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lunes, 30 de noviembre de 2009

LA MEDICINA DE LA ENERGIA: Cambie de rumbo de inmediato


Sanar es una tarea que no admite dilación. Muchas personas inician su proceso de curación investigando todos los tratamientos que tienen asu alcance. Mientras llevan a cabo esta tarea, no hacen nada para mejorar su situación. Suponen que los conocimientos que asimilan constituyen en sí mismos una fuerza sanadora. Con frecuencia, las personas me comentan que no saben qué tratamiento seguir y, hasta que se deciden, se sienten más «seguras» no haciendo mida. Yo creo que esto significa que no están dispuestas a realizar ciertos cambios en su vida.
Cuando escucho la forma en que racionalizan su incapacidad de decidirse, tengo la impresión de que el no hacer nada les permite, al menos de momento, mantener el engaño de que no están enfermos. Prefieren creer que sufren una pesadilla de la que acabarán por despertarse. Este fenómeno se da sobre todo en aquellos casos en los que las personas aún no experimentan dolor causado por su enfermedad.
Aplazar la decisión de cambiar de tiempo es más que absurdo; es peligroso. Es preferible comenzar por donde sea que no hacer nada. Cada elección positiva es buena, y activa una nueva corriente de energía en su vida. Esas nuevas medidas o cambios no tienen que ser trascendentales para ser eficaces. Entre tanto, siga leyendo toda la información que sirva para ampliar sus conocimientos sobre el tema.
Un buen comienzo es introducir ciertas modificaciones en su nutrición o añadir un programa de ejercicios a su rutina cotidiana. Empiece por caminar todos los días, o asistir a clases de yoga. Si no consigue localizar a un profesor, adquiera vídeos que le enseñen a practicar el yoga y otros ejercicios de relajación. Lea libros sobre tratamientos alternativos, y pruebe uno de inmediato. Si cree que necesita el apoyo de \in grupo, acuda a un centro de tratamientos holistas o a un establecimiento de productos naturistas, y compruebe en el tablón de anuncios si figura algún grupo de apoyo cercano a su domicilio. Puede realizar esos cambios al tiempo que busca consejo médico adicional.
Ante todo, recuerde que no puede permitirse caer en la tentación de «dejarlo para mañana». En el proceso de cu-ración sólo existe el «hoy». Mañana, como suele decirse, nunca llega.
Practique el pensamiento cíclico
La percepción de que el tiempo y la vida son experiencias lineales entorpece el proceso de curación. Unos ejemplos: «Si este tratamiento no da resultado al cabo de un mes, significa que no funciona y que no voy a curarme», o «a mi edad es imposible que me cure». En lugar de obsesionarse con el factor «tiempo» piense en los ciclos de la naturaleza, los cuales se reflejan en muchos otros procesos. En el mundo natural, a las épocas de calor, bienestar y productividad siguen inevitablemente períodos de frío, dificultades y disminución de la productividad, pero tras esas épocas difíciles regresa de nuevo la época de calor y disfrute. Pocas culturas comprenden mejor ese principio y flujo cíclico que la china, cuya espiritualidad, al igual que en el caso de los nativos americanos, está estrechamente vinculada a la tierra. Como dice Tao Te Ching (7 7):
El camino del cielo se asemeja a la flexión de un arco.
El extremo superior se dobla hacia abajo y el inferior hada arriba.
A aquellos que les sobra, les quita; a quienes no tienen suficiente, les da.
Por tanto, para alcanzar el délo es predio reducir lo excesivo y aumentarla insuficiente.
Cuando usted se halle en el invierno de su enfermedad, puede llegar a pensar que el ciclo es interminable y que el verano no volverá nunca; es precisamente en esos momentos cuando debe controlar sus pensamientos. Dedique unos minutos a recordar épocas pasadas de su vida en que su suerte parecía haber alcanzado el punto más bajo. Evoque cómo se sentía entonces, prestando atención a las sensaciones de su cuerpo mientras vuelve a experimentar esos sentimientos de tristeza e impotencia. Luego evoque el punto de inflexión, y recréese en la sensación de alivio y esperanza a medida que la situación comienza a cambiar a su favor. No tiene que tratarse necesariamente de un acontecimiento importante; puede ser tan simple como im para -do que estuvo a punto de perder, o recibir una carta de reconciliación de un amigo del que se había distanciado. El resultado es menos importante que el cambio en la situación. Quizá perdiera usted el siguiente partido, o rompiera definitivamente con ese amigo. Y algún día usted espirará el aire y no volverá a inspirarlo. Pero tenga presente que la curación constituye, 'ante todo, una experiencia de aprendizaje, y una de las lecciones más importantes es que la vida se caracteriza por la impermanencia y las fluctuaciones. Si es capaz de aprender a aceptar los cambios con ecuanimidad, habrá aprendido a dominar algo más importante que una enfermedad.
El pensamiento cíclico es asimismo uno de los medios más eficaces para aprender a perdonar. Aunque es difícil eliminar el afán de justicia personal y lo que consideramos una recompensa o un castigo apropiados, desde la perspectiva divina, no nos corresponde a nosotros administrar justicia ni tampoco nos incumbe la recompensa o el castigo que recibamos por nuestros actos. En uno de mis talleres, conocí a un médico, un hombre amable y bondadoso que trabajaba en un hospital para veteranos atendiendo a los soldados heridos en combate. Este hombre creía estar destinado a realizar ese trabajo porque, desde niño, tenía unos sueños en los que se veía como un soldado en la guerra de Secesión que mataba despiadadamente a sus enemigos. Su trabajo se había convertido en el medio de contrarrestar los asesinatos que había cometido en su «vida anterior»-. Aunque podía haber sido castigado por su falta de compasión, la justicia divina le había dotado de un carácter noble y compasivo en su vida presente.
Cuando se sienta abrumado por su incapacidad de perdonar un daño que le hayan causado, recuerde las antiguas enseñanzas sobre las leyes del karma que se reflejan en las enseñanzas cristianas: lo que va, vuelve, en esta vida o en la próxima. No le corresponde a usted decidir la naturaleza de la justicia a un nivel personal, lo cual no deja de ser una suerte, ya que con frecuencia la justicia humana es más implacable y menos ecuánime que la justicia divina. Su única misión consiste en aprender a perdonar, y recuperar la energía que está desperdiciando en hechos del pasado.
En parte, el problema de la mentalidad de víctima es que no tiene en cuenta el hecho de que nosotros mismos perpetuamos el daño que nos han causado. Cuando se indigne al recordar una ofensa pasada, le recomiendo que practique el siguiente ejercicio para aprender a perdonar. Examine atentamente todos sus actos de la semana pasada y compruebe si ha cometido el mismo tipo de injusticia u ofensa que recibió. No es preciso que sea algo grave. Por ejemplo, quizá crea que en su infancia alguien le juzgó equivocadamente y que eso influye en cómo la gente lo ve hoy en día. Un hecho can simple como haber sido malinterpretado por sus padres o por un maestro en algún momento determinado puede seguir pesando sobre usted. Cuando se sienta agobiado por ese peso, examine sus actos para comprobar si usted ha juzgado también equivocadamente a alguien. Al principio, su valoración de otra persona puede parecerle intrascendente. Como no le gusta como viste cierta persona, la tacha de descuidada. Quizá convierta ese juicio en un rumor. O quizá comente que una determinada mujer ha alcanzado el puesto que ocupa en su empresa por medio de métodos pocos éticos o deshonestos. Así, una valoración aparentemente inocente y sin importancia puede tener consecuencias serias. Es preciso que aprenda a perdonarse a sí mismo por haber hecho ese juicio y perdonar a la persona que le juzgó equivocadamente hace tiempo. Recuerde las palabras del Padre Nuestro: «Perdónanos nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores.»

Márquese metas realistas
Aunque todas las cosas terrenales cambian, no cambian necesariamente de la noche a la mañana. Muchas personas que asisten a mis talleres creen que adquirirán en un día las dotes intuitivas que yo he tardado quince años en desarrollar. La clarividencia instantánea es posible, desde luego, pero lo habitual es que uno tenga que desarrollar sus dotes intuitivas teniendo en cuenta los principios energéticos. Por otra parte, aunque existe la posibilidad de que usted adquiera nuevos criterios o nuevas percepciones y se cure al instante, lo más probable es que tenga que practicar las enseñanzas holistas durante largo tiempo. Al igual que nadie puede aprender a correr una maratón en un día, llevar una vida sana o curarse de una enfermedad requiere practicar de forma constante y regular las disciplinas curativas que uno decida seguir, ya sea un tratamiento médico, unos cambios nutricionales, un programa de ejercicios, visualiza dones o meditación.
Cuando nos diagnostican una enfermedad, o cuando sufrimos una grave crisis o una tragedia, suelen aparecer temores nuevos. Le recomiendo que sea paciente consigo mismo. Si se siente deprimido o ansioso, trate de analizar la situación para averiguar cuándo y en qué con texto afloran esos sentimientos. Quizá reflejan sus creencias tribales negativas. En tal caso, utilice las Tres Columnas de Percepción para tratar de descifrar el simbolismo más importante de su estado anímico o el mensaje que éste encierra. También puede practicar el siguiente ejercicio, perteneciente a la tradición sufí, denominado «a un kilómetro de Bagdad».
Cierre los ojos y véase asimismo caminando por una solitaria carretera del desierto al parecer interminable, como una carretera en algún lugar remoto de Oriente Medio. Sienta el sol cayendo sobre usted, la arena ardiente bajo sus pies, una sed y una fatiga insoportables. Experimente la aridez del lugar, la soledad, la desesperación que le embarga. Cuando esos sentimientos empiecen a hacerse palpables, encuentre algún pequeño refugio bajo una roca junto a la carretera e instálese en él para pasar la noche. Observe cómo se pone el so!, sienta el aire fresco de la noche. Mientras descansa de sus fatigas, aspire el aire refrescante y note cómo su cuerpo recobra las fuerzas.
Ahora salga de su refugio y mire a su alrededor. No muy lejos vislumbra unas lucecitas, y luego otras más. Sin duda debían de estar allí antes, pero usted no las vio porque el sol le cegaba. Cuando comienza a oír una suave música, se percata de que, muy cerca, hay una dudad llena de gente, que se halla a una distancia que usted puede recorrer a pie. Usted creía que se hallaba en medio del desierto, pero sólo estaba a un kilómetro de Bagdad. Recréese en su sensación de alivio. Mientras se solaza con este pensamiento, pronuncie una breve oración de gracias.
Aunque durante el primer mes del proceso de curación no observe ningún cambio en su cuerpo, no crea que no se esté produciendo. Los cambios están ocurriendo en el piano energético, y causarán, al cabo de un tiempo, positivos cambios mentales, espirituales e incluso físicos. Está usted más cerca de la meta de lo que imagina.
Durante el proceso de curación, consulte a otras personas que hayan sufrido su enfermedad. Pueden procurarle información muy útil, pero no compare sus progresos con los suyos. Recuerde que aquello que no ha servido a cierta persona para sanar su cuerpo podría ser exactamente lo que usted necesita, desde el punto de vista energético, para comenzar a sanar. Manténgase abierto a distintas opciones.


Desarrolle su fuerza de voluntad
El deseo de curarse no es lo mismo que tener la voluntad de hacerlo. Algunas personas que desean curarse no poseen la fuerza de voluntad necesaria para realizar los cambios adecuados. Debe entrenar su mente y sus emociones para que respondan a las órdenes positivas que usted les envía. Y esos pensamientos positivos deben convertirse en las percepciones dominantes con las que se conectan su mente y sus emociones. Dedicar treinta minutos una o dos veces al día a la visualización y luego permitir que sus temores invadan sus pensamientos el resto de la jornada elimina la influencia positiva de sus ejercicios.
Orientarse constantemente un una dirección positiva requiere disciplina, y alcanzar ese nivel de disciplina requiere práctica. Piense en lo fácil que le resulta distraerse cuando trata de mantener su mente y sus emociones centradas en un determinado pensamiento. Amenos que tenga mucha experiencia en meditación, al cabo de unos segundos se habrá distraído. En cierta ocasión dirigí a un grupo de alumnos en un ejercicio para el que debían elegir un pensamiento y concentrarse en él exclusivamente. Al cabo de unos instantes, varios alumnos se incorporaron protestando de que el «ruido» del exterior les impedía realizar el ejercicio, o bien que la luz era demasiado intensa para aquella «tarea interior». Precisamente, lo que necesitaban aprender era a abstraerse de ese tipo de distracciones.
Esperar a que se den ciertas condiciones externas antes de que usted pueda concentrarse es absurdo. No es preciso que adquiera el grado de concentración de un maestro de meditación, pero debe alcanzar una relación con sus recursos internos lo bastante potente para eclipsar rápidamente un pensamiento negativo con uno positivo y sentir la energía positiva que inunda su cuerpo. La utilización de un mantra —una frase o palabra repetida en silencio— constituye un método muy eficaz para aprender a concentrarse. La palabra o frase puede serlas tradicionales palabras sánscritas «Om» u «Om Maní Padme Hum», que pertenecen a las tradiciones hindú y budista, o bien «Virgen María», «Jesús», el nombre de una virtud como «amor» o «compasión» o cualquier palabra o frase que le procure paz, fuerza, relajación y concentración. Puede combinar el mantra con una respiración profunda y acompasada.
Practique el siguiente ejercicio: inspire aire lenta y acompasadamente a través de la nariz hasta llenar la barriga. Sienta cómo la zona del estómago se expande cuando inspira; al principio, apoye la palma de la mano sobre el ombligo para notarlo. Cuando haya llenado la barriga de aire, siga inspirando para llenar la zona del diafragma, situada en el centro del pecho justo encima del estómago. Si posee la suficiente capacidad, siga inspirando aire y llénese los pulmones hasta arriba y la parte superior del pecho- Contenga la respiración unos momentos y luego espire suavemente el aire a través de la nariz o la boca. Lleva un tiempo desarrollar la habilidad —y la capacidad pulmonar— de respirar mediante este proceso de tres etapas, pero la sensación de calma y objetividad que le proporcionará merece el esfuerzo. Si lo prefiere, puede acudir a un maestro de relajación o meditación para que le enseñe a practicar este y otros sencillos ejercicios. Libros como Foc!/singd&E.\igeneGend\Ki,y Are you GettingEn-lightened o LosingYour Mind?: A SpiritualProgramfor Mental Fitness de Dennis Gersten, doctor en medicina, ofrecen eficaces y sencillos ejercicios para aprender a sustituir rápidamente los pensamientos negativos por una energía mental positiva. Lo importante es que practique esos ejercicios de forma regular y disciplinada. Al cabo de un tiempo se convertirán en un acto reflejo, al igual que la respuesta de su energía física.
Otra forma de aprender a controlar su mente y sus emociones para evitar que estas le controlen a usted, es practicar con las situaciones cotidianas. Por ejemplo, mientras conversa con una persona, ésta hace un comentario que a usted le enfurece. O se enoja al encontrarse en un atasco de tráfico o se impacienta porque la tarea que está realizando no sale todo lo bien que desearía. Son situaciones perfectas para que practique el control de su energía, manteniéndola dentro de su cuerpo e impidiendo que se disipe en situaciones sin importancia. También puede utilizar técnicas, como una respiración profunda o repetir un mantra, para no perder el control en estas situaciones. Concéntrese en lo importante —su salud— y recuerde que, comparado con la recuperación de su salud, todo lo demás resulta insignificante.


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