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miércoles, 18 de noviembre de 2009

CAPÍTULO 10 Ninakawa Sonríe


Justo antes de que Ninakawa expirase le visitó el maestro zen Ikkyu.  
-¿Quieres que te guíe? -preguntó Ikkyu.
-Llegué aquí solo y me marcho solo -replicó Ninakawa-. ¿Cómo puedes ayudarme?
Ikkyu respondió:
-Si piensas que realmente llegas y te marchas, ésta es tu ilusión. Permíteme que te muestre el camino en el que no hay llegar ni marcharse.
Con estas palabras Ikkyu había revelado el camino tan claramente que Ninakawa sonrió y expiró.


La muerte es el crescendo, la cumbre más alta que puede alcanzar la vida. En el momento de la muerte mucho es posible. Si te has estado preparando y preparando, meditando y esperando, entonces en el momento de la muerte la iluminación es fácilmente posible, porque la muerte y la iluminación son similares. Un maestro, uno que está iluminado, puede fácilmente hacer que te ilumines en el momento de la muerte. Incluso antes, cuando suceda, tienes que estar preparado para morir.
¿Qué ocurre en la muerte? De repente estás perdiendo tu cuerpo, de repente estás perdiendo tu mente. Notas que te estás separando de ti mismo, de todo cuanto crees que eres tú mismo. Es doloroso, porque sientes que te ahogas en el vacío. Ahora no estarás en ningún sitio, y hasta ahora has estado identificado con el cuerpo y la mente, y nunca has conocido el más allá; nunca te conociste más allá del cuerpo y de la mente. Estuviste tan obsesionado con la periferia que olvidaste completamente el centro.
En la muerte tienes que afrontar este hecho: que el cuerpo se marcha, ya no puede ser retenido por más tiempo. La mente te deja, ya no la controlas. El ego se disuelve, no puedes ni siquiera decir “yo". Tiemblas de miedo, al borde de la nada. Ya no existirás.
Pero si te has ido preparando, si has ido meditando, y preparación significa que te has estado esforzando para usar la muerte, usar este abismo de la nada, para saltar hacia él en vez de ser arrastrado a sus profundidades, para ti la muerte será diferente. Si eres arrastrado por las malas, no quieres ir allí y te han hecho cautivo, resulta dolorosa. ¡Mucha angustia! Y la angustia es tan intensa que perderás la consciencia en el momento de la muerte. Entonces te lo pierdes.
Pero si eres capaz de saltar adentro no hay angustia. Si la aceptas y le das la bienvenida y no hay quejas, al contrario, estás feliz y celebrando que el momento haya llegado: podrás saltar fuera de este cuerpo que es una limitación, una prisión, saltarás fuera de este ego que ha sido un sufrimiento. Si puedes darle la bienvenida, no será necesario perder la consciencia. Adoptarás una actitud de aceptación, dándole la bienvenida, lo que los budistas llaman tathata, aceptarla, y no sólo aceptar, porque la palabra "aceptar" no es muy buena, esconde en el fondo algo de no aceptación. No, no perderás la consciencia si le das la bienvenida, si es realmente una celebración, para ti recibir a la muerte, un éxtasis.
Si recibes a la muerte como una bendición, en aquel momento te volverás consciente. Recuerda estas dos cosas: si rechazas, si dices no, perderás la consciencia; si aceptas, das la bienvenida, y dices sí de todo corazón, te volverás consciente. El sí a la muerte te hace perfectamente consciente; el no te sume en la inconsciencia, y éstas son las dos maneras de morir. Un buda muere aceptando totalmente. No hay resistencia, no hay lucha entre él y la muerte. La muerte es divina; tú, sin embargo, mueres luchando.
Si un hombre se ha estado preparando, disponiéndose, en el momento de la muerte el maestro puede ser una ayuda milagrosa. Una mera palabra en el momento oportuno y la llama interior de repente estalla, te iluminas, porque el momento es tal, tan intenso, estás tan concentrado en un punto.
Esto está ocurriendo en esta historia. Ikkyu es uno de los maestros más grandes, un inconformista muy excepcional, revolucionario. En cierta ocasión se encontraba en un templo en el que había tres budas de madera. Como la noche era muy fría, Ikkyu quemó un buda para calentarse. El sacerdote se dio cuenta, estaba profundamente dormido, era en medio de la noche y la noche era muy fría, de que algo pasaba y miró.
¡Buda estaba en llamas!, e Ikkyu estaba allí sentado, tan contento, calentándose las manos. El sacerdote se enfureció y dijo:
-¿Qué estás haciendo? ¿Estás loco? Yo pensaba que eras un monje budista, por eso te permití quedarte en el templo.     Has cometido el acto más sacrílego.
Ikkyu miró al sacerdote y dijo:
-Pero el buda de mi interior tenía mucho frío. Así que se trataba de sacrificar el buda viviente al de madera, o bien el buda de madera al viviente. Y decidí a favor de la vida.
    Pero el sacerdote estaba tan loco de ira que no podía escuchar lo que Ikkyu estaba diciendo.
    -Eres un loco. ¡Fuera de aquí! Has quemado al Buda.
    Así que Ikkyu empezó a hurgar con un bastón entre las cenizas del buda, la estatua estaba casi completamente quemada.
El sacerdote preguntó:
-¿Qué estás haciendo?
-Estoy intentando encontrar los huesos de Buda -dijo Ikkyu.
El sacerdote se rió.
-Eres un tonto o un loco. ¡Estás completamente loco! No puedes encontrar huesos aquí, porque no es más que un buda de madera -dijo.
Ikkyu se rió.
-Entonces trae los otros dos. La noche es todavía muy fría y la mañana está aún lejos.
    Ikkyu era un hombre excepcional. Fue expulsado inmediatamente del templo. Por la mañana estaba sentado justo al lado de la calle, fuera del templo, venerando un mojón de piedra, poniendo flores, rezando. Así que el sacerdote dijo:
-¡Tonto! Durante la noche le faltaste a Buda. ¿Qué has hecho? Has cometido un pecado, y ahora ¿qué estás haciendo con ese mojón? Esto no es una estatua.
Ikkyu dijo:
    -Cuando quieres rezar, todo es una estatua. Antes el buda interior tenía mucho frío. Ahora el buda interior tiene muchas ganas de rezar.
Ikkyu tenía miles de discípulos por todo el país, y solía ir de un lado a otro para ayudarles. Esta historia trata de uno de sus discípulos, Ninakawa. Estaba a punto, casi iluminado. Pero "casi iluminado" no significa nada; puedes retroceder, puedes caer en el último momento. Si no ha sucedido, no ha sucedido. En el último momento, cuando sólo falta un paso para convertirte en un iluminado, puedes retroceder. Ninakawa estaba casi iluminado pero todavía a merced de las escrituras, porque hasta que no llegas a la verdad, es muy difícil librarse de las escrituras.
Es muy difícil salir de la cárcel de las palabras. Sólo sucede cuando estás iluminado de verdad. Entonces puedes ver que las palabras son sólo palabras: no hay nada dentro, no tienen sustancia, están hechas del mismo material que los sueños. Sólo son ondas en la mente, nada más; sonidos en la mente. ¿Y el significado? Éste se lo damos nosotros; no existe, ninguna palabra tiene significado. Y toda palabra puede volverse significativa por común acuerdo.
De modo que sólo es un fenómeno social, que no tiene nada que ver con la verdad. Pero la gente vive por las palabras: si alguien dice algo contra Jesús y eres cristiano, estarás dispuesto a matarle, o a que te maten, es una cuestión de vida o muerte. Alguien dice algo contra Mahoma, y un musulmán se enfada. Sólo una palabra, "Mahoma" es sólo una palabra, "Jesús" es sólo una palabra, pero la gente vive por las palabras.
    He oído contar que en cierta ocasión el Mulla Nasrudin detuvo a un hombre por la calle y le dijo:
    -Estoy en una situación muy difícil: mi mujer tiene hambre, mis hijos están enfermos. ¿Me podrías ayudar un poco?
    El hombre miró a Nasrudin; estaba realmente en un triste estado. Preguntó:
-¿Por qué te iba a ayudar? Pero una cosa quisiera preguntarte: ¿qué es lo que te ha llevado a este triste estado? ¿Cómo te volviste tan miserable? ¿Qué te ha ocurrido?
-Es una larga historia -contestó Nasrudin-. Pero en dos palabras: hace pocos años tenía un negocio, como tú, y los mendigos me paraban en la calle. Todo iba a las mil maravillas. Entonces una catástrofe...
El hombre empezó a interesarse. -¿Qué ocurrió entonces?
-Mi negocio era muy bueno -explicó Nasrudin-, el dinero llovía continuamente. Yo era muy trabajador, estaba totalmente absorto en mi negocio. Y tenía un lema sobre mi escritorio: «¡Piensa constructivamente! ¡Actúa con decisión!», y el dinero continuaba lloviendo. Y entonces... -El cuerpo del Mulla Nasrudin empezó a estremecerse y dijo-: entonces mi mujer quemó mi lema. ¡Todo dependía de él y mi mujer lo quemó! Fue la mayor catástrofe, y esto me llevó a este triste estado.

¿Has pensado alguna vez en lo que será de ti si tus escrituras son quemadas? ¿Qué será de ti si tus lemas son quemados? ¿Qué será de ti si tus palabras son quemadas? Te encontrarás en un triste estado. Por eso, si alguien dice algo contra la Biblia, te enfureces. No es porque esté diciendo algo contra la Biblia: está quemando tu lema. Dependes de la palabra, porque no sabes lo que es la verdad. Cuando la conozcas, te librarás de todas las palabras, quemarás todos los lemas.
El Mulla Nasrudin parece un tonto, pero no lo es. Sólo es un ser humano representativo, el más representativo, el normal. Es tú, con todos tus absurdos, exagerados, naturalmente.

Ninakawa luchó durante toda su vida, meditó, se sentó, utilizó muchas técnicas, intentó de todas las maneras volverse tranquilo, silencioso y pacífico; pero estaba tranquilo en las garras de la escritura. El día en que se estaba muriendo, Ikkyu le visitó. Aquél era el momento de empujar a Ninakawa al abismo infinito. Podía perdérselo, porque en el momento de la muerte, si está ahí la escritura, te lo perderás.
Tienes que estar totalmente vacante, vacío; sólo entonces puedes encontrarte con la muerte, porque la muerte es vacío. Y sólo lo semejante puede encontrarse con lo semejante, lo igual puede comprender lo igual. Si estás lleno, incluso de una simple palabra, te lo perderás, porque la mente está ahí, y la muerte no tiene mente, la muerte no tiene pensamiento. La muerte es simplemente caer en el vacío.
Así que Ikkyu llegó para empujar a este discípulo en este último instante. Había estado perdiéndose toda la vida, no tenía que perderse este último momento. Y yo también te digo: si pierdes toda tu vida, entonces sólo hay una posibilidad y una sola esperanza en el momento de la muerte. Pero no hace falta esperarlo, puede suceder ahora mismo. Si no está sucediendo ahora mismo, entonces sigue intentándolo. Pero prepárate para la muerte. Si estás preparado, yo estaré allí para darte un empujón. Será muy fácil: una pequeña sacudida, y la mente explosiona.

Justo antes de que Ninakawa expirase le visitó el maestro zen Ikkyu.

Los maestros han estado siempre visitando. Puede que no haya ocurrido realmente, recuerda esto; puede no haber ocurrido realmente. Puede ser, es posible, que sólo Ninakawa viera que el maestro le visitaba. Puede haber sucedido realmente, pero esto es irrelevante. Una cosa es cierta: que mientras Ninakawa se estaba muriendo, justo en el último momento, el maestro estaba allí. Este diálogo sucedió entre Ninakawa e Ikkyu. Quizás había allí muchos otros, quizás no oyeron lo que se dijeron maestro y alumno; quizás no vieron llegar a Ikkyu. Era o no era una visita física. Pero sucedió, e hizo... cuanto era necesario.

-¿Quieres que te guíe? -preguntó Ikkyu. Ninakawa replicó...

Un hombre de escritura, particularmente budista, porque en el budismo el gurú no es aceptado. Buda es el gurú más grande. Tienen una razón para ello. Como la mente humana es tan compleja, siempre crea problemas: y el gurú existe para liberarte, pero puedes convertirlo en una atadura. Los hindúes han enseñado que sin el gurú, sin el maestro, no hay iluminación. Y esto es cierto, absolutamente cierto, pero en la época de Buda se convirtió en una atadura.
Sin el gurú, sin el maestro, no hay liberación. De manera que la gente empezó a convertirse en esclavos de los maestros, porque sin ellos no podían liberarse. Mira la mente humana y la estupidez: un maestro es para liberar, pero puedes convertirte en esclavo de un maestro porque sólo él puede liberarte; entonces puedes volverte meramente dócil. Se creó mucha esclavitud; nadie ha creado sobre la tierra tanta esclavitud como los hindúes. En toda la historia del hinduismo, no puedes encontrar ni una sola revolución contra el sacerdote. No, todo el asunto estaba establecido, fijado y sistematizado, y todo el mundo sabía que si te rebelabas contra el sacerdote no había liberación.
Los intocables, los sudras, han vivido en la condición más miserable. Son los mayores esclavos y tienen la historia más larga de esclavitud, pero nunca se han rebelado; porque no les es posible. El gurú, el maestro, el brahmán, es la puerta hacia la divinidad. Has perdido esta vida y si te rebelas te perderás también la otra, de modo que sigue siendo esclavo.
Entonces llegó Buda y dijo: «El gurú no es necesario», no porque el hombre no lo necesite, sino porque acaba convirtiéndose en su esclavo. Ésta era la única forma de decido. Así que Buda dice: «Sé una luz para ti mismo. No es necesario que nadie te guíe. Te bastas a ti mismo».
Ésta es la mayor posibilidad de ser libre, de libertad. Pero también puedes usar mal estas palabras, éste es el problema. Puedes pensar que si no es necesario un maestro, ¿para qué acercarse a Buda? Si soy totalmente independiente, entonces yo mismo soy un buda. Esto ocurrió en el budismo: no hubo esclavitud, pero hubo un profundo egoísmo. Son los dos ex    tremos: o te conviertes en un egoísta, porque no hay gurú, no hay maestro, nadie a quien seguir, o te conviertes en un esclavo, porque sin gurú no hay liberación.
    ¿No puedes estar en el medio?, mantenerte en el medio sin ir hasta el extremo? Si lo consigues, la mente desaparecerá.
    Ikkyu llegó y dijo: «¿Quieres que te guíe?».
    Hizo la pregunta budista básica, sabía que si Ninakawa todavía estaba lastrado con la escritura diría: «No, ¿quién puede guiar a alguien? Nadie es un gurú. Todas las almas son absolutamente independientes. Soy una luz para mí mismo».Pero si no era así, cualquier respuesta era posible. Entonces se abren infinitas posibilidades.

Ninakawa replicó: «Llegué aquí solo...» -esto es lo que dice Buda- ...me marcho solo. ¿Cómo puedes ayudarme?».

Todo el mundo nace solo, se marcha solo; y en el medio de estos dos extremos, llegar y marcharse, puedes engañarte a ti mismo y pensar que estás con alguien, pero a pesar de ello sigues solo. Porque si en el principio estás solo, y al final estás solo, ¿cómo puedes estar con alguien en el medio? La mujer, el marido, el amigo, la sociedad, todos son ilusiones. Sigues solo, la soledad es tu naturaleza. Puedes engañarte, esto es todo. Puedes tener sueños, esto es todo, pero el otro sigue siendo el otro y no hay punto de encuentro. Ésta es la doctrina básica budista para hacer al hombre libre.
Por eso Buda negó incluso a Dios, porque si Dios existe, ¿cómo puedes estar solo? Está siempre aquí. Incluso cuando estás en tu cuarto de baño, él está allí, porque es omnipotente, omnipresente. No puedes evitarle; a donde vayas él irá contigo. Es el ojo cósmico, el espía cósmico, siguiéndote. Todo cuanto haces lo estará mirando. Es muy difícil evitar a Dios; si existe, está en todas partes. No puedes esconderte, esto es muy bello si puedes comprender, y la gente religiosa lo utilizó como ayuda.
Los hindúes, los musulmanes, los cristianos, todos ellos han usado la omnipresencia de Dios. Es una gran ayuda, porque si realmente puedes sentir a Dios siguiéndote como una sombra a todas partes te volverás muy, muy alerta y consciente, porque él está allí. No estás solo, no puedes entregarte al pecado, no puedes entregarte a la ignorancia, al sueño, porque está allí. La presencia te hará permanecer alerta. Éste es el uso correcto. Pero la presencia también puede convertirse en una atadura, un lastre pesado, ansiedad.

He oído hablar acerca de una monja cristiana que ni siquiera podía tomar un baño desnuda. Continuaba teniendo puesta la ropa incluso bajo la ducha, así que alguien le preguntó:
-¿Qué haces?
-¿Cómo puedo desnudarme? -dijo ella-. Dios está en todas partes.

Pero si Dios está en todas partes, en el baño, también está bajo la ropa, no puedes huir de él. Está dentro de ti. Está en todas partes.

Esto puede originar una gran ansiedad, como cuando estás tomando un baño y te das cuenta de que alguien está mirándote por el ojo de la cerradura, te pone nervioso. Y Dios es el mirón cósmico, está en todos los ojos de cerradura; no puedes hacer nada sin que lo sepa; haces el amor y está allí. Todo cuanto haces lo sabe, y todo queda registrado.
Esto puede convertirse en un motivo de gran ansiedad, una neurosis; puede crear culpabilidad, y entonces has errado. Recuerda: cualquier llave que puede abrir una puerta puede también estropear la cerradura si no la utilizas bien. Hay una manera correcta y otra incorrecta de usar una llave. Si la utilizas incorrectamente, puedes estropear la cerradura. Y siendo la mente como es, siempre usa mal las llaves. Entonces se necesita a alguien que te diga: «Tira esta llave, porque ya no sirve. Estás estropeando la cerradura con ella, no te ayuda en absoluto» .
Buda dijo que no se necesita un gurú, porque en su época el gurú significaba el brahmán. Krishnamurti está diciendo lo mismo: no se necesita gurú. Pero hay otra posibilidad: puede darte libertad. Si te da libertad es alguien valioso. Pero puede darte egoísmo, éste es el problema, éste es el obstáculo. Si te proporciona egoísmo, puedes no convertirte en esclavo de otro, pero serás esclavo de tu propio ego. Y recuerda, nadie puede ser un maestro tan peligroso como tu ego. Nadie puede cegarte tanto como tu ego. Nadie puede guiarte a infiernos semejantes a los que pueda guiarte tu ego.
Ikkyu sólo quería saber si Ninakawa todavía estaba aferrándose a las escrituras, o si había llegado a comprender a Buda. La comprensión es diferente, agarrarse es diferente. Uno se aferra a la letra muerta. Si una persona ha entendido, proclama que Buda es el maestro más grande; si no, incluso estando hasta al borde de la muerte, se agarrará a las escrituras.
Ikkyu estaba allí y preguntó: «¿Puedo guiarte? ¿Debo guiarte?.. Porque el camino es desconocido. Nunca lo has recorrido, yo sí. Sé cómo morir, sé cómo celebrar la muerte. Sé cómo uno mismo puede perderse en la muerte, y entonces nunca pierdes; y el verdadero ser nace por primera vez. Conozco el secreto de morir y renacer. ¿Puedo guiarte?».

Ninakawa replicó:
-Llegué aquí solo y me marcho solo. ¿Cómo puedes ayudarme?

Y necesitaba ayuda. Si no hubiera necesitado ayuda, simplemente hubiera reído, sonreído; hubiera dicho: «Gracias». No hubiera tenido que utilizar estas palabras de las escrituras. ¿Para qué usas las escrituras? Son racionalizaciones. Cuando estás indeciso, utilizas las escrituras, porque son muy ciertas. Cuando dudas, usas a Buda, a Krishna, a Cristo, porque pueden ocultar tu duda, tu realidad, y darte una falsa confianza.
Siempre que empleas las palabras de otro estás ocultando tu ignorancia. Este hombre no estaba diciendo: «Llegué aquí solo», ésta no era una experiencia suya. No estaba diciendo «... y me marcho solo». Estaba repitiendo palabras, y no puedes engañar a un maestro con palabras.

Ikkyu respondió:
-Si piensas que realmente llegas y te marchas...

Son éstas las palabras más bellas que jamás hayan sido dichas: la esencia de todas los Upanishads, la esencia de todos los Budas y Mahaviras, en una sola frase.

«Si piensas que realmente llegas y te marchas, ésta es tu ilusión. Permíteme que te muestre el camino en el que no hay llegar ni marcharse».  

Esto es verdaderamente muy sutil y difícil.
Dice Ikkyu: «Si piensas que realmente llegas y te marchas, entonces el ego está ahí. ¿Quién llega? ¿Quién se marcha? Si piensas que llegas y te marchas, no sabes; entonces estás simplemente repitiendo las palabras de Buda». Aquí está la dificultad.
Si has llegado a saber que «Yo llego solo y me marcho solo», entonces llegar y marcharse no existen, porque el alma nunca nació, nunca muere. La vida es un continuo eterno. Continúa. Nunca llega, nunca se marcha. Este cuerpo puede haber nacido, este cuerpo puede morir, pero esta vida, la energía, el ser, el alma o como quiera que llames a la consciencia que existe en este cuerpo, nunca ha nacido y no morirá. Esta consciencia es continua. Nunca ha habido ninguna ruptura en ella.
Si de verdad sabes, sabes que no hay ni llegar ni marcharse. ¿Quién llega? ¿Quién se marcha? Si no entiendes, si no te has dado cuenta de esto, entonces dirás: «Yo llego solo». Pero entonces, este "yo" es el ego; este "yo" no es el sí mismo. Cuando dices «Yo me marcho solo», el énfasis lo pones en el "yo", y el "yo" es la atadura. Si no hay "yo", de pronto te das cuenta de que nunca has nacido y nunca vas a morir; no hay ni principio ni fin. Alguien le preguntó a Jesús: «¿Eres tú el Mesías que hemos estado esperando? ¿Quién eres? Háblanos de ti». Jesús dijo: «Antes que Abraham fuera, yo soy».
Abraham vivió miles de años antes, y Jesús dice: «Antes que Abraham fuera, yo soy». La frase es verdaderamente muy absurda, lógicamente absurda, gramaticalmente incorrecta: «Antes que Abraham fuera, yo soy». Abraham existe en el pasado; Jesús dice: «Antes que fuera...», y Abraham es el primer profeta. Hay muchas posibilidades de que Abraham sólo sea un nombre cambiado de Ram, porque en hebreo antiguo no es Abraham, es Abram. Y Ab simplemente significa respeto, exactamente como Shree Ram; sólo es para mostrar respeto. Es muy posible que Abraham no sea sino Ram.
Dice Jesús: «Antes que Abraham fuera, yo soy». Para Abraham utiliza el tiempo pasado: fue y ya no es; la manifestación estuvo aquí y ya no está. Pero «Yo soy», porque «Yo soy siempre: fui, soy, seré».
La consciencia interior no conoce nacimiento ni muerte; no conoce pasado, presente o futuro: no conoce el tiempo. Es eterna, y la eternidad no es parte del tiempo.

Ikkyu respondió:
-Si piensas que realmente llegas y te marchas, ésta es tu ilusión. Permíteme que te muestre el camino en el que no hay llegar ni marcharse.

¿Qué han estado haciendo los budas? Simplemente han estado mostrándote que eres perfecto tal como eres. No hay que cambiar nada. No tienes que ir a ningún sitio, no tienes que avanzar ni una pulgada. Tal como eres, estás en la gloria perfecta, aquí y ahora. No hay llegar ni marcharse. Basta con que te des cuenta del fenómeno que eres. ¡Basta con que te des cuenta de quién eres! ¡Basta con que te mantengas alerta! Y entonces no hay que conseguir nada, no hay que hacer ningún esfuerzo, porque desde el principio mismo, antes de que existiera Abraham, tú existes. Has visto la creación del mundo, verás el fin del mundo, pero para ti no hay ni principio ni fin.
Tú eres el testigo, y el testigo no puede tener principio ni fin. Si hubieras estado alerta, habrías visto tu propio nacimiento. Si puedes morir conscientemente, verás que la muerte está ocurriendo en el cuerpo y tú eres sólo un espectador. Así que el cuerpo muere, y tú eres sólo un testigo. Y si puedes ser un testigo en la muerte, entonces en la próxima vida, en el nacimiento, serás un testigo. Verás que la mente está escogiendo una matriz; planeando alrededor de la tierra, buscando una mujer, una pareja, haciendo el amor... lo verás.
Exactamente como cuando tienes hambre: vas al mercado y puedes ser testigo de que tus ojos, tu mente miran los hoteles, los restaurantes, para encontrar el lugar adecuado donde comer. Tienes hambre, pero si estás demasiado identificado con el hambre no puedes ser testigo. De lo contrario, el hambre existe, pero tú no eres el hambre. ¿Cómo puedes ser el hambre? ¿Cómo sabrías en este caso que tienes hambre?
El hambre, para ser conocido, necesita algo más allá del hambre que puede mirar y ver, que puede estar alerta. Si puedes estar alerta estando hambriento, entonces puedes ver cómo tu mente está buscando el lugar adecuado para comer. Lo mismo ocurre después de la muerte: tu mente busca la matriz adecuada. Tú escoges, ves lo que está ocurriendo.
Si vas a la búsqueda de una matriz particular, si eres un alma muy buena o muy mala, entonces puedes estar muchos años buscando la matriz adecuada -muy difícil-. Si eres sólo una persona ordinaria, normal, no especialmente buena o mala, ni un Hitler ni un Gandhi, puedes nacer inmediatamente; no es necesario, porque en todas partes hay matrices normales, ordinarias. Entonces mueres y de inmediato renaces, no se pierde ni un instante.
Pero para un Hitler pueden pasar muchos, muchos años; y esto es bueno, tenemos suerte, porque es un alma muy perversa, mucho. No puedes imaginar su perversión, lo pervirtió todo. Y cuando un hombre se pervierte, lo primero que se pervierte en él es su amor, porque el sexo es la raíz de tu ser. Lo primero que se pervierte es el sexo. Cuando el sexo se estropea, todo se estropea; cuando el sexo es natural, todo sigue siendo natural.
Estudia la vida sexual de Hitler y te sorprenderás: no puedes creer lo que hacía. Buscaba bellas mujeres, pero nunca les hacía el amor. ¿Qué hacía? ¡No puedes imaginártelo! Se sentaba y les obligaba a orinar en su cabeza. ¿Qué tipo de hombre...? ¿Qué está haciendo? Y le gustaba mucho: no sólo orinar, también tenían que defecarle encima. Y las mujeres se sentían muy culpables, ¿qué está haciendo?, pero era un hombre tan poderoso: si no le sigues...; mató a muchas mujeres. Todas sus queridas fueron o matadas por él o se suicidaron. ¡No hay perversión mayor! Pero él se sentía muy bien. ¿Qué ocurría?
Se sentía tan culpable que quería autocastigarse; incluso mediante el amor se castigaba. Se sentía tan culpable y la culpabilidad era tan fuerte... Si te sientes culpable no puedes amar, porque el amor sólo puede venir del corazón de uno que no es culpable, que no siente ninguna culpabilidad, que sólo es un niño, inocente. Entonces al amor mana, se convierte en una celebración. Pero si te sientes culpable, te autocastigas mediante el amor, y también castigas al otro. No puedes gozar del amor, porque te sientes culpable, malo. ¿Cómo puedes disfrutar del amor? Crearás un infierno con el amor. Parece imposible, porque fuera de su habitación Hitler era casi un dios, la gente le adoraba. Y dentro de la habitación se sentía inferior, culpable, condenado, y se autocastigaba mediante el amor.
Este tipo de hombre no encontrará fácilmente una matriz, es casi imposible. Tendrá que esperar durante siglos, sólo entonces hallará la matriz adecuada. Nacerá de un hombre y una mujer llenos de culpabilidad, condenados en sí mismos. Pero esto sucede de forma inconsciente, de modo que no tienes que preocuparte mucho por ello. Mueres inconscientemente, renaces inconscientemente; son cosas que ocurren de forma automática. La mente se mueve, se limita a tantear en la oscuridad y se mete en una matriz. Pero si mueres conscientemente, entonces el próximo nacimiento va a ser consciente. Si mueres conscientemente y naces conscientemente, sabrás que no existen ni el nacimiento ni la muerte, sólo se ha escogido un cuerpo. Sigues siendo el mismo, sólo cambia la casa. ¿Dices que es un nuevo nacimiento, he nacido, cuando cambias tu ropa vieja? No, porque sólo te has cambiado de ropa; sigues siendo el mismo. Así es como uno que se vuelve alerta y llega a saber que todos los cambios sólo son cambios de ropa. Y de casas, lugares, situaciones, circunstancias, pero tú sigues siendo el mismo; el centro nunca cambia, es eterno. Dice Ikkyu: «Si piensas que realmente llegas y te marchas, ésta es tu ilusión. Permíteme que te muestre el camino en el que no hay llegar ni marcharse».

¿Qué camino es éste? Porque tenemos que utilizar el lenguaje, por esto dice "camino". De lo contrario, no hay camino, porque un camino siempre lleva a alguna parte. Ningún camino puede llevarte, porque ya estás allí. Si quieres llegar hasta mí, hay un camino, tiene que haberlo. Si vas hacia alguien tienes que seguir un camino, pasar a través de un paso, un puente o alguna otra cosa, porque te mueves hacia afuera. Pero si quieres ir hacia adentro, no hay camino. Ya estás allí. Se necesita una sacudida repentina y simplemente sientes que ya estás allí. Es exactamente como cuando sueñas durante la noche: te duermes en Puna y en el sueño has regresado a tu casa en Londres, o Nueva York, o Calcuta, o Tokio, y en el sueño te olvidas completamente de que estás en Puna. ¿Qué se necesita entonces? Sólo una sacudida. Alguien llega y te despierta. ¿Te despertarás en Londres, Tokio, Nueva York, o en Puna? ¡Sería muy difícil, crearía un mundo muy absurdo si estuvieras soñando con Nueva York y de repente alguien te despertase y estuvieses en Nueva York! Entonces este mundo hubiera sido una pesadilla. Pero te despiertas en Puna; el sueño desaparece.
Los budas han estado enseñando esto: que no es preciso ir a ningún sitio, porque ya estás donde quieres ir; pero estás el un sueño. Sólo en un sueño te has alejado del centro, pero no puedes alejarte de allí. Estás allí. Puedes haber soñado durante millones de vidas, pero no te has alejado del centro en el que estás. Nadie puede hacerlo. Una simple sacudida, sólo alguien que te sobresalte..., te pones alerta y de repente el sueño desaparece. El país del sueño, y Nueva York, y Londres, desaparecen, y estás aquí ahora.
Esta sacudida, este sobresalto, puede ser dado muy fácilmente en el momento de la muerte, porque la totalidad del cuerpo-mente experimenta un gran cambio. Todo está en caos. En un caos puedes ser alertado más fácilmente porque todo es incómodo. Cuando todo es cómodo es difícil sacar a un hombre de su sueño; en realidad nadie quiere salir de un sueño cómodo. Sólo cuando el sueño se convierte en una pesadilla, cuando gritas.

He oído contar que cierta noche el Mulla Nasrudin gritó tan alto que hasta los vecinos llegaron para preguntar lo que había sucedido. El Mulla Nasrudin estaba sentado en su cama llorando, con las lágrimas deslizándose, y su mujer le consolaba, diciendo:
-Sólo era un sueño, Nasrudin. ¿Por qué armas tanto jaleo? Han venido los vecinos, hay mucha gente.
-Pero el sueño era tan..., primero deja que te cuente el sueño -dijo Nasrudin-. En el sueño acudí a una subasta de esposas, unas mujeres muy bellas. Una mujer valía diez mil rupias, otra cinco mil, y muchas costaban mil.
“Yo no tenía dinero. Intenté comprar una esclava, pero no tenía dinero. Busqué en todos mis bolsillos -y aunque tenía un bolsillo en el que nunca buscaba, dijo-: Incluso busqué en este bolsillo.
Había un bolsillo especial en el que nunca buscaba. Y si se perdía algo, la gente le preguntaba: «¿Has buscado en todos los bolsillos? ¿Por qué no en éste?». Y él decía: «Porque esto me da esperanzas. Si busco también en este bolsillo, adiós esperanza, porque pienso que quizás todavía hay una posibilidad..., pero nunca busco en éste, porque sé muy bien que no está aquí».
Dijo a su mujer:
-Incluso busqué en este bolsillo especial y no había dinero. Yo lloraba y gritaba.
Pero su mujer no estaba interesada en esto. Preguntó:
    -Nasrudin, ¿y había mujeres como yo allí también? –lo preguntó tontamente, como haría cualquier mujer, porque ninguna mujer se siente interesada en otras mujeres bellas; su curiosidad se debía más bien a los celos-. ¿Y qué hay de otras esposas como yo? -preguntó-. ¿Cuánto pagaban por ellas?
Nasrudin dijo:
-Por eso grité. Con las mujeres como tú, esta gente había hecho fardos. Una docena, dos docenas; estaban vendiendo esposas como tú a rupia el grupo. Por eso grité: ¡sin dinero para comprar, y esto es lo que le estaba ocurriendo a mi mujer!
Pero lloraba y gritaba incluso fuera del sueño.

Los sueños son efectivos, calan hondo, porque en una mente inconsciente la distinción es de hecho muy vaga; lo que es sueño y lo que es real es muy vago. Están mezclados, las fronteras no están tan definidas, son borrosas. ¿Has visto despertar a un niño llorando porque ha perdido un juguete que había visto en el sueño? «Estoy buscando el juguete. ¿Dónde está mi juguete?» Pero este niño nunca muere en ti. Sólo muere cuando haces un gran esfuerzo para estar alerta; sólo entonces el sueño y la realidad empiezan a distinguirse claramente. Y cuando la vaguedad se ha perdido, cuando las fronteras no están borrosas, cuando te has dado cuenta de lo que es sueño y lo que es realidad, el sueño se acaba, porque entonces ya no puede continuar. Si te has vuelto consciente, el sueño no puede continuar. Aun dentro de un sueño, si te das cuenta de que es un sueño, éste se acaba inmediatamente.
Así que en un sueño nunca te das cuenta de que es un sueño, siempre crees que es real. Para que algo continúe, es necesaria tu sensación de que es real. Le confieres realidad mediante esa sensación. Si ésta desaparece, el sueño también desaparece y sólo queda la realidad.
Es un sueño que estés en este mundo, y es realidad que existas en la divinidad. Es un sueño que estés en el mercado; es realidad que nunca te has alejado del mismo centro de la existencia, de Dios. Es un sueño que hayas ido al mercado, y un sueño puede continuar, no tiene un límite de tiempo. Piensas que eres el cuerpo, pero es un sueño, nunca has sido un cuerpo. Piensas que naces y mueres, pero es un sueño, nunca has nacido y no puedes morir; es imposible.
Dijo Ikkyu: «Es tu ilusión si dices "Yo llego y yo me marcho". No hay nadie que llegue y nadie que se marche. Y no hay sitio alguno al que llegar, ni sitio alguno al que ir. Permíteme que te muestre el camino sin camino. Porque entonces no puede haber camino; porque si no hay nadie que llegue y nadie que vaya, ni sitio a donde llegar, ni sitio a donde ir, ¿cómo puede existir el camino? Así que déjame enseñarte el camino sin camino en el que no hay ni llegar ni marcharse».
Con estas palabras, Ikkyu había revelado el camino tan claramente que Ninakawa sonrió y expiró.
¡Sucedió! Tú has oído las palabras, pero tú no eres Ninakawa, no estás tan preparado, no te hallas en tu lecho de muerte: éste es el problema. Estás esperando algo de la vida todavía, tu sueño aún tiene para ti mucho sentido, has invertido mucho en él. Puedes tener el deseo de salir del sueño, pero es un deseo a medias. La otra parte sigue diciendo: «Suéñalo un poco más, es tan bonito».

Cierta noche, el Mulla Nasrudin llamó a su mujer y dijo: «Tráeme las gafas, porque he estado viendo un sueño precioso y se me promete mucho más. Tráeme las gafas, porque el lugar no está bien iluminado y no puedo verlo claramente».

Cuando tienes pesadillas dices: «¿Cómo salir del sueño?». Pero también tienes bellos sueños; no sólo sueños infernales, tienes sueños celestiales. Y éste es el problema: si no te das cuenta de que un sueño celestial es también un sueño e inútil, no estás en tu lecho de muerte. Tu deseo continúa, vas regando el mundo de los sueños, alimentándolo, ayudándole a crecer.
Ninakawa estaba en su lecho de muerte, se estaba muriendo, no le quedaba futuro. Se hallaba sumido en un caos. Todo el sistema, todo el ajuste del cuerpo, mente y alma se estaba aflojando. Había cosas que se deshacían, no estaba completo. La pesadilla era intensa, porque en la muerte es intensa al máximo. En aquel momento se sentía simplemente desgraciado: muerte y sin futuro.
Si no hay futuro no puedes soñar, porque los sueños necesitan espacio, tiempo en el que moverse. Por esto la muerte parece tan peligrosa, porque no deja tiempo para pensar. No puedes esperar, porque no hay mañana. La muerte no te mata, simplemente mata el mañana, y el mañana ha sido toda tu existencia. Nunca has vivido en el hoy, has estado siempre posponiendo para mañana. Y la muerte mata el mañana, simplemente quema tu calendario; de pronto se para el reloj, el tiempo no se mueve.
¿Qué puedes hacer sin tiempo? ¿Cómo puede la mente pensar, desear, soñar? La muerte cierra la puerta: éste es el miedo.
¿Por qué la muerte te atemoriza tanto, te sientes tembloroso y asustado? Porque parece que no hay más allá, no hay posibilidad de huir de ella. No puedes hacer nada porque no puedes pensar, y tú sólo sabes una cosa: pensar, nada más. Toda tu vida ha consistido en pensar. Y resulta que la muerte no deja pensar. Sólo un hombre que ha meditado y ha experimentado el no-pensar antes de morir estará libre de miedo, porque sabe que el pensamiento no es la vida.
Y conoce un plenum diferente de existencia. Conoce la profundidad, no la extensión de la existencia. No va de este momento a este otro, no va de hoy a mañana. Se mueve en este momento, más, y más y más hondo; en el hoy, más y más y más hondo. Se mueve en el aquí y ahora, en profundidad. Tú tocas este momento y vas hacia otro momento; tienes un movimiento horizontal: de A a B, de B a C, de C a D. Y un hombre que medita va de A1 a A2 a A3, en profundidad, no a B. No tiene mañana. Este aquí ahora es para él la única existencia, ¿cómo puede entonces haber muerte? En este instante estás vivo; sólo en el próximo puedes morir. En este instante nunca ha muerto nadie. En este instante estás vivo, y este hombre que medita se mueve en este instante: ¿cómo puede morir?
La muerte ocurrirá en la periferia; se enterará de ello. Será exactamente como cuando te enteras de que un vecino ha muerto: se enterará de que el cuerpo ha muerto, éstas serán las noticias. Incluso puede sentir lástima por el cuerpo, pero no se está muriendo.
Ninakawa era un meditador justo al borde de la iluminación, que se agarraba todavía. Puedes saltar al abismo y aferrarte aún más a una enredadera, y seguir agarrado, atemorizado. Estás casi en el abismo, tarde o temprano caerás, pero por un momento más la mente dice: «¡Agárrate!». Ninakawa se agarraba a las escrituras, a los budas, a las palabras, a las doctrinas. Estaba todavía repitiendo conocimiento. Sólo una enredadera; tarde o temprano tendrá que dejarla, porque cuando la vida te deja, ¿cómo pueden conservarse las palabras? Te dejarán. Con esta revelación de Ikkyu, entendió, dejó de aferrarse. Sonrió y expiró.
Tú nunca sonríes. O lloras o ríes, pero nunca sonríes. Una sonrisa está justo en el medio, es difícil para ti. O lloras o ríes, son las posibilidades, los dos extremos. Intenta averiguar lo que es este fenómeno de la sonrisa.
Sólo un buda sonríe, porque está justo en el medio. Una sonrisa tiene la tristeza de las lágrimas y la felicidad de la risa. Una sonrisa está compuesta de ambas cosas, tristeza y felicidad. La sonrisa nunca es simple risa: tiene la expansión de la risa y la profundidad de la tristeza, participa de ambas. Mira un buda, medita en él, y verás en su rostro tristeza y felicidad; un flujo feliz de su ser y al mismo tiempo una profunda tristeza.
Con estos dos productos, por decirlo así, se crea una sonrisa. Cuando te sientes triste por todo el mundo, cuando te sientes triste por toda la existencia porque están sufriendo innecesariamente.  No puedes imaginar la tristeza de un buda, es difícil para ti. Tú piensas que un buda es feliz. Es feliz en lo que a él concierne, pero ¿con respecto a ti? No puedes concebir su dificultad, porque te ve, y sabe que estás sufriendo innecesariamente, y no se puede hacer nada, no se te puede ayudar. Una enfermedad que no existe, ¡es incurable! Sin embargo, sabe que a la vuelta de la esquina, con un simple giro de tu ser, todo quedaría resuelto. Pero tú no darás ese giro. Saltarás y harás muchas cosas, pero siempre evitarás ese giro. Vas a tientas en la oscuridad, pero de alguna forma, milagrosamente, nunca encuentras la puerta. Sabes cómo no encontrarla, eres bueno en esto: cómo no encontrar la puerta y seguir siempre tanteando.
Un buda tiene dificultades porque ha experimentado algo que ya tienes. La misma existencia feliz, la misma belleza, el mismo éxtasis que él tiene, los tienes tú. Y sigues llorando, y sigues dándote golpes de pecho, y estás inmerso en un gran dolor, y nada puede hacerse. Una tristeza...

Se dice que cuando Buda alcanzó la puerta, la última puerta, ésa tras la cual ya no hay más puertas y no puedes regresar; es el final, la puerta del nirvana, ésta se abrió para él y se le daba la bienvenida. Porque una vez tras millones de años alguien llega al final. Pero él le dio la espalda a la puerta y miró al mundo; y dicen que sigue parado allí, no ha entrado.
El portero preguntó:
-¿Qué haces? Te has esforzado para esto durante muchas, muchas vidas. Ahora la puerta está abierta, entra.
    Y Buda dijo:
    -A menos que cuantos están sufriendo allí fuera entren, yo no puedo entrar. Seré el último en hacerlo.  -Esta es la tristeza.

La historia es realmente preciosa. Nadie puede quedarse ante la última puerta, es cierto; no existe una puerta así, ni un portero. Caes y no hay manera de pararte. Esta bonita historia muestra de manera simbólica la consciencia de un buda, el conflicto, su angustia, su dolor. Ya no es su dolor ahora, es el dolor de otros el que le entristece.
Es como si te hubieras despertado y todos los demás estuvieran aún profundamente dormidos, soñando y teniendo pesadillas, gritando, saltando, llorando... Tú sabes que sólo son pesadillas, pero están tan borrachos y tan profundamente dormidos que no puedes ayudarles. Si intentas despertarles se enfadan. Dicen: «¿Por qué turbas nuestro sueño? ¿Quién eres tú?». No puedes despertarles y tienes que contemplar su dolor y sufrimiento.
Buda está triste, por ti. Buda ríe profundamente, todo su ser está lleno de risa. Igual que un árbol, ha florecido, todo él se ha convertido en una danza. Y ambas cosas se encuentran en él: la risa que burbujea y va saliendo, aunque no puede reír por tu culpa, y la tristeza que tú creas. Ambas se encuentran y ello crea una sonrisa. Una sonrisa es al mismo tiempo risa y lágrimas. Tú no puedes sonreír: puedes reír, puedes llorar. Cuando lloras, ¿cómo puedes reír? Siempre lloras por ti mismo; es un elemento singular. Cuando ríes, ríes; ¿cómo puedes llorar? Siempre lloras por ti mismo. En Buda, el ego ha desaparecido, ahora ya no existe, ha ocurrido el encuentro con la totalidad. Se encuentran dos elementos: la consciencia que se ha vuelto perfecta y, alrededor, millones de consciencias que son perfectas, sufriendo, sufriendo innecesariamente, sin causa. Ambas se encuentran, y una sonrisa triste y sin embargo,  feliz aparece en su rostro.
No puede llorar porque lo que estás haciendo es tan tonto. No puede reír porque si lo hiciera resultaría muy duro para ti.  Como máximo, puede sonreír. Esto ocurrió, de modo que una  sonrisa se ha convertido en el símbolo de la persona que se ha iluminado.

Con estas palabras Ikkyu había revelado el camino tan claramente que Ninakawa sonrió y expiró.  

Entonces no es una muerte, es un paso -un paso al otro mundo, un paso a otro nacimiento-; nadie se estaba muriendo. Y si puedes morir con una sonrisa conoces el arte de morir, y la religión no es otra cosa más que el arte de morir, nada más que esto.

Ahora voy a repetir la primera historia con que empezamos, para que no te olvides de ella: el olvido es un truco.
Estos diez días hemos estado hablando de «Ni agua, ni luna». Se quedará en simple charla, palabras y palabras y palabras, si no estás preparado para morir. ¡Ponte en tu lecho de muerte! ¡Sé un Ninakawa! Entonces estas palabras son tan claras, más de lo que nunca fueron las de Ikkyu. Yo te digo: estas palabras son más claras de lo que fueron nunca las de Ikkyu. Tú también puedes sonreír y expirar. Recuerda:

La monja Chiyono dedicó años al estudio, pero fue incapaz de hallar la iluminación. Una noche, acarreaba un viejo cubo lleno de agua. Mientras caminaba, contemplaba la luna llena reflejada en el agua del cubo. De pronto, las tiras de bambú que sujetaban el cubo se rompieron, y el cubo se hizo pedazos. El agua se derramó, el reflejo de la luna desapareció, y Chiyono se iluminó.

Más tarde escribió este poema:

De una y otra forma
intenté mantener Íntegro el cubo, esperando que el frágil bambú nunca se rompería.
De pronto, el fondo cedió, se derramó el agua;
se acabó la luna en el agua (vacío en mi mano).

Ve con vacío en tu mano, porque esto es todo..., esto es todo cuanto te puedo ofrecer y no hay nada más grande que esto. Éste es mi regalo: ve con vacío en tu mano. Si puedes llevar vacío en tu mano, todo se vuelve posible. No lleves posesiones, no lleves conocimiento, no lleves nada que llene la vasija y se convierta en el agua, porque entonces sólo estarás viendo el reflejo. En la riqueza, en las posesiones, en las casas, en los coches, en el prestigio, verás el reflejo de la luna llena. Y la luna llena está ahí, esperándote.
¡Permite que el fondo ceda! No intentes esto o lo otro para proteger el viejo cubo. No vale la pena. No te protejas, no vale la pena. Permite que el cubo se rompa, que el agua se derrame, que la luna en el agua desaparezca, porque sólo entonces serás capaz de levantar los ojos hacia la verdadera luna. Ella está siempre en el cielo, pero se necesita vacío en la mano. Permanece más y más vacío. Poco a poco, poco a poco, lo saborearás. Y cuando llega el sabor... es tan bello.
    Una vez conoces el sabor del vacío, has conocido el significado mismo de la vida. Lleva vacío, deja caer el cubo de agua que es tu ego, tu mente y tus pensamientos, y recuerda: ni agua, ni luna (vacío en la mano).
    Basta por hoy.

El autor



La mayoría de nosotros vivimos nuestras vidas en el mundo del tiempo, entre recuerdos del pasado y esperanzas del futuro.  Sólo rara vez tocamos la dimensión intemporal del presente, en momentos de belleza repentina, o de peligro repentino, al encontrarnos con una persona amada o con la sorpresa de lo inesperado.  Muy pocas personas salen del mundo del tiempo y de la mente, de sus ambiciones y de su competitividad, y se ponen a vivir en el mundo de lo intemporal.  Y muy pocas de las que así lo hacen han intentado compartir su experiencia con los demás.  La Tse, Gautama Buda, Bodhidharma… o, más recientemente, George Gurdjieff, Ramana Maharshi, J. Krishnamurti: sus contemporáneos los toman por excéntricos o por locos; después de su muerte, los llaman “filósofos”.  Y con el tiempo se hacen legendarios: dejan de ser seres humanos de carne y hueso para convertirse quizás en representaciones mitológicas de nuestro deseo colectivo de desarrollarnos dejando atrás las cosas pequeñas y lo anecdótico, el absurdo de nuestras vidas diarias.
    Osho ha descubierto la puerta que le ha dado acceso a vivir su vida en la dimensión intemporal del presente, ha dicho que es “un existencialista verdadero”, y ha dedicado su vida a incitar a los demás a que encuentren esta misma puerta, a que salgan de este mundo del pasado y del futuro y a que descubran por sí mismos el mundo de la eternidad.
    Osho nació en Kuchwada, Madhya Pradesh, en la India, el 11 de diciembre de 1931.  Desde su primera infancia, el suyo fue un espíritu rebelde e independiente que insistió en conocer la verdad por sí mismo en vez de adquirir el conocimiento y las creencias que le transmitían los demás.
    Después de su iluminación a los veintiún años de edad.  Osho terminó sus estudios académicos y pasó varios años enseñando filosofía en la Universidad de Jabalpur.  Al mismo tiempo, viajaba por toda la India pronunciando conferencias, desafiando a los líderes religiosos a mantener debates públicos, discutiendo las creencias tradicionales y conociendo a personas de todas las clases sociales.  Leía mucho, todo lo que llegaba a sus manos, para ampliar su comprensión de los sistemas de creencias y de la psicología del hombre contemporáneo.  A finales de la década de los 60, Osho había empezado a desarrollar sus técnicas singulares de meditación dinámica.  Dice que el hombre moderno está tan cargado de las tradiciones desfasadas del pasado y de las angustias de la vida moderna que debe pasar un proceso de limpieza profunda antes de tener la esperanza de descubrir el estado relajado, libre de pensamientos, de la meditación.
    A lo largo de su labor, Osho ha hablado de casi todos los aspectos del desarrollo de la conciencia humana.  Ha destilado la esencia de todo lo que es significativo para la búsqueda espiritual del hombre contemporáneo, sin basarse en el análisis intelectual sino en su propia experiencia vital.
    No pertenece a ninguna tradición: “Soy el comienzo de una conciencia religiosa totalmente nueva”, dice. “Os ruego que no me conectéis con el pasado: ni siquiera vale la pena recordarlo”.
    Sus charlas dirigidas a discípulos y a buscadores espirituales de todo el mundo se han publicado en más de seiscientos volúmenes y se han traducido a más de treinta idiomas.  Y él dice: “Mi mensaje no es una doctrina, no es una filosofía.  Mi mensaje es una cierta alquimia, una ciencia de la transformación, de modo que sólo los que están dispuestos a morir tal como son y a nacer de nuevo a algo tan nuevo que ahora ni siquiera se lo pueden imaginar… sólo esas pocas personas valientes estarán dispuestas a escuchar, porque escuchar será arriesgado.
    “Al haber escuchado, habéis dado el primer paso hacia el renacer.  De manera que esta filosofía no podéis echárosla por encima como un abrigo para presumir.  No es una doctrina en la que podráis encontrar el consuelo  ante las dudas que os atormenta.  No, mi mensaje no es ninguna comunicación oral.  Es algo mucho más arriesgado.  Trata nada menos que de la muerte y del renacer”.  Osho abandonó su cuerpo el 19 de enero de 1990.   Su enorme comuna en la India sigue siendo el mayor centro de desarrollo espiritual del orbe y atrae a millares de visitantes de todo el mundo que acuden para participar en sus programas de meditación, de terapia, de trabajo con el cuerpo, o simplemente para conocer la experiencia de estar en un espacio búdico.



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