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lunes, 15 de noviembre de 2010

El niño aprende a leer: cómo aprende a leer

¿Cómo aprende a leer un niño?

Cuando su niño ingresa a primer grado muchos padres, por no decir todos, ignoran las características del aprendizaje que habrá de desarrollar. Y, en particular, no saben cómo se efectúa el aprendizaje de la lectura.

Seguramente se acuerdan de su propia escolaridad y de los pe-a-pa, te-a-ta, que alguna vez ritmaron, pero esas no son más que lejanas melopeas de las que, con razón, dudan si perdurarán actualmente ...

Quedan las otras fuentes de información: entre el examen de los textos de lectura y los relatos —más o menos subjetivos—, que hacen sus hijos, poco a poco creen entrever cómo se aprende a leer ahora en la escuela... Ciertas conversaciones entre mamas y la consulta de artículos publicados en algún semanario de gran tirada completarán el total de su información, y, si conocen aproximadamente palabras como "global" o "dislexia", a decir verdad no han ido mucho más lejos que antes...

Además, lo mismo ocurre respecto de la ortografía y el cálculo. Ya pasó la época de la caligrafía con las( curvas llenas y los perfiles -que parece tan lejana- y la querella de la estilográfica y el bolígrafo. Sin embargo, aún da que hablar la llamada "crisis" de la ortografía y las "faltas" en los dictados son todavía un pecado. En cuanto a la matemática falsamente llamada "moderna", sea ella condenada o temerosamente venerada, no está más favorecida por la suerte... A pesar de su importancia, no trataremos aquí todos, esos problemas.

Recordaremos que están relacionados y que lectura, escritura y ortografía, por ejemplo^ corren parejas; pero nos limitaremos a estudiar el acceso a la lectura.

Precisemos igualmente que las pocas informaciones que siguen no pretenden de ninguna manera abordar ni resolver todas las cuestiones, a veces delicadas, que se plantean en el aprendizaje escolar de la lectura. Si este trabajo permite eventualmente a los padres entender mejor cómo aprende a leer su hijo, si facilita el diálogo necesario entre ellos y los docentes, nuestro objetivo habrá sido alcanzado.

La enseñanza de la lectura se renueva.

Al cabo de muchos años, las críticas dirigidas a la enseñanza de la lengua tal como se practicaba en la escuela primaria llegaron progresivamente a demostrar la necesidad y la urgencia de una reforma. Los contenidos, como los métodos, que se mantenían inalterables desde el término de la Segunda Guerra Mundial, debían ser modificados, adaptados a las exigencias de una educación moderna, actual.

Paulatinamente, en diversos países, se va apuntando hacia un cambio en el aprendizaje de la lectura. A título de ejemplo de esa voluntad de renovación pedagógica, citaremos a continuación algunos pasajes del documento dado a conocer en 1972 por el Ministerio de Educación francés, que nos parecen importantes en relación con tales transformaciones:
"La experiencia desmiente con suma frecuencia que deba imponerse una regla uniforme... Resultados igualmente buenos pueden obtenerse por caminos diferentes. Los niños son demasiado diferentes unos de los otros como para que un mismo método sea el mejor para todos; pero, para todos, los peores métodos son aquellos que desalientan el deseo de leer.
"Es fundamental crear en la ciase un clima de seguridad y de confianza, despertar y sostener el apetito de lectura de los alumnos, conducir las lecciones con animación y vivacidad, prestar atención a las dificultades de cada uno, sin detenerse demasiado cuando estas río parezcan esenciales."

En pocas líneas, lo importante está dicho.

Si bien no hay un método universal —cosa que los maestros saben bien, puesto que cada año adaptan el que practican habitualmente a su nuevo grupo de alumnos—, al menos se pueden distinguir muchos tipos de métodos. No los describiremos de manera detallada, pero esbozaremos simplemente sus características principales, tratando de mostrar en qué se diferencian o, en ocasiones, cómo se complementan.

Consideraremos por una parte aquellos métodos que se pueden calificar de "clásicos" porque son más o menos conocidos por todos, y por otra parte algunos que, aunque menos frecuentemente utilizados, presentan un interés innegable.

Los métodos clásicos.
El método silábico.

Llamado igualmente sintético, va de lo simple a lo complejo. El conocimiento de las letras permite la composición de sílabas que, asociadas, formarán las palabras; estas a su vez constituirán las frases. Así p (pe) y a harán pa, que, repetido, llegará a papá. Lo mismo que la letanía m (eme) a-ma, m-e-me, m-i-mi, m-o-mo ... permite descifrar mamá, mima, que figuran, en la lista de los vocablos que el niño va a descubrir, en la página del libro de lectura destinada al aprendizaje de la m (eme).
Este método, utilizado durante tanto tiempo, parece actualmente caer en desuso en razón de los numerosos inconvenientes relacionados con su empleo: carácter mecánico de las repeticiones necesarias, poco interés dé los alumnos (¡y del maestro!), etcétera. Se lo prac¬tica, en efecto, cada vez menos.

El método global.

A la inversa del precedente, este método, llamado también analítico, consiste en partir de un todo que se analizará para descomponerlo en sus diversos elementos. Se pasa así de la realidad concreta a las frases, después a las palabras, finalmente a las sílabas y a 1as letras, por el camino indirecto de ejercicios de observación y de comparación, que reclaman del alumno inteligencia y atención y exigen del maestro una competencia segura.

Así, un hecho observado y después enunciado por un niño permitirá escribir esta frase: Rene fuma su pipa en el patio de la escuela. Ese texto, ilustrado por un croquis, será leído por el maestro, repetido por algunos niños. Algunas palabras —Rene, pipa— serán reconocidas y señaladas en otras frases que figuran en el pizarrón o en láminas.

Algún niño dirá: "él fuma, hay humo", y emprenderá la escritura de ese término; otro señalará que la r de Rene' no es como la segunda r de Roberto; otro creerá encontrar "patio" en un texto del día anterior... cuando se trató de "patios", y entonces, notando la diferencia, dirá que "cuando es un solo patio, no va esta" (mostrando la s).

A lo largo de esta clase los descubrimientos se sucederán, el enunciado inicial se enriquecerá, se transformará según las proposiciones emitidas por los niños, y el maestro cuidará permanentemente de que las nuevas adquisiciones sean comprendidas y experimentadas por todos.

Aparecida fines del siglo XVIII, este método conoció un rápido impulso a comienzos del XX. En la actualidad, aunque se lo cite con frecuencia, solo raramente se lo usa íntegramente. Además, al atribuirle la responsabilidad de fracasos o de perturbaciones comprobadas en el aprendizaje de la lectura, se usa de una extraordinaria fantasía, tanto más cuanto que ninguna experimentación seria ha demostrado jamás que tales rumores tengan fundamentos sólidos.

Los métodos mixtos.

Los métodos precedentes tuvieron su hora de gloria, pero los inconvenientes que presentaban condujeron poco a poco a los maestros a abandonarlos, al menos en su primera versión, para adoptar métodos llamados mixtos, que mezclan en proporciones variables el análisis y la síntesis.

Así se evitan, teóricamente, tanto el aburrimiento suscitado por las sílabas indefinidamente masculladas o escritas, como los riesgos de confusión que entraña una lectura global imperfecta donde el niño debe adivinar una palabra de la cual ha visto solo las primeras letras; lo cual lleva, por ejemplo, a leer colegio (término que conoce bien) por colegiales, palabra que todavía ignora.
En todo método mixto algunos términos, simples y de uso frecuente, serán adquiridos globalmente: por ejemplo, papá, mamá, el, un, y, en, etcétera; mientras que otros, a la inversa, serán construidos yuxtaponiendo sílabas ya conocidas.

Cuando el aprendizaje está bien graduado, es decir, cuando el ritmo de progresión en la dificultad está correctamente adaptado a las posibilidades de cada uno, todo niño está en situación de aprender muy rápidamente. Aquí se pondrá en juego el arte del maestro para hacer que este resulte así para todos´

Actualmente, según una encuesta de la UNESCO (1965), la mayor parte de los países utilizan un método de tipo mixto.

Otros métodos.

El método fonomímico.

Consiste en asociar a las letras y sílabas un gesto particular. Reservada para especialistas, esta técnica, que acrecienta la participación motriz del sujeto y refuerza su organización del tiempo y del espacio, se utiliza sobre todo en los cursos de reeducación.

El método del Arenero.

De aplicación más general, este método reciente (3964) tiene origen canadiense. Es resueltamente novedoso en cuanto a su inspiración ya que, entre otras innovaciones, disocia el sonido de la letra, la sílaba oral de la sílaba escrita.

Se destina especialmente a los niños de cinco a nueve años, pero conviene tanto a los alumnos "lentos" como a los "dotados", puesto que facilita a todos el acceso a la lectura por el atajo del lenguaje hablado. Por lo demás, como se centra sobre la actividad del niño, está concebido de tal modo que este nunca se encuentra en falla, sino siempre colocado en situación de éxito.

El método natural de lectura.

La misma preocupación por el hecho de que el niño tenga siempre posibilidades de éxito se vuelve a encontrar en el método elaborado por Célestin Freinet, tal como lo expone en su libro El método natural. El aprendizaje de la lengua. Consiste esencialmente en respetar el proceso de desarrollo del niño, facilitándole el pasaje natural del lenguaje oral a la lectura —por medio del dibujo y la escritura— y ofreciéndole permanentemente un sostén material y afectivo que exalta la capacidad creadora de cada uno.

Aunque a veces su aplicación es difícil en las escuelas urbanas, este método, empleado por educadores experimentados, da excelentes frutos ... sin "lecciones" de lectura en el sentido estricto del término, pues, ya que se admite que todo individuo aprende naturalmente a leer cuando puede y quiere, los procedimientos tradicionales deben ser modificados.

Esto plantea de nuevo, por lo demás, un problema antes esbozado. ¿Se puede aprender a leer sin la intervención autoritaria de un sistema definido por anticipado y que se desarrolle día tras día según reglas precisas?

Diversas experiencias permiten responder afirmativamente a esta pregunta siempre que todo esté preparado para que cada niño pueda progresivamente, a su manera, acceder a la lectura. Pero es necesario que el ambiente inmediato lo ayude cuando le hace falta, que se le ofrezcan numerosas ocasiones de mostrar y desenvolver sus capacidades léxicas y que, sobre todo, se le dé el tiempo necesario para esa maduración.

El método no basta.

Cualquiera que sea el método adoptado para facilitar el aprendizaje de la lectura, es a sola base técnica no es suficiente para garantizar el éxito.

Intervienen otros elementos que dependen de la afectividad, es decir, de la cualidad de las relaciones interpersonales que existen entre el alumno y los demás, particularmente entre él y quien le enseña.

Es decir que tiene una importancia primordial la "atmósfera" de la clase y la manera como la siente, como la vive cada chico.

Lo que el niño necesita, esencialmente, es seguridad, estabilidad, amor. Para desarrollarse plenamente le hace falta ser aceptado, sostenido en su esfuerzo por la presencia cálida y estimulante del maestro. Es necesario que esté contento de ir a clase, orgulloso de progresar, o sea, que viva una pedagogía del éxito y no del fracaso.

Individualizar el aprendizaje.

Llevadas a la práctica en el primer grado, las condiciones que antes enumeramos traen como consecuencia obligada la individualización de la enseñanza.

No todos los alumnos tienen —en absoluto— el mismo ritmo ni las mismas posibilidades de adquisición; por lo tanto, es necesario ocuparse de cada uno de ellos en el instante más favorable y del modo que mejor se adapte a su modalidad individual.

Un niño querrá que la maestra le lea un texto; otro intentará copiarlo; un tercero, durante ese tiempo, se esforzará por leer algunas líneas en uno de los muchos libros y álbumes que ofrece a todos la biblioteca del aula, solicitará una ayuda para descifrar ciertas palabras y saber lo que significan.

Con toda seguridad, cada tanto —en ocasión de un acontecimiento de actualidad, por ejemplo— toda la clase trabajará en común para leer o componer un breve texto relacionado con el hecho en cuestión, y cada uno aporta su contribución a la obra de todos y a su vez saca provecho de esta.
Desde ya, interrogarse sobre la duración del aprendizaje parece muy ilusorio. Algunos meses bastan, en general, para "saber un poco", pero ¿cuántos años se necesitarán para dominar verdaderamente la lectura? Nos queda una sola certeza: la duración del aprendizaje de la lectura no puede ser delimitada con precisión, ni más ni menos que a causa de los procesos extraordinariamente complejos que implica.

Asimismo, habrá que mantener cierta circunspección cuando se oye afirmar que, ya en los primeros meses se puede establecer la lista de los alumnos de primer grado que sabrán leer en el término de ese año. Tal evaluación, por exacta que sea en numerosos casos, no es nunca más que un pronóstico, una probabilidad que es válida el día que se establece y está, en consecuencia, sujeta a modificación. De hecho, si bien se puede detectar sin mayores márgenes de error tanto a los alumnos que manifiestamente no poseen todavía ni la madurez ni las aptitudes requeridas como a aquellos que, a la inversa están evidentemente próximos al éxito, para muchos niños la predicción es infinitamente más delicada.

Ahora bien: la suerte de estos últimos es la que más debe preocupar. Según la actitud del docente y los padres, según las decisiones pedagógicas que ellos tomen, muchos de esos niños sabrán leer o no al terminar las clases.

Una pedagogía del éxito.

Puesto que el aprendizaje de la lectura en primer grado se extiende a lo largo de todo el año, nada autoriza a descuidar, a "sacrificar" a aquellos que experimentan dificultades y por ese hecho están a veces, desde el final del primer trimestre, condenados a repetir...

Veredicto tanto más grave porque se cumplirá si deliberadamente no se hace, nada para modificarlo.
Así, solo se dará importancia a los progresos realizados por cada niño. Lejos de dramatizar los errores que comete presentándoselos como "faltas" de las cuales es culpable, estos se le señalan para que preste atención, se le explican cuando es posible y, sobre todo, se los considera como equivocaciones que todos los alumnos pueden cometer, aun los mejores... A la inversa, cada progreso, aun mínimo, cada descubrimiento, brinda ocasiones para reforzar más ese gusto por saber que siempre existe cuando la escuela no lo deforma.
Ya no necesitamos defender las virtudes del elogio. Al felicitar a un adulto, con más razón a un niño, por los progresos que realiza, estamos alentándolo a proseguir en ese camino; en tanto que, al denigrar sistemáticamente su actividad y al destacar exclusivamente sus lagunas, a menudo solo lo incitaremos al abandono, al fracaso. Muchos estudios han demostrado los efectos felices del "refuerzo" positivo de la aprobación.

Los padres, como los maestros, deben evitar rigurosamente todo aquello que en su actitud o su lenguaje, pueda ser percibido como un rechazo, una condena.

Decirle a un niño que es tonto, y que si sigue así no sabrá leer, puede llegar a ser el medio más seguro para que tal predicción se realice... puesto que, la fuerza de oírse tratar de "burro", o "perezoso", o "incapaz", concluirá por creer —y temer— que verdaderamente lo es.
El aprendizaje de la lectura ya no debería ser una obligación impuesta todas las mañanas de 9 a 10 o un placer limitado a algunos raros momentos, sino un acto de vida, un acto social que se inscribe en una organización flexible, tendiente al máximo desarrollo de las posibilidades del niño.




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