El poder simbólico constituye el nivel más profundo de percepción que podemos alcanzar. La toma de contacto con la región arquetípica nos permite ver más allá del significado físico de los acontecimientos y contemplarlos como unas oportunidades divinas para el desarrollo de nuestra conciencia psíquica. La visión simbólica percibe una dimensión que los místicos han descrito como más real que lo físico, más poderoso que lo tangible.
La conciencia simbólica entra en contacto con lo Divino con menos interferencias que la conciencia individual. Percibe el nivel superior de vibraciones conocido como eternidad y puede manifestarse como una sensación interior profundamente enriquecedora, un encuentro espiritual o una experiencia psíquica. También puede asumir la forma de una intensa relación con la naturaleza, una expresión creativa o una extraordinaria percepción, un avance o una solución creativa.
Un ejemplo de razonamiento simbólico
En el capitulo 6 ofrezco al lector una detallada guía sobre cómo utilizar las tres formas de poder en las diferentes crisis y asuntos de su vida, no sólo en la enfermedad física. Pero de momento me limitaré a mostrarle bacía dónde se dirige; proporcionarle una breve sensación de la fuerza y la belleza de la mente simbólica.
Supongamos que el médico acaba de diagnosticar que usted padece una enfermedad grave, cáncer o esclerosis múltiple. Ambas enfermedades tienen un pronóstico aterrador. Al recibir ese diagnóstico, la mayoría de la gente experimenta un choque y tal vez ira; una reacción natural. Pero pasados unos días usted deberá seguir un tratamiento médico, tomar una medicación. Para agilizar su curación, quizá deba también modificar su dieta.
A medida que transcurren las semanas y usted no nota los resultados que esperaba, una voz interior comienza a preguntar: « ¿Por qué ha tenido que ocurrirme a mí? O bien pregunta: «¿Por qué me asombra que esto me haya ocurrido a mí? Me han ocurrido tantas desgracias que debería estar acostumbrado a ellas. Es absurdo esperar un milagro.»
Usted cae en la depresión. La gente que le rodea trata de animarle, de darle esperanzas, pero usted no cree que en su universo exista ya esperanza.
Un día conoce a una persona que le ofrece una nueva forma de interpretar su situación. Imagine, le dice esa persona, que cada uno de nosotros llevamos en nuestro interior una parte que se siente «víctima». Para algunos de nosotros, nuestra «víctima» aflora cuando entablamos una relación sentimental. Para otros, la «víctima comienza a expresarse cada vez que nos preguntan nuestra opinión sobre algún tema. Para unos terceros, nuestra «víctima» nos advierte continuamente sobre lo que podemos esperar cuando lleguemos «allí», sea donde fuere.
Usted le comenta a su nuevo consejero que comprende muy bien ese concepto de «víctima» y que conoce a personas que encajan con cada una de esas descripciones, inclusive usted mismo.
—En efecto —responde su consejero—. Todos llevamos a una «víctima» dentro de nosotros, por lo que nadie debería tomarse a su «víctima» de forma personal. Forma parte de la psique humana.
A continuación su consejero le pregunta:
—¿Y si le ofrecieran la oportunidad de encararse con esa parte de sí mismo y librarse de una vez para siempre de esa influencia negativa? ¿La aceptaría?
Tras reflexionar unos momentos, usted responde afirmativamente.
Su consejero le advierte que esa liberación tiene que ser experimentada. Usted deberá encontrarse cara a cara con su «víctima» en unas circunstancias en las que él o ella sea tan poderoso que le fuerce a usted a descubrir la parte de sí mismo capaz de vencer a esa fuerza. Usted accede.
Al cabo de un tiempo, usted contrae una enfermedad física. Ésta es su oportunidad, y usted pregunta: «¿Cómo puedo encararme con la "víctima" que llevo dentro?»
—¿Esta enfermedad que padece le hace sentirse como una Víctima? —le pregunta su consejero.
—Sí, hace que me sienta impotente, contaminado, derrotado y traicionado por mi cuerpo. Hace que me sienta asustado.
—Entonces, centrémonos en estos sentimientos en lugar de en la enfermedad —responde su consejero—. Déjese guiar por esta verdad: no se tome esta crisis personalmente, al margen de que se trate de una enfermedad, un trauma provocado por la ruptura de una relación o una crisis laboral. El primer paso consiste en no dejar pasar el desafío, sino hacer frente con decisión a los temores y los sentimientos de «víctima» que esta crisis le ha despertado. El segundo paso consiste en penetrar en esos sentimientos. No se trata de la enfermedad en sí misma, y usted debe repetirse esto cien o mil veces al día si es necesario. Se trata de la pérdida de poder que la enfermedad le causa.
«Luego vaya en busca de las cosas que le hacen sentirse poderoso. Tome decisiones que den poder a su organismo. Desarrolle una idea de fe y de lo que puede hacer para tener un contacto más íntimo cotí el espíritu que lleva dentro. Repítase una y mil veces que no se trata de la enfermedad. Usted está haciendo frente a una parte de sí mismo que siempre le ha hecho sentirse derrotado y atemorizado, y la enfermedad no es sino el medio de encararse de una vez para siempre con ese fantasma.
»A continuación, recréese en su fuerza. Celebre los logros de cada día, tanto si le parecen importantes como insignificantes. Desde el punto de vista simbólico, cada victoria es importante. Busque las formas de fuerza y de debilidad que siempre le han influido. Imite a las debilidades a mostrarse, una al día en caso necesario, para que usted pueda elegir alternativas y tomar las decisiones pertinentes.
»Cada día, la Víctima que lleva dentro se hará más débil y el Vencedor más fuerte. Cada día, usted sentirá una conexión más profunda con la vida, una vida que usted controla en lugar de una vida que le controla a usted. Esta es la forma en que debe vivir porque es la que le infunde deseos de vivir; asumir el control le hace sentir que puede crear lo que desee.
»Un día se percatará de que ya no tiene conciencia de la "víctima". De que posee la fuerza necesaria para hacer frente a lo que sea, tanto si se trata de crear una nueva vida como de desprenderse de una vida que ha experimentado con plenitud hasta el final. Así es como debemos tener conciencia de nosotros mismos, de una forma profundamente personal al tiempo que reconocemos la naturaleza universalmente impersonal de nuestras experiencias.
El razonamiento arquetípico es la forma de percepción más liberadora y enriquecedora que puede usted desarrollar. Combinada con su poder tribal e individual, la mentalidad simbólica le permite interpretar los desafíos negativos en su vida y comprender que cada uno de ellos constituye un don positivo, aunque no reconozca de inmediato que se trata de un don.
La percepción simbólica trasciende el tiempo. Es una visión eterna que contiene todas las verdades adquiridas por la experiencia humana. Cuando la utilice, usted será libre de enriquecerse con las enseñanzas de los grandes maestros espirituales y filosóficos de cada generación y cada cultura, y comprenderá que no existen barreras que impidan aplicarlas actualmente. Tendrá la libertad de reconocer que las crisis de hoy están relacionadas con hechos que aún no se han producido y con hechos que ya han ocurrido, y comprenderá que la respuesta que usted ofrezca en el momento presente incide en el pasado y el futuro.
La mentalidad simbólica es una fuente de fuerza y verdad, y quienes han tomado contacto con ella son capaces de sobrevivir a cualquier crisis o adversidad. Asimismo, son capaces de experimentar una resurrección que sigue siendo puramente mítica para aquellos que son incapaces de comprender el poder de lo simbólico o la dimensión invisible de la vida.
El poder simbólico es inherente a cada uno de nosotros. Constituye la esencia del octavo chakra, el centro de poder que resuena por encima de nuestro cuerpo. Medio personal, medio impersonal, trata continuamente de seducirnos para que penetremos en él y descubramos nuestra auténtica energía y naturaleza. Es nuestro yo inconsciente, esa parte que ansia aflorar y convertirse en nuestro aliado consciente, no alejándonos del contacto gozoso con la vida física, sino permitiéndonos abrazar todo cuanto la vida ofrece sin el temor a no ser lo bastante fuertes para conocerla en toda su plenitud.
Recibir orientación
En cada situación, por grave que sea, usted tiene la opción de buscar el significado que se oculta detrás del acontecimiento. En algunos casos, esto significa simplemente confiar en que existe una razón positiva para lo que ha ocurrido, y que, en el debido momento, se le revelará el significado. Ésta no es una respuesta fácil de aceptar en momentos de crisis, especialmente durante una enfermedad que implica una situación de vida o muerte. Pero es la respuesta que le procurará el mayor poder y la orientación más clara.
Reaccionamos ante las crisis utilizando los tres poderes en el mismo orden en que los hemos desarrollado, tanto histórica como individualmente: tribal, individual y simbólico. Se trata de una respuesta automática; así estamos programados para enfrentarnos a las situaciones difíciles. Por ejemplo, nuestra reacción inicial al diagnóstico de una enfermedad es semejante a nuestra reacción ante un terremoto. El mundo se abre bajo nuestros pies; ha ocurrido algo poderoso e imprevisto capaz de alterar los aspectos más importantes de nuestra vida, inclusive nuestras relaciones íntimas y la seguridad de nuestro trabajo. Es casi imposible reaccionar de inmediato de forma positiva, ni ver enseguida un atisbo de esperanza. Así pues, al principio reaccionamos a nivel tribal, porque debemos asimilar las implicaciones físicas de algo que amenaza nuestra misma existencia. Debemos comprender las complejidades de la enfermedad y las opciones de tratamiento, y organizar nuestra vida a fin de enfrentarnos a la enfermedad.
Una vez que la crisis de la enfermedad ha penetrado en nuestra mentalidad tribal a través de los chakras inferiores, se filtra hasta nuestra mentalidad individual. Se trata de un cambio crucial y aterrador, pues mientras pensamos y actuamos conforme a la mentalidad tribal, nuestra experiencia es asimilada y apoyada por el grupo. Pero cuando penetra en nuestra mentalidad individual, activando nuestras reacciones psicológicas y emocionales, nos encontramos solos. Nadie puede silenciar el temor que nos asalta de noche mientras yacemos en la cania pensando en lo que debemos afrontar al día siguiente.
Pero, en medio de este terrorífico viaje, se nos presenta la oportunidad de superar la desesperación y establecer un diálogo interior del que emergen una percepción y una orientación que trascienden nuestras circunstancias físicas. Este es nuestro punto de transición hacia ¡a mentalidad simbólica.
Los tres estadios del diálogo se enmarcan dentro del siguiente esquema:
Tribal: Su familia puede adoptar la postura de que «esta enfermedad nos afecta a todos, y juntos lucharemos contra ella». Su médico puede presentarle datos sobre cómo otras personas han reaccionado al tratamiento y se han enfrentado a la enfermedad. Todo ello indica que su enfermedad es un desafío que afecta al grupo, y la cuestión central es la siguiente: « ¿Por qué nos ocurre a nosotros y cómo vamos a hacerle frente?»
Individual: La realidad de lo que le está ocurriendo a usted es vista como lo que es, un desafío individua!: no «nos afecta a nosotros», me afecta «a mí». La pregunta que se plantea de inmediato es, con frecuencia, la más aterradora: «¿Qué he hecho yo para merecer esto?» Usted piensa que si supiera por qué le ha ocurrido esta tragedia sabría cómo hacerle frente. En este estadio, la autocompasión y la depresión pueden apoderarse de su mente y convertirse en una crisis tanto o más grave que la propia enfermedad.
Simbólica: Existe una tercera postura que le ayudará más que cualquier tratamiento físico: la capacidad de responder simbólicamente, en lugar de literalmente, a lo que le ocurre. En lugar de preguntarse « ¿por qué me ha ocurrido a mí?», trate de formularse unas preguntas más profundas y auténticas: « ¿Por qué está ocurriendo esto? ¿Qué significado tiene esta situación y cómo debo reaccionar? Trate de concebir lo que le ocurre en los términos más impersonales posibles, y desde esta postura, en ese momento, piense en las respuestas que le proporcionarán mayor energía y poder. Imagine que su crisis le está ocurriendo a otra persona que ni siquiera conoce, y pregúntese qué consejos le ofrecería. Remítase a las enseñanzas espirituales que le recuerdan que todo pasa por una razón y que la fe y la confianza en esa razón convierten lo imposible en posible.
Esta postura le proporcionará una orientación adecuada y el nivel más claro de percepción. Mediante la visión simbólica, podrá contemplar su enfermedad dentro del contexto de toda su vida, más allá de lo que le ocurre en estos momentos. Logrará identificar, comprender y dialogar con sus patrones arquetípicos, y ver con claridad los recurrentes desafíos que han configurado la dinámica de su vida. A través de este proceso aprenderá a convivir con el misterio que le ha tocado afrontar, pues ahora posee el medio que le permite obtener consuelo de ese misterio. Los aspectos no resueltos de su vida ya no le mantienen bloqueado en su pasado, sino que se han convertido en una valiosa lente a través de la cual podrá aprender más sobre su camino de desarrollo personal. Este es el clima propicio para recibir orientación. La mentalidad simbólica contiene la capacidad de reducir cada uno de sus temores a unas meras palabras vacías de significado. Con la visión simbólica, usted podrá hacer frente al desafío físico de una enfermedad armado con un sentido de la eternidad.
Teniendo bien presentes estos tres niveles de poder como modelo de su yo interior, ha llegado el momento de investigar la relación que usted mantiene con el misterio de la curación.
La conciencia simbólica entra en contacto con lo Divino con menos interferencias que la conciencia individual. Percibe el nivel superior de vibraciones conocido como eternidad y puede manifestarse como una sensación interior profundamente enriquecedora, un encuentro espiritual o una experiencia psíquica. También puede asumir la forma de una intensa relación con la naturaleza, una expresión creativa o una extraordinaria percepción, un avance o una solución creativa.
Un ejemplo de razonamiento simbólico
En el capitulo 6 ofrezco al lector una detallada guía sobre cómo utilizar las tres formas de poder en las diferentes crisis y asuntos de su vida, no sólo en la enfermedad física. Pero de momento me limitaré a mostrarle bacía dónde se dirige; proporcionarle una breve sensación de la fuerza y la belleza de la mente simbólica.
Supongamos que el médico acaba de diagnosticar que usted padece una enfermedad grave, cáncer o esclerosis múltiple. Ambas enfermedades tienen un pronóstico aterrador. Al recibir ese diagnóstico, la mayoría de la gente experimenta un choque y tal vez ira; una reacción natural. Pero pasados unos días usted deberá seguir un tratamiento médico, tomar una medicación. Para agilizar su curación, quizá deba también modificar su dieta.
A medida que transcurren las semanas y usted no nota los resultados que esperaba, una voz interior comienza a preguntar: « ¿Por qué ha tenido que ocurrirme a mí? O bien pregunta: «¿Por qué me asombra que esto me haya ocurrido a mí? Me han ocurrido tantas desgracias que debería estar acostumbrado a ellas. Es absurdo esperar un milagro.»
Usted cae en la depresión. La gente que le rodea trata de animarle, de darle esperanzas, pero usted no cree que en su universo exista ya esperanza.
Un día conoce a una persona que le ofrece una nueva forma de interpretar su situación. Imagine, le dice esa persona, que cada uno de nosotros llevamos en nuestro interior una parte que se siente «víctima». Para algunos de nosotros, nuestra «víctima» aflora cuando entablamos una relación sentimental. Para otros, la «víctima comienza a expresarse cada vez que nos preguntan nuestra opinión sobre algún tema. Para unos terceros, nuestra «víctima» nos advierte continuamente sobre lo que podemos esperar cuando lleguemos «allí», sea donde fuere.
Usted le comenta a su nuevo consejero que comprende muy bien ese concepto de «víctima» y que conoce a personas que encajan con cada una de esas descripciones, inclusive usted mismo.
—En efecto —responde su consejero—. Todos llevamos a una «víctima» dentro de nosotros, por lo que nadie debería tomarse a su «víctima» de forma personal. Forma parte de la psique humana.
A continuación su consejero le pregunta:
—¿Y si le ofrecieran la oportunidad de encararse con esa parte de sí mismo y librarse de una vez para siempre de esa influencia negativa? ¿La aceptaría?
Tras reflexionar unos momentos, usted responde afirmativamente.
Su consejero le advierte que esa liberación tiene que ser experimentada. Usted deberá encontrarse cara a cara con su «víctima» en unas circunstancias en las que él o ella sea tan poderoso que le fuerce a usted a descubrir la parte de sí mismo capaz de vencer a esa fuerza. Usted accede.
Al cabo de un tiempo, usted contrae una enfermedad física. Ésta es su oportunidad, y usted pregunta: «¿Cómo puedo encararme con la "víctima" que llevo dentro?»
—¿Esta enfermedad que padece le hace sentirse como una Víctima? —le pregunta su consejero.
—Sí, hace que me sienta impotente, contaminado, derrotado y traicionado por mi cuerpo. Hace que me sienta asustado.
—Entonces, centrémonos en estos sentimientos en lugar de en la enfermedad —responde su consejero—. Déjese guiar por esta verdad: no se tome esta crisis personalmente, al margen de que se trate de una enfermedad, un trauma provocado por la ruptura de una relación o una crisis laboral. El primer paso consiste en no dejar pasar el desafío, sino hacer frente con decisión a los temores y los sentimientos de «víctima» que esta crisis le ha despertado. El segundo paso consiste en penetrar en esos sentimientos. No se trata de la enfermedad en sí misma, y usted debe repetirse esto cien o mil veces al día si es necesario. Se trata de la pérdida de poder que la enfermedad le causa.
«Luego vaya en busca de las cosas que le hacen sentirse poderoso. Tome decisiones que den poder a su organismo. Desarrolle una idea de fe y de lo que puede hacer para tener un contacto más íntimo cotí el espíritu que lleva dentro. Repítase una y mil veces que no se trata de la enfermedad. Usted está haciendo frente a una parte de sí mismo que siempre le ha hecho sentirse derrotado y atemorizado, y la enfermedad no es sino el medio de encararse de una vez para siempre con ese fantasma.
»A continuación, recréese en su fuerza. Celebre los logros de cada día, tanto si le parecen importantes como insignificantes. Desde el punto de vista simbólico, cada victoria es importante. Busque las formas de fuerza y de debilidad que siempre le han influido. Imite a las debilidades a mostrarse, una al día en caso necesario, para que usted pueda elegir alternativas y tomar las decisiones pertinentes.
»Cada día, la Víctima que lleva dentro se hará más débil y el Vencedor más fuerte. Cada día, usted sentirá una conexión más profunda con la vida, una vida que usted controla en lugar de una vida que le controla a usted. Esta es la forma en que debe vivir porque es la que le infunde deseos de vivir; asumir el control le hace sentir que puede crear lo que desee.
»Un día se percatará de que ya no tiene conciencia de la "víctima". De que posee la fuerza necesaria para hacer frente a lo que sea, tanto si se trata de crear una nueva vida como de desprenderse de una vida que ha experimentado con plenitud hasta el final. Así es como debemos tener conciencia de nosotros mismos, de una forma profundamente personal al tiempo que reconocemos la naturaleza universalmente impersonal de nuestras experiencias.
El razonamiento arquetípico es la forma de percepción más liberadora y enriquecedora que puede usted desarrollar. Combinada con su poder tribal e individual, la mentalidad simbólica le permite interpretar los desafíos negativos en su vida y comprender que cada uno de ellos constituye un don positivo, aunque no reconozca de inmediato que se trata de un don.
La percepción simbólica trasciende el tiempo. Es una visión eterna que contiene todas las verdades adquiridas por la experiencia humana. Cuando la utilice, usted será libre de enriquecerse con las enseñanzas de los grandes maestros espirituales y filosóficos de cada generación y cada cultura, y comprenderá que no existen barreras que impidan aplicarlas actualmente. Tendrá la libertad de reconocer que las crisis de hoy están relacionadas con hechos que aún no se han producido y con hechos que ya han ocurrido, y comprenderá que la respuesta que usted ofrezca en el momento presente incide en el pasado y el futuro.
La mentalidad simbólica es una fuente de fuerza y verdad, y quienes han tomado contacto con ella son capaces de sobrevivir a cualquier crisis o adversidad. Asimismo, son capaces de experimentar una resurrección que sigue siendo puramente mítica para aquellos que son incapaces de comprender el poder de lo simbólico o la dimensión invisible de la vida.
El poder simbólico es inherente a cada uno de nosotros. Constituye la esencia del octavo chakra, el centro de poder que resuena por encima de nuestro cuerpo. Medio personal, medio impersonal, trata continuamente de seducirnos para que penetremos en él y descubramos nuestra auténtica energía y naturaleza. Es nuestro yo inconsciente, esa parte que ansia aflorar y convertirse en nuestro aliado consciente, no alejándonos del contacto gozoso con la vida física, sino permitiéndonos abrazar todo cuanto la vida ofrece sin el temor a no ser lo bastante fuertes para conocerla en toda su plenitud.
Recibir orientación
En cada situación, por grave que sea, usted tiene la opción de buscar el significado que se oculta detrás del acontecimiento. En algunos casos, esto significa simplemente confiar en que existe una razón positiva para lo que ha ocurrido, y que, en el debido momento, se le revelará el significado. Ésta no es una respuesta fácil de aceptar en momentos de crisis, especialmente durante una enfermedad que implica una situación de vida o muerte. Pero es la respuesta que le procurará el mayor poder y la orientación más clara.
Reaccionamos ante las crisis utilizando los tres poderes en el mismo orden en que los hemos desarrollado, tanto histórica como individualmente: tribal, individual y simbólico. Se trata de una respuesta automática; así estamos programados para enfrentarnos a las situaciones difíciles. Por ejemplo, nuestra reacción inicial al diagnóstico de una enfermedad es semejante a nuestra reacción ante un terremoto. El mundo se abre bajo nuestros pies; ha ocurrido algo poderoso e imprevisto capaz de alterar los aspectos más importantes de nuestra vida, inclusive nuestras relaciones íntimas y la seguridad de nuestro trabajo. Es casi imposible reaccionar de inmediato de forma positiva, ni ver enseguida un atisbo de esperanza. Así pues, al principio reaccionamos a nivel tribal, porque debemos asimilar las implicaciones físicas de algo que amenaza nuestra misma existencia. Debemos comprender las complejidades de la enfermedad y las opciones de tratamiento, y organizar nuestra vida a fin de enfrentarnos a la enfermedad.
Una vez que la crisis de la enfermedad ha penetrado en nuestra mentalidad tribal a través de los chakras inferiores, se filtra hasta nuestra mentalidad individual. Se trata de un cambio crucial y aterrador, pues mientras pensamos y actuamos conforme a la mentalidad tribal, nuestra experiencia es asimilada y apoyada por el grupo. Pero cuando penetra en nuestra mentalidad individual, activando nuestras reacciones psicológicas y emocionales, nos encontramos solos. Nadie puede silenciar el temor que nos asalta de noche mientras yacemos en la cania pensando en lo que debemos afrontar al día siguiente.
Pero, en medio de este terrorífico viaje, se nos presenta la oportunidad de superar la desesperación y establecer un diálogo interior del que emergen una percepción y una orientación que trascienden nuestras circunstancias físicas. Este es nuestro punto de transición hacia ¡a mentalidad simbólica.
Los tres estadios del diálogo se enmarcan dentro del siguiente esquema:
Tribal: Su familia puede adoptar la postura de que «esta enfermedad nos afecta a todos, y juntos lucharemos contra ella». Su médico puede presentarle datos sobre cómo otras personas han reaccionado al tratamiento y se han enfrentado a la enfermedad. Todo ello indica que su enfermedad es un desafío que afecta al grupo, y la cuestión central es la siguiente: « ¿Por qué nos ocurre a nosotros y cómo vamos a hacerle frente?»
Individual: La realidad de lo que le está ocurriendo a usted es vista como lo que es, un desafío individua!: no «nos afecta a nosotros», me afecta «a mí». La pregunta que se plantea de inmediato es, con frecuencia, la más aterradora: «¿Qué he hecho yo para merecer esto?» Usted piensa que si supiera por qué le ha ocurrido esta tragedia sabría cómo hacerle frente. En este estadio, la autocompasión y la depresión pueden apoderarse de su mente y convertirse en una crisis tanto o más grave que la propia enfermedad.
Simbólica: Existe una tercera postura que le ayudará más que cualquier tratamiento físico: la capacidad de responder simbólicamente, en lugar de literalmente, a lo que le ocurre. En lugar de preguntarse « ¿por qué me ha ocurrido a mí?», trate de formularse unas preguntas más profundas y auténticas: « ¿Por qué está ocurriendo esto? ¿Qué significado tiene esta situación y cómo debo reaccionar? Trate de concebir lo que le ocurre en los términos más impersonales posibles, y desde esta postura, en ese momento, piense en las respuestas que le proporcionarán mayor energía y poder. Imagine que su crisis le está ocurriendo a otra persona que ni siquiera conoce, y pregúntese qué consejos le ofrecería. Remítase a las enseñanzas espirituales que le recuerdan que todo pasa por una razón y que la fe y la confianza en esa razón convierten lo imposible en posible.
Esta postura le proporcionará una orientación adecuada y el nivel más claro de percepción. Mediante la visión simbólica, podrá contemplar su enfermedad dentro del contexto de toda su vida, más allá de lo que le ocurre en estos momentos. Logrará identificar, comprender y dialogar con sus patrones arquetípicos, y ver con claridad los recurrentes desafíos que han configurado la dinámica de su vida. A través de este proceso aprenderá a convivir con el misterio que le ha tocado afrontar, pues ahora posee el medio que le permite obtener consuelo de ese misterio. Los aspectos no resueltos de su vida ya no le mantienen bloqueado en su pasado, sino que se han convertido en una valiosa lente a través de la cual podrá aprender más sobre su camino de desarrollo personal. Este es el clima propicio para recibir orientación. La mentalidad simbólica contiene la capacidad de reducir cada uno de sus temores a unas meras palabras vacías de significado. Con la visión simbólica, usted podrá hacer frente al desafío físico de una enfermedad armado con un sentido de la eternidad.
Teniendo bien presentes estos tres niveles de poder como modelo de su yo interior, ha llegado el momento de investigar la relación que usted mantiene con el misterio de la curación.
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