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martes, 17 de noviembre de 2009

AUTISMO 10- COMPORTAMIENTO AUTISTA




“ Pedro  es un hijo deseado y querido de una familia acomodada de Barcelona. Tiene una hermana dos años mayor que él. En su primer año de vida, no parecía diferente a cualquier otro bebé. Lloraba y reía ante el mismo tipo de cosas  que otros niños e incluso que su hermana cuando tenía su edad. Su aspecto era el de un bebé hermoso y feliz; si en algún momento hubo algún tipo de síntoma anómalo, nadie lo notó. Los padres no empezaron a preocuparse hasta que no llegó esa edad en que todo niño empieza a moverse por sí mismo. A medida que pasaba el tiempo, las diferencias con otros niños de su edad se hacían más notorias. Pedro no dijo ni una sola palabra hasta mucho después de los doce meses, y no parecía comprender nada de lo que se le decía; no se volvía cuando se decía su nombre, ni mostraba ningún interés en escuchar o mirar a las personas que le hablaban. Podía permanecer completamente absorto, examinando minuciosamente un cubito de madera. Se sentaba en el regazo de las personas que le tomaban en brazos como si se sentara en un mueble y se mostraba igual de contento que si se sentaba, solo, en cualquier otra parte de la habitación. Cuando su madre iba a cogerle en brazos, él no levantaba los suyos, a diferencia de otros niños de su misma edad, que iban en busca de los brazos de sus madres. Al principio la familia pensaba que lo único que diferenciaba a Pedro de los otros niños era que él era un niño muy independiente y autosuficiente, que tardaba en empezar a hablar.
Uno de los familiares, la abuela, sugirió que quizá sufriera algún tipo de problema auditivo, pero se comprobó que la audición de Pedro era normal y se vio, cada vez más claramente, que incluso respondía con una sensibilidad especial a los sonidos (el ruido de la cisterna le aterraba provocándole fuertes rabietas; en cambio le fascinaba escuchar los ruidos que producían los autobuses que pasaban por la calle).
A diferencia que su hermana, a los dieciocho meses, el único pasatiempo que ocupaba a Pedro era alinear sus cochecitos de juguetes, no mostraba otro tipo de interés por ellos tan solo le distraía hacer largas filas con ellos.
A los tres años, se le diagnosticó autismo, después de diferentes pruebas. En las pruebas psicológicas que exigían el empleo del lenguaje, su rendimiento fue muy bajo para su edad, pero en las pruebas en que tenía que asociar formas geométricas, su rendimiento fue extraordinariamente bueno. En su casa se convirtió en un genio haciendo rompecabezas, cosa que llevo a su madre a mantener la esperanza de que Pedro, al final, se convirtiera en un niño ‘sano’ con un talento fuera de lo común.
Al fin Pedro empezó a hablar, pero el lenguaje no le abrió las puertas de la comunicación; de forma extraña muchas veces repetía, como un eco lo que decían otras personas.
Pedro era muy rígido en cuanto a sus hábitos. A veces, se le veía aleteando con las manos y mirándolas con el rabillo del ojo. De vez en cuando, estando en la calle o en una tienda, se ponía a dar gritos con una voz aguda, a dar saltos sin ton ni son, sin ninguna razón concreta.
Después de cumplir los cinco años, el trato con Pedro fue haciéndose mucho más fácil. Su lenguaje mejoró considerablemente, aunque seguía repitiendo frases, como un eco, y utilizándolas de forma inadecuada. La hermana de Pedro fue la primera en darse cuenta de que se había aprendido todas las rutas de autobús de Barcelona, como su correspondiente número y destino. Nadie sabía muy bien cómo había logrado tal cosa ni porqué. Lo raro era que no demostró nunca demasiado interés en viajar en autobús.
A los diez años, Pedro fue examinado por un psicólogo, que le pasó unas pruebas, en las que obtuvo una puntuación que correspondía a una inteligencia normal en las pruebas de carácter    no-verbal; en las pruebas verbales, su puntuación correspondía a un retraso medio.
Llegada la pubertad, en una ocasión Pedro consideró que una dependienta de un supermercado se había hecho amiga suya porque le sonrió al pagar una compra (no era capaz de entender bien qué es un amigo, por muchos esfuerzos que hicieron por explicárselo). A veces sufría crisis intensas de frustración e infelicidad, ya que se daba cuenta de que era diferente pero no podía comprender en qué ni porqué. La comprensión de Pedro era totalmente literal. Una vez, su madre le dijo que a su hermana se le había ciado la cara de vergüenza por algo que había sucedido, y él se puso a buscar ansiosamente por el suelo para ver si encontraba allí la cara de su hermana.
Al terminar el período escolar, se quedó en casa. Se aficionó a los seriales de la televisión, los cuales seguía con avidez. No era capaz de desentrañar la trama, aunque se sabía todos los nombres de los personajes y gran parte de los capítulos, aunque no acabase de comprenderlos. Le gustaba que ganasen los buenos y perdiesen los malos, pero le confundían los personajes que tenían algo de bueno y algo de malo.
Ahora Pedro tiene más de treinta años y aún vive en casa. Su vida es sencilla, ayuda en la oficina de su madre en las tareas más elementales, además hace trabajos de jardinería y ayuda en las labores del hogar.
Pero sigue siendo completamente ingenuo y no comprende los asuntos mundanos, como por qué las personas engañan o mienten. La edad adulta no representa para él una fase de madurez, sino más bien de inmadurez permanente. La vida independiente con la que sus padres habían soñado, parece imposible de alcanzar.”

Con la historia de Pedro, tan sólo queríamos introducir lo que es el comportamiento autista y parte de su evolución. Hemos creído conveniente que antes de empezar a hacer una descripción formal de los matices que definen o caracterizan a un individuo autista, sería mejor involucrarse con esta pequeña historia. Porque aunque en este caso Pedro sea un personaje inventado, siempre se ve todo desde un punto de vista diferente cuando aparecen nombres y situaciones propias de  la vida cotidiana. Esperamos que Pedro sirva como base para entender lo que a partir de ahora y hasta que acabe este punto del trabajo se va a explicar.
Así que para comprender mejor el comportamiento autista deberíamos tener siempre en mente el nombre de Pedro e imaginar que puede ser alguien que esté muy cerca, y,  poner en él cada movimiento, habilidad o minusvalía de las que hablaremos.
El comportamiento autista es verdaderamente complejo e intrigante. Quizá la postura autista que más nos conmueve es el rechazo hacia unos padres capaces de darlo todo por sus hijos. Nos podríamos hacer la siguiente cuestión, ¿cómo un niño pequeño que necesita indudablemente a unos padres, es capaz de mostrar total desinterés por ellos?. Ojalá se conociese una respuesta, pero no es así; en algún momento de la historia del autismo se pensó que esto seria debido algún tipo de trauma sufrido por el niño, pero en los últimos años la hipótesis del factor ambiental ha quedado prácticamente desplazada del marco del autismo.
Como ésta, son muchas las aptitudes que hacen del autismo una enfermedad de lo más compleja, y a continuación intentaremos recoger, si no todas, las más importantes de ellas.

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