qué es lo que va a enseñar y luego enseñarlo. Sus objetivos son específicos y quedan definidos en términos de conductas deseadas. Por lo tanto, el condicionamiento operante exige que el profesor se concentre en su clase.

b) ¿Qué reforzadores están disponibles?
Es preciso preguntarse ¿qué tiene la escuela en su poder para reforzar al niño? Para Skinner, el mero control de la naturaleza es en sí mismo reforzador y por ello, el propio material de aprendizaje puede proporcionar un considerable reforzamiento automático. Los niños pueden jugar largos períodos de tiempo con pinturas, tijeras, rompecabezas, etc., que son cosas que suponen cambios significativos en el ambiente y que están razonablemente libres de propiedades desagradables y negativas. Si bien el reforzamiento automático producido por la manipulación del ambiente es por lo general débil, Skinner dice que incluso un refuerzo muy ligero puede ser sumamente eficaz para controlar la conducta, si se lo emplea de manera juiciosa. También el afecto y la buena voluntad del profesor pueden constituir reforzamientos positivos para la conducta deseada.

c) ¿Qué respuestas están disponibles?
Cuando prepare un programa de aproximaciones progresivas que conduzca a la forma final de conducta deseada, el maestro deberá disponer de un inventario de respuestas disponibles durante todo el curso del proceso de condicionamiento.

d) ¿Cómo pueden ser programados los reforzamientos para que sean lo más eficientes posible?
Hay dos consideraciones a este respecto: es preciso elaborar gradualmente pautas extremadamente complejas de conducta en unidades más pequeñas y es necesario sostener la conducta con igual intensidad en cada etapa.

“El proceso total de hacerse competente en cualquier campo debe dividirse en un número muy grande de pasos muy pequeños y el refuerzo tiene que depender de la realización de cada paso… Haciendo cada paso sucesivo lo más pequeño posible, se puede elevar al máximo la frecuencia del refuerzo, mientras que se reducen a un mínimo las posibles consecuencias negativas derivadas del error” (Skinner, 1954)

Para Skinner, sólo mediante el uso de instrumentos mecánicos (las “máquinas de enseñanza”), puede proporcionarse el gran número de contingencias de reforzamiento necesarias para un adecuado proceso educativo.

Las “máquinas de enseñar”
Según Skinner, la educación debe hacerse más eficiente, a tal grado que no basta con construir más escuelas y formar más profesores. Para él, son necesarios sistemas adecuados de equipos que ahorren trabajo, es decir, hay que construir máquinas de enseñar. Cree que las máquinas de enseñar estimularán a los alumnos a tomar parte más activa en el proceso educativo.

Una máquina de enseñar que cumpla adecuadamente su función debe tener dos requisitos básicos: 1) el estudiante debe elaborar su respuesta en vez de elegirla entre una serie de respuestas múltiples y 2) al adquirir una conducta compleja, un estudiante debe sujetarse a una serie de pasos sucesivos cuidadosamente planeados; cada paso debe ser tan pequeño que siempre pueda darse y, sin embargo, al hacerlo el estudiante se acerca un poco más hacia una conducta eficiente. Se supone que la máquina debe funcionar de modo que haya seguridad de que los pasos son dados según el orden prescrito.
Skinner describe una máquina de enseñar de la siguiente manera:

“Consiste en una cajita del tamaño aproximado de un pequeño tocadiscos. En la superficie superior hay una abertura a través de la cual se puede ver una pregunta o un problema impreso en una cinta de papel. El niño contesta la pregunta moviendo uno o más deslizadores en los cuales se hallan impresos los números del cero al nueve. La respuesta aparece en unos huecos cuadrados marcados en el papel en que se halla impresa la pregunta. Una vez colocada la respuesta, el niño hace girar un botón. La operación es tan sencilla como la de sintonizar un aparato de televisión. Si la contestación es correcta, el botón gira libremente y puede hacerse que haga sonar una campanilla o se facilite algún otro refuerzo condicionado. Si la contestación es errónea, el botón no gira. Es fácil añadir un contador para indicar las contestaciones erróneas. Luego de una contestación errónea hay que girar el botón ligeramente hacia atrás, lo que permite un segundo intento para dar con la contestación correcta. (El aparato informa que la contestación ha sido errónea pero no entrega la respuesta correcta). Cuando la contestación es correcta, una nueva vuelta del botón engrana una conexión que coloca en la ventana el siguiente problema.” (Skinner, 1954)

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