Búsqueda personalizada

TRADUCTOR

domingo, 4 de julio de 2010

El otro lado de la realidad -13-

LOS GRANDES INICIADOS.

El Corán, en la Sura 18, habla de Al Raqim, la tabla que contiene las claves de la iniciación en la cueva. En Pohnpei los Sau Rakim fueron antiguamente los grandes iniciados —ya no queda ninguno hoy en día— que guardaban los secretos y no los compartían con las demás personas. Los mantenían ocultos, ya que de otra forma eran castigados con la muerte. Cuenta la tradición que conocían todas las antiguas historias de Pohnpei, y que cuando morían comenzaba a llover, a relampaguear y a tronar. Algo similar —se suceden en esta isla las conexiones planetarias— a lo que sucedió con motivo de la crucifixión de Jesús.

LOS TSAMORO, SOCIEDAD SECRETA DE POHNPEI.

Por debajo de los Sau Rakim, que eran los máximos iniciados de la isla, existía una sociedad secreta, la sociedad de los tsamoro. Los jefes de tribu se constituían automáticamente en miembros de esta sociedad, mientras que a los demás tsamoro se les exigía una demostración de sus aptitudes en el plazo de un tiempo de prueba de varios años de duración. Esta demostración consistía en el conocimiento de la lengua de la sociedad, que no era la del pueblo. Era por lo tanto un argot, una lengua de los argotiers, por lo tanto de los argo-nautas. Los tsamoro se reunían una vez al año en un lugar sagrado, rodeado de muros de piedra. El acceso les estaba vedado a los no iniciados, bajo pena de muerte inmediata. Durante sus reuniones secretas, los elegidos bebían sakau y cada uno ofrecía un recipiente de esta bebida sagrada a los seres superiores. Explicaré enseguida en qué consiste esta bebida. Valga decir antes aún que el jefe de la hermandad secreta de los tsamoro tenía su sede en estos montes de Salapwuk en cuya jungla me hallaba, y en donde cada nueve meses se reunían todos los iniciados para un encuentro de cuatro días de duración.

UNA VEZ MAS EL CLICHÉ DEL DILUVIO.

Averigué en las oscuras noches de la jungla que existen allí naraciones legendarias que apuntan claramente hacia el recuerdo de una inundación total de la isla, o sea de un diluvio (para ellos obviamente universal). Literalmente: "Las inundaciones arrancaron toda la tierra de la isla" — dicen las tradiciones. Después de haberse retirado nuevamente las aguas, alguien procedió a reconstruir un túmulo de rocas en Salapwuk, en el reino de Kiti. Pernis Washndon (el celador de los misterios de estos montes) me dijo en este contexto que Salapwuk no era más que el tapón que tapaba un secreto que se encerraba debajo del lugar que estábamos pisando. Y considerando que Salapwuk debe su razón de ser —como ya vimos en el anterior número de "Más Allá"— a la primera piedra, a la piedra angular, obligado es aportar aquí el dato de que en el texto apócrifo Testamento de Salomón, la piedra angular es aquella que se pone encima de la puerta del templo.

EL RITUAL DEL SAKAU.

La ceremonia del sakau es celebrada por todos los pohnpeyanos diariamente, al anochecer. Según ellos, es una bebida proporcionada antiguamente por los seres superiores, como vehículo de comunicación con ellos. Tanto es así, que en el escudo o emblema oficial del actual estado de Pohnpei aparecen juntas las ruinas de Nan Matol y un cuenco de coco conteniendo el sakau. Nosotros tomamos nuestro primer trago en el marco de un festivo agasajo del que nos hizo objeto una familia que ocupaba el pequeño islote de Takaieu, en los arrecifes que rodean a la isla central de Pohnpei.

El ritual ancestral que seguimos para tomar la bebida de la conexión celeste fue el siguiente: en primer lugar, durante el día fuimos recogiendo raíces de sakau (kawa-kawa, cuyo nombre botánico es 'piper methysticum'). Al anochece, fuimos disponiendo hojas de banana debajo de una gran piedra plana, de hecho una plancha de piedra. La cantidad de hojas de palma depende siempre del mayor o menor rango del personaje principal que asiste a la ceremonia. Inmediatamente después lavamos cuidadosamente con agua las raíces y la plancha de piedra, hasta dejarla completamente limpia.
Mientras esto hacíamos en el interior de la amplia cabaña, en el exterior otros lugareños se encargaron simultáneamente de arrancar largas tiras de corteza de hibisco. Inmediatamente comenzó el ritual de ir machacando con piedras las raíces de sakau, dispuestas sobre la plancha de piedra. Esta plancha —de basalto— tiene un sonido metálico al golpearla con las piedras que sirven para machacar las raíces de sakau, y los oficiantes comenzaron por golpearla para señalar el inicio de la ceremonia en sí.
Cuando las raíces ya estuvieron prácticamente trituradas —en cuyo proceso intervinieron seis oficiantes sentados alredededor de la piedra-base—, se hizo perceptible el ritmo del repiqueteo de las piedras. Este ritmo, aplicado al unísono por todos los que están machacando las raíces, depende a su vez también del rango de la persona principal presente en la ceremonia, siendo el ritmo final idéntico al que se percibe escuchando el tamborcillo de mano de cualquier oficiante en cualquier lamasería del área himalaya. Cuando ya estuvo completamente triturada la raíz de sakau, la salpicamos con agua fresca, al igual que las tiras de corteza de hibisco. Inmediatamente nuestros anfitriones pasaron a amasar las raíces trituradas con agua, mientras otros ya habían dispuesto la corteza en un extremo de la piedra de sakau, para irla rellenando con la masa de raíces. Esta fue envuelta —liada— completamente en la corteza, hasta formar un largo y grueso canuto que luego uno de ellos fue exprimiendo con lentitud y fuerza para que el jugo resultante se escurriera en un cuenco de coco. Nos lo tendieron para iniciar la ingestión, tras lo cual lo fuimos ofreciendo a cada uno de los presentes, como es costumbre entre ellos.

Es un jugo espeso, marrón, amargo y refrescante, que tiene la ventaja de no contener las fibras de la yuca masticada por las mujeres de la tribu, que ingerí con la chicha durante mi convivencia con los jívaros del curso alto del río Santiago, en la selva ecuatoriana.
Lo que ingerimos aquí, en Pohnpei, es una droga adormecedora, la kawaína, cuyos efectos se comienzan a advertir en una insensibilización de los labios y de la punta de la lengua. Es un principio activo modificador del sistema nervioso, que produce la parálisis de las fibras centrípedas. El abuso de su ingesta puede conducir finalmente a una caquexia mortal. De todas formas, esto no se da entre los habitantes de Pohnpei, que saben dosificarse perfectamente su ración diaria de sakau. Precisamente porque no toman el sakau por drogadicción, sino porque constituye para ellos ancestralmente un vehículo de comunicación sagrado. De comunicación con seres superiores.
Vayamos pues a la comunicación celeste de los antiguos habitantes de esta pequeña isla —más pequeña que, por ejemplo, Ibiza—.

PADRE EXTRATERRESTRE Y MADRE TERRESTRE.

Comienza la conexión celeste de los antiguos pohnpeyanos con un hombre llamado Kanekin Zapatan, descendido de las alturas, de un lugar desconocido, a Pohnpei, acompañado de un grupo de personas que sabían volar. Kanekin Zapatan se fija en la hija de un jefe nativo. Tenemos así a un hombre descendido del cielo que se casa con una mujer terrestre. Ya conocemos eso de los textos bíblicos. Urgido para el regreso por sus acompañantes, reclama sus alas y su aditivo capilar —un casco que llevaba— para poder reunirse en las alturas con los suyos. Le acompaña también su mujer, y literalmente dice la tradición: "Metió a la mujer en el cabello y alrededor de él ajustó el nudo". ¿Cabría en aquella remota época mejor concreción para indicar que le puso un casco, imprescindible para levantar el vuelo?

Huye pues con la hija del jefe nativo, que en el trayecto da a luz a un niño distinto, dotado de grandes poderes mágicos. Este niño se llamará Luk, al que dejan en tierra mientras ellos prosiguen su vuelo. Más adelante Luk enciende una hoguera, para ascender en su humo, sobre un tambor, al cielo, imagen ésta que puede equipararse a la del despegue de un cohete portador de una cápsula tripulada. Al reencontrarse con sus padres les recuerda que "me engendrasteis en la Tierra". La narración también afirma de él que "sabía andar sobre el mar". Se suceden los símiles con pasajes bíblicos.

DOMINABAN LA TECNICA DEL VUELO.

"En aquella época" —me cuenta Masao al pie del camino que conduce hacia Nan Matol— "la raza de los hombres era distinta. Estaban más dotados, ya que eran capaces de transformar la piedra y de efectuar trabajos muy difíciles en la misma, pero esta gente habilidosa ya no existe hoy en Pohnpei. Hoy ya no son como la gente de antes, son distintos, ya que aquéllos poseían poderes mágicos y eran fuertes."
Un curioso invento lo constituyen los sacos voladores que aparecen en algún que otro relato de los tiempos antiguos de la isla. Se trataba de vehículos volantes de gran movilidad con capacidad para un solo tripulante. Incluso quedan narraciones que refieren combates entre varios de estos sacos voladores.
En relación con este tema, le pregunté a Masao si antiguamente habían existido en la isla hombres voladores. "¿Hombres volantes? No. No volaban propiamente, sino que penetraban en grandes pájaros, pronunciaban palabras mágicas, el pájaro se alzaba y volaba con ellos dentro. Construyeron pájaros voladores con árboles."

DOS HERMANOS CON PODERES MAGICOS.

Es hora ya de que me refiera al principal enigma que plantea esta isla: la ciudad muerta de Nan Matol. Para ello hay que remontarse nuevamente a los relatos tradicionales de los nativos. Cuentan éstos que muchísimo tiempo después de la llegada de la primera canoa con las nueve parejas (ver "Más Allá" n°...), hacen aparición en la isla dos hermanos: Olosipe y Olosaupa. Con ellos comienza el enigma de la ciudad de Nan Matol. El único recuerdo ancestral que los nativos conservan sobre la construcción de dicha ciudad, es el que refiere su origen a la actuación, absolutamente mágica, de estos dos personajes.
Nadie sabe de dónde vinieron; llegaron en una nube y descendieron en Sokehs, en el norte de la isla. Eran constructores, ingenieros, arquitectos extraordinariamente inteligentes y dotados de poderosos recursos mágicos. Pero además sacerdotes e instructores, que sacaron a los pohnpeyanos de su ignorancia y de su primitivismo. Llegaron a Pohnpei para edificar allí un santuario consagrado a un protector de la tierra y del mar: la anguila, desde entonces el animal totémico por excelencia de Pohnpei. Hay que tener en cuenta que el pohnpeyano no adora a la anguila misma como animal, sino por lo que éste representa: en su cuerpo habita el espíritu, la divinidad. La anguila es así un vehículo de la divinidad. Como lo es la serpiente para los aborígenes australianos y para los pueblos mesoamericanos, entre otros. ¿Y por qué en Pohnpei no aparece la figura de la serpiente, cobrando vigor, en su lugar, la de la anguila? Pues porque es el único animal que el nativo pohnpeyano puede asimilar a la imagen de una serpiente, por la sencilla razón de que en su pequeña isla las serpientes no existen.
Pero volvamos al propósito de Olosipe y Olosaupa: erigirle un santuario a esta anguila sagrada. Siendo la anguila una serpiente acuática, el santuario debía erigirse en un lugar que fuera a la vez mar y tierra: el arrecife coralífero que rodea a la isla.

EL FEUDO DE LOS REYES DEL SOL.

Recorrieron, pues, la costa de la isla desde el promontorio de Sokehs, en el Norte, en busca de un lugar idóneo. Lo hallaron en un lugar llamado Sau Nalan, cuyo significado era el Sol. El santuario debía recibir el nombre de Nanisounsap, que significa "lugar del rey del Sol". Pensile Lawrence, transmisor ya citado del conocimiento esotérico de Pohnpei, me confesaría: "Se decidieron por el actual enclave de Nan Matol, puesto que en aquel lugar preciso observaron luces extrañas en el mar."
De acuerdo también con la versión esotérica, debajo de Nan Matol yace Kanimeiso, la "ciudad de nadie". Por ende, cabe comentar aquí que todo el simbolismo de la construcción del santuario apunta hacia el feudo de los reyes del Sol: Nan Tauas, la construcción principal del conjunto, se halla en el vértice oriental (hacia donde sale el Sol) de Nanisounsap (el lugar del rey del Sol), erigido a su vez en el extremo oriental de Sau Nalan (el Sol), que a su vez constituye el flanco oriental, o sea de la salida del Sol, de la isla de Pohnpei.

TRANSPORTE AEREO.

Cuando regresamos de la jungla de Salapwuk, nos instalamos pues en el minúsculo y paradisíaco islote de Joy Island (antiguamente Nahnningi, el "pedazo de tierra pescado del fondo del mar", o sea un trozo del paraíso, puesto que eso es para los pohnpeyanos el fondo del mar). En el islote sólo vivía Nahzy Susumu. Con él, con nuestra compañera, guía e intérprete Carmelida Gargina, con los grandes cangrejos cocoteros, dos perros y algunos cerdos, con las rayas y con las crías y algún que otro padre de tiburón y con la desdichada morena que pescó Carmelida a golpe limpio de mi machete para cocerla luego aún medio viva en las brasas de nuestra hoguera, compartimos las inolvidables y solitarias noches de este mágico arrecife coralífero del Pacífico.
¿Mágico?: Absolutamente mágico. De día, íbamos a visitar desde allí las cercanas ruinas de Nan Matol: 91 islotes artificiales construídos sobre el arrecife, a base de la superposición —única en el mundo— de enormes columnas de basalto. Analizamos todas las posibilidades que podían ofrecerse de transportar estas columnas desde la cantera que se hallaba al norte de la isla, hasta el enclave en que habían sido apiladas en Nan Matol. Por tierra, imposible, dado que la espesa jungla que cubría toda la isla, y los intrincados manglares que se extendían a lo largo de la costa, hacían imposible el transporte de estos enormes bloques de piedra. Cabía la posibilidad de un transporte por mar, a lo largo del arrecife. Miquel Amat, experto navegante, me comentó sin embargo que la única posibilidad habría sido, en época tan lejana, el sujetar cada columna de piedra debajo de una enorme balsa, para evitar que esta zozobrara y se hundiera. Pero entonces, ¿cómo habrían podido salvar la barrera coralífera con la que habrían topado? El transporte era a todas luces imposible. Excepto para los iniciados, aquellos privilegiados isleños que conocían la historia auténtica de su tierra.
A la luz de la hoguera, en noche de plenilunio, un descendiente de tsamoro me confió que para ellos no es ningún secreto el que Olosipe y Olosaupa, los dos hermanos constructores, estaban dotados de un extraordinario poder mágico:
"Convocaron a todas las piedras para que vinieran por sí solas y formaran las imponentes construcciones. Olosipe y Olosaupa llamaron a las piedras que estaban en Sokehs. Estas oyeron su llamada mágica y acudieron volando junto a los dos hermanos. Por procedimientos mágicos éstos ordenaron a cada uno de los grandes bloques de piedra que ocupara su sitio correspondiente en las construcciones. Tal es la forma en que se construyó Nan Matol."
Quien se sonría ante mi ingenuidad, recuerde las palabras del jefe hopi White Bear, cuando explica —sin tener ni la más remota idea de lo que cuentan los transmisores del conocimiento en Pohnpei— que exactamente este corte y tranporte de enormes bloques de piedra es lo que los katchinas —seres que dominaban el secreto del vuelo— enseñaron a los antepasados de los indios hopi, hoy asentados en Arizona, y que por su parte afirman proceder del Pacífico. Es más: vimos que en la relación solar de todo el simbolismo construccional y de emplazamiento del santuario del rey del Sol —Nanisounsap— el edificio principal, Nan Tauas, ocupaba el vértice más oriental, o sea dirigido al Sol naciente. Pues bien, Tauas significa en lenguaje hopi exactamente esto mismo: Sol.

No hay comentarios:

Publicar un comentario