Búsqueda personalizada

TRADUCTOR

lunes, 30 de noviembre de 2009

LA MEDICINA DE LA ENERGIA: LA RECUPERACIÓN DEL ESPÍRITU


Al seguir la evolución dé las almas de algunas personas aquejadas de cáncer, a menudo he observado que, en su infancia, una persona importante para ellas —el padre, la madre o un maestro— les dijo algo así como «nunca harás nada bueno», o «siempre serás una nulidad». Quizás ese comentario no duró más de tres segundos, pero esos tres segundos dominaron el resto de la vida de esa persona. Si alguien puede estar dominado por un comentario de tres segundos, ¿cree usted que será capaz de crear su propia realidad? Yo no. Es esa negatividad la que crea su realidad, y el desafío que tiene ante sí es serlo suficientemente fuerte para recuperar su espíritu.
Cuando lea las páginas siguientes y realice el ejercicio que indico a continuación, tenga presente que es realmente usted quien crea su realidad. Imagine un gran círculo ante sí, y luego visualice su prana, su fuerza vital o su gracia, penetrando por la parte superior de su cabeza. Ahora elija: ¿cómo desea distribuir su prana? Tal como lo distribuya, regresará a usted. Usted le dice a su espíritu: «Regresa a ese acontecimiento tan amargo que me ocurrió en el pasado y mantenlo vivo para mí, y luego tráeme sus frutos.» Y con esos frutos usted alimenta su tejido celular.

Ejercicio: Recuperar su espíritu

No es sencillo recuperar el espíritu que perdimos hace tiempo, no sólo debido al auténtico dolor que experimentamos en su momento, sino también a que el hecho de permanecer en recuerdos llenos de ira o amargura puede convertirse en un hábito. Es tan fácil que nuestro espíritu regrese a donde hemos enterrado nuestro pasado que la conciencia no capta su energía y al final simplemente nos advierte de que nuestro espíritu se ha instalado en el pasado. Así, al cabo de un tiempo, ni siquiera tenemos que activar de forma consciente nuestro pasado traumático; se activa
automáticamente.
El proceso para devolver esta energía al presente empieza por realizar algunas modificaciones en nuestra conciencia y nuestro vocabulario; dicho de otro modo, debemos ser más listos que nuestro pasado. Aprenda a tomar conciencia, con tanta frecuencia como sea posible, de lo que está pensando y dónde invierte su energía. Cuando se percate de que ha vuelto a sumirse en un recuerdo oscuro, ordene a su energía que regrese al momento presente diciendo:
—Me niego a seguir avanzando en esa dirección. Abandono ese camino de una vez por todas.
No es necesario que se ponga a gritar de rabia ni a aporrearlos cojines del sofá. Puede desprenderse de esos recuerdos con un toque de humor, con frases como:
— ¡Otra vez tú! ¡Largo de aquí! No tengo tiempo ni ganas de seguir pensando en ti.
Anímese y no deje que su pasado le intimide. Deje de otorgarle poder aferrándose a la idea de que las cosas debieron y pudieron haber sido distintas. Eso no tiene ningún sentido.
Cuando adquiera un mayor control sobre sus pensamientos, trate de modificar su vocabulario. Al referirse a su vida, procure utilizar el tiempo presente. Ello no significa que no deba evocar su pasado, pero acostúmbrese a recordar sólo los momentos felices. Cuando alguien le pregunte cómo está, responda de modo positivo; ese debe ser su punto de partida. Si está tratando de resolver una crisis que ha experimentado recientemente, compártala con otra persona, pero no se recree en ella. Si el incidente le recuerda «las numerosas ocasiones en que me ocurrió esto», puede evocar esos momentos si y sólo si está dispuesto a tratar de descifrar el esquema que persiste en su interior y que desencadena esos recuerdos, y romperlo. Si, después de su peregrinaje por los recuerdos de su pasado, emerge sintiéndose una víctima, diciendo «es inútil, haga lo que haga estoy condenado al fracaso», eso significa que no ha comprendido el significado de recuperar su espíritu. Si desea resolver los traumas de su pasado debe «viajar por el tiempo» con el sincero propósito de localizar y romper esos esquemas reiterativos, y percatarse de lo que debe aprender en esta vida.


LOS CINCO MITOS SOBRE LA SANACIÓN

La relación entre conciencia y enfermedad es actualmente objeto de numerosos debates y estudios científicos. Ciertamente, el tomar conciencia de las convicciones negativas y sus efectos sobre nosotros puede ayudarnos a adoptar decisiones positivas y a mejorar nuestra vida. Yo creo, junto a muchos otros maestros e investigadores, que una toma de conciencia del innato vínculo de nuestro cuerpo-mente con nuestro espíritu puede propiciar el proceso de curación.
Con todo, incluso las mejores personas enferman. Algunas personas extraordinariamente sanas han contraído enfermedades corrientes y vulgares, incluso cánceres dolorosos. Oirás quizá supieran de antemano cómo iban a morir. Pero pese a sus desgracias físicas, esos santos y sabios se esforzaron en comprenderse, en mostrarse compasivos con los demás y en entrar en contacto con la energía divina que dirigía sus vidas. Aunque no lograran curar su enfermedad física —o ni siquiera trataran de hacerlo—, sanaron su espíritu al aceptar la voluntad divina y el sublime propósito al que estaban destinados.
Debemos comprender que, en algunos casos, es voluntad divina que no nos curemos físicamente, sino que aprendamos, por medio de una enfermedad crónica o terminal, ciertas lecciones necesarias para nuestra alma. En otros casos, debemos asimilar virtudes espirituales que sólo la enfermedad pone a nuestro alcance, y, al asimilarlas, servir de inspiración a otros. La transformación mediante la enfermedad es un tema espiritual que se repite desde hace siglos, y la fe en lo Divino puede enseñarnos lecciones muy valiosas y sanarnos.
Un hombre llamado Simón ayudó durante un trecho a Jesús a cargar con la cruz, en el camino hacia la crucifixión. Ese episodio, simbólicamente tan poderoso, merece más atención de la que le prestamos. Nos dice que, en nuestro viaje hacia el conocimiento de nosotros mismos y la realización de nuestro destino, también debemos ayudar a quien no tiene suficiente fuerza a transportar su carga; en ocasiones, esa carga es negativa.
Una vez, en Londres, tuve una sesión con un hombre exquisito que poseía el rostro de alguien que ha sido bendecido por la mano divina. Después de la sesión, el hombre me dijo:
—Soy una buena persona, pero no comprendo por qué tengo tantos problemas con mis superiores.
Trabajaba para British Telecom. Yo le miré y sólo vi bondad en su aura. Cerré los ojos y pedí a lo Divino que me guiara. AI cabo de unos instantes, tuve la sensación muy intensa de que ese hombre era una especie de ángel de la guarda y que absorbía una gran cantidad de energía negativa. Buena parte de esa energía negativa era racista, porque él procedía de la India. Muchos otros indios que él conocía experimentaban también ese racismo pero no eran lo bastante fuertes para encajarlo, de modo que ese hombre absorbía la negatividad que iba dirigida hacia ellos. Yo traté de explicárselo:
—-No sé si eso íe ayudará, pero es la iónica sensación que he tenido.
—Si no es más que eso —repuso mi cliente—, puedo vivir con ello.
Oí una historia aún más sorprendente sobre un reputado maestro hindi que padecía un cáncer terntinal que afectaba a numerosos órganos de su cuerpo. A medida que progresaba el cáncer, él se iba debilitando, hasta que su cuerpo empezó a mostrar los estragos causados por su enfermedad. Un día uno de sus alumnos, que sentía veneración por él, se le acercó y le preguntó por qué no se curaba o si no podía sanarse. El maestro espiritual lo miró y se echó a reír.
— ¿Quieres ver cómo curo mi cuerpo? —preguntó—. Observa.
Tras estas palabras, el maestro curó su cuerpo, que al instante rectiperó su aspecto saludable habitual. El alumno se quedó perplejo.
—No lo comprendo —dijo éste—. Si posees tanta luz en tu interior, ¿qué causa esta oscuridad malsana?
—Esta oscuridad no me pertenece —contestó el maestro espiritual—. Es tuya y de mis otros alumnos. Yo cargo con ella hasta que seáis lo bastante fuertes para acarrearla vosotros mismos. Yo no la siento.
Aceptarla voluntad divina constituye la clave para alcanzar !a madurez espiritual, y para resolver los problemas físicos y emocionales. Al margen de que una enfermedad sea una crisis espiritual o haya sido causada por nuestra negatividad, ia naturaleza humana está preparada para buscar el medio de sanar. Pero mis numerosas experiencias con personas aquejadas de enfermedades graves me han convencido de que, con frecuencia, la gente no se cura porque, consciente o inconscientemente, tiene más fe en unas creencias muy potentes que interfieren su curación que en su capacidad de sanar.
Existen cinco mi tos fundamentales sobre la curación, que consumen la energía mental y emocional de una persona hasta el punto de impedirle sanar. Cada uno de esos mitos sirve para apoyar la actitud de la heridalogía, que debilita al cuerpo en lugar de sanarlo. Esas creencias son tan fuertes que, en ocasiones, superan a nuestras creencias optimistas sobre la posibilidad de curarnos. Ello se debe a que las creencias basadas en la esperanza y el optimismo se refieren al futuro, a posibilidades, mientras que la enfermedad es una realidad y los mitos que la sustentan hablan en tiempo presente. La curación es intangible, pero sen timos y vemos nuestra enfermedad.
El medio más eficaz de destruir el poder de un mito es reconocer que .se cree en él, y que por mucho que se comparta esa creencia con otras personas, no por ello deja de ser una creencia para convertirse en un hecho. A continuación, hay que hacer un esfuerzo consciente para librarse de su influjo. Cuando lea las descripciones de estos cinco mitos, pregúntese: « ¿Creo en él?» Si la respuesta es afirmativa, yo le mostraré la forma —por medio de la oración y otros ritos— de apartarlo de su mente. Ningún mito permite que la psique se libere de él sin plantar batalla, pero si usted tiene realmente la intención de sanar debe librar esa batalla y, a continuación, desarrollar unos esquemas mentales destinados a suplantar esos mitos y a potenciar su salud.


No hay comentarios:

Publicar un comentario