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domingo, 4 de julio de 2010

América hueca

LOS TÚNELES DE AMÉRICA.

Una civilización desconocida construyó un sistema de habitable de subterráneos en el subsuelo americano.
Los indios hopi, asentados en el estado norteamericano de Arizona, y que afirman proceder de un continente desaparecido en lo que hoy es el océano Pacífico, recuerdan que sus antepasados fueron instruídos y ayudados por unos seres que se desplazaban en escudos voladores, y que les enseñaron la técnica de la construcción de túneles y de instalaciones subterráneas.
Muchas otras leyendas y tradiciones indígenas del continente americano hablan de la existencia de redes de comunicación y de ciudades subterráneas.
Existe una nutrida literatura y suficientes investigadores que mantienen la hipótesis de que debajo de la superficie de nuestro planeta habitan seres inteligentes desconocidos por nosotros.
Existen diversas hipótesis acerca de la posibilidad de que inteligencias procedentes de fuera de nuestro planeta posean puntos de apoyo subterráneos o subacuáticos en el planeta Tierra. No voy a entrar aquí en el análisis de estas posibilidades, ya que forman parte de otro estudio que merece su propia dedicación. De forma que no voy a hablar de organizaciones como la Hollow Earth Society (Sociedad de la Tierra Hueca) o el SAMISDAT, que buscan establecer contacto con supuestos habitantes del interior del planeta, la primera, mientras que la segunda echa leña al fuego de la existencia de toda una organización de ideología nazi —naturalmente vinculada a los personajes dirigientes de la Alemania nazi— que sobrevive bajo la piel de nuestro planeta, con entradas a su mundo especialmente en el polo Norte y de la Amazonía brasileña. No voy a hablar de tales organizaciones ni de otras similares, ni voy a entrar en el tema de Shamballah ni de Agartha —supuestos conceptos de lo que serían unos centros de control subterráneos en los confines del Asia central— ni en el del supuesto 'Rey del Mundo', porque no es el momento de negar ni de confirmar la validez de todos estos supuestos. El día en que crea oportuno hablar de ellos, lo haré de la forma más clara posible.
Voy a centrarme en este artículo en los lugares que, en el continente americano, tienen mayores posibilidades de conectar con este mundo inteligente subterráneo que aflora en muchas narraciones de los indios del Norte, del Centro y del Sur de este vasto continente, recogidas desde la época de la conquista hasta nuestros días. Para darle algún orden a la exposición de estos lugares —y dado que la datación cronológica de los supuestos túneles se pierde en la indefinición— voy a recorrer en las páginas que siguen América comenzando por el Norte para terminar, en trayecto descendente sobre el mapa, en el Norte de Chile.
Quede dicho, antes de descender, que hay más de un investigador que afirma que el polo Norte alberga tierras cálidas y la entrada hacia un mundo interior.

EL MONTE SHASTA.

Los indios hopi afirman que sus antepasados proceden de unas tierras hundidas en un pasado remoto en lo que hoy es el océano Pacífico. Y que quienes les ayudaron en su éxodo hacia el continente Americano fueron unos seres de apariencia humana que dominaban la técnica del vuelo y la de la construcción de túneles e instalaciones subterráneas. Los hopi estan asentados hoy en día en el estado de Arizona, cerca de la costa del Pacífico. Entre ellos y la costa, se halla el estado de California. Y en el extremo norte de este estado existe un volcán nevado, blanco, llamado Shasta. Las leyendas indias del lugar explican que en su interior se halla una inmensa ciudad que sirve de refugio a una raza de hombres blancos, dotados de poderes superiores, supervivientes de una antiquísima cultura desaparecida en lo que hoy es el océano Pacífico. El único supuesto testigo que accedió a la ciudad, el médico Dr. Doreal, afirmó en 1931 que la forma de construcción de sus edificios le recordó las construcciones mayas o aztecas.
El nombre Shasta no procede del inglés, ni de ninguno de los idiomas ni dialectos indios. En cambio, es un vocablo sánscrito, que significa "sabio", "venerable" y "juez". Sin tener noción del sánscrito, las tradiciones indias hablan de sus inquilinos como de seres venerables que moran en el interior de la montaña blanca por ser ésta una puerta de acceso a un mundo interior de antigüedad milenaria.
Notificaciones más recientes de los habitantes de la cercana colonia de leñadores de Weed refieren apariciones esporádicas de seres vestidos con túnicas blancas que entran y salen de la montaña, para volver a desaparecer al tiempo que se aprecia un fogonazo azulado.
Narraciones recogidas de los indios sioux y apaches confirman la convicción de los hopi y de los indígenas de la región del monte Shasta, de que en el subsuelo del continente americano mora una raza de seres de tez blanca, superviviente de una tierra hundida en el océano. Pero también mucho más al norte, en Alaska y en zonas más norteñas aún, esquimales e indios hablan una y otra vez de la raza de hombres blancos que habita en el subsuelo de sus territorios.

UNA CIUDAD BAJO LA PIRAMIDE.

Descendiendo hacia el Sur, recogí en la primavera de 1977 en México la creencia de que bajo la pirámide del Sol en Teotihuacán (la "ciudad de los dioses"), se esconde por el lado opuesto de la corteza terrestre —o sea en el interior del subsuelo— una ciudad en la cual se afirma que se halla el dios blanco.

400 EDIFICIOS VIRGENES.

Si de aquí nos traladamos a la península del Yucatán, hallaremos en su extremo norte, oculta en la espesura de la selva, una ciudad descubierta en 1941 que se extiende sobre un área de 48 km2, y que guarda en el silencio del olvido más de 400 edificios que en alguna época remota conocieron esplendor. Fue hallada por un grupo de muchachos que, jugando en las inmediaciones de una laguna en la que solían bañarse, se toparon con un muro de piedras trabajadas, oculto por la vegetación. No teniendo los mexicanos recursos suficientes para acometer la exploración del lugar, requirieron ayuda norteamericana, acudiendo dos arqueólogos especializados en cultura maya, adscritos al Middle American Research Institute de la Universidad de New Orleans. También ellos determinaron que el proyecto de limpieza y estudio de la enorme ciudad sobrepasaba sus posibilidades, por lo que habría que crear una asociación con otras entidades. La guerra logró que el proyecto fuera momentáneamente archivado. Hasta que, en 1956, la Univerisdad de New Orleans, asociada esta vez con la National Geographic Society y con el Instituto Nacional de Antropología de México reemprendió las investigaciones. Andrews, el arqueólogo que dirigía la expedición, se dedicó —mientras el equipo de trabajadores comenzaba la desobstrucción de las edificaciones— a recoger informaciones entre los indios de la región. Un chamán le hizo saber que la ciudad se llamaba Dzibilchaltún, palabra que era desconocida en el idioma maya local, y que la laguna era llamada Xlacah, cuya traducción sería "ciudad vieja".

LA CIUDAD ENGULLIDA.

Queriendo averiguar el motivo de este nombre, le fue narrada al arqueólogo norteamericano una leyenda transmitida por los indios de generación en generación, y que afirmaba que, en el fondo de la laguna, existía una parte de la ciudad que se alzaba arriba, en la jungla. De acuerdo con la narración del viejo chamán, muchos siglos antes había en la ciudad de Dzibilchaltún un gran palacio, residencia del cacique. Cierta tarde llegó al lugar un anciano desconocido que le solicitó hospedaje al gobernante. Si bien demostraba una evidente mala voluntad, ordenó sin embargo a sus esclavos que preparasen un aposento para el viajero. Mientras tanto, el anciano abrió su bolsa de viaje y de ella extrajo una enorme piedra preciosa de color verde, que entregó al soberano como prueba de gratitud por el hospedaje. Sorprendido con el inesperado presente, el cacique interrogó al huésped acerca del lugar del que procedía la piedra. Como el anciano rehusaba responder, su anfitrión le preguntó si llevaba en la bolsa otras piedras preciosas. Y dado que el interrogado continuó manteniéndose en silencio, el soberano montó en cólera y ordenó a sus servidores que ejecutasen inmediatamente al extranjero. Después del crimen, que violaba las normas sagradas del hospedaje, el propio cacique revisó la bolsa de su víctima, suponiendo que encontraría en ella más objetos valiosos. Mas, para su desespero, solamente halló unas ropas viejas y una piedra negra sin mayor atractivo. Lleno de rabia, el soberano arrojó la piedra fuera del palacio. En cuanto cayó a tierra, se originó una formidable explosión, e inmediatamente la tierra se abrió engullendo el edificio, que desapareció bajo las aguas del pozo, surgido éste en el punto exacto en el que cayó a tierra la piedra. El cacique, sus servidores y su familia fueron a parar al fondo de la laguna, y nunca más fueron vistos. Hasta aquí la leyenda.
Pero continuemos con estas ruinas del Yucatán septentrional. La expedición acabó por desobstruir una pirámide que albergaba ídolos diferentes de las representaciones habituales de las divinidades mayas. Otro edificio cercano se revelaría como mucho más importante. Se trataba de una construcción que difería totalmente de los estilos tradicionales mayas, ofreciendo características arquitectónicas jamás vistas en ninguna de las ciudades mayas conocidas. En el interior del templo —adornado todo él con representaciones de animales marinos— Andrews descubrió un santuario secreto, tapiado con una pared, en el que se encontraba un altar con siete ídolos que representaban a seres deformes, híbridos entre peces y hombres. Seres similares por lo tanto a aquellos que en tiempos remotos revelaron inconcebibles conocimientos astronómicos a los dogones, en el Africa central, y a aquellos otros que nos refieren las tradiciones asirias cuando hablan de su divinidad Oannes.
En 1961, Andrews regresó a Dzibilchaltún, acompañado en esta ocasión de dos experimentados submarinistas, que debían completar con un mejor equipamiento la tentativa de inmersión efectuada en 1956 por David Conkle y W. Robbinet, que alcanzaron una profundidad de 45 metros, a la cual desistieron en su empeño debido a la total falta de luz reinante. En esta segunda tentativa, lops submarinistas fueron el experimentado arqueólogo Marden, famoso por haber hallado en 1956 los restos de la H.M.S Bounty, la nave del gran motín, y B. Littlehales. Después de los primeros sondeos, vieron claro que la laguna se desarrollaba en una forma parecida a una bota, prosiguiendo bajo tierra hasta un punto que a los arqueólogos submarinistas les fue imposible determinar. Al llegar al fondo de la vertical, advirtieron que existía allí un declive bastante pronunciado, que se encaminaba hacia el tramo subterráneo del pozo. Y allí se encontraron con varios restos de columnas labradas y con restos de otras construcciones. Con lo cual parecía confirmarse que la leyenda del palacio sumergido se fundamentaba en un suceso real.
Este enclave del Yucatán presenta certeras similitudes con las ruinas de Nan Matol, la ciudad muerta del océano Pacífico deel que afirman proceder los indios americanos. También allí se conserva una enigmática ciudad abandonada y devorada por la jungla, a cuyos pies, en las profundidades del mar, los submarinistas descubrieron igualmente columnas y construcciones engullidas por el agua.

EL EMPERADOR DEL UNIVERSO.

Nos vamos a la otra costa de México, ligeramente más al Sur. En Jalisco, y a unos 120 km tierra adentro del cabo Corrientes, cuentan los indígenas que se oculta un templo subterráneo en el que antaño fue venerado el 'emperador del universo'. Y que, cuando finalice el actual ciclo evolutivo, volverá a gobernar la Tierra con esplendor el antiguo pueblo desplazado. Tal afirmación guarda relación con el legado que encierran los pasadizos de Tayu Wari, en la selva del Ecuador.

LAS LAMINAS DE ORO DE LOS LACANDONES.

De aquí hacia el Sur, al estado mexicano de Chiapas, junto a la frontera con Guatemala. Allí moran unos indios diferentes, de tez blanca, por cuyos secretos subterráneos ya se había interesado en marzo de 1942 el mismo presidente Roosevelt. Pues cuentan los lacandones que saben de sus antepasados que en la extensa red de subterráneos que surcan su territorio, se hallan en algún lugar secreto unas láminas de oro, sobre las que alguien dejó escrita la historia de los pueblos antiguos del mundo, amén de describior con precisión lo que sería la Segunda Guerra Mundial, que implicaría a todas las naciones más poderosas de la Tierra. Este relato llega a oídos de Roosevelt a los pocos meses de sufrir los Estados Unidos el ataque japonés a Pearl Harbor. Semejantes planchas de oro guardan estrecha relación, igualmente, con las que luego veremos se esconden en los citados túneles de Tayu Wari, en el Oriente ecuatoriano.

50 KM DE TUNEL.

Prosigamos hacia el Sur. El paso siguiente que se da desde Chiapas pisa tierra guatemalteca. En el año 1689 el misionero Francisco Antonio Fuentes y Guzmán no tuvo inconveniente en dejar descrita la "maravillosa estructura de los túneles del pueblo de Puchuta", que recorre el interior de la tierra hasta el pueblo de Tecpan, en Guatemala, situado a unos 50 km del inicio de la estructura subterránea.

A MEXICO EN UNA HORA.

A finales de los 40 del siglo pasado apareció un libro titulado Incidentes de un viaje a América Central, Chiapas y el Yucatán, escrito por el abogado norteamericano John Lloyd Stephens, que en misión diplomática visitó Guatemala en compañía de su amigo el artista Frederick Catherwood. Allí, en Santa Cruz del Quiché, un anciano sacerdote español le narró su visita, años atrás, a una zona situada al otro lado de la sierra y a cuatro días de camino en dirección a la frontera mexicana, que estaba habitada por una tribu de indios que permanecían aún en el estado original en que se hallaban antes de la conquista. En conferencia de prensa celebrada en New York tiempo después de la publicación del libro, añadió que, recabando más información por la zona, averiguó que dichos indios habían podido sobrevivir en su estado original gracias a que —siempre que aparecían tropas extrañas— se escondían bajo tierra, en un mundo subterráneo dotado de luz, cuyo secreto les fue legado en tiempos antiguos por los dioses que habitan bajo tierra. Y aportó su propio testimonio de haber comenzado a desandar un túnel debajo de uno de los edificios de Santa Cruz del Quiché, por el que en opinión de los indios antiguamente se llegaba en una hora a México.

EL TEMPLO DE LA LUNA.

En octubre de 1985 tuve ocasión de acceder junto con Juan José Benítez, con los hermanos Vilchez y con mi buena amiga Gretchen Andersen —que, dicho sea de paso, nació al pie del monte Shasta en el que inicié este artículo— a un túnel excavado en el subsuelo de una finca situada en los montes de Costa Rica. Nos internamos en una gran cavidad que daba paso a un túnel artificial que descendía casi en vertical hacia las profundidades de aquel terreno. Los lugareños —que estaban desde hace años limpiando aquel túnel de la tierra y las piedras que lo taponaban— nos narraron su historia, afirmando que al final del mismo se halla el "templo de la Luna", un edificio sagrado, uno de los varios edificios expresamente construídos bajo tierra hace milenios por una raza desconocida, que de acuerdo con sus registros había construído una ciudad subterránea de más de 500 edificios.

LA BIBLIOTECA SECRETA.

Y ya bastante más al Sur, me interné en 1986 en solitario en la intrincada selva que, en el Oriente amazónico ecuatoriano, me llevaría hasta la boca del sistema de túneles conocidos por Los Tayos —Tayu Wari en el idioma de los jívaros que los custodian—, en los que el etnólogo, buscador, aventurero y minero húngaro Janos Moricz había hallado años atrás, y después de buscarla por todo el subcontinente sudamericano, una auténtica biblioteca de planchas de metal. En ellas, estaba grabada con signos y escritura ideográfica la relación cronológica de la historia de la Humanidad, el origen del hombre sobre la Tierra y los conocimientos científicos de una civilización extinguida.

LAS CIUDADES SUBTERRANEAS DE LOS DIOSES.

Por los testimonios recogidos, a partir de allí partían dos sendas subterráneas principales: una se dirigía al Este hacia la cuenca amazónica en territorio brasileño, y la otra se dirigía hacia el Sur, para discurrir por el subsuelo peruano hasta el Cuzco, el lago Titicaca en la frontera con Bolivia, y finalmente alcanzar la zona lindante a Arica, en el extremo norte de Chile.
De acuerdo por otra parte con las informaciones minuciosamente recogidas en Brasil por el periodista alemán Karl Brugger, con cuyo asesinato en la década de los 80 desaparecieron los documentos de su investigación, se hallarían en la cuenca alta del Amazonas diversas ciudades ocultas en la espesura, construídas por seres procedentes del espacio exterior en épocas remotas, y que conectarían con un sistema de trece ciudades ocultas en el interior de la cordillera de los Andes.

LOS REFUGIOS DE LOS INCAS.

Enlazando con estos conocimientos, sabemos desde la época de la conquista que los nativos ocultaron sus enormes riquezas bajo el subsuelo, para evitar el saqueo de las tropas españolas. Todo parece indicar que utilizaron para ello los sistemas de subterráneos ya existentes desde muchísimo antes, construidos por una raza muy anterior a la inca, y a los que algunos de ellos tenían acceso gracias al legado de sus antepasados. Posiblemente, el desierto de Atacama en Chile sea el final del trayecto, en el extremo Sur.
Estamos hablando pues, al final del trayecto, de la zona que las tradiciones de los indios hopi citados al inicio de esta artículo —allá arriba en la Arizona norteamericana—, señalan como punto de arribada de sus antepasados cuando —ayudados por unos seres que dominaban tanto el secreto del vuelo como el de la construcción de túneles y de instalaciones subterráneas—, se vieron obligados a abandonar precipitadamente las tierras que ocupaban en lo que hoy es el océano Pacífico.
Pero la localización de las señales concretas —que existen—, el desciframiento adecuado de sus claves correctoras —que las hay—, así como la decisión de dar el paso comprometido al interior, es —como siempre sucede en todo buscador sincero— una labor tan comprometida como intransferible.
Este breve cuestionario, contestado por Andreas Faber-Kaiser en 1985, fue elaborado por Juan José Benítez para que lo respondieran determinados autores/investigadores ovni. Es con su autorización que ahora lo reproduzco, haciéndolo público por vez primera, ya que aporta datos interesantes sobre la línea de investigación de AFK.
1. ¿Cuándo y por qué te llamaron la atención los ovnis?
A principios de la década de los 60. Me gustaba observar el firmamento de noche y cavilaba que en aquel inmenso espacio debía de haber otros seres aparte de nosotros. El ansia de entrar en contacto con ellos aumentó con la lectura de noticias en los periódicos de aquella época, que referían avistamientos de objetos volantes no fabricados por el hombre. Finalmente, la lectura del libro El gran enigma de los platillos volantes, de Antonio Ribera, aparecido en 1966, me decidió definitivamente a investigar lo que había detrás de todo aquel fenómeno.
2. ¿Por qué decidiste investigar este fenómeno?
Porque desde el momento en que parecía existir y ser la manifestación de una inteligencia superior distinta a la nuestra, merecía la pena averiguar todo lo averiguable sobre la misma y conocer hasta sus últimos extremos la relación que podía existir entre esta otra inteligencia y nosotros.
3. Después de todos estos años, sinceramente, ¿qué son para tí los ovnis?
Los ovnis como tales, simplemente lo que sus siglas indican: objetos volantes no identificados. Entre ellos, cabe incluir a una larga lista de objetos volantes que —por sus características y por el momento histórico en que hacen su aparición— no responden al nivel tecnológico de la correspondiente generación de la raza humana conocida. Su origen debe buscarse por lo tanto en otra inteligencia ajena a la de esta raza humana.
4. ¿Opinas que los mismos seres que nos visitan hoy son los mismos que nos visitaron en la antigüedad?
Hay que señalar que posiblemente nos estén visitando más de una comunidad inteligente extraterrestre o extrahumana. Al menos una o algunas de ellas sí, han estado sobre el planeta Tierra antes de nuestra aparición en el mismo, y continúan en él, o cerca de él, desde los orígenes de nuestra raza hasta hoy.
5. ¿Cómo explicas el gran parecido de las 'columnas de humo o fuego', 'carros de fuego', etc. de la Biblia con los ovnis que se ven en la actualidad? ¿Quién crees que pudo ser Yavé?
Lo explico atribuyendo estas distintas manifestaciones a un mismo fenómeno, interpretado de diferentes maneras por el correspondiente observador humano terrestre, de acuerdo con el respectivo caudal de conocimientos y por lo tanto puntos de referencia del mismo. Yavé —con todas las reservas y como hipótesis de trabajo— es un poderoso personaje que ejerce con determinado grupo humano un feudalismo cósmico sin detenerse en excesivos escrúpulos morales. No es más que un dominador que juega su papel en el marco de una mucho más amplia programación global en que se halla sumido nuestro planeta y nuestra raza.
6. Si son seres extra-terrestres, ¿Cuándo se producirá el 'contacto' final: público y oficial con el hombre?
Cuando éste haya cumplido su mayoría de edad y sea capaz de independizarse de su hogar, cual es el planeta Tierra. O sea, cuando se mueva familiarmente por el espacio exterior.
7. ¿Qué pregunta formularías a estos seres, suponiendo que pudieras llegar hasta ellos?
Les preguntaría cuál es su conocimiento del universo y del origen de la vida.
8. ¿Crees que son pacíficos?
Han demostrado no querer aniquilarnos —podrían haberlo hecho de habérselo propuesto—, pero también han demostrado ser nefastos para muchos seres humanos. No representan un peligro total, pero en modo alguno puede afirmarse que sean pacíficos. Es posible que haya grupos pacíficos y grupos destructivos entre ellos. Parece haber una lucha entre dos bandos, de cuya lucha somos la víctima.
9. ¿Pueden conocer los extra-terrestres el llamado 'sentido del humor'?
Tal como dice Manuel Pedrajo —y lo cito en mi libro Las nubes del engaño—: "En sus mensajes, nunca han contado un chiste...(son tétricos)".
10. ¿Está cerrado el asunto 'UMMO'?
Desde el momento en que no se ha podido determinar aún de dónde parten los informes ni qué fin se persigue con los mismos, el asunto UMMO no está cerrado en absoluto.1
11. ¿Cuál es el dato más escalofriante que has obtenido en tus investigaciones y que no te has atrevido a publicar?
Esto no es un confesionario, sino una entrevista que se dará a conocimiento público. Por lo tanto, si no me atreví a publicar ese supuesto dato, tampoco es éste el mejor momento.
12. ¿Puede haber restos de ovnis en alguna base militar?
De acuerdo con el investigador más serio que se ha dedicado a este tema, el americano Leonard H. Stringfield, los Estados Unidos guardan en su base aérea de Wright Patterson los restos de por lo menos dos ovnis estrellados. En mi libro Sobre el secreto hablo de la posibilidad de que los americanos hayan transportado a territorio estadounidense un artefacto de origen desconocido rescatado de un punto del territorio de fideicomiso norteamericano en el Pacífico.
13. ¿Tienes idea de si los extra-terrestres son supersticiosos?
Ni la más remota.
14. ¿Cómo convencerías a un escéptico de la existencia de los ovnis?
Recomendándole que leyera entre otros mis libros Las nubes del engaño (Crónica extrahumana antigua) y Fuera de Control (Crónica extrahumana moderna), que para eso precisamente los he escrito.
15. ¿Cuál puede ser el futuro de la investigación ovni?
La que se deje de aspectos aislados del fenómeno (estadísticas, observaciones de campo, modos de contactar, mediumnidad, mesianismo, religión, evolución humana, mitología, etc.) y se dedique a observar y calibrar el fenómeno en toda su complejidad real. Habrá que echar mano ineludiblemente de la informática, de un elevado nivel crítico, pero también de la intuición y del nivel de sensibilidad emocional del observador o estudioso. Todo cuanto la máquina humana da de sí, debe ser puesto al servicio del esclarecimiento del fenómeno que se esconde detrás del ovni.
16. ¿Por qué en la Ufología hispana hay tantos 'reinos de Taifas'?
Porque cada español es su propio héroe. Y que dure, en bien de la validez de cada individuo por encima de la robotización del conjunto humano.
17. ¿Cuáles son tus inminentes proyectos literarios?
Los hijos no existen hasta el momento en que nacen.
18. Hazme en 10 líneas una especie de testamento ufológico.
El ser humano del planeta Tierra es un producto fabricado por seres inteligentes que poblaban el universo o parte del mismo mucho antes de nuestra existencia. Estos seres nos han puesto en el planeta que hoy poblamos y siguen controlando de cerca nuestra evolución. Nunca han dejado de encauzar sutilmente el curso de nuestra historia. El resto de mis conclusiones sobre este tema forma parte de mi actual silencio y será publicado en su momento oportuno. Puedo adelantar que no se vislumbra nuestra destrucción. En este aspecto soy optimista. pero tampoco puede afirmarse que nuestra condición sea halagüeña. dependemos, desde nuestra misma creación, de otros seres a los cuales desconocemos. Y eso es, como mínimo, preocupante. Contra esa dependencia nace en mí un brote de decidida rebeldía.
19. ¿Han cambiado tu vida los ovnis? ¿Por qué?
Responder a esta pregunta sería entregarle armas al enemigo. No me lo puedo permitir. Una sonrisa puede cambiar una vida, y un silencio también la puede cambiar. Pero uno debe seguir fiel a sí mismo, si quiere ser auténtico, independiente, y útil a la comunidad del universo.
20. ¿Cómo juzgarán los hombres del siglo XXV —suponiendo que nos juzguen— a 'pioneros' de los ovnis como tu?
Advertirán que éramos conscientes de que nuestra existencia no se limita a nuestro cuerpo físico, sino que forma parte necesaria del conjunto del universo.
1 Cabe recordar que este cuestionario fue realizado en 1985, mucho antes de que José Luis Jordán Peña remitiese en 1993 unas cartas a Rafael Farriols, en las que se confiesa autor del fraude.

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