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miércoles, 18 de noviembre de 2009

CAPÍTULO 8 El Que Da, Debería Sentirse Agradecido


El maestro Seistsu necesitaba un local mayor, pues el edificio donde enseñaba se había quedado pequeño. Umezu, un comerciante, decidió donar quinientas monedas de oro para la construcción de un edificio nuevo. Umezu llevó el dinero al profesor y Seistsu dijo: -Muy bien, lo cogeré.
Umezu le dio a Seistsu la bolsa de oro, pero se sintió muy insatisfecho con la actitud del profesor, ya que la suma que le había dado era muy alta -una persona podía vivir durante un año con tres monedas de oro-, y el profesor ni siquiera le había dado las gracias.
-En esta bolsa hay quinientas monedas de oro -insinuó Umezu.
-Ya me lo dijiste antes -dijo Seistsu.
-Aunque sea un comerciante rico, quinientas monedas de oro es mucho dinero -insistió Umezu.
-¿Quieres que te dé las gracias por ello? -preguntó Seistsu.
-Es lo que deberías hacer -dijo Umezu.
-¿Por qué debería hacerlo? -quiso saber Seistsu-. El que da debería sentirse agradecido.

Sólo hay dos maneras de vivir tu vida, sólo dos maneras de ser: una es la manera correcta, otra es la equivocada. Lo correcto es dar, compartir, amar. Lo equivocado es arrebatar, explotar, acumular. Amor y dinero son los símbolos de estas dos maneras. Amor es la manera correcta, y dinero, la equivocada. Todo el mundo vive de la manera errónea.
¿Por qué sucede esto? ¿Por qué todo el mundo se equivoca? ¿Dónde están las reglas? Tendremos que penetrar hasta el fondo, sólo entonces serás capaz de entender esta preciosa historia. Y si no puedes entenderla, es que no puedes entender a Buda, a Jesús, a Mahavira. Ellos fueron por el camino del amor, tú vas por el del dinero, y estos dos caminos nunca se encuentran. No pueden hacerlo.
A veces intentas entender a Mahavira, a Buda, a Jesús, pero lo haces utilizando términos de dinero. Los jainas se pasan la vida contando a cuántas cosas renunció Mahavira, "cuántas" es la palabra clave. Si Mahavira hubiera sido hijo de un mendigo, ningún jainista le hubiera adorado. Era hijo de un rey. Tenía un gran reino, mucho dinero, oro, diamantes, y renunció a ello. De pronto se convierte en importante para ti. La importancia reside en el dinero al que renunció, no en él. Aunque te acerques a Mahavira; te acercas a él por el dinero. Qué absurdo. Y así los jainistas van dando importancia al hecho, exagerándolo, porque en realidad el reino no era tan grande. Era un pequeño principado, en la India, en aquella época, había dos mil reinos, era como un pequeño distrito. Y el padre de Mahavira tampoco era muy rico, pero sí era un hombre adinerado, claro está. Cuando por primera vez miraron a Mahavira porque había renunciado al dinero, éste se volvió muy importante. Entonces empezaron a exagerar la cantidad de dinero al que había renunciado. Y ahora han llegado a extremos fantásticos, absurdos; cuanto dicen es sencillamente falso. Mahavira se vuelve importante por el dinero al que renuncia. ¿Qué es lo realmente importante a tus ojos?   
¿Cómo es que ni un solo tirthankara de los jainista pertenece a una familia ordinaria, los veinticuatro son hijos de reyes? ¿Cómo es que ni un solo hombre pobre pudo convertirse en un avatar hindú? ¿Por qué únicamente Rama, Krishna -los reyes- pudieron hacerlo? ¿Cómo es que ni un solo hombre pobre pudo llegar a ser Buda, y únicamente Gautama Siddharta, el príncipe logró hacerlo? ¿Cómo se explica todo esto?
Estas tres religiones nacieron en la India, iy son las más grandes! Un tirthankara puede, desde luego, nacer en una familia pobre, pero no lo reconocerás. Un buda puede ver la luz en casa de un mendigo, pero si existe, no lo reconocerás. Tu reconocimiento sólo puede darse por el dinero al que renuncie. Buda no tiene valor, lo que cuenta es el dinero al que renuncia. Esto te atrae, te hipnotiza.
Un hombre que va por el camino del dinero no puede entender a otro que sigue la senda del amor -es imposible, nunca se encuentran-. Puedes adorar, pero adorarás por las razones equivocadas, porque no puedes entender. Tu adoración se basará en algo equivocado. ¿por qué ocurre así?
En primer lugar, intenta entender por qué el amor se vuelve algo tan imposible, porque ésta es la raíz, la razón por la que no puedes amar. Si consigues amar, el dinero nunca será el apego, no puede serlo. ¿Por qué tú no puedes amar? Desde el mismo principio, algo se estropea en la mente del niño para que no sea capaz de amar. Una cosa: el amor es un fenómeno espontáneo, no lo puedes manipular. Si tratas de hacerlo, lo perderás. Éste es el problema con las cosas espontáneas: son bellas, las más bellas, pero no las puedes manipular. Si lo haces, se vuelven artificiales, algo se estropea.
Cuando nace un niño, empiezas a manipular su amor, dices: «Soy tu padre, ámame», como si el amor fuera un silogismo. «Soy tu padre, luego ámame», «Soy tu madre, luego ámame», «Él es tu hermano, luego ámale». Y el amor no conoce "luegos", no es un silogismo. Nunca esperamos al niño o a la niña, para que el amor les suceda. Empezamos a manipular, a controlar, como si temiéramos que permitiéndoles ser espontáneos no llegaran a amar a su madre, no hay necesidad, o a su padre, no es inevitable. No puedes estar seguro. Puede que sí, puede que no.
De modo que antes de que suceda lo espontáneo, empezamos a forzar al niño, que tiene que ceder, porque está indefenso, y comienza a vender su amor. Ha nacido la política, se convierte en un político, sonríe, y en el fondo está enfadado; muestra su amor, y en el fondo no hay amor -odia a su padre-. Todo hijo odia, por eso las sociedades obligan al hijo a respetar al padre, a amarlo. Porque todas las culturas saben que el hijo odiará al padre, así que «Cread lo opuesto antes de que el odio estalle». Toda hija, toda muchacha, odia a su madre, así que «Ama a tu madre, es tu madre. Respétala». Tenemos tanto miedo que creamos lo opuesto únicamente para protegemos".
¿Por qué el hijo odia a su padre? En primer lugar, se necesita un conflicto, es una parte natural del crecimiento. El niño tiene que luchar con sus padres, si no nunca crecerá. Y la lucha empieza en el instante mismo en que nace el niño; la lucha comienza con el nacimiento.
Ahora los psicólogos dicen que el dolor existe porque hay un conflicto. El niño quiere salir y la madre desea mantenerlo dentro: éste es el conflicto. Por esto hay tanto dolor en el nacimiento. Los animales no experimentan tanto dolor; en las sociedades primitivas no hay dolor. ¿Por qué el nacimiento se vuelve más doloroso cuanto más civilizada es la mujer? Porque cuanto más civilizada, más ego hay; éste se vuelve más fuerte.
La madre quiere conservar al niño dentro..., siente un miedo inconsciente al notar que el niño la está dejando. Durante toda su vida sufrirá esta sensación de ser continuamente abandonada por el hijo. Pero el niño tiene que dejarla, si no morirá en la matriz. Tiene que darle una patada a la matriz, salir al exterior; es un proceso natural. Y cuando una madre lo entiende, no hay dolor en el nacimiento; entonces ella ayuda a su hijo a irse.
Si le ayudas, él nunca te odiará, pero si no permites que tu hijo se vaya, si creas obstáculos, te odiará. Como tú temes el odio, creas lo contrario. Obligas al niño a amarte, y como él es indefenso cede, aunque no lo hace de buena gana, se ve obligado a ceder. Tiene que ceder. El odio sigue en el fondo, y el amor se convierte en una mera máscara, una fachada. Nace el niño y cada día se distanciará de la madre. Tiene que hacerlo, si no nunca será independiente, nunca será él mismo. Debe irse, todos los días y de todas las maneras, y la madre no lo permitirá: «No pases de aquí. No salgas de la casa. No vayas a la calle. No juegues con este niño. No te muevas».
La madre creará más y más fronteras. Y cuantas más fronteras cree, más matará la libertad; el niño sufre: ha nacido el odio. ¿Y qué hacer ahora con este odio? La madre crea su contrario. Pero al hacerlo va en la dirección equivocada.
Este odio tiene que ser entendido, aceptado; no es que haya que crear su contrario. Y tienes que saber que es parte del crecimiento. El niño tiene que irse, y debes darle más libertad cada vez. Naturalmente tienes que estar muy alerta, porque el niño puede hacerse daño.
De manera que la libertad no debe convertirse en un caos, pero a su vez no puedes negarle su libertad con la excusa de que pueda hacerse daño, porque si no estarás creando una mente llena de odio. Se trata de alcanzar un equilibrio realmente difícil.
Si el niño odia a su madre, nunca será capaz de amar a una mujer, porque la primera mujer se ha asociado con el odio. Odias a tu esposa, porque al principio odiaste a tu madre y nunca estarás cómodo con ella. Una mujer siempre te creará incomodidad; te atraerá y te repelerá a la vez. Se convertirá en el foco de tu amor, pero tu amor será superficial, porque si no pudiste amar profundamente a tu madre, ¿cómo podrás amar a cualquier otra mujer? ¡Imposible!
Y tras cualquier amor, fluirá una corriente de odio. El amor resulta dividido, en él se halla oculto el contrario, y de esta forma todo se vuelve venenoso. El niño se alejará más y más, y un día se enamorará de otra mujer. Ésta es la última ruptura. Este día, en realidad, ha nacido el niño. La "ruptura del nacimiento" se acaba este día. Ha durado veinte años, quizá veinticinco; y durante todos esos días ha habido dolor y conflicto. Ahora, al enamorarse de otra mujer, el niño deja a su madre completamente. Por esto las madres nunca pueden sentirse cómodas con las nueras. ¡Imposible! Ellas son el enemigo; esta mujer les ha quitado a su hijo del todo.
Hay unas palabras de Jesús, de las más misteriosas, imposibles de reconciliar con la mente del Mesías. Jesús les dice a sus discípulos: «Si no odias a tu padre y a tu madre, no puedes venir a mí». Un hombre como Jesús, que dice que el amor es el camino, que dice que Dios es amor, que exalta el amor hasta la cumbre más alta y lo hace equivalente a la meditación, dice: «Si no odias a tu padre y a tu madre, no puedes venir a mí». Tiene razón, porque si Jesús no se convierte en tu padre y tu madre... No puedes ir a un maestro si no dejas completamente a tu padre y a tu madre. Ellos son tu pasado, tus asociaciones y relaciones pasadas. Debes abandonarles completamente. ¿Cómo puedes ir a un Jesús, cómo puedes ir a un maestro...?
Si aún estás comprometido con el pasado, tu presente está lastrado, tu futuro es oscuro. Tienes que estar libre de tu pasado, haber roto completamente con él. Sólo entonces tu presente es ligero, y tu futuro no será una progresión mecánica del pasado.
Jesús tiene razón: si no odias a tu padre y a tu madre no puedes ir a un maestro. Por eso, cuando vas a un maestro, tu padre y tu madre están muy preocupados; tiene que ser así. No están nunca tan preocupados. Si vas con una prostituta no estarán tan preocupados; si te conviertes en un alcohólico no estarán tan preocupados.
Pero cuando vas a un Buda, a un Jesús..., a un maestro, se sienten muy preocupados. Algo en el inconsciente les dice: «Ahora es la ruptura definitiva. Si este chico, o chica, va a un maestro, se olvidará del "padre" y de la "madre"». ¡El miedo! Si el hijo se va con una mujer, la madre aún puede tener cierta relación con él. Pero si se va con Jesús, entonces toda relación se rompe; ya no queda ninguna posibilidad; Jesús pide una entrega total. No hay esposa o marido que pueda pedir esto; sólo un maestro puede pedir entrega total, sin reservas.
El niño ha de irse, y cuando se ilumina, rompe completamente con el pasado, con la madre, con el padre, con todo.
Hay otra frase que es también muy misteriosa, parece muy dura viniendo de Jesús. Estaba hablando a la gente y entonces alguien dijo:
-Jesús, tu madre está esperando afuera y hay tanta gente que no puede entrar, y quiere verte.
Dijo Jesús:
-Nadie es mi madre. Dile a esa mujer que nadie es mi madre.

Parece muy duro, grosero incluso. Y Jesús no puede ser grosero, ni puede ser duro. Pero a veces la verdad es grosera, y también dura. Y Jesús no puede mentir, tiene razón: «Nadie es mi madre».
Sucedió una vez que siendo Jesús un niño pequeño, su padre y su madre habían ido al gran templo de los judíos para celebrar el festival anual. Jesús se perdió por entre la multitud, de modo que buscaron y buscaron y únicamente por la tarde, cuando ya estaban muy nerviosos, preocupados, pudieron encontrarlo. Se hallaba sentado con unos eruditos, y aunque era sólo un niño, estaba discutiendo con ellos cosas acerca de lo desconocido. Así que el padre dijo:
    -Jesús, ¿qué estás haciendo aquí? Hemos estado todo el día preocupados por ti.
-No os preocupéis por mí. Estaba atendiendo los asuntos de mi padre, contestó Jesús.
    -Yo soy tu padre -dijo José-. ¿Qué tipo de asuntos estás atendiendo aquí? Soy un carpintero.
y Jesús dijo:
-Mi padre está allí, en el cielo. Tú no eres mi padre.
Jesús como niño tiene que dejar el cuerpo de la madre, si no morirá en la matriz; lo mismo sucede mentalmente. Un día tiene que salir de la matriz de su padre y de su madre. No sólo físicamente, sino también mentalmente; no sólo mentalmente, sino también espiritualmente. Y cuando el niño espiritual ha nacido, está por completo fuera del pasado, ha roto con él, entonces, por primera vez, se convierte en alguien, una realidad independiente, autosuficiente. ¡Existe! Antes de esto sólo era parte de su madre, de su padre, o de su familia; no era él mismo.
Desde el mismo principio la madre y el padre no quieren dar libertad al niño. Y el amor nace sólo en libertad, porque es un fenómeno espontáneo, no puedes hacer nada para que suceda. Si haces algo, destruirás cualquier posibilidad. Ellos lo intentan: «Ámanos», y el niño tiene que ceder, está indefenso.
Hasta para existir tiene que negociar. Cuando el niño dice: «Sí, te quiero, mamá», o: «No quiero a nadie tanto como a ti», en realidad, está negociando al igual que cuando dice: «Te quiero, papá, no hay nadie como tú. Eres único, el mejor, el padre más grande que ha existido». El niño está haciendo política, se ha convertido en parte del juego, de un juego fraudulento. Al principio no se da cuenta de que el amor es un fenómeno espontáneo. Tienes que estar libre, a la espera, en una actitud de plegaria, para que llegue. No puedes hacer nada por él, es un suceso. Ahora será algo que no ocurrirá en toda su vida. Siempre manipulará, siempre intentará controlarlo, siempre será artificial.   
¿Lo has observado? Siempre que amas te conviertes en dos, una parte manipulando. Y en el fondo siempre sabes que estás manipulando; el hombre intenta explotar a la mujer, la mujer intenta explotar al hombre. Y cuando están casados, o sea, cuando su amor se convierte en una atadura, toda esa falsedad poco a poco desaparece. Entonces aparece la persona real, auténtica, y hay un choque. Todo el amor desaparece, porque la verdad es que este amor nunca existió. Si no fuera así, ¿cómo puede desaparecer el amor?
El amor es la cosa más eterna del mundo. La tierra puede desaparecer, las estrellas pueden desaparecer, el amor no. El amor es el fenómeno eterno, el más divino. ¿Cómo puede desaparecer tan pronto? Todavía no se ha acabado la luna de miel y el amor ha desaparecido; nunca existió. Únicamente estabas intentando engañar al otro y a ti mismo. ¿Durante cuánto tiempo puedes engañarte a ti mismo? Y si te vas engañando por demasiado tiempo, se convierte en un lastre tan grande, tan pesado, que se hace imposible vivir. No puedes ser un actor durante las veinticuatro horas del día. Por unos minutos, está bien; en la playa, en el campo, está muy bien; puedes ser romántico artificialmente. Es bueno, es un juego, pero ¿durante veinticuatro horas? Si tienes que actuar durante veinticuatro horas experimentarás una gran tensión y ansiedad, porque te sentirás confinado, encarcelado. Y cuando te sientes así crees que la otra persona es responsable. Entonces te vengas, reaccionas; te molesta todo lo que dice tu esposa, y ella todo lo que dices tú, su marido. Entonces el silencio se vuelve de oro, cuanto menos digas, mejor. Pero esto sucede porque el amor nunca ha existido.

El Mulla Nasrudin estaba enamorado de una mujer. Era muy alta, y vivía muy lejos, casi a una milla de la parada del tranvía, de manera que Nasrudin acostumbraba acompañarla a su casa todas las noches.
    Un día, tras unos cuantos minutos de camino, Nasrudin dijo:
    -Dame un beso.
    Pero era tan alta que él necesitaba un taburete para poder besarla. Así que miraron alrededor y vieron el taller de un herrero, abandonado. Encontraron allí un yunque, así que Nasrudin se subió en él, besó a la mujer y siguieron hacia la casa.
Después de media milla, Nasrudin dijo:
-Uno más, querida.
-No, ya te he dado un beso así que basta por esta noche.
-Entonces, ¿de qué me sirve llevar a cuestas este condenado yunque?
-preguntó Nasrudin.

Si llevas un lastre, tarde o temprano... ¿de qué sirve? Si tu amor es únicamente un medio para otra cosa y no el fin, entonces puede ser un teatro, pero no puede convertirse en una existencia realmente significativa. Estás representando.

    Nasrudin le regaló una sortija de compromiso a esa mujer, era diamantes, Ella la miró y dijo:
    -Es preciosa, pero hay una impureza en el diamante.
    -¿No has oído decir que el amor es ciego? -preguntó él.
  La mujer dijo:
 -Sí -contestó ella-, lo he oído, y sé que el amor es ciego, pero no del todo.

¡Picardía! ¡Mente manipuladora! Puedes representar la ceguera, pero ¿cómo puedes ser ciego de veras? Puedes actuar, pero la actuación no puede convertirse en la vida. Y en el fondo no estás implicado en ello, y entonces empiezas a odiar.
El amor sólo puede ser espontáneo. No hay otra manera de llegar a él. Sea lo que sea lo que diga Dale Carnegie, no hay otra manera de llegar a él. No puedes ser educado para el amor. Si tratas de manipularlo, lo perderás para siempre. Uno sólo tiene que esperar en actitud de plegaria. Al niño hay que darle libertad para que un día nazca el amor. Pero son indispensables una madre muy valiente y un padre muy valiente. Por eso siempre digo que ser madre es una de las cosas más difíciles del mundo. Se puede dar a luz un hijo, pero para ser madre o ser padre, pocos están capacitados, porque una madre debe saber dar al niño toda la libertad de forma amorosa; sólo así surgirá en su hijo el amor espontáneo.
El niño debe enamorarse de su madre, no debe ser obligado a ello. Puede suceder, puede no suceder. Por eso es un acto muy valiente por parte de la madre. Nadie sabe si ocurrirá. Nadie puede predecirlo, no es mecánico. Si sucede, será maravilloso para la madre; si no es así, ella tendrá que empezar a rezar para que su hijo pueda amar a otra mujer, pero no forzarlo. Si lo fuerzas, el niño aprenderá un truco, un artilugio, y lo utilizará una y otra vez; con una mujer y otra, con este hombre y este otro, y toda su vida se convertirá en una serie de trucos; no será real, se volverá artificial.
Cuando el amor se vuelve artificial, el dinero se vuelve importante. Hay que entender esto. ¿Por qué el dinero se vuelve importante cuando el amor es artificial? Porque el amor te da una seguridad interior. Cuando amas estás seguro, no se necesita otra seguridad, ninguna otra protección es necesaria. Con el amor basta. Puedes ser un mendigo en la calle, pero si amas ningún emperador puede competir contigo en cuanto a seguridad; hasta Salomón es un pobre hombre a tu lado.
Si amas eres el más rico. Nada puede compararse con las riquezas del amor. Puedes no tener nada, pero lo tienes todo. Un solo momento de amor, y toda la vida queda satisfecha. Cuando amas, nunca temes la muerte, porque has conocido una muerte, la del amor. Y es tan bella, tan melodiosa, es una bendición tan grande que ahora ya puedes incluso aceptar la muerte real, la muerte del cuerpo. Ya no hay miedo, porque has sabido que mezclarte con una mujer o un hombre ha sido muy bello. ¿Cuánto más bello será cuando te mezcles con toda la existencia?
La muerte es una fusión. Si conoces el amor, no hay miedo en la muerte. Si no conoces el amor, entonces el miedo se convierte en el centro de tu vida. ¿Cómo protegerte? Haces castillos, te preocupas por las cuentas bancarias; son protecciones contra la muerte. Y cuando temes a la muerte, temes vivir, porque vivir es siempre peligroso. Para vivir tienes que ir por caminos desconocidos. Y hay peligro; tras cada esquina puede estar esperando la muerte.
Un hombre que teme la muerte poco a poco se encoge y empieza a temer también la vida. No puede volar en un aeroplano, no puede ir en tren, porque hay accidentes. No puede hacerse amigo de un desconocido, porque ¿quién sabe...? No puede enamorarse de una mujer, porque ¿quién sabe si ella va a engañarle o no? No puede creer. Si el amor no ha sucedido, nunca puedes confiar. Estás siempre dudando, escéptico. ¿Y cómo puede crecer una relación cuando dudas permanentemente?
Y si no has vivido el amor, nunca puedes llegar a un maestro. Aun cuando un buda llegara a tu ciudad, lo perderías. No irías a él, porque esta gente es peligrosa. Pueden hipnotizarte  y llevarte por mal camino. Son capaces de desbaratar el mundo rutinario donde estás ganando dinero, y donde cada día tienes más éxito: la fábrica se hace cada vez mayor y la cuenta bancaria crece; todo va tan bien. ¿Por qué molestarse por un elemento nuevo, extraño? De modo que no permitas la entrada de ningún elemento de fuera. Vive en tu cárcel, a cubierto, seguro.
Cuando conoces el amor no tienes miedo a la muerte. Sólo cuando no le tienes miedo a la muerte eres capaz de vivir. Porque si un hombre teme morir, ¿cómo puede vivir? Hasta teme aspirar aire porque hay gérmenes en él.
Conozco a un poeta. Es un gran poeta, pero siempre me he preguntado cómo es un gran poeta, en principio ni siquiera puede ser un hombre. Debe conocer los trucos del lenguaje y ser un gramático, pero no puede ser un verdadero gran poeta, porque la gran poesía sale de la vida, y él tiene tanto miedo. En cierta ocasión viajó conmigo. Su mujer me había dicho: «No vayas con él, porque creará problemas». Y los problemas empezaron porque se negó a tomar el té en el hotel.
-¿Quién sabe? -dijo-. Alguien pudo envenenarlo.
Así que yo le dije:
-¿Quién está en contra de un poeta? ¿Quién va a envenenarte? Nadie se preocupa de ti.
Pero él se negó a tomar el té.
-Voy a traer un hornillo y prepararé té -dijo.
No quería comer la comida del hotel, porque ¿quién sabe?
Tenía tanto miedo de todo. ¿Cómo puede vivir este hombre? Como si lo único importante fuera no morir.
Pero la vida trae muerte, la muerte es la culminación. Si no quieres morir, no vivas, es la única manera. Porque si vives estás caminando hacia la muerte. La vida trae la muerte. Así que la manera lógica es no vivir. Cuanto menos vives, menos posibilidades de muerte hay. Si no vives completamente, si te suicidas, nunca volverás a estar muerto, has acabado. No hay vida, ya no puedes morir. Este hombre se convierte ya en un hombre muerto. Encontrarás a estos cadáveres moviéndose por los mercados, las universidades... hacen cosas, pero son cadáveres.
La vida necesita expansión. El miedo no te la permite, entonces la seguridad se convierte en lo importante: cómo estar seguro. Cómo no morir se convierte en todo el arte de vivir. Y te digo, todo el arte de vivir es cómo morir alegremente, cómo morir felizmente, cómo aceptar la muerte; porque si estás dispuesto a morir, estás dispuesto a vivir. Si estás dispuesto a morir, estás dispuesto a amar, a encontrarte con la divinidad. No hay otro camino, la muerte es la puerta.
¿Qué quiero decir cuando digo que la muerte es la puerta? Tienes que dejar de existir, disolverte, perderte. ¿Qué significa seguridad? Pase lo que pase, tienes que ser, tienes que seguir en tu ego. Por eso el dinero es tan importante, porque el dinero te ayuda a no vivir. Un hombre pobre tiene que vivir, un hombre rico no lo necesita.

He oído contar acerca de un hombre muy rico que para ir del porche a la habitación pedía que le llevaran en una camilla. Había llegado a una nueva ciudad, a un nuevo hotel donde nunca había estado, y cuando le estaban llevando en la camilla, el director pensó que era paralítico o algo así. De modo que le preguntó apenado a la esposa:
    -¿Qué pasa? Su esposo parecía muy sano. ¿Es paralítico o tiene algún problema con sus piernas?
    -No -contestó ella-. Sus piernas están perfectamente. Pero no necesita caminar, es un hombre rico.

Un hombre rico no necesita vivir, ¡se lo puede permitir! Un hombre pobre tiene que vivir. Debe ir a la calle, enfrentarse a peligros, mezclarse con la multitud. Un hombre pobre no se puede permitir no vivir. Por eso un hombre rico, poco a poco, va quedando enjaulado en sus riquezas, aislado. Entonces vive solo, ni siquiera permite que su mujer entre en la habitación. Puede encontrar una explicación: «No somos pobres, así que ¿por qué tendríamos que vivir mi mujer y yo en una habitación? Somos ricos. Podemos permitirnos tener dos habitaciones separadas». Pero la realidad es diferente.
Hitler nunca permitió que nadie se instalara en su habitación porque estaba asustado. ¿Quién sabe? La mujer puede ser una espía. Nunca se casó. Bueno, de hecho contrajo matrimonio justo antes de suicidarse, tres horas antes, porque entonces ya no tenía miedo. Cuando la muerte era cierta se casó, no antes, porque una esposa es algo peligroso. ¿Quién sabe? Puede estar en asociación con un poder extranjero o ser comunista y querer matarlo por la noche.
Amó a muchas mujeres, pero nunca permitió que una de ellas viviera con él o estuviera en su habitación por la noche. Pero tres horas antes de morir, cuando había decidido que ya no había escapatoria, la muerte era cierta, el enemigo estaba bombardeando Berlín, llamó a un sacerdote en la noche. Despertaron al cura y lo llevaron inmediatamente a la célula subterránea donde estaba Hitler. Éste le dijo: «Ahora celebra la ceremonia del matrimonio». Y cuando la ceremonia acabó, los dos esposos se fueron a la habitación y tomaron veneno y murieron. ¿Qué clase de hombre era éste? No obstante, encontrarás por todas partes esta clase de hombre. Cuando hay miedo, nadie puede ser amigo. Entonces todo el mundo es el enemigo y tú tienes que protegerte. Un hombre rico se puede proteger más; por esto se le da tanta importancia al dinero, ¡cuánta locura! Ni siquiera puedes entender lo que está sucediendo. ¿Por qué esta neurosis respecto al dinero?

    El Mulla Nasrudin se estaba muriendo. Abrió los ojos, miró a su mujer. Ella dijo:
    -Estamos aquí, Mulla. Ve hacia la divinidad silenciosamente, en paz y plegaria. Estamos todos aquí.
 -Nasrudin miró los rostros. Sus ojos estaban apagados, casi había desaparecido, era difícil ver.
-¿Dónde está Rehman? -preguntó-. Era su hijo mayor.
-Está de pie a tu lado derecho -contestó la mujer.
-¿Dónde está Rahim? -preguntó ahora Nasrudin, refiriéndose a otro de sus hijos.
Y su mujer dijo:
-Está aquí, a tus pies.
-¿Y dónde están Abdul y Farid? -preguntó.
Todos estaban allí, de modo que la esposa dijo: -Descansa, estamos todos aquí.
Nasrudin pareció preocupado y dijo:
-¿Entonces quién se ocupa de la tienda?
¿Si todo el mundo está aquí, quién se ocupa de la tienda? Y estaba en su lecho de muerte: justo un instante después murió. No, ni la vida ni la muerte son importantes... La tienda. «¿Quién se ocupa de la tienda?» Hasta en el último instante, no hay en la mente un templo, sólo la tienda, el mercado, el dinero.

¿Por qué es el dinero tan importante? Es tu protección contra el amor, contra la vida, contra la muerte, contra Dios. Por esto Mahavira y Buda renunciaron a él. La renuncia es únicamente llegar a entender que todo este montaje va contra la vida, contra el amor, contra Dios. ¡Ellos renunciaron! Entendieron que por la protección que suponía el dinero habían estado matándose a sí mismos; aquello era veneno. Y se fueron de los palacios.   
Entonces, cuando entiendes que el dinero es una enfermedad, empieza una nueva vida. La seguridad, el anhelo de protección y seguridad muestran que ya estás muerto, que la vida te ha abandonado. El esfuerzo continuo por estar seguro significa que no has sido capaz de amar; si no, el amor es suficiente seguridad, no se necesita nada más para sentirse seguro. Un momento de amor es eternidad; sin miedo a la muerte, un amante puede morir fácilmente, amando. Ha conocido la vida, está agradecido. Siquiera por un único momento, vivió el amor..., ha conocido su gloria, su bendición, todos sus beneficios han sido suyos. Puede dar gracias a Dios por este único momento que le ha sido dado, y no se lo merecía.
¿Quién se lo merece? Nadie. ¿Has pensado alguna vez en esto, que estás vivo? ¿Te mereces estar vivo? ¿Cómo te lo has ganado? Has conocido las flores y los árboles y los pájaros volando y el sol saliendo, tantas mañanas, tantos atardeceres, y las estrellas. ¿Te has ganado estar vivo? Es pura gracia. No te lo mereces, no te lo has ganado de ninguna manera. Tu existencia es pura gracia de Dios.
Pero cuando alguien llega a conocer un solo momento de amor, toda esta vida se convierte en nada. Entonces todos los pájaros que has visto y todas las canciones que has oído y todos los músicos del mundo son ¡nada! El follaje de los árboles se vuelve nada. No hay brillo del sol ni música de estrellas. Si has conocido un solo momento de amor, el mundo se torna pálido y oscuro; es sólo un reflejo, no la realidad.
Si has conocido un solo momento de amor, por toda la eternidad te sentirás agradecido y cantarás canciones de gratitud a la divinidad. Entonces no hay muerte: el amor no conoce la muerte, el amor sólo conoce la vida. Tú conoces sólo la muerte. El amor... Has pasado junto a él, y ahora el dinero se ha vuelto importante. El dinero simboliza al hombre muerto, es el amor de un hombre muerto.
Observa a un avaro cuando tiene billetes en sus manos. Hay tanto amor en sus ojos cuando mira el dinero; nunca un amante ha mirado con tanto amor a su amado. Palpa y toca... iMira el brillo de sus ojos, la poesía de su ser! El avaro que yo vi se transformó totalmente. No; Majnu no era tan feliz cuando miraba a Laila. No; Shiri no era tan feliz cuando miraba a Farhad.
Este hombre era un pariente mío, de manera que tuve muchas ocasiones de vede y entenderle. Era un hombre de dinero, un buda en este camino. Nunca se casó; siempre decía: «Es tan caro, no me lo puedo permitir. Algún día me casaré». Ahora está muerto. Nunca se casó, se quedó soltero. Pero lo racionalizaba; decía: «Esto es brahmacharya»; «Es castidad. En las escrituras, en los Vedas, la vida casta es la vida superior». Pero sólo era un avaro, que cuidaba incluso de no gastar su semen. Ésta era su castidad, no era un brahmachari.
De manera que el noventa y nueve por ciento de los solteros que encontráis son avaros del semen. Temen dejarse ir: si el semen sale de su cuerpo, sus cuentas bancarias... Su brahmacharya es una especie de estreñimiento. ¡Apestan! Nunca puedes tener un perfume llegando de ellos. Son avaros, pero racionalizan. Y siempre viven en la razón, nunca en el corazón, porque el corazón es peligroso.
La razón siempre coge cosas y el corazón siempre quiere dar. Es el donante, y por ello un avaro nunca puede confiar en él. Poco a poco mata el corazón, se convierte en la cabeza únicamente. No hay sentimiento en un hombre avaro, porque es peligroso. No siente, se vuelve insensible. No se permite la sensibilidad; porque cuando un mendigo llega y pide... Si tienes sentimiento, es difícil decir no. Pero si sólo tienes la cabeza, racionalizarás y dirás: «Yo no creo en la mendicidad; es mala para la economía, no es bueno para la cultura, y pareces perfectamente sano, así que vete y trabaja». Racionalizarás, aunque sabes también que tales razones son sólo superficiales; en el fondo la única verdad es que no quieres dar. Pero no puedes aceptar el hecho de que no eres alguien que da.
Vives en las palabras, las razones, las racionalizaciones y vas ocultando el hecho básico de que estás matando tu sentimiento. Si estás en el camino del dinero, y casi todo el mundo lo está, más o menos, entonces observa la totalidad del fenómeno de lo que está sucediendo dentro de ti; te estás matando. Y la vida no puede ser detenida, la vida llegará a la muerte. No puedes contenerla, no está bajo tu control. Tiene que irse, igual que vino, tiene que irse. Antes de que te deje, sólo puedes crear ansiedad, eso es todo.
Si aceptas el ir y venir de la vida, el nacimiento y la muerte; si aceptas, no es preciso que crees ansiedad. Puedes amar. En sincronicidad con la muerte, ama. Y permite que suceda el amor. No pretendas seguridad y no temas a la muerte. Ésta llegará. Dale a la vida la oportunidad de florecer. Si florece realmente, la muerte será la culminación, no el final. Será el clímax, el crescendo. Será la cumbre más alta, el Everest, no el final.
Para un hombre que ha vivido correctamente, con amor, y ésta es la única manera correcta de vivir, la muerte llega como el éxtasis más bello. Muere con una canción en su corazón, sintiendo el éxtasis por todo el cuerpo, palpitando. Va a encontrarse con la divinidad amada. Ha aprendido cómo amar y cómo dar. Por lo que también en el momento de la muerte puede dar. Devuelve todo su ser a la naturaleza; el cuerpo, el aire va al aire, el fuego va al fuego, la tierra va a la tierra, el cielo va al cielo. Da, es un donante, y el ser va a la fuente, a Brahma; no se aferra. Pero no lo puedes hacer si durante toda la vida has sido alguien que se ha aferrado. En el momento de la muerte, si te aferras todo se vuelve feo. Si has estado siempre asustado y con miedo, y nunca has permitido el amor, entonces en el momento de la muerte te perderás la cumbre más alta que es posible, que fue posible. Estos son los dos caminos: uno es correcto, el otro equivocado.
Ahora intentaremos entrar en esta historia. Serás capaz de entenderla con el corazón:

    El maestro Seistsu necesitaba un local mayor, pues el edificio donde enseñaba se había quedado pequeño, debía de estar en la misma situación en la que yo estoy. Umezu, un comerciante..", todavía no me ha llegado....
    Umezu, un comerciante, decidió donar quinientas monedas de oro para la construcción de un edificio nuevo, quinientas monedas de oro es en verdad mucho dinero.
Umezu llevó el dinero al profesor y Seistsu dijo:
-Muy bien, lo cogeré, pero esto no son maneras, para un avaro 0.

El hombre debía de ser un avaro, de no ser así, ¿cómo puede reunir quinientas monedas de oro? Y no sólo esto; esa cantidad debía de ser sólo una pequeña parte de sus montones de dinero. Pero si es un avaro, ¿por qué ir a dar a un maestro? Parece contradictorio: si es un avaro y un hombre de dinero, no debería mostrarse caritativo. Pero yo conozco la razón: este gesto también es fruto del miedo, tiene como objetivo crear seguridad en el otro mundo.
Puede que se estuviera acercando a la muerte, que ya fuera viejo. Aunque la gente de dinero siempre son viejos, nunca son jóvenes; la muerte está siempre cerca y ellos están temblando. Quizá notará que la muerte podía llegar ya cualquier día, y tenía que hacer preparativos para el otro mundo. Debía de tener millones de monedas de oro, y pensó en dar quinientas monedas..., para preparar su paso al otro mundo: «Da esto a este maestro; la gente dice que está iluminado. Dale estas quinientas monedas, él se encargará del otro mundo, puede darte un certificado. La gente dice que está en buenos términos con Díos, su nombre está en los buenos libros; de alguna manera será de ayuda».   
Esto es ir a tientas en la oscuridad. Un hombre que se ha perdido la vida está pensando en alguna otra vida. Recuerda, sólo la gente que se ha perdido esta vida piensa en esto. Y si puedes perderte esta vida, te perderás la otra también, porque seguirás siendo el mismo. Incluso si te obligan a entrar en el cielo, lo convertirás en un infierno, porque irán contigo tus hábitos, tus mecanismos mentales, tu modo de funcionar; todo tu pasado irá contigo. Convertirás el cielo en un infierno.
¿Puedes estar en el cielo? No veo la manera; no puedes. A donde vayas llevarás tu infierno contigo. Es parte de ti. Por eso los que saben dicen que cielo e infierno no están fuera, están dentro de ti, son cualidades de tu ser. Sobre esta tierra ha habido gente que ha vivido en el cielo; y tú, sin embargo, estás en el infierno. Recuerda bien, a donde vayas, llevarás tu propio infierno. En cuanto llegues, crearás tu infierno alrededor. No puedes hacer nada nuevo. La mente es vieja, va siguiendo un modelo, se mueve en círculo.
Umezu seguramente era un avaro. Vio la muerte cerca y pensó en el otro mundo. Se había perdido éste, y ahora no quería perderse el otro. Tenía que hacer algo, y para ello también utilizaría el dinero. Observa la mente: pensaba que la vida podía comprarse con dinero, ahora piensa que Dios puede ser comprado con dinero. Pensaba que el amor podía comprarse con dinero. Ahora piensa que con dinero puede comprarse el cielo. Esta mente sigue enfocada en la neurosis del dinero. Sigue estando loco, el dinero sigue siendo todavía el medio. Todo cuanto piensa hacer sólo puede realizarse mediante el dinero. Por esto el maestro se comportó así. Dijo: «Muy bien, lo cogeré», como si no fuera nada. Éste es el significado: como si no fuera nada. Quinientas monedas de oro, mera basura.
El maestro dijo: «Muy bien, lo cogeré», como si fuera un lastre y le estuviera haciendo un favor a Umezu. Recuerda siempre que si te acercas con dinero a un maestro, éste va a ser el trato. Es muy fácil entender que sea así la historia, pero resulta muy difícil aceptar que te den este trato a ti.
Hace pocos días alguien telefoneó; acostumbraba dar algún dinero al ashram. Entonces dijo: «Ahora voy a dejar de hacerlo, porque parece que no se agradece. Ni siquiera me conceden una entrevista especial con Osho, o sea que ya no voy a dar más dinero». Él está aquí, debería entender esta historia bien, porque es más fácil entender una historia cuando no eres parte de ella. Porque cuando formas parte de ella comprender se hace muy difícil. Si este hombre me da quinientas monedas de oro, yo le diré: «Muy bien, las cogeré».

Umezu le dio a Seistsu la bolsa de oro, pero se sintió muy insatisfecho con la actitud del profesor, ya que la suma que había dado era muy alta -una persona podía vivir durante un año con tres monedas de oro-, y el profesor ni siquiera le había dado las gracias.

Observa esta mente neurótica en relación con el dinero. ¿Qué está diciendo? Está diciendo: «He dado una bolsa de oro y un hombre puede vivir con tres monedas de oro durante un año». Piensa que la vida se debe al dinero. El dinero se necesita, pero nadie vive gracias al dinero. Desde luego es necesario; pero no basta. Si hay dinero y nada más, es mejor morir, cuanto antes mejor. Porque estás viviendo innecesariamente, tan sólo estás viendo pasar los días, y eso no es vida.
Se dice que Jesús dijo: «El hombre no puede vivir sólo de pan». Él sabía que el pan es necesario, que nadie puede vivir sin pan, cierto. Pero hay una dimensión superior de la vida... Si sólo hay pan, ¡suicídate!, porque comer el mismo pan una y otra vez es inútil.
Pero el hombre que vive del dinero piensa que una persona puede vivir durante un año con tres monedas de oro, ¡y aquí hay quinientas monedas! ¡Con esa cantidad cualquier persona podría vivir para siempre! La vida eterna es posible con quinientas monedas de oro. ¿Y qué clase de hombre es éste? Ni siquiera me ha dado las gracias. Estaba muy insatisfecho.
Siempre que des con una condición te sentirás insatisfecho, porque la condición no será cumplida. Cuando des sin condiciones sentirás un contento profundo, porque no hay razón para sentirse insatisfecho. Cuando das y gozas de ello, cuando dar es un fin en sí mismo... Este hombre debería haber bailado porque el maestro había aceptado... ¡Suficiente! Debería haber estado agradecido al maestro porque «Estaba preocupado por si ibas a aceptarlo o no. Porque te conozco bien: esto no es más que basura para ti y lo has aceptado. Eres tan amable, tu compasión es tan honda». Tendría que haber bailado y haber dado las gracias. Se hubiera marchado profundamente feliz y contento. Pero no, no era posible porque no era el fin, sino el medio. Quería que el maestro se sintiera en deuda con él.
Si este hombre llega hasta Dios, le dará una bolsa de oro y esperará su agradecimiento. ¿Qué puedes darle a Dios, que te lo ha dado todo? Y un maestro es un representante de la divinidad, de la misma cualidad. Por esto llamamos Bhagwan a Mahavira, por eso llamamos Bhagwan a Buda. ¿Qué puedes darle? Todo te llega a través de él. Como máximo, tú se lo estás devolviendo... Como máximo. Deberías sentirte agradecido por haber sido aceptado.
Pero un hombre de dinero no puede entender esto. Quería que el maestro se sintiera en deuda por lo que había hecho, y había hecho tanto... Para él era mucho. En lo que a su actitud atañía, era una suma muy grande, quinientas monedas de oro; un hombre puede vivir durante un año sólo con tres monedas, porque la mente piensa de forma relativa. No sabe nada del absoluto. Sólo sabe acerca de lo relativo. ¡Es su mente!

He oído contar: el Mulla Nasrudin murió y fue enviado inmediatamente al infierno. Allí se acercó a Satán, que le había estado esperando durante mucho tiempo le dio la bienvenida. El Mulla Nasrudin le dijo:
-Chico, estoy contento de estar aquí, en el cielo.
-Nasrudin -dijo el diablo-, estás equivocado. Esto no es  el cielo.
-Eso será para ti -contestó Nasrudin-. Yo llego de la India, a mí me parece el cielo.

La mente es relativa. ¡Quinientas monedas de oro! Estaba dando su vida misma; su mismo corazón estaba en esta bolsa de oro. Esas quinientas monedas no eran de oro, eran de su corazón. Había vendido su vida y negociado por ese oro. Había muerto por aquella bolsa de oro, y ni le daban las gracias. Era demasiado. El maestro no se está comportando correctamente; se sentía insatisfecho.
Si piensas en cualquier maestro, siempre llegarás a la conclusión de que no se comporta correctamente. Recuerda esto: si piensas -repito-, siempre llegarás a la conclusión de que no se está comportando de la forma correcta. Si observas, no piensas, entonces sabrás que siempre se comporta correctamente.
El hombre pensó, calculó. Lo veía tan claro: quinientas monedas de oro... toda su vida dentro de esta bolsa. Y sin embargo, el maestro simplemente dice: «Muy bien, lo cogeré».

-En esta bolsa hay quinientas monedas de oro -insinuó Umezu.

Pensó: «Quizás no se ha dado cuenta. Quizás está meditando, porque ¿cómo puede ser que le de quinientas monedas de oro y sólo diga "Muy bien, lo cogeré"? No está en sus cabales». Por eso insistió.

    -En esta bolsa hay quinientas monedas de oro –insinuó Umezu.
    -Ya me lo dijiste antes -dijo Seistu.

Dijo: «Es innecesario, ¿por qué repetirlo? Ya lo he oído». Esto era todavía peor, la falta de agradecimiento. Ni siquiera hacía caso de la insinuación, y parece ser que se enfadó un poco, porque dijo: «Ya me lo dijiste antes. No  es  necesario...».

-Aunque sea un comerciante rico, quinientas monedas de oro es mucho dinero -insistió Umezu.

-Aunque sea un comerciante rico, quinientas monedas de oro es mucho dinero -insistió Umezu.

Éste es el problema de la mente. Dice: «Aun siendo un comerciante rico... Tengo bastante dinero, pero aun así..., quinientas monedas de oro es mucho dinero. De modo que para ti, un simple mendigo, es todo el mundo. Para mí es mucho dinero, y tú lo estás tratando como si nada. Me estás insultando».
Un hombre que está enfocado hacia el dinero no puede entender a un hombre de amor. Éste siempre parecerá un mendigo, un loco, no de este mundo; alguien que no entiende. Se comporta de una manera extraña. Pese a venerar a Buda y Mahavira, si llegases a encontrarlos en algún lugar, pensarías que estaban locos. Aunque no lo dijeras, porque sería tan descortés..., pero pensarías que había malgastado su vida sentado bajo un árbol. Podía haber ganado un montón de dinero... A Buda le dijeron esto muchas veces.
Buda dejó su hogar y se fue a otro reino, sólo para librarse de sus parientes y familia, porque le molestaban allí y hubieran seguido, intentando persuadirle de que regresara. De modo que dejó el reino y se fue a otro, pero allí se dio cuenta que esta gente está en todas partes, no puedes huir.
       Corrió el rumor de que un príncipe había abandonado su reino y había llegado allí. O sea que hasta el rey del reino vecino donde ahora estaba Buda llegó y le dijo:   
-Hijo mío, eres joven y no conoces cómo funciona el mundo. Eres inmaduro, yo tengo experiencia. Te digo, gracias a mi experiencia, vuelve a tu hogar. Esto es una tontería. A tu edad las ideas tontas como ésta se adueñan de la mente. Uno tiene que resistir. A tu edad, cuando uno es joven, uno se inclina, tiende a ser idealista. Pero luego la experiencia demuestra que está equivocado. No seas loco, regresa.
Buda le escuchó y le dijo:
-Puedes tener razón en lo que se refiere a tu experiencia, pero yo he vivido en este mundo muchas vidas, y nada conseguí nunca. Ya basta. Me he marchado usando mi experiencia, no debido a quién sabe qué romántico idealismo de muchacho.
El anciano no estaba dispuesto a escuchar.
    -Si no quieres regresar, lo entiendo -dijo-. Quizás hay allí algún problema. Quizás no te encuentras bien con tu padre, o con tu familia, o algo ha ido mal. Entonces no regreses, ven aquí. Tengo una hija preciosa; cásate con ella y su reino será tuyo.
-Estoy casado -explicó Buda-, y he dejado atrás a una mujer muy bella. Es imposible encontrar otra como ella. Pero ni siquiera esa bella mujer me dará lo esencial, y yo voy en búsqueda de lo esencial.
El anciano rey se fue, diciendo:
-Estás loco, loco de atar.

Esto sucedía en todas partes adonde iba Buda. Y era tan joven y tan bello... Nunca había caminado por las calles. A donde fuera, todo el mundo se daba cuenta de que era un príncipe, que no era un mendigo, y entonces todo el mundo le aconsejaba que regresara.
La mente vive inmersa en sus propias ideas, piensa con sus propias ideas. No puedes poner de lado la mente y luego observar. Este anciano que se acercó a Buda se perdió una oportunidad. Puede no suceder otra vez durante millones de vidas. Pero estaba enseñando al más grande de los profesores, estaba intentando enseñarle algo; quería que Buda aprendiera de él. Y él mismo no ganó nada, no llegó a ninguna parte.
Este hombre dice: «En esta bolsa hay quinientas monedas de oro. Soy un comerciante rico, pero aun así se que quinientas monedas es mucho dinero». Tú sólo eres un mendigo no se dice, pero queda entre líneas. «Deberías saber el sentido de esto, lo que estoy haciendo. Te hago una donación como ésta, ¿y sólo dices, "Está bien, lo cogeré"?»

«¿Quieres que te dé las gracias por ello?», dijo el maestro. Los maestros nunca contestan lo que preguntas, contestan lo que quieres preguntar. Nunca contestan a tu pregunta, porque esta carece de importancia. Siempre dan una respuesta a la que se oculta tras la pregunta.   
No estás interesado en demostrar que el oro es importante, no estás interesado en demostrar que quinientas monedas de oro son una gran suma; éstas son simples racionalizaciones. Estás insinuando otra cosa. El maestro lo captó inmediatamente, y dijo: «¿Quieres que te dé las gracias por ello?» Dio en el clavo, le dio de pleno en el corazón.
«Deberías hacerlo», dijo Umezu. No dijo «Lo espero y lo quiero», sino «Deberías hacerlo». Este hombre no es un donante, nunca lo ha sido. Aunque está dando, no está dando. Está donando, pero en realidad trata de hacer un negocio. Dice: «Deberías hacerlo. He hecho algo grande, ahora es tu deber dar las gracias. No se trata de mi deseo o mi súplica».

-¿Por qué debería hacerlo? -quiso saber Seistsu-. El que da debería sentirse agradecido.

Para la mente esto es incomprensible, para la mente orientada hacia el dinero; el que da debe ser el agradecido. Pero ésta es la cumbre del camino del amor. Los que aman, llegan a saber que dar es tan bello y produce tanta felicidad; llegan a saber que cuanto más das, más tienes; cuanto más amor das, más amor tienes dentro; cuanto más vas abriendo, compartiendo, más burbujea el amor. Es una fuente eterna. Y cuando averiguas que cuanto más das, más tienes, has aprendido la aritmética básica de la espiritualidad. Entonces nunca retienes, estás siempre buscando a alguien que pueda recibir tu amor, a alguien con quien compartirlo, porque ello te refrescará. Lo viejo se fue, surge lo nuevo, que está siempre llegando.
Eres como un pozo que se ha podrido, porque no has dado nada a nadie. Nunca has compartido tu agua; el agua se ha podrido. ¡Dala! Permite que la gente llegue y déjales beber de ti, y entonces siempre hay provisión de nuevos manantiales. En el momento en que se elimina el agua vieja, llega la fresca. Tu pozo está conectado por el fondo con el océano infinito. Es una puerta al océano. El que da, el que comparte, llega a saberlo y se siente agradecido. Cuando alguien toma algo de ti, algo nuevo nace en tu interior. Tu ser se renueva gracias a ello. A medida que des vas rejuveneciendo. El que da se mantiene siempre joven. El que no da es siempre viejo, muerto, podrido.
El maestro dice: «El que da debería sentirse agradecido. Deberías agradecerme que acepte, y que acepte algo como el dinero. Deberías agradecérmelo, porque el dinero no significa nada para mí». Puede ser necesario en el mundo, porque un maestro también tiene que vivir en el mundo; puede ser el medio de intercambio en este mundo loco, pero no es nada. Es tan sólo un medio inventado, en el que todos están de acuerdo, para que podamos intercambiar cosas. La sociedad puede vivir sin dinero; durante miles de años la sociedad vivió sin dinero. Y, tarde o temprano, llegará un día en que la sociedad vivirá de nuevo sin dinero, porque vivir con la ayuda del dinero es tan problemático y tan inútil y tan innecesario. Pero como el mundo hasta ahora era pobre, había que usar dinero; pero cuanto más crece la riqueza...
América será la primera en abandonar el dinero. Cuando hay bastante dinero, no es preciso llevarlo encima, ¿para qué? Entonces es una tontería, se convierte en un lastre. Pronto la tierra no necesitará el dinero. Pero esto los maestros lo han sabido siempre, siempre, que el dinero sólo es un invento del mercado; pero un maestro tiene que vivir con vosotros.
Si vas a un manicomio, es mejor fingir que también estás loco, de lo contrario tendrás problemas. Si intentas demostrar que eres un hombre cuerdo, los locos te matarán. Lo hicieron con Jesús, lo hicieron con Sócrates, lo hicieron con Mansoor. Ellos eran inocentes. Intentaron vivir en un manicomio tal como eran: cuerdos. Eran inocentes, no sabían que la regla del manicomio es: aunque no estés loco, finge que lo estás, porque la locura es la moneda válida, es la de curso legal allí. No seas un forastero en un manicomio, de lo contrario los locos se reunirán y te matarán. Si dices que no estás loco, significa que les estás intentando decir: «¡Estáis locos!», y esto no puede ser tolerado. Una persona iluminada tiene que vivir con vosotros en este mundo y usar vuestras técnicas, vuestros trucos.

Sucedió en cierta ocasión en Japón que un hombre iluminado era sorprendido siempre, unas veces robando, otras alguna otra cosa, un acto delictivo, pequeñeces. Robaba sólo pequeñas cantidades de dinero, y por ello era enviado a la cárcel, ¡y era un hombre iluminado! Fue encarcelado veintiséis veces a lo largo de su vida, pero aquellos que eran sus discípulos lo conocían. La última vez que salió de la cárcel tenía setenta y ocho años, y los discípulos le dijeron: «Ahora ya no vuelvas a robar... ¿Por qué lo haces?».
-Entonces -dijo él-, ¿quién irá a la cárcel e intentará hacer meditativos a aquellos carceleros, a aquellos presidiarios? ¿Quién irá allí? Tengo que robar, es la única manera de llegar hasta aquella gente. Y para mí no es nada. He estado ayudando y allí hay muchos enfermos. Allí me necesitan. Y ésta es la única manera que tengo para entrar, no me dejarían hacerlo de otra forma. Ésta es la única moneda que se exige. iUn hombre iluminado tiene que vivir con vosotros, presidiarios!
Pero si tú estás dispuesto a entender la neurosis del dinero y el éxtasis del amor, entonces serás capaz de entender esto: el que da debería sentirse agradecido. Da y agradece, porque el otro hubiera podido rehusar. Esta posibilidad no existe para este avaro. No puede concebir que alguien rehúse quinientas monedas de oro. No sabe que el maestro podría haber rechazado su donación. Hubiera podido arrojar la bolsa fuera del templo y haber dicho: «No traigas aquí esta basura».

Esto sucedió: llegó un hombre a Ramakrishna, también llevaba quinientas monedas de oro. Estos avaros tienen sus matemáticas; y quinientas parece ser el tope, el límite; no pueden ir más allá. Ramakrishna era incluso más peligroso. Él no sólo dijo: «Muy bien, lo cogeré», sino que se comportó de modo todavía más grosero. Dijo: «Pues muy bien, ve al Ganges y tíralo todo allí».
El hombre no podía hacer nada; Ramakrishna ya había hablado; se asustó. Le era imposible ir al Ganges y arrojar en él a quinientas monedas de oro. Pero cuando Ramakrishna lo dice... Seguía dudando. Ramakrishna dijo: «¿Por qué dudas? ¿Acaso no me has dado el dinero? Pues entonces es mi dinero. Ve y tíralo al Ganges, porque ahora mismo no lo necesito, y el Ganges lo necesita».
De manera que el hombre fue, muy despacio claro está, pero no volvía. Pasó una hora, pasaron dos horas, y Ramakrishna envió a varios discípulos para ver qué le había ocurrido a aquel hombre. ¿Se habría ahogado para salvar el dinero? Los avaros hacen cosas así. De manera que los discípulos fueron a ver lo que estaba haciendo. Había allí un gran gentío, el hombre había montado un gran espectáculo. Sacaba una moneda de oro, la tiraba contra una piedra, ¡clannnnnng! ¡El sonido! Y había mucha gente. Entonces contaba: «Ciento una, ciento dos, ciento tres...», e iba arrojando, una a una, las monedas al Ganges.
Así que los discípulos informaron: «Este hombre es un exhibicionista. Ha reunido un gran gentío y está tirando las monedas una por una, contándolas, y haciéndolo todo muy despacio» .
De modo que Ramakrishna fue, le abofeteó y le dijo: «Cuando uno acumula es preciso contar, pero cuando uno renuncia... ¿Qué estás haciendo? ¡Cuando uno tiene que arrojar las monedas, uno puede arrojar toda la bolsa!».

Si la gente renuncia y sigue contando es que no ha renunciado.
Los que dan deberían sentirse agradecidos; da y agradece. Si puedes cumplir esta norma, el viejo cubo caerá, el agua se derramará. Toda maya, la ilusión, desaparece. Ni agua, ni luna. Entonces puedes mirar el cielo, la luna verdadera. Está siempre allí, pero tú estás atrapado en el reflejo.
El amor es la luna verdadera; el dinero es el reflejo.
Basta por hoy.

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