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martes, 17 de noviembre de 2009

AUTISMO 15- EL MUNDO DEL AUTISTA ADULTO


En general, el autista adulto sólo muy recientemente ha comenzado a recibir atención de los investigadores. La juventud del mismo diagnóstico de autismo propicia que, por ejemplo, en España la población diagnosticada de autista tenga como estimación una media de edad inferior a los diez años. Y, sin embargo, qué duda cabe que el autista adulto requiere una atención especial por dos razones:

•    En primer lugar, porque se suele reconocer que el síndrome evoluciona. Esto significa que, conductualmente, el sujeto autista muestra cambios, aunque éstos no siempre estén bien definidos.
•    En segundo lugar, porque las necesidades educativas de los adultos autistas pueden ser diferentes de los de la etapa escolar. Una correcta comprensión de la problemática del autista adulto es fundamental para implementar servicios y centros educativos adecuados.
 
Por lo general, con la edad mejora el contacto con el medio y pierde parte de su indiferencia hacia las personas, pero persiste su marcada ineptitud social cuando tratan de relacionarse con los demás.

Evidentemente, la respuesta social del niño autista está mediatizada por el desarrollo simbólico lingüístico del sujeto y por la enseñanza recibida. Así, los niños autistas que no poseen lenguaje hablado tienden a tener un pronóstico social pobre , son muy pocos los que se ajustan bien socialmente y ninguno ha tenido un trabajo remunerado.

Los niños autistas con un leve retraso desarrollan un conocimiento de sus propias limitaciones en la adolescencia . A menudo están angustiados por la falta de conexión entre sus deseos de hacer amistades y su incompetencia para las relaciones sociales; por ello, es útil un enfoque psicoterapéutico que les ayude a comprender y asumir sus emociones y a encontrar la manera de enfrentarse a sus incapacidades.
En la medida en que el nivel cognitivo simbólico lo permite, van desarrollando conductas sociales más complejas, como juegos muy simples de interacción, conductas de cooperación o competencia, desarrollo de la habilidad de engaño, chistes..., pero siempre bajo el común factor de la ingenuidad.

En muchos casos, la correcta enseñanza durante los años escolares ha contribuido, en buena medida, a corregir la magnitud de las alteraciones sociales que el sujeto podía mostrar. Así, es posible conseguir la eliminación de conductas sociales patológicas y alcanzar una tasa aceptable de contaco ocular e, incluso, una aceptación del contacto corporal .

En todos los casos, la conducta social estará determinada por cierta rigidez o ritualismo, que hace que no exista uno de los principales rasgos distintivos de lo social: su espontaneidad, su flexibilidad, su capacidad de nuevas interacciones.

El autista, invariablemente, sigue percibiendo la relación social como un esfuerzo, un trabajo para el que puede estar entrenado, pero que no le reporta ninguna satisfacción. Así, no iniciarán ellos una conversación y, a menos que se le pregunte, no participará, y lo hará de una manera obsesiva haciendo inagotables variaciones sobre el tema.

La transición de la etapa escolar al trabajo es normalmente difícil hasta para un autista que ha hecho muchos progresos. En casi todos los casos, sus logros educacionales y sus trabajos han tenido que ser menos exigentes de lo que indicaba su C.I. . El éxito en el trabajo depende de una rutina regular.

La experiencia clínica con autistas inteligentes proporciona constantes referencias a las dificultades de adaptación social, no consiguen entender los motivos o intenciones de la gente y son incapaces de anticipar conductas en los demás .
Por último, no se puede cerrar este apartado sin el comentario sobre la propia percepción de su infancia de un autista que nos ofrece J. Bemporard (1 983). Se trata de un autista adulto que relata su infancia  y podemos resumir en cinco puntos su percepción del mundo :

1.    Desintegración del mundo perceptivo. No existen los procesos integrativos que organizan la realidad en unidades significativas y, por lo tanto, los procesos simbólicos estarán alterados.
2.    Extraña fascinación ante ciertos objetos o ciertas partes de los objetos.
3.    Imposibilidad para predecir y anticipar la conducta de los demás, y, por eso, la relación con las personas le produce miedo. El miedo es específico hacia las personas porque la conducta de los objetos en relación a su conducta le resulta mucho más predecible y anticipable.
4.    Grandes dificultades en la comprensión del lenguaje oral, los demás hablan muy deprisa y le "exigen" habla. El resultado es que vivirá el lenguaje con una gran carga fóbica.
5.    El mundo de los demás le resulta opaco. No se siente capaz de participar en las interacciones de los demás y se siente extraño para los demás.

  En resumen, donde más claramente se observa el cuadro de alteraciones sociales es en los niños pequeños, especialmente antes de los cinco años. Los estudios de seguimiento   han probado que pueden producirse cambios al aumentar la edad. Aunque algunos niños no hacen progresos y un pequeño número empeora, aproximadamente el 25% se hacen menos resistentes a los cambios, participan menos en actividades estereotipadas, pierden su indiferencia hacia las personas, y desean sumarse a la vida social, pero sufren una marcada ineptitud social cuando tratan de relacionarse con otras personas.


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