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lunes, 30 de noviembre de 2009

LA MEDICINA DE LA ENERGIA: EL TERCER MITO: Sentir dolor significa ser destruido por él


En muchos casos, el dolor indica la presencia de una enfermedad, ya sea emocional o física, y es normal creer que todo dolor e;> negativo. Pero el dolor es también un maestro, un mensajero que nos hace prestar atención a nuestro cuerpo o alejarnos de conductas y situaciones en las que nos mostramos débiles para adoptar un estilo de vida que potencie nuestra fuerza e integridad.
Nuestra sociedad, con su culto a las drogas, sostiene que la mayoría de trastornos dolorosos, físicos y psíquicos, deben curarse con fármacos. Los anuncios de televisión fomentan el uso de analgésicos contra el dolor de cabeza, el dolor de espalda y cualquier otro síntoma imaginable. Ciertamente, un dolor crónico nos impide llevar una vida normal y satisfactoria. Pero el dolor emocional o psíquico puede ser también una señal que nos obligue a prestar atención. Puede ser un maestro, tanto si se origina en nuestras emociones como en nuestro cuerpo. Dirige nuestra atención hacia esa área física o emocional que debemos restaurar. Eliminar prematuramente un dolor con fármacos es un error, ya que puede inducirnos a creer que nos hemos curado cuando no es así. En lugar de medicarnos al primer síntoma, debemos analizar la situación y averiguar por qué experimentamos un dolor localizado, o una serie de molestias y dolores difusos. Los anuncios de televisión que más detesto son los que ofrecen unos remedios contra trastornos digestivos que deben tomarse antes de comer, para que usted pueda ingerir una serie de alimentos grasos, picantes o lácteos sin sentir el dolor de estómago que trata de advertirle que su cuerpo no puede digerir ese tipo de comida.
Aunque la utilización de drogas para calmar el dolor puede ser esencial en alguna etapa del proceso de sanación, debemos preguntarnos si esas drogas son siempre necesarias o si impiden que el dolor nos advierta de que algo no funciona en nuestra vida. Padecer dolor es una experiencia horrorosa, pero también lo es la drogo-dependencia. Las drogas empeoran la situación porque al tomarlas usted no se percata de lo que ocurre en su cuerpo y puede creer que Ivi ausencia de dolor significa que se ha curado. Y no es así. No tema sentir dolor y utilizarlo como un aliado para que le ayude a sanar su cuerpo. Posiblemente sea el único lenguaje que logre atraer su atención.
Si usted se da cuenta de que tiene dependencia de una determinada droga, establezca un programa de deshabituación paulatina y acuda a un grupo de apoyo que le ayude a superar esta difícil tarea. Sin embargo, antes de iniciar el tratamiento, le recomiendo que acuda a un terapeuta que le pueda llevar de la mano —y de la mente, por así decir-— paso a paso hacia una renovada toma de contacto consigo mismo. Aprenda métodos alternativos de control mental y corporal, por ejemplo cómo utilizar su respiración para comunicarse con su cuerpo, o el biofeedb&ck, que se inventó precisamente con ese fin.
Si está dispuesto a abordar la tarea de adentrarse en su dolor, necesitará ayuda, pues probablemente no sabe ni cómo ni dónde empezar. Una forma de comenzar es estudiarse a sí mismo. Preste atención a los pensamientos o actitudes que tiene a lo largo del día y que le producen dolor. Anótelos para hacerlos tangibles, y reconozca ios daños físicos que causan a su cuerpo. Quizá reconozca qiie se recrea con unas imágenes dolorosas de usted mismo o con unas creencias repletas de dolor sobre su vida. Quizá comprenda que, en el fondo, es usted un pesimista que ve sólo lo negativo y no repara en lo positivo. O quizá reconozca que el dolor que soporta no es el suyo, sino el dolor de otros a quienes desea proteger. Hasta es posible que usted llegue a considerar el dolor como un desafío espiritual que ha aparecido en su vida a fin de fortalecer su psique hasta extremos inimaginables.
Un hombre llamado Fred, que asistió a uno de mis talleres, me confesó que había empezado a tomar analgésicos cuando sintió dolores de espalda. Aunque al principio la medicación le aliviaba el dolor, al cabo de un tiempo Fred comprobó que necesitaba aumentar la dosis. Un año más carde le dijo a su médico que la medicación ya no le aliviaba los dolores y le pidió que le recetara un remedio más potente. Su médico !e recomendó que hiciera ejercicio para reforzar la espalda. Fred siguió su consejo, pero los ejercicios no bastaban. Entonces acudió a otro médico que le recetó un fármaco más potente, que un tiempo después también dejó de ser eficaz.
Cuando pregunté a Fred por qué no había analizado el motivo por el cual su espalda le causaba tantos problemas, respondió:
—Francamente, no me molesté en hacerlo porque me hubiera tomado tiempo y yo quería algo que aliviara mis dolores inmediatamente.
Yo le pregunté qué otros factores, aparte del dolor de espalda y su dilema con los fármacos, le causaban estrés.
Fred me explicó que tenía un historial de inversiones financieras desastrosas y negocios fracasados porque siempre andaba buscando maneras fáciles y rápidas de ganar mucho dinero. Cuantos mayores eran sus fracasos, más le dolía la espalda.
Le pregunté cómo no se había percatado de la relación entre su mala situación financiera y sus dolores de espalda. Fred reconoció que sabía que esos dos problemas estaban conectados, pero se decía que en cuanto consiguiera ganar una cantidad importante de dinero, la espalda dejaría de dolerle. Estaba convencido de ello y empeñado en Conseguir su propósito.
Cuando le pregunté qué le había inducido a asistir a uno de mis calieres, en vista de su actitud, Fred me confesó que quería aprender a utilizar «el poder mental» y la intuición para tomar decisiones financieras más acertadas. Yo le sugerí que quizá los fármacos que tomaba influyeran negativamente en su juicio, pero Fred insistió en que la única forma en que podía funcionar era tomando analgésicos que eliminaran el dolor. Nuestra conversación concluyó con esa nota tan poco optimista. Sinceramente, yo no tenía muchas esperanzas de que Fred consiguiera curarse.
Una historia más positiva es la de Lester, quien había padecido unos dolores arroces debido a un tumor en la pierna y a la intervención quirúrgica que le habían practicado para extirpar los tejidos cancerosos. Durante su convalecencia, los médicos le recetaron unos analgésicos, que Lester aseguró que necesitaba porque era incapaz de soportar aquel dolor. Mientras Lester se esforzaba por recobrar las fuerzas en su pierna, el dolor se intensificó; persistía incluso cuando Lester no caminaba ni hacía ejercicios de rehabilitación.
Lester continuó tomando la medicación porque el dolor le impedía conciliar el sueño por las noches, por cansado que se sintiera. Una noche, mientras yacía en la cama preguntándose si lograría alguna vez curarse y dejar de sentir dolor, se le ocurrió tratar de adentrarse en su dolor. Se imaginó penetrando en su pierna para observar lo que ocurría deba]o de la piel.
Lester puso música de fondo para que le ayudara a relajarse, y se imaginó reparando el tejido celular de su pierna y transmitiendo el mensaje de que todas las células cancerosas debían ser destruidas de inmediato. Lester repitió ese ejercicio cada día, y fue notando que su confianza aumentaba. Al mismo tiempo fue reduciendo la dosis de analgésicos hasta que, finalmente, dejó de tomarlos, aunque todavía sentía cieno dolor. Lester me contó que había comenzado a considerar su dolor como una «luz guía» que, durante cada sesión de meditación, le indicaba dónde debía centrar su atención.
—Gracias a este ejercicio que practicaba cada día, o mejor dicho, cada hora —concluyó Lester—, llegué a convencerme de que lograría sanar mi cuerpo. Día tras día, sentía que mi mente iba adquiriendo renovado vigor y que mi cuerpo se restauraba.
Yo no tenía dudas de que Lester conseguiría sanar, y él tampoco.

Preguntas para un auto-examen

•    ¿Considera siempre el dolor como un enemigo?
•    ¿Ha aprendido algo del dolor físico? En caso afirmativo, ¿qué?
•    Para combatir el dolor, ¿suele tomar medicamentos químicos o utiliza la meditación u otra disciplina interior?
•    ¿Ha sido adieto a los analgésicos o a las pastillas para dormir?
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