Existen muchos medios de calibrar nuestro desarrollo espiritual; en mi opinión, la combinación de los chakras con el lenguaje simbólico de los sacramentos cristianos y la tradición cabalística es el más eficaz.
Ciertas verdades son universales para todas las tradiciones espirituales; por ejemplo, todos los sistemas espirituales enseñan a respetar la vida y la energía personal y que no se debe asesinar o robar. Pero las tradiciones espirituales hindú, cristiana y judía, de modo particular, contienen unos paralelismos aún más marcados. Los siete chakras se corresponden casi exactamente con el sistema de símbolos de los sacramentos cristianos y del Árbol de la Vida, por lo que, contemplados con juntamente, constituyen un viaje de desarrollo espiritual. Es más fácil apreciar la correspondencia entre los siete chakras y los siete sacramentos cristianos. Si alineamos los sacramentos en cierto orden —bautismo, eucaristía, confirmación, matrimonio, confesión, orden sagrada y extremaunción— sus funciones evocan de forma asombrosa, en significado y poder, las de los siete chakras. (Aunque el orden en que he colocado a los sacramentos no es el de la Iglesia católica, creo que se aproxima más al orden en que los recibían los catecúmenos de la Iglesia primitiva.) Ambos sistemas ilustran, en su propio lenguaje, el flujo dinámico de energía que otorga vida al cuerpo humano.
Asimismo, en la tradición cabalística, el Árbol de la Vida contiene diez cualidades de la naturaleza humana que debemos cultivar a fin de alcanzar la plena madurez espiritual. Puesto que seis de esas diez cualidades, sefirot, son complementarias entre sí, el Árbol de la Vida parece tener siete niveles, al igual que las otras dos tradiciones. Por tanto, estas tres tradiciones ofrecen una perspectiva algo distinta pero compatible y unifícadora de la misma verdad: el espíritu se desarrolla a través de siete estadios de poder.
Ciertas verdades son universales para todas las tradiciones espirituales; por ejemplo, todos los sistemas espirituales enseñan a respetar la vida y la energía personal y que no se debe asesinar o robar. Pero las tradiciones espirituales hindú, cristiana y judía, de modo particular, contienen unos paralelismos aún más marcados. Los siete chakras se corresponden casi exactamente con el sistema de símbolos de los sacramentos cristianos y del Árbol de la Vida, por lo que, contemplados con juntamente, constituyen un viaje de desarrollo espiritual. Es más fácil apreciar la correspondencia entre los siete chakras y los siete sacramentos cristianos. Si alineamos los sacramentos en cierto orden —bautismo, eucaristía, confirmación, matrimonio, confesión, orden sagrada y extremaunción— sus funciones evocan de forma asombrosa, en significado y poder, las de los siete chakras. (Aunque el orden en que he colocado a los sacramentos no es el de la Iglesia católica, creo que se aproxima más al orden en que los recibían los catecúmenos de la Iglesia primitiva.) Ambos sistemas ilustran, en su propio lenguaje, el flujo dinámico de energía que otorga vida al cuerpo humano.
Asimismo, en la tradición cabalística, el Árbol de la Vida contiene diez cualidades de la naturaleza humana que debemos cultivar a fin de alcanzar la plena madurez espiritual. Puesto que seis de esas diez cualidades, sefirot, son complementarias entre sí, el Árbol de la Vida parece tener siete niveles, al igual que las otras dos tradiciones. Por tanto, estas tres tradiciones ofrecen una perspectiva algo distinta pero compatible y unifícadora de la misma verdad: el espíritu se desarrolla a través de siete estadios de poder.
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