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jueves, 29 de octubre de 2009

MALATESTA, PENSAMIENTO Y ACCIÓN REVOLUCIONARIOS -3-

¿POR QUÉ SOMOS ANARQUISTAS?


Aparte de nuestras ideas sobre el Estado político y sobre el gobierno, es decir, sobre la organización coercitiva de la sociedad, que constituyen nuestra característica específica, y las referentes al mejor modo de asegurar para todos el uso de los medios de producción y la participación en las ventajas de la vida social, somos anarquistas por un sentimiento, que es la fuerza motriz de todos los reformadores sociales sinceros, y sin el cual nuestro anarquismo sería una mentira o un sin sentido.

Este sentimiento es el amor hacia los hombres, es el hecho de sufrir por los sufrimientos de los demás. Si yo... como no puedo comer con gusto si pienso que hay gente que muere de hambre; si compro un juguete para mis hijas y me siento muy feliz por su alegría, mi felicidad se amarga pronto al ver que delante de la vidriera del negocio hay niños con los ojos agrandados de asombro que se sentirían contentos con un payaso que sólo cuesta unas monedas, y no pueden obtenerlo; sí me divierto, mi alma se entristece ni bien pienso en que hay desgraciados que gimen en la cárcel; si estudio o realizo un trabajo que me agrada, siento una especie de remordimiento al pensar que hay tantas personas que tienen mayor ingenio que yo y se ven obligadas a arruinar su vida en una fatiga embrutecedora, a menudo inútil y dañina. Puro egoísmo, corno veis, pero de una especie que otros llaman altruismo, y sin el cual llámeselo como se quiera, no es posible ser realmente anarquista.

La intolerancia frente a la opresión, el deseo de ser libre y de poder expandir la propia personalidad en todo su poder, no basta para hacer un anarquista. Esa aspiración a la ilimitada libertad, si no se combina y modela con el amor por los hombres Y con el deseo de que todos los demás tengan igual libertad, puede llegar a crear rebeldes, pero no basta para hacer anarquistas: Rebeldes que, si tienen fuerza suficiente, se transforman rápidamente en explotadores y tiranos.

Hay individuos fuertes, inteligentes, apasionados, con grandes necesidades materiales o intelectuales, que encontrándose entre los oprimidos por obra de la suerte quieren a cualquier costa emanciparse y no sienten repugnancia en transformarse en opresores: individuos que al encontrarse coartados por la sociedad actual llegan a despreciar y odiar toda sociedad, y al sentir que sería absurdo querer vivir fuera de la colectividad humana, desearían someter a todos los hombres y a toda la sociedad a su voluntad y a la satisfacción de sus pasiones. A veces, cuando se trata de gente instruida, suelen considerarse a sí mismos superhombres. No se sienten embarazados por escrúpulos, “desean vivir su vida”, se ríen de la revolución y de toda aspiración que ponga sus miras en el futuro, desean gozar él día de hoy a cualquier costa y a costa de cualquiera; sacrificarían a toda la humanidad por una hora -hay quien lo ha dicho exactamente así- “de vida intensa”.

Esos son rebeldes, pero no son anarquistas. Tienen la mentalidad y los sentimientos de burgueses frustrados, y cuando logran éxito se vuelven de hecho burgueses, y no de los manos dañinos.

Puede ocurrir algunas veces que, en las alternativas de la lucha, los encontremos a nuestro lado, pero no podemos, no debemos ni deseamos confundirnos con ellos. Y ellos lo saben muy bien.

Pero muchos de ellos gustan de llamarse anarquistas. Es cierto -y es deplorable-.

Nosotros no podemos impedir que una persona se aplique el nombre que quiera, ni podemos, Por otra parte, abandonar nosotros el nombre que compendia nuestras ideas y que nos pertenece lógica e históricamente. Lo que Podemos hacer es vigilar para que no surja la confusión, o para que ésta se reduzca al mínimo posible.

Yo soy anarquista porque me parece que el anarquismo responde mejor que cualquier otro modo de convivencia social a mi deseo del bien de todos, a mi aspiración hacia una sociedad que concilie la libertad de todos con la cooperación y el amor entre los hombres, y no ya porque se trate de una verdad científica y de una ley natural. Me basta que no contradiga ninguna ley conocida de la naturaleza para considerarla posible y luchar por conquistar la voluntad necesaria para su realización.

Yo soy comunista (libertario, se entiende) y estoy en favor del acuerdo y creo que con una descentralización inteligente y un intercambio continuo de informaciones se podrían llegar a organizar los necesarios intercambios de productos y a satisfacer las necesidades de todos sin recurrir al símbolo moneda, que está por cierto cargado de inconvenientes y peligros. Aspiro, como todo buen comunista, a la abolición del dinero, y como todo buen revolucionario creo que será necesario desarmar a la burguesía desvalorizando todos los signos de riqueza que puedan servir para vivir sin trabajar...

Nos ocurre a menudo que decimos: el anarquismo es la abolición del gendarme, entendiendo por gendarme cualquier fuerza armada, cualquier fuerza material al servicio de un hombre o de una clase para obligar a los demás a hacer lo que no quieren hacer voluntariamente.

Por cierto que esa fórmula no da una idea ni siquiera aproximada de lo que se entiende por anarquía, que es una sociedad fundada sobre el libre acuerdo, en la cual cada individuo pueda lograr el máximo desarrollo posible, material, moral e intelectual, y encuentre en la solidaridad social la garantía de su libertad y bienestar. La supresión de la coerción física no basta para que uno llegue a la dignidad de hombre libre, aprenda a amar a sus semejantes, a respetar en ellos los derechos que quiere que respeten en él, y se rehúse tanto a mandar como a ser mandado. Se puede ser esclavo voluntario por deficiencia y por falta de confianza en sí mismo, como se puede ser tirano por maldad o por inconciencia, cuando no se encuentra resistencia adecuada. Pero esto no impide que la abolición del gendarme, es decir, la abolición de la violencia en las relaciones sociales, constituya la base, la condición indispensable sin la cual no puede florecer la anarquía, y más aún, no puede ni siquiera concebírsela.

Puesto que todos estos males derivan de la lucha entre los hombres, de la búsqueda del bienestar que cada uno hace por su cuenta y contra todos, queremos ponerle remedio sustituyendo el odio por el amor, la competencia por la solidaridad, la búsqueda exclusiva del propio bienestar por la cooperación fraternal para el bienestar de todos, la opresión y la imposición por la libertad, la mentira religiosa y pseudocientífica por la verdad.



Por lo tanto:

a)    La abolición de la propiedad privada de la tierra, de las materias primas y de los instrumentos de trabajo, para que nadie disponga de recursos que le permitan vivir explotando el trabajo de otros, y todos, al tener garantizados los medios para producir y vivir, sean verdaderamente independientes y puedan asociarse libremente con los demás, en bien del interés común conforme a sus propias simpatías.

b)    Abolición del gobierno y de todo poder que haga la ley y la imponga a otros; por ende, abolición de las monarquías, las repúblicas, los parlamentos, los ejércitos, las policías, los jueces y toda otra institución dotada de medios coercitivos.

c)    Organización de la vida social por obra de libres asociaciones y federaciones de productores y consumidores, hechas y modificadas según la voluntad de sus componentes, guiados por la ciencia y la experiencia y libres de toda imposición que no derive de las necesidades naturales, a las cuales cada uno, vencido por el sentimiento mismo de la necesidad ineluctable, se someterá voluntariamente.

d)    Garantía de los medios de vida, de desarrollo, de bienestar para los niños y para todos aquellos que no tienen la capacidad necesaria para proveer para sí mismos.

e)    Guerra a las religiones y a todas las mentiras, aunque se oculten bajo el manto de la ciencia. Educación científica para todos y hasta sus niveles más elevados.

f)    Guerra a las rivalidades y a los prejuicios patrióticos. Abolición de las fronteras, fraternidad entre todos los pueblos.

g)    Reconstrucción de la familia, de modo que resulte de la práctica del amor, libre de todo vínculo legal, de toda opresión económica o física, de todo prejuicio religioso.

Queremos abolir radicalmente la dominación y la explotación del hombre por el hombre; queremos que los hombres, hermanados por una solidaridad consciente y deseada, cooperen todos en forma voluntaria para el bienestar de todos; queremos que la sociedad se constituya con el fin de proporcionar a todos los seres humanos los medios necesarios para que logren el máximo bienestar posible, el máximo desarrollo moral y material posible; queremos pan, libertad, amor y ciencia para todos.


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