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martes, 17 de noviembre de 2009

AUTISMO 12- LAS ALTERACIONES SOCIALES EN EL AUTISMO



Desarrollo social y autismo

El bebé autista viene al mundo con unas capacidades perceptivas más desarrolladas de lo que se creía hasta hace sólo unos pocos años. Además procesos perceptivos que implicaban aprendizaje como los de convergencia ocular, se desarrollan muy pronto. El bebé posee toda una gama de reflejos indispensables para la supervivencia, y es capaz de comprender fenómenos de condicionamiento clásico y operante.
El bebé posee una serie de comportamientos sin finalidad aparente, de carácter predominantemente fisiológico y que se dan en un medio físico y social determinado, medio que va a reaccionar a sus comportamientos revistiéndolos de ciertos significados. Estas conductas se denominan expresivas, y sobre ellas se irán construyendo las posteriores habilidades del niño. A continuación, vamos a revisar las principales pautas o logros interactivos que se dan durante las primeras etapas del desarrollo.


4.1.1.1.  Programa de armonización y sintonización.

En lo que al desarrollo social se refiere, tiene una relevancia absoluta el hecho de que el bebé esté preferentemente orientado para elegir aquellos parámetros de estimulación de su medio que se sitúan precisamente entorno a las características que definen a sus congéneres. Esta preferencia está marcada filogeneticamente y garantiza su supervivencia por su gran valor adaptativo. Los neonatos prefieren estímulos fuertemente estructurados, desde el punto de vista perceptivo, tridimensionales, móviles y relativamente complejos, dependiendo de la edad, estímulos de contornos curvilíneos, medianamente brillantes, coloreados y con elementos abultados . Algo semejante podría decirse de las preferencias sonoras de los bebés.

Estos programas de “sintonización”, de orientación preferente hacia los miembros de su propia especie, son complementados por los programas de “armonización”, que parece preparar al bebé para dar respuestas a las estimulaciones de sus congéneres de acuerdo a ciertos esquemas de armonía.

Estos esquemas de armonía pueden consistir en respuestas de grupos musculares “sincrónicas” a los estímulos auditivos de la voz humana, o en la emisión de respuestas propias semejantes a las presentadas por el estímulo social y que acaben en la competencia del bebé , o más general, en la acomodación del ritmo propio al ritmo del compañero social.

Ya a este nivel, podemos estudiar si existen alteraciones en los programas de sintonía y armonización en niños autistas.

En lo que se refiere a la sintonización, la observación clínica indica que estos niños no muestran preferencia por los ojos, cara, ni una atención especial a la voz humana en edad temprana. Pero aún no existen estudios experimentales que midan el grado de esta alteración.

Por otro lado, los dos programas de armonización mejor estudiados son el de la sincronía interactiva  y la imitación neonatal .


a) Sincronía interactiva.

El fenómeno de la sincronía interactiva se refiere a la relación o “armonización” que existen entre las verbalizaciones de la madre o de la figura de crianza y los movimientos del bebé.

Los niños autistas dan múltiples respuestas al sonido como un eco, y, éstas, son más tardías en comparación con los niños normales, dando muestras así de una alteración en la sincronía interactiva .

De ser cierto, este retraso en la sincronía alteraría totalmente el mundo perceptivo del niño, pero todavía deben discutirse estos estudios.


b) Imitación neonatal.

Meltzoff y Moore (1977) estudiaron la imitación neonatal en bebés de tres semanas en situaciones en las que un bebé veía al adulto pero el adulto no veía al bebé. El adulto hacía gestos sencillos con la cara y se iba filmando al bebé. Estos autores encontraron un aumento de los gestos realizados por el bebé. Se trata de una imitación no sistemática, de un aumento en la probabilidad de esas respuestas. Por otra parte, la imitación del niño es muy selectiva y sólo imitará aquellas formas que corresponden a su nivel.

Debemos plantear la cuestión del papel que desempeña la imitación en la organización de ciertos comportamientos tales como el llamado juego cara a cara. Las expresiones faciales se organizan en el marco de un modelo de imitación, en un proceso que comienza a las seis semanas. Cuando, más adelante, las expresiones faciales del bebé empiezan a agruparse hasta formar “turnos” parecidos a un diálogo, el bebé ya ha estado observando e imitando durante meses.

Aunque no se cuenta con datos de neonatos autistas, es bien sabido que la adquisición y uso de la imitación es una de las capacidades alteradas de los niños autistas.


4.1.1.2.  Percepción de contingencias.

Durante muchos años los especialistas han aceptado la idea de qué posiblemente exista una motivación primaria a la relación social, algo que desde que nacemos nos lleva a acercarnos a los demás. Para los especialistas esto supone una posible explicación del desarrollo social desde el nacimiento.

La repetición de los esquemas expresivos  hace posible que el niño perciba el conjunto de todas sus conductas como un todo, es decir, que su comportamiento genera unas respuestas determinadas en el medio .

Los estudios de J.S. Watson y C.T. Ramey (1972) indican que los mecanismos que coordinan las respuestas sociales y no sociales del niño son los mismos. Estos autores encontraron que bebés de ocho semanas daban respuestas a objetos inanimados cuando podían controlar el movimiento mediante la presión de la cabeza en una almohada experimental. A raíz de sus estudios, Watson, llega a la conclusión de que es la percepción de una relación de asociación entre las propias respuestas y una estimulación adecuada, el principal factor del que se vale el niño para diferenciar los objetos sociales y no sociales.

Los objetos sociales proporcionan al bebé asociaciones estimulares a las respuestas del bebé antes de que éste pueda manejar objetos no sociales y además, las contingencias sociales son fundamentalmente imperfectas o variadas frente a la “perfección” de la contingencia no social . Pero es interesante remarcar, que aunque parezca mentira, los objetos no sociales son capaces de producir conductas sociales.

Algunos autores han hipotetizado que la dificultad del niño autista para asociar respuestas propias con las contingencias estimulares del medio social podría ser la causa de las alteraciones en el comportamiento social, junto a los que le rodean, de los autistas .

Por tanto, se debe valorar con especial detenimiento los juegos de repetición que se realizan entre niño y familia, esencialmente la madre, aproximadamente de los dos a los cuatro meses . En estos juegos, la madre, interpretando en términos de intención las respuestas del niño, va a provocar una y otra vez los mismos estímulos en el niño como consecuencia de tales respuestas.

Estos juegos de repetición, que implican el mecanismo de percepción de contingencias, son el origen de la interacción intencional, porque cuando el adulto presenta estímulos contingentes y repetidos  ante las distintas respuestas del niño, está estableciendo las bases de la predictibilidad  indispensable en toda comunicación.


4.1.1.3.  Apego.

Siguiendo con el análisis del primer año, conviene detenerse en dos procesos que aparecen entre los cuatro y los ocho meses  y que son fundamentales para el logro de la relación social primaria.
•    Concentrar respuestas efectivas positivas en uno o dos individuos.
•    Aparición de respuestas negativas a individuos desconocidos.

Estos dos procesos se refieren evidentemente al desarrollo de la vinculación y del apego .

Mientras que hasta los cinco o seis meses se puede hablar de un apego inespecífico a los humanos, a partir de esta edad aparece una vinculación específica a una o varias personas . El desarrollo de esta vinculación (apego) provoca diferenciaciones en las personas que rodean al niño en base al mayor o menor grado de apego, proceso que derivará   en el octavo mes en la crisis ante el extraño.

A pesar de la ausencia de estudios precoces con niños autistas se pueden recomponer etapas muy tempranas de su vida en base a historias clínicas, en las cuales se revela que los autistas, cuando menos, adquirieron el apego específico a una edad normal, y que en los mejores casos tuvo un desarrollo posterior. Sin embargo, también se puede suponer – con lo sabido hasta ahora – que existe una seria alteración en su vinculación o apego inespecífico, mucho más primario y adaptativo.


4.1.1.4.  Conducta intencional.

De los ocho a los doce meses aparecen las conductas intencionales. Si en la etapa anterior la madre era la encargada de iniciar la interacción y para que el niño pudíese insertar su repertorio, ahora es el niño el que trata de producir ciertos efectos en los demás. La diferenciación medios-fines, la crisis que aparece en el niño cuando empieza a reconocer a conocidos y a extraños y la posibilidad de coordinar esquemas de su comportamiento, frente a los objetos, con los de personas determinan el nacimiento de la conducta intencional.

La anticipación,  hace posible la aparición de conductas que son dirigidas a un fin, y que utilizan para lograrlo un instrumento, ya sean objetos o personas.

Mientras el niño va desarrollando esta intención, la madre y el medio social no son neutros. Los adultos constantemente atribuyen intenciones que en realidad el niño no tiene.
En el caso de niños autistas, la ausencia de respuestas confirmatorias por parte del niño a las atribuciones de su madre  puede conducir a que la madre disminuya sus conductas de atribución y renuncie, en algunos casos,  a seguir los intentos de comunicación. Evidentemente, esta renuncia recorta aún más las posibilidades de desarrollo de una conducta intencional posterior.

Si nos fijamos en el desarrollo evolutivo de la conducta instrumental,  observamos que en la fase en la que todavía no existe una verdadera comunicación intencional, si el niño quiere coger algo que está cerca del adulto, prescinde de él y dirige todos sus esfuerzos al objeto mismo. Más tarde, en el mismo caso, el niño coordina los esquemas dirigidos al objeto y los de persona y formula un protoimperativo .

Bates (1976, 1979) y Harding y Golinkoff (1979) coinciden en que los comienzos de una la comunicación intencional pueden aparecer hacia los nueve meses, cuando el niño puede coordinar  esquemas de interacción, orientados a personas, y esquemas de acción, orientados a objetos.

La conducta intencional es una conducta que anticipa una meta:
•    Establece una meta posterior a la conducta.
•    Establece medios para lograrla.
•    Estos medios son flexibles.

Las primeras conductas intencionales comunicativas  tienen por meta  el logro del objeto mediante una persona. Los dos sistemas comunicativos que aparecen en esta etapa del desarrollo del niño son los protoimperativos y los protodeclarativos.

El protoimperativo surge cuando el niño se sirve del adulto para conseguir el objeto .


Protoimperativo: Uso de un adulto para conseguir un objeto:

                                                       ADULTO
                                          NIÑO                   OBJETO


Del niño hacia el adulto, del adulto hacia el objeto y del objeto hacia el niño.



Protodeclarativo: Uso de un objeto para conseguir un fin social:

                                                       OBJETO
                                      NIÑO                             ADULTO


Del niño hacia el objeto, del objeto hacia el adulto y del adulto hacia el niño.

Hacia el final del año aparecen los protodeclarativos. En este caso, el objeto de la comunicación es compartir la experiencia con otra persona y el instrumento es el objeto. Los protodeclarativos implican un nivel de desarrollo mucho más alto a partir ya que se trata de compartir la experiencia con los otros.

En general, los niños autistas no suelen servirse de los objetos para evocar la atención de los que les rodean, y conductas como  señalar con el índice o tratar de dirigir la  atención del otro por cualquier medio constituyen una carencia muy habitual.

La aparición de los protodeclarativos indica el comienzo de la verdadera intención comunicativa y de la capacidad de relacionarse con las personas como personas, diferentes del “yo”.  

Es precisamente en este punto en la que los niños autistas fracasan, incluso en niveles de inteligencia altos, y presentan graves dificultades, que no consiguen superar a lo largo de su desarrollo. Este fallo en el desarrollo de los primeros esquemas intencionales , es lo que explicaría la incapacidad del niño autista para conocer las intenciones de los otros, reconstruirlas,  aprender los patrones adecuados de la expresión de los sentimientos, comprender la naturaleza de la relación con los demás, entre ellos y con él, entender las creencias del otro...

La comprobación de cómo actúan los niños autistas ante las conductasintencionales ofrece los siguientes resultados:
-    En primer lugar, los niños autistas tienden a comportarse en las situaciones comunicativas-personales del mismo modo que en las instrumentales. El más claro ejemplo es la conducta autista de tomar la mano del adulto como instrumento para sus deseos y manipulaciones. Este uso de la mano del adulto como instrumento no es más que la aplicación de un esquema de acción instrumental bien conocido.
-    Otra característica diferencial de los niños autistas consiste en que,  mientras que los niños normales toman al adulto como una totalidad y van continuamente coordinando distintos esquemas de interacción, los autistas que mantienen ciertos esquemas interactivos carecen de la necesaria coordinación entre ellos. Por ejemplo, un niño podrá dar algo a un adulto (hacerle una petición) evitando establecer contacto ocular.

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